De la misma manera como ya no existen razas puras, tampoco hay lenguas que no sean mezcladas, escribió hace más de cien años Herman Paul, el teórico y divulgador más notorio de los principios de la escuela neogramática. Y ello es efectivamente así. En la historia de las lenguas, en rigor, la pureza es una utopía que sólo puede (de hecho ha podido) prosperar en visiones acientíficas de los mecanismos de la evolución lingüística.
Por otra parte, si una lengua histórica, según Eugenio Coseriu, es un conjunto de «tradiciones lingüísticas del hablar», debemos aceptar que algunas de ellas puedan tener origen en el marco de una lengua histórica diferente a la que nos ocupa, en este caso, el español. Con estos principios como elementos rectores de la indagación en el marco de los estudios de contacto podremos enfrentar el complejo asunto de las relaciones entre lenguas (o variedades de una lengua) históricas.
El contacto lingüístico, además, se inscribe en otro más amplio, a saber, el contacto cultural, objeto de estudio de la antropología cultural: lengua y, en un marco más amplio, cultura, tampoco pueden separarse en la consideración de estas situaciones.
El caso del español, ya desde sus tempranas manifestaciones, cuando aún se denominaba castellano, es un caso prototípico de lengua que promueve los contactos en forma abundante. No es el caso detenerse aquí en la historia externa de esta lengua en el período medieval, en la que estuvo indisolublemente unida al proceso de la reconquista de la Península y, por esa razón, en contacto con muy diferentes variedades.
El momento más importante, a los efectos actuales, se relaciona con la controvertida unificación española bajo los Reyes Católicos, a lo que se agrega la expansión imperial de la misma en Ultramar y, fundamentalmente, América (aun cuando no debe olvidarse su expansión también en África y Asia).
Por ello, es del caso plantear, como dije antes, el hecho de que dentro del conjunto de las lenguas europeas, es el español una de las más involucradas en los contactos culturales y lingüísticos, a partir del siglo xvi. Este privilegio (sin duda lo es) lo comparte, sin embargo, con el portugués, la otra lengua peninsular de similar vocación imperial y expansionista.
Por otra parte, un altísimo número de los contactos del español, lo son con el portugués, como, de la misma manera, los del portugués lo son con el español. Por esta razón, dentro de la lingüística de los contactos del español, el portugués tiene un lugar muy preferencial; casi me animaría a decir, determinante, a la hora de entender el español americano.
En otras oportunidades (Elizaincín, en prensa) he comentado las peculiaridades de esta relación, tan estrecha pero también tan conflictiva entre ambas lenguas peninsulares. Se trata de un caso de contacto que, iniciado en la Península, se traslada luego a otro ámbito (la Romania Nova) en el que, de alguna manera, se reproducen las condiciones previas al traslado continental. Efectivamente, el relacionamiento mayoritariamente inamistoso de ambos reinos peninsulares (lo que no impide los contactos lingüísticos fronterizos, por cierto) se traslada también a América. Las disputas entre España y Portugal en las nuevas tierras americanas pautan la historia de las fronteras luso-hispánicas. Y el mismo clima de enfrentamiento se mantiene aun después de los procesos independentistas que dieron origen a los nuevos estados americanos. Más aún, hay hoy, a lo largo de los miles de kilómetros de fronteras políticas entre Brasil y la casi totalidad de los países hispanohablantes sudamericanos (excepto Ecuador y Chile) límites contestados, es decir, zonas en las que los estados involucrados no han logrado establecer definitivamente el trazado de la línea divisoria.
Un caso muy claro de estas disputas heredadas de la metrópoli, reproducidas en el suelo americano, lo constituye el caso paradigmático de la ciudad de Colonia do Sacramento, fundada en 1680 por los portugueses, frente a la ciudad de Buenos Aires (más tarde, capital del virreinato del Río de la Plata) en el territorio que luego sería Uruguay pero que en el siglo xvii era una tierra prácticamente sin dueños. Colonia do Sacramento (hoy, Colonia) pasa alternativamente, en varias oportunidades, de manos españolas a manos portuguesas; entretanto, España decide fundar en 1726 la ciudad de Montevideo, unos 200 km al este de Colonia, a los efectos de asegurar de forma más contundente su pretensión sobre el territorio. Aun así, las disputas continuaron, dando como consecuencia un estado independiente (Uruguay) dividido y tensionado entre dos polos de influencia: el hispánico del sur y el lusitano del norte. Y, de la misma manera, podrían multiplicarse los ejemplos en otras zonas fronterizas de Brasil.
Conflictos similares podrían traerse a colación en relación a las fronteras de Portugal con España ya desde muy antiguo.
Sin embargo, otra cosa muy distinta es la convivencia humana de las poblaciones que pertenecen a estados limítrofes fronterizos. Normalmente, en la cotidianeidad, esas poblaciones suelen tener una interacción pacífica, en grados diferentes, por cierto. La integración de las poblaciones de un lado y otro de esas líneas políticas es, en general, la regla. Son comunes, por ejemplo, los matrimonios mixtos, las visitas de compras (o por otros motivos: medicina, educación, entretenimientos) de un lado a otro. Véase para el caso de España, Navas Sánchez-Elez 1992, 1994, entre otros). Por cierto, el fenómeno del contrabando, también común en áreas de frontera, si bien no deseable desde el punto de vista de las economías de los estados involucrados, puede ser visto como un caso de integración sui generis pacífica.
En consecuencia, si, independientemente de las políticas estatales en relación a cuestiones de frontera, existe una integración de las poblaciones a través de mecanismos como los que describí antes, el correlato lingüístico-cultural de la cuestión es, también, la integración. Y, en lingüística, integración significa poner en contacto, a través del bilingüismo, dos variedades diferentes, pertenecientes (como en el caso que tratamos) a lenguas históricas diferentes.
El paralelismo de la historia externa de español y portugués se da también en el relacionamiento que sufrieron a partir del siglo xvi en el ambiente americano; tanto una como otra lengua fueron expandiéndose en forma gradual y paulatina desde el norte hacia el sur de los respectivos territorios en los que posteriormente se afincaron: así, como se sabe, el español traído por Colón y su comitiva se afinca primero en La Española, hoy República Dominicana y, desde allí, y luego desde Cuba, comienza su traslado, asociado a la empresa de la conquista, hacia México y luego hacia el sur del continente. Lo mismo sucede con el portugués: arribado a la actual zona de Salvador de Bahía en 1500, comienza desde ahí su viaje hacia el sur, en principio a lo largo de la costa atlántica y luego expandiéndose hacia el interior de la región. En ese movimiento de meridionalización de ambas lenguas (que repite, por cierto, el movimiento hacia el sur en la Península Ibérica, tanto del primitivo galaico-portugués como del original castellano) ambas, antes de comenzar una relación más directa, inician contactos con las lenguas indígenas sudamericanas.
En este aspecto, sin embargo, la experiencia del español es más fuerte y traumática que la del portugués, por cuanto debió enfrentarse con complejísimas organizaciones sociales, organizadas en forma muy sofisticada (culturas azteca, maya, inca, sobre todo) que dejaron huellas muy visibles en la lengua y cultura españolas; la relación del portugués con las lenguas autóctonas fue más leve, en parte debido a la inexistencia de organizaciones tales como las antes nombradas; el contacto mayor, pero no por ello más decisivo, se realizó en el sur del actual Brasil, y en zonas del litoral atlántico con lenguas fundamentalmente relacionadas con las familias tupí-guaraní (v. Dietrich 1998). De hecho, toda la región fronteriza brasileña con Paraguay, Argentina y Uruguay se sitúa dentro de esta zona que se denomina guaranítica.
En efecto, el rol y la intermediación que cumple el guaraní, en contacto con el español y con el portugués, complejizan por cierto el cuadro de los contactos en esta zona. Se trata de un tema que ha sido poco estudiado, pero al que habrá que dedicarle un esfuerzo más importante (v. sin embargo los estudios que G. De Granda dedica desde hace tiempo al tema, recogidos en De Granda 1988 y 1999). Si, además, recordamos el contacto del portugués, a partir del siglo xvii con las lenguas africanas traídas a América por los esclavos negros, el panorama de los contactos se complejiza más aún, ya que, a las dos lenguas románicas recién llegadas se agregan ahora el guaraní y algunas de las muchas africanas posibles. Pero nuestro tema hoy es el contacto del español con el portugués, tratando de aislar a sólo dos protagonistas de una historia por cierto mucho más compleja.
En esta oportunidad daré cuenta de las interferencias que el portugués produce en algunas variedades de español, a saber, normalmente, las que se ubican en las zonas fronterizas de los países hispanohablantes sudamericanos con Brasil, y, en forma muy especial, en la zona del Cono Sur o de la Cuenca del Plata.
Ello se debe, en primer lugar, a que esta zona es la que mejor conozco y, además, a que no abunda la bibliografía específica sobre esta cuestión en otras fronteras de Brasil. Por otra parte, debe quedar claro que no me referiré a las variedades mezcladas de portugués y español que suelen florecer en estas fronteras y que, por lo menos en la región del Plata son formas del portugués con fuerte influencia de español. Mi tema es el español en contacto con el portugués (=ECP), una variedad rural, por lo mismo arcaica, en general desprestigiada. En la parte de léxico, haré una breve incursión sobre la influencia del español en el portugués de frontera de Rio Grande do Sul.
En el marco de estas apreciaciones, permítaseme decir que el contacto español/portugués pertenece a un tipo muy especial: el de dos lenguas con el mismo origen, tipológicamente muy cercanas y con fuerte relacionamiento areal, lo que significa haber compartido extensos tramos de historia externa.
Génesis, tipología y arealidad compartidas durante siglos provocan convergencias importantes en diferentes sectores de la gramática de las lenguas involucradas. Por ejemplo la elevación en [u], en grados variables, de -o átona (y la apertura de la -o tónica) o la leve palatalización de la dental sorda /t/; o la construcción de la perífrasis de futuro con la preposición de elidida (voy cantar) en el ECP son testimonios por demás elocuentes de ello; como también lo son, por cierto, la no elevación de -o, la no palatalización de /t/ y la emergencia de la preposición de en el mismo tipo de perífrasis (vou a cantar) en el portugués de frontera en contacto con el español.
Desde el punto de vista psicolingüístico (es decir, del comportamiento concreto de los hablantes de zonas de contacto) ello se manifiesta en una variabilidad extrema en las emisiones. Esta variabilidad, que en otras oportunidades hemos distinguido claramente del concepto de variación (Elizaincín 1992b) tal como lo maneja la sociolingüística variacionista, permite establecer con claridad suficiente las convergencias y divergencias que se dan en las lenguas involucradas en el contacto.
En efecto, a través de la medida de esa variabilidad se puede observar, en su dimensión variable, y de acuerdo a las variables sociolingüísticas que se estimen pertinentes, el grado de penetración/interferencia/convergencia de un rasgo determinado de la lengua A en la lengua B.
Si consideramos un rasgo determinado, común a ambas lenguas (por ejemplo, «realización fonética de -o») que se manifiesta, en la comunidad fronteriza hispanohablante usuaria del ECP, en algunas oportunidades (según las variables consideradas) como -o, en otras como -u, y las cuantificamos porcentualmente, la diferencia entre los porcentajes constituirá una medida interesante de variabilidad, ya que se establece entre ambas magnitudes (diferencia porcentual y variabilidad) una relación inversa: a mayor diferencia porcentual menor variabilidad, y viceversa.
Y, precisamente, una variabilidad alta supone inseguridad fuerte en el usuario y, en consecuencia, existencia de actitudes no siempre positivas frente al rasgo involucrado. En rigor, se trata de la asociación siempre presente entre variación (variabilidad) y cambio lingüístico. También en el estudio de los cambios lingüísticos en el seno de una lengua histórica determinada se procede de la misma manera: observar y detectar variantes que compiten en un momento determinado, representativas de tradiciones lingüísticas diferentes y que, generalmente, con el paso del tiempo, evolucionan hacia la desaparición o reanálisis de una de ellas.
Pero en el caso de los contactos, como ya dije antes, una de las tradiciones que compiten tiene su origen en la lengua que entra en contacto con la que es, en ese momento, objeto de estudio. Y de la misma manera que en la lingüística histórica de una lengua, esa variabilidad detectada puede echar luz sobre la mayor o menor duración temporal del contacto.
Quiero decir que un rasgo, como el referido anteriormente, con variabilidad mínima, evidencia una interferencia ya incorporada, históricamente aceptada y, en consecuencia, puede presumirse un contacto de larga data. Por el contrario, un rasgo con máxima variabilidad supone una situación inestable, con cierto desequilibrio estructural y, en consecuencia, un contacto relativamente reciente.
Un enfoque de este tipo supone, a su vez, plantear cuestiones teóricas sobre la naturaleza de las gramáticas que entran en contacto; para ello es necesario apelar a la tradición de las gramáticas comparadas, no con el objetivo de la reconstrucción de etapas comunes anteriores, ni con el de facilitar la enseñanza de lenguas extranjeras, sino para detectar aquellas estructuras o estrategias comunes o similares en ambas lenguas, en primer lugar y, luego, ponderar su rendimiento funcional.
Así, es posible que en una de las gramáticas esas estructuras/estrategias no tengan el mismo rendimiento que en la otra; dicho de otra manera, es posible que exista una debilidad en el sistema, comparado con la parte similar de la otra lengua. Esa zona débil será candidata a ser interferida, con lo que se puede llegar a una convergencia entre ambas lenguas. Por cierto no es ésta la única razón de la interferencia de una lengua en otra, pero es muy importante.
Por ejemplo, el ECP utiliza construcciones no aceptables en otras variedades en relación con el uso del verbo gustar. En portugués, este tipo de verbo (de «experimentación de estado») se construye con el experimentador en nominativo (eu gosto de...); en español, en dativo (me gusta...).
Se trata, a mi entender, de un caso típico para la situación que estaba planteando antes, es decir, una forma con el mismo origen etimológico que se construye de muy diferente manera en la actualidad.
La gramática de este tipo de verbos es muy especial y hasta diría poco usual dentro del sistema español. Se trata de un verbo que, junto a unos otros pocos (aburrir, parecer, molestar, en una de sus posibilidades) posee esa construcción dativa a que hice referencia antes. El hablante duda muchas veces frente al uso de estos verbos, siendo frecuentes emisiones del tipo «yo… me parece», «yo… me gusta», etc. Este tipo de construcción, desde el punto de vista gramatical-discursivo, topicalizaciones, pueden ser consideradas, desde el punto de vista que estoy planteando, precisamente como indicios de interferencia del portugués en el español y, en consecuencia, una marcha hacia la convergencia gramatical.
En efecto, en ese español en contacto, son frecuentes emisiones del tipo de yo gusto de volver temprano, de inequívoco origen portugués. Por cierto la construcción es posible en español, pero en general, con una frecuencia mucho menor y, además, con un uso semántica y pragmáticamente muy marcado, con referencia especializada a un tipo de relación humana (la amorosa/afectiva): Juan gusta de María.
También en el nivel de la sintaxis (en este caso de los pronombres personales) se puede observar una interesante influencia del portugués sobre el español. Me remito aquí, fundamentalmente, a mi estudio sobre el particular en Elizaincín 1995.
En español, el pronombre personal en función sujeto puede, por redundancia con los morfemas verbales de persona y número, ser elidido sin más. Sólo puede hacerse patente en circunstancias en que, por exigencias del discurso, es necesario enfatizar el rol de sujeto de la acción (en sus diferentes modalidades). Es decir, que se trata de una situación discursiva y pragmáticamente marcada, que se siente siempre como una expresión especial. Compárese:
No pienso ir al cine./Yo no pienso ir al cine.
Dijo que llegaría temprano./Él dijo que llegaría temprano.
Por otra parte, el pronombre personal de tercera puede referirse, en principio, sólo a personas, es decir, nombres animados con especificación positiva del rasgo humano, que hayan sido previamente identificadas en el discurso aun cuando no estén efectivamente presente. Así, es posible:
Marcelo no puede venir hoy, pero fue él quien pidió esta reunión.
Es decir, pronombre enfático, discursivamente necesario («fue Marcelo quien pidió la reunión, y no Gustavo») y, por cierto, con referencia anafórica al nombre propio Marcelo.
El portugués, sin embargo, presenta una situación similar pero no idéntica. En primer lugar es menos frecuente la elisión del pronombre sujeto, sobre todo si aparece en primera posición, y, además, puede referir con más libertad a nombres no necesariamente animados y/o humanos.
Permítaseme, a estos efectos, acudir a dos textos de publicidad, extraídos, los portugueses, de una revista especializada en automovilismo (Quatro Rodas) de São Paulo; el segundo, de español uruguayo, de un periódico de Montevideo (El País).
Mercedes 190. Exclusivo: primeiro teste completo de um carro importado. E ele chegou facil aos 200 km/hora em nossa pista
Você nâo debe perder este Salâo que começa nas páginas seguintes. Ele promete ser um dos melhores desses 30 anos.
Turbo Cuarzo calefactor… Es lo más avanzado en sistema de calefacción. Está compuesto por…
Como puede verse fácilmente, es notoria la diferencia entre ambas lenguas. Por cierto que la posible elisión de ele en los dos primeros ejemplos o la inclusión de él en el tercero no cambian en absoluto la comprensión de los textos. Pero tan extraño sería para el portugués «…carro importado. E chegou facil…» o «…Salâo que….seguintes. Promete ser um…» como «Turbo Cuarzo calefactor… Él es lo más avanzado…. Él está compuesto…».
Son estrategias discursivas diferentes que hacen a las pequeñas grandes diferencias entre ambas lenguas, y en las que, por cierto, están involucradas cuestiones gramaticales que en mayor o menor medida inciden en esta elección de una u otra estrategia (v. Thun 1986).
Ahora bien, los ejemplos aducidos de español pertenecen a una variedad sin contacto con el portugués. Algo diferente sucede cuando el contacto está (o estuvo) presente. Los ejemplos que siguen han sido recogidos en una comunidad rural uruguaya, relativamente cercana a la frontera con Brasil, sin contacto actual con el portugués (es decir, no existen hablantes de portugués en esa zona), pero seguramente con contacto anterior importante. Los ejemplos provienen de las grabaciones realizadas para la elaboración del Atlas lingüístico diatópico y diastrático del Uruguay (= ADDU) (v. Thun y Elizaincín 2000).
—En la chaira, ¿se afila o se asienta? [el cuchillo]
—Se… se asienta, se asienta el cuchillo, él no se afila, él se asienta.Porque también el buey lo llaman y él viene, ¿no?
No, no, ella está fuera del agua [una planta, la ortiga negra].
He aquí, entonces, ejemplos de pronombre personal de tercera con referencia a entidades no humanas (algunas, animadas), que no pueden ser interpretados como necesidad de énfasis y, por lo tanto, no deben ser vistos como estrategias discursivas propias de esa función. Se trata de ejemplos de español que está convergiendo hacia el portugués.
Incluso en español urbano del interior del país, zona fronteriza, también con poco contacto directo con el portugués puede aparecer esta forma:
No, ella misma [lavarropa] calienta el agua.
Tu monedero está ahí, arriba de todo… no lo busco porque él estaba ahí, arriba de todo.
Tal como lo consigné en Elizaincín 1995 se pueden visualizar otras características de indudable origen lusitano en este ECP.
La primera de ellas es la construcción del verbo dar con la preposición para en ejemplos como los que siguen:
Me voy a sentar, no da para estar parado.
Hizo mucho calor, no me daba para venir.
Con este calor, da para ir a la playa.
Como puede verse, el sentido de esta construcción no es cercano a la posible forma del español general sintetizado en la forma fija, siempre negativa, no dar para más:
Esta fiesta no da para más.
Este uso está descrito por María Moliner en su Diccionario de uso del español, cuando aclara: «no ser capaz de producir más o mejor resultado».
Pero el del portugués es levemente diferente: significa que bajo las circunstancias (explícitas o implícitas) relacionadas con la acción referida es posible (o no) realizar una acción o experimentar un estado: ¿Da para ouvir bem lá no fundo?
Es muy peculiar, y hasta sintomático del ECP, la construcción del verbo decir con régimen en la preposición para (v. Elizaincín 1992a). El origen obviamente se encuentra en la construcción portuguesa falar para:
Eu falei ontem para ele…
Que en contraposición con la del español general:
Le dije ayer a él…
Con duplicación obligatoria en el clítico y régimen a, presenta esas dos diferencias básicas. Así, es posible escuchar estas formas interferidas, que presento en el orden de mayor a menor convergencia con el portugués:
Yo dije para la señora. >Dije para la señora. >(Yo) le dije para la señora.
También debe consignarse aquí el uso del infinitivo verbal en contextos (cláusulas subordinadas) en que el español normalmente requeriría un subjuntivo. El portugués (aunque más propio de la lengua escrita en su dimensión canónica) echa mano al recurso del infinitivo pessoal o infinitivo conjugado.
Ella viene toda marcada pa[ra] quebrarse, para usted cortar la medida que quiere.
(Es decir: «para que usted corte la medida que quiere»)
Finalmente, es de interés referir aquí, el uso en el ECP de la partícula que cierra normalmente una pregunta en portugués con función pragmática de búsqueda implícita de asentimiento del interlocutor: ¿nâo é?
Vai de carro, nâo é?
En el español que venimos caracterizando aparecen secuencias del tipo
El almacén es muy completo, no es?
Resumiendo estos rasgos sintáctico-discursivos de que he dado cuenta: expresión obligatoria de pronombre personal sujeto con referencia a entidad no animada y no humana /dar con régimen para / decir (port. falar) también con régimen para / infinitivo en contexto sintáctico que requiere en español subjuntivo conjugado/uso de la partícula discursiva ¿no es?, puedo decir que son lo suficientemente representativos del ECP como para delimitar una variedad de español fácilmente perceptible aun para el no lingüista. Es altamente probable que estos fenómenos ocurran además en la mayoría de las hablas fronterizas en contacto con el portugués; lamentablemente no existe, que yo conozca, bibliografía especializada al respecto.
De todos modos, y antes de ingresar al último aspecto que deseo tratar, el del léxico portugués en el ECP, quisiera referir a la situación de la lingüística brasileña, que no ha tratado con mayor detenimiento la cuestión de la influencia del español sobre el portugués.
Hay, sin embargo, algunos estudios: por ejemplo, Chaves 1989 encuentra en el portugués de inmigrantes paraguayos a la ciudad brasileña de Bela Vista una importante interferencia del español, en cuanto a la frecuencia de inversión del sujeto (orden VS) que, como se sabe, es una secuencia admitida más libremente por el español que por el portugués (v. Bossong 1984). Para la explicación del fenómeno en cuestión, basta con recurrir al español, aun cuando es bastante probable que estos trabajadores inmigrantes de que habla la autora sean bilingües guaraní-español. He aquí algunos de los ejemplos de la autora:
Ela mandou fazer o mesmo modelo daquele vestido que comprou Elisa.
O milho já comeu a galinha.
Nâo se preocupes… falei para ela, a carne já comeu o menino.
Finalmente, para ingresar al complejo mundo del léxico portugués en el ECP y, en ocasiones, aun en variedades sin contacto, debemos ser muy cuidadosos por el propio origen común de ambas lenguas, y por su arealidad compartida, como recordé al principio de esta exposición.
En efecto, suele suceder que, observadas en la más estricta sincronía, algunas formas léxicas sean diferentes entre ambas lenguas; pero, en muchísimos casos, la diacronía suele poner las cosas en su lugar y así, es común encontrar en portugués léxico que, habiendo integrado también el caudal léxico del español en otras épocas, hoy ha desaparecido o se ha refugiado en variedades arcaicas y lejanas. Por ejemplo, el caso del contraste evidente entre la negación del español tampoco y la doble del portugués também nâo, que, en su forma también no se encuentra frecuentemente en el español hasta el siglo xvi.
En casos como éstos, si hoy encontráramos también no en el ECP, habría que tomar las cautelas del caso para no adjudicarlo sin más a influencia portuguesa, ya que podría ser, como de hecho muchas veces lo es, un arcaísmo, y más aún si se recuerda que este español posee rasgos arcaicos, como observé más arriba.
Voy a dividir la consideración de este capítulo en dos partes: 1) léxico portugués en el ECP; 2) léxico español en el portugués en contacto con español.
Gomo: refiere al gajo de la naranja o fruta cítrica; se usa con gran frecuencia en el ECP, en prácticamente todas las circunstancias, sin variación con la voz de origen español.
Caprichoso: derivado del sustantivo capricho, que también está en el español; al igual que el adjetivo en cuestión, se trata de un lusismo semántico. En efecto, el significado del adjetivo en portugués hace alusión a una persona meticulosa y extremadamente prolija en la realización de una tarea determinada. Tiene, en consecuencia, una connotación meliorativa. En español, sin embargo, refiere a una persona obsesiva y obcecada, que actúa sin ningún imperativo racional (éste era, aproximadamente, el significado de capricho como término de la pintura, o de la música en el siglo xviii; v. Ilie 1976). Tiene connotación peyorativa, y está especializado, mayoritariamente, para referir a la conducta infantil. En el ECP, sin embargo, predomina (aun cuando existe variación) el uso de caprichoso con el significado portugués.
Debe especificarse aún que existen verbos semejantes en ambas lenguas: port. caprichar em, esp. encapricharse en. También aquí es notoria la diferencia, ya que el significado del verbo portugués es el de ‘esmerarse en algo’, mientras que el español es ‘obcecarse’.
Cuchilar: verbo formado sobre el portugués cochilo ‘sueño rápido, dormitada’, que a su vez se verbaliza en tirar um cochilo. El ECP verbaliza esta acción/estado dando origen a la forma referida.
Tapar: con una estrategia similar a la anterior, por cuanto sobre el sustantivo portugués tapa ‘golpe en la cara con el puño’, y su correspondiente verbo dar um tapa, el ECP hace tapar, común en el discurso infantil y adolescente, menos en el adulto.
Cachuera: del portugués cachoeira ‘rápidos en un río’, pasó con el mismo significado al ECP, pero especializándose para referirse a los rápidos de un río pequeño o arroyo, entrando así en el campo léxico que ya poseía el español con cascada o catarata.
Permítaseme ahora dar cuenta de los siguientes lusismos que De Granda (1988:406-422) recoge en el español paraguayo. Se trata de dos formas de origen inicial en las lenguas africanas, adaptadas luego al portugués, pasando de ahí a las variedades de ECP: pombero y macatero.
La primera de ellas, cuyo origen en el portugués pombeiro De Granda prueba concluyentemente basándolo, a su vez, en un topónimo africano Mpumbu, tiene el significado de ‘lugar donde se realizan ferias y mercados’, por lo que pombeiro es la persona que acude a tales lugares. Deriva posteriormente a referir al ‘agente o emisario encargado de obtener esclavos para el tráfico comercial de los mismos por cuenta de un mercader’. Estos pombeiros funcionaron asociados a los temidos bandeirantes paulistas que asolaron la región platense reclutando mano de obra esclava para las bandeiras. De ahí, el significado mítico que tomó la palabra en Paraguay donde refiere a un ser sobrenatural que amenaza a los habitantes y alrededor del cual se tejen incontables historias populares. En parte, parecido al carácter sobrenatural del lobizón (éste sin embargo, con tradición europea).
Si bien en la zona rioplatense no es ya conocida la figura del pombeiro, sí es usual el verbo bombear, asociado a la misma familia léxica, en su sentido de ‘mirar, observar’. Por tanto, se trata de un lusismo integrado en forma total al sistema, que trasciende los límites del PCE, pues aparece aun en zonas alejadas actualmente del contacto luso-hispánico.
Lo mismo sucede con la voz macatero, que designa, en Paraguay, a un vendedor ambulante rural. La voz es fácilmente derivable de la forma portuguesa mascate, también referente a un vendedor ambulante de estas características y, según De Granda con su origen primero en las costas orientales de África. Como dice el autor (1988:422):
Teniendo debidamente en cuenta que las actividades fundamentales de los árabes omaníes en el África Oriental fueron, hasta fines del siglo xix, básicamente comerciales y que realizaban las mismas tanto por tierra (…) como por mar (…) no parece imposible el postular, al menos como hipótesis de trabajo, que los portugueses establecidos en la costa oriental africana (…) hubieran empleado la denominación de mascate para designar no sólo a los árabes omaníes, sino también, por extensión, a todos los implicados, de uno u otro modo, en el tráfico comercial de larga distancia a que aquéllos se dedicaban (…). Si esta posibilidad fuera adecuadamente comprobada, la transmisión de la forma mascate ‘comerciante ambulante’ desde la costa oriental africana a la occidental y, desde ésta, al Brasil no ofrecería, desde luego, dificultad alguna.
Como puede verse, se trata, en estos dos últimos casos, de verdaderos lusismos en el español, pero en el ámbito portugués con etimología en las lenguas africanas.
Dirección de los préstamos
Cuando dos lenguas entran en contacto, la dirección en la que se dan los préstamos suele estar sociolingüísticamente determinada de manera tal que, en general, la dirección va desde la lengua más prestigiosa a la menos prestigiosa.
Cuando el desnivel en cuanto al prestigio no es grande, la dirección del préstamo puede tener ambas direcciones. Cuando eso sucede, no es conveniente observar el fenómeno desde sólo un ángulo, sino de ambos, en ambas direcciones.
Para el caso del contacto español/portugués, es necesario, entonces, observar también el influjo hispánico en el ámbito luso hablante.
Tradicionalmente (v. Fuertes Álvarez 1964) se ha entendido como importante la influencia española en Rio Grande do Sul. Este autor (p. 364) dice:
Podríamos citar algunas centenas, pero nos contentaremos con algunas muestras, sin necesidad de añadir su significación [sic]. Es común por acá el uso de alambre, alambrado, arreglar, bueno, malo, matambre, changador, cajetilla, pajonal, bochinche, chalana, broma, cambiar, colorado, entrevero, haragano, malito, macanudo, maula, mermar, repecho, rumbear, galpón, gaucho....
Treinta años después, y con una metodología más confiable, J. Blaser (1995: 105 y ss.) es más cauta con respecto al problema, que delimita con más precisión. En primer lugar afirma que:
Die Bereiche, in denen die spanische Bezeichnung häufiger zuerst genannt wird, sind Kleidung, Lebensmittel und Haushaltsgegenstände sowie der Bereich der Familie. («Los dominios en los que más comúnmente se nombran referencias españolas [por parte de sus informantes] son vestimenta, alimentación y objetos domésticos, así como el dominio de la familia»).
Y más adelante (p. 122) resume:
Eine Einteilung nach Wortarten ergibt, dass Verben [“una clasificación según clases de palabras da como resultado que los verbos”] (agarrar, alambrar, carnear, desquitar, entrar a + Inf., firmar, gustar, hablar, hay, mantener, mirar, nenita [sic], nietos [sic], preguntar, sacar, tejer, tener, mirar), Substantive (auto, barrio, canha [sic] chacra, changa, chica, departamento, garrâo [sic], globo, hectárea, mellizo, peça [sic], riada, salida, sangre, tarjetín, tiempo, vejez, vellón) sowie Adverbien [“así como adverbios”] (acá, adonde, ahora, allá, arriba, donde, entonce [sic], fuera, lejos, a lo menos, muy, no, sí, tampoco) den grössten teil der lexikalischen Hispanismen stellen [“representan la mayor parte de los hispanismos léxicos”]. Adjektive werden nur selten aus dem Spanischen übernommen [“raramente se toman adjetivos del español”] (solito, viejo, propio).
La cuestión de la mutua influencia léxica español/portugués en América requiere, sin embargo, estudios mucho más exhaustivos y sistemáticos que los hechos hasta el momento.