El estudio de la variación lingüística más allá del nivel fonológico lleva necesariamente al sociolingüista a realizar análisis que no pueden limitarse al nivel sintáctico sino que deben tomar en cuenta los niveles semántico-pragmáticos hasta alcanzar el nivel del discurso. Si el objetivo es intentar explicar el porqué de la variación y determinar los esquemas de covariación de un determinado fenómeno lingüístico con factores internos y/o externos, la necesidad de realizar un análisis complejo se hace evidente.
El propósito de la presente comunicación es ofrecer una visión selectiva de los estudios realizados dentro del marco variacionista laboviano sobre el español, con especial atención a las líneas de investigación dentro de las cuales dichos estudios se inscriben, con un doble propósito: i) determinar los resultados obtenidos; y ii) señalar nuevas líneas para futuras investigaciones.
Es un hecho bien sabido que los estudios variacionistas de los años 60-70 empiezan con la fonología y la morfología y solo en una etapa más avanzada se extienden a la sintaxis. Por esta razón, mientras los estudios fonológicos variacionistas sobre el español son bastante más tardíos que los estudios sobre el inglés o sobre el francés de Canadá, las investigaciones sobre sintaxis son casi contemporáneas: compárense los conocidos trabajos de Labov 1969 sobre la copula en BEV con el de Lavandera 1975 sobre las construcciones condicionales en Buenos Aires y con el de Silva-Corvalán 1977 sobre el orden de las palabras en el español hablado por los méxico-americanos de Los Angeles. A partir de 1976, año en que se realiza el Primer Congreso de Dialectología del Caribe Hispánico, organizado por Humberto López Morales y sus colaboradoras en Puerto Rico, el variacionismo hace su aparición oficial en muchas de las comunicaciones sobre español —tanto de fonología como de sintaxis— presentadas en ese evento.
En la década de 1970 a 1980 se da el auge de los estudios variacionistas sobre sintaxis (Cf. Sankoff y Cedergren 1981)1 en varias lenguas (inglés, francés de Canadá, portugués de Brasil y español), auge que decae notablemente en la década siguiente, a causa de las agudas críticas que surgen a raíz del polémico artículo escrito por Beatriz Lavandera en 1978, ya muy conocido como ponencia a fines de 1977. En 1979 Suzanne Romaine presenta una ponencia, publicada en 1981, en la que cuestiona severamente las reglas variables propuestas por Cedergren y Sankoff 1974. Finalmente, García 1985 rechaza la posibilidad de que pueda haber variación en sintaxis y señala que en los estudios variacionistas que ella analiza —Sankoff y Thibault 1977 sobre la alternancia de avoir y être en Montréal, G. Sankoff 1973 sobre la particula bai en un pidgin de Nueva Guinea, así como un trabajo del mismo Labov 1975 sobre be y get en la pasiva en inglés— ninguna de las alternancias analizadas constituye un caso de variación. García concluye que se trata de «diferentes maneras de decir diferentes cosas» (mi traducción) y no de dos o más maneras de «decir lo mismo», según la propuesta básica del variacionismo. Sin embargo, y sobre todo por la influencia de López Morales y de Silva-Corvalán, los estudios sobre variación sintáctica del español se extienden a lo largo del mundo hispánico, según puede comprobarse en la amplia bibliografía que ofrecen los ya clásicos libros de López Morales 1989/1993, Silva-Corvalán 1989 así como en los más recientes publicaciones de Moreno Fernández 1998 y de la misma Silva-Corvalán 2001. Las duras crítica a este tipo de estudios, en lugar de frenar las investigaciones variacionistas sobre sintaxis, han servido más bien para fortalecerlas, ya que según la acertada opinión de Silva-Corvalán (1991:122): «las dificultades implícitas en el tratamiento de los elementos portadores de significado han constituido un reto y han relacionado más estrechamente la sociolingüística con la semántica y pragmática del discurso» (mi traducción).2
El objetivo de la presente comunicación no es —como lo he señalado en la Introducción— hacer un recuento exhaustivo de los análisis sintácticos sobre el español realizados según el enfoque variacionista. Me limitaré más bien a esbozar y comentar cuáles han sido y son en la actualidad algunas de las líneas de investigación más importantes (cf. Silva-Corvalán 1992). Esto implica, desde luego, adoptar un punto de vista personal, según el cual seleccionaré algunas investigaciones y dejaré de mencionar otras igualmente valiosas, sin que esto signifique en ningún momento una evaluación positiva o negativa de las mismas. La selección que haré es básicamente temática y toma en cuenta la cantidad de investigaciones que, acerca de algunos temas, se han realizado sobre el español en centros académicos tanto de Hispanoamérica como de los Estados Unidos y Europa. Por último, me referiré brevemente a las perspectivas futuras de esas líneas de investigación así como a las que aún han sido poco o nada transitadas.
Es necesario mencionar que la mayoría de los estudios variacionistas sobre el español se han nutrido de un riquísimo caudal de investigaciones dialectológicas que han permitido y permiten detectar los casos de alternancia entre formas diferentes en los varios niveles de análisis. Todos los fenómenos de variación que se han analizado están presentes y, muchas veces, son ampliamente descritos en las obras de los dialectólogos del siglo xx, cuya lista interminable no es posible mencionar aquí. La dialectología o geografía lingüística y el variacionismo comparten, sin duda, el hecho de basarse en estudios empíricos, en datos objetivos.
El método variacionista ha permitido explorar con mayor precisión los fenómenos previamente descritos —nihil novi sub sole— por varias razones: i) el empleo de muestras de habla grabadas a un gran número de hablantes, seleccionados de acuerdo con sus características sociales inherentes (edad, sexo, nivel socioeconómico) en centros urbanos; ii) el análisis de todos los contextos en que se puede dar un fenómeno determinado y no solamente los casos de aparición de dicho fenómeno (ej.: pienso de que esto está bien, pero también pienso Ø que esto está bien), lo que permite asignar un coeficiente probabilístico de aparición del uso lingüístico en cuestión, en el corpus estudiado; iii) el procesamiento de los datos mediante programas estadísticos desarrollados especialmente para el estudio de la variación lingüística, los cuales permiten llegar a conocer o, al menos, aproximarse a algunos de los motivos, lingüísticos y/o sociales, que propician la variación; y iv) la posibilidad de hacer predicciones acerca de las tendencias futuras del fenómeno estudiado.
El último punto mencionado —las tendencias futuras de un fenómeno lingüístico—atañe directamente a la historia de la lengua y constituye, por lo tanto, la meta ideal, esencial, de todo estudio variacionista, según lo afirma claramente Labov (1994:27): «Un atento examen del presente muestra que una gran parte del pasado está aún con nosotros. El estudio de la historia se beneficia tanto de la continuidad del pasado como de las analogías con el presente» (mi traducción).3 En el pasado pueden encontrarse los motivos que nos ayuden a explicar e interpretar más adecuadamente los hechos del presente.
El variacionismo actual es un campo que se abre a la influencia de otras disciplinas y que, como bien apunta Serrano 1999, muestra «la preocupación por encontrar explicaciones e hipótesis a los fenómenos variantes», dentro de una concepción funcional del lenguaje, ya que la variación «siempre es funcional, pues la producción lingüística es intención, estrategia y reflexión; está condicionada y condiciona la interpretación del locutor» (p. 12).
Una mirada retrospectiva a los estudios variacionistas sobre el español muestra a las claras que, desde el principio, dichos estudios han ido siempre mucho más allá del nivel sintáctico y han incluido variables semánticas, pragmáticas y discursivas, según será fácil apreciar al centrar la atención sobre alguna de las líneas de investigación que cuentan con un número importante de trabajos realizados en diferentes países.
Martín Butragueño 1994 propone una tipología para el estudio de la variación «más allá de la sintaxis» en el español, y establece cuatro clases de variables: morfológicas, categoriales, funcionales y posicionales, cada una de la cuales puede analizarse de acuerdo con una matriz de rasgos gramaticales y variacionales. Entre los aportes de ese trabajo está proporcionar una visión panorámica de cuáles son los problemas morfosintácticos del español que pueden abordarse según un enfoque variacionista, así como el de clasificarlos en cuatro grandes grupos. Sedano y Bentivoglio (1996-97) comentan la propuesta de Martín Butragueño y observan que, en general, es difícil atribuir un fenómeno de variación solamente a una de las clases de variables, ya que en muchos casos los límites entre una y otra variable no están claros. Con el fin de refinar el modelo de Martín Butragueño 1994, las autoras proponen centrar la atención en las áreas de la gramática del español más sensibles a la variación, a saber: los verbos, los clíticos, y «el punto en que se articulan las cláusulas sustantivas y adjetivas con la cláusula superior (Sedano y Bentivoglio 1997-98:1001). Son justamente esas áreas las que presentan el mayor número de investigaciones variacionistas, con algunas excepciones, la primera de las cuales es el estudio del orden de palabras.
Dentro del tema del orden de palabras, problema que Martín Butragueño 1994 sitúa dentro de la clase de variables de tipo posicional, el subtema más estudiado ha sido hasta ahora el orden del sujeto respecto del verbo y, con menor frecuencia, el de otros elementos oracionales (por ejemplo, del objeto directo). Lo inesperado es que el problema de la posición del sujeto no está relacionado con las investigaciones dialectológicas, como se ha señalado en la sección anterior, sino más bien deriva del interés por la tipología lingüística, interés fomentado por la aparición de importantes trabajos de lingüistas como Greenberg 1963, Lehmann 1978, Li 1975, entre otros. En efecto, el orden de palabras en general, y el del sujeto respecto del verbo, en particular, es un fenómeno interesantísimo y que constituye un campo inmejorable para la investigación variacionista, ya que todo hablante del español emplea, probablemente sin darse cuenta y desde muy temprana edad, el recurso sintáctico de anteponer o posponer el sujeto al verbo.4 El orden de palabras, sin embargo, no parece estar en covariación con factores sociales, como lo han demostrado todos los estudios realizados hasta ahora sobre el español,5 por lo que podría considerarse como al menos curioso que el análisis del mismo ocupe un lugar relevante dentro de la sociolingüística variacionista, disciplina más proclive al estudio de fenómenos determinados por una correlación de factores lingüísticos y sociales. Silva-Corvalán, en la sección que dedica a «La variable expresión del sujeto», afirma que los estudios «realizados en los últimos veinte años […] han mostrado que la expresión variable del sujeto está controlada por factores sensibles al discurso (2001:154).
Un inventario de los trabajos variacionistas sobre el orden de palabras en español, inventario que no puede ni pretende ser exhaustivo, comprende Silva-Corvalán 1977 y 1982; Delbecque 1979 y 1991; Morales 1982; Bentivoglio 1988, 1989, y en preparación; Ocampo 1989, Díaz Campos 1996 sobre habla infantil caraqueña, y Bellosta von Colbe 2001. Los trabajos mencionados tienen en común el tema y —con la excepción de Delbecque 1979 y 1991 y Bellosta von Colbe 2001— todos versan sobre el habla de alguna parte del continente americano, desde Buenos Aires, Caracas y San Juan de Puerto Rico a Los Angeles. Delbecque, por el contrario, centra su interés en un corpus de ensayos escritos por conocidos autores hispanos tanto americanos como peninsulares. Bellosta von Colbe analiza casos extraídos de la Base de Datos de Santiago (BDS), creada por Guillermo Rojo (cf. Rojo 2001). Los métodos de análisis también son diferentes: en muchos trabajos —Bentivoglio (en preparación), Delbecque, Díaz Campos, Morales, Ocampo y Silva-Corvalán— se han empleado programas estadísticos especialmente diseñados para el estudio de la variación lingüística, como VARBRUL 2 (Sankoff 1975) o bien GOLDVARB, (Rand y Sankoff 1990), mientras que en otros —Bentivoglio 1988, 1989, Bellosta von Colbe 2001— solamente se presentan las frecuencias y porcentajes obtenidos por cada variante de las variables escogidas para el análisis.
Al examinar el conjunto de los trabajos mencionados, cabe decir que el español es una de las pocas lenguas (o quizá la única lengua) —hasta donde llegan mis conocimientos— en la que se estudia el orden de las palabras (más precisamente la posición del sujeto y/o del objeto respecto del verbo en una misma cláusula) desde un punto de vista variacionista. Desde luego, el español no es la única lengua cuyo orden de palabras es variable. Una explicación por esta peculiaridad es que la mayoría de los estudios variacionistas de tipo sintáctico se han realizado sobre el inglés y el francés, lenguas en las que el orden de los elementos sujeto, verbo y objeto es escasamente variable.
Pese a las diferencias mencionadas —diferentes dialectos, hablantes bilingües vs. hablantes monolingües, variables, métodos estadísticos, habla adulta vs. habla infantil— los estudios variacionistas sobre el orden de los elementos oracionales conducen a conclusiones bastante similares: por ejemplo, los resultados obtenidos en Caracas, ciudad absolutamente monolingüe, no difieren sustancialmente de los obtenidos por Silva-Corvalán, pese a que los hablantes de Los Angeles se desenvuelven en un ambiente bilingüe inglés-español. Lo mismo puede decirse de los resultados obtenidos por Morales en Puerto Rico, independientemente de la creencia bastante difusa de que la presencia del inglés en la isla del Caribe podría afectar a la producción lingüística de sus habitantes.
A continuación quisiera hacer un comentario sobre algunas de las variables utilizadas en los estudios mencionados, sin tomar en cuenta las variables sociales, ya que éstas se han mostrado escasamente significativas en todos los análisis y, además, difieren demasiado de una investigación a otra para que sea posible compararlas. Mucho más productivas son las variables sintáctico-semántico-pragmático-discursivas, que —en aras de la brevedad— llamaré simplemente sintácticas, en el entendido de que este término no se tome literalmente. Para medir la importancia de la selección de las variables de análisis, vale la pena recordar que —al menos en el continente americano— a fines de los años 70 los estudios lingüísticos se desarrollaban dentro de la corriente mayoritaria de la época: el generativismo chomskiano. Otras tendencias eran excepcionales: entre las más conocidas estaba la representada por Labov con colegas y alumnos de la Universidad de Pennsylvania, un pequeño grupo que seguía a William Diver de la Universidad de Columbia, y finalmente algunos lingüistas de universidades californianas (Bolinger, Chafe, Givón, Li, Thompson, entre otros), sin que estos últimos constituyeran realmente ni un grupo ni una escuela. La influencia de estos lingüistas es evidente en los trabajos de Silva-Corvalán y de Ocampo (quien ha sido su alumno), así como del grupo de investigadores de la Universidad Central de Venezuela (Bentivoglio, Díaz Campos, Galué, Malaver, y Sedano). Creo que debe considerarse a Carmen Silva-Corvalán, entonces, como la iniciadora —en el español— de un tipo de investigaciones en las que interactúan rigurosos análisis sociolingüísticos y métodos de análisis del discurso.
Las variables «más allá de la sintaxis» empleadas en los estudios sobre orden de palabras son las siguientes:
A.— CAMBIO DE REFERENCIA (del inglés switch reference): Silva-Corvalán introduce esta variable en su estudio de 1977 (véase también su artículo de 1982); por cambio de referencia se entiende el caso en que el referente del sujeto —independientemente de ser explícito o tácito— de un verbo finito en la cláusula inmediatamente antecedente es diferente al referente del sujeto de la cláusula bajo análisis, como en el ejemplo (1):
En (1b) el sujeto ellas es diferente al de (1a), e igual al de (1c), por lo tanto, hay cambio de referencia entre (1a) y (1b), pero no entre (1b) y (1c). Se trata de una variable sintáctico-semántica, para cuyo análisis deben tomarse en consideración tanto el orden sintáctico de los elementos como los rasgos semánticos que caracterizan a los referentes de los sujetos gramaticales. Esta variable es la que ha resultado «ser el factor estadístico más significativo en todos los estudios realizados» (Silva-Corvalán, 2001:154).
B.— AMBIGÜEDAD DE LA FORMA VERBAL: Silva-Corvalán 1977 y 1982, a partir de las observaciones de gramáticos como Gili Gaya 1961, propone distinguir las formas verbales ambiguas —las de 1ª y 3ª persona singular del copretérito y pospretérito del indicativo (yo/él/ella iba, iría), y de los dos tiempos del subjuntivo ([que] yo/el/ella vaya, fuera)—6 en contextualmente ambiguas o no ambiguas, basándose en el rasgo semántico [± humano] de los referentes en el contexto. La ambigüedad contextual se da cuando los referentes en una misma cláusula tienen todos el rasgo [+ humano], como en (2a), mientras que la ambigüedad no contextual tiene lugar cuando los referentes presentan rasgos opuestos, lo que descarta la posibilidad de una interpretación errónea, como en (2b):
En (2a), el verbo tenía es contextualmente ambiguo, debido a la presencia de dos participantes, ambos con el rasgo [+ humano]; si el hablante no empleara el pronombre yo antes del verbo, mi papá podría interpretarse como sujeto de tenía. Por el contrario, la forma se reventara, en (2b), pese a ser morfológicamente ambigua, no produce problemas de interpretación, pues el sujeto de ese verbo no puede ser el hablante sino un objeto —el plato— que es semánticamente [- humano]. La variante «forma verbal no ambigua» ha resultado significativa en el análisis multivariado realizado por Silva-Corvalán; quien sugiere que la posición del sujeto delante de una forma verbal ambigua podría ser una estrategia empleada para evitar la posible ambigüedad causada por la forma verbal, incluso antes de que esta se pronuncie: se trataría, por lo tanto, de una estrategia preventiva.7
C.— TIPO DE VERBO E INFORMACIÓN: la semántica de los verbos es una variable utilizada por Delbecque 1979 (que, en este aspecto, es el estudio pionero) y 1991, Bentivoglio 1988, 1989 y en preparación, Morales 1982, y Díaz Campos 1996. Delbecque y Morales proponen diez categorías semánticas —verbos presentativos, intransitivos de movimiento, de reacción psicológica, de entendimiento y percepción, de expresión o comunicación, intransitivos generales de comportamiento, de posesión y derivados, pronominales, transitivos en general, y las cópulas ser y estar (Morales, 1982:208). Bentivoglio 1988 y 1989 utiliza cinco categorías, cuatro de las cuales coinciden con las utilizadas por Morales 1982 (verbos presentativos o de existencia, intransitivos de movimiento, de reacción psicológica, verbos copulativos), pero reúne las demás categorías en una sola, que denomina «Otros [verbos]». Aun cuando las clasificaciones no son exactamente iguales, los resultados revelan tendencias similares: los verbos de reacción psicológica (agradar, gustar, etc.), existenciales (existir, vivir, etc.), y de movimiento (caminar, ir, llegar, etc.), favorecen la posposición del sujeto en todos los estudios mencionados.
La parte más interesante de esos estudios es la que correlaciona la posición del sujeto con el tipo de información —nueva o no mencionada; conocida o ya mencionada— codificada por ese elemento. En su investigación sobre el habla de Caracas, Bentivoglio (1988 y 1989) encuentra que los sujetos construidos con verbos de reacción psicológica (a mí me fascina la aventura) alcanzan el porcentaje más alto de posposición (88 %) cuando codifican información no mencionada (nueva o inactiva, Chafe 1994), pero el porcentaje disminuye notablemente (67 %), cuando los sujetos codifican información ya mencionada (conocida o activada). Lo mismo sucede con los verbos existenciales: la posposición del sujeto con información nueva corresponde al 74 %, pero este porcentaje baja al 40 % si la información es conocida. La misma variación se obtiene con los verbos de movimiento: los sujetos pospuestos con información nueva representan el 59 % frente al 37 % de sujetos con información conocida. Los resultados de Morales 1982 y de Bentivoglio 1988 y 1989 comprueban que la variable «tipo de información y la variable «tipo de verbo» son fundamentales para analizar la posición del sujeto nominal en el español hablado. El estudio realizado sobre una muestra de habla infantil por Díaz Campos 1996 arroja resultados parcialmente análogos a los ya mencionados.
Pese a que el tema de la posición del sujeto respecto del verbo parece haber sido estudiado abundantemente, nuestros conocimientos distan de ser exhaustivos: en efecto, carecemos de estudios similares a los aquí señalados en la mayoría de los dialectos hispánicos, pues realmente solo sabemos cómo se manifiesta la variación en el habla de Buenos Aires, Caracas, Los Angeles, y San Juan de Puerto Rico. En cuanto a la modalidad escrita del español, se ha analizado un corpus de ensayos, pero nada se sabe —amenos hasta donde llegan mis conocimientos actuales— de investigaciones similares sobre otros tipos de textos. Estoy segura de que ya deben existir estudios variacionistas sobre otros dialectos (el de Ciudad de México, por ejemplo), o podrían estar en fase de realización. La existencia de tales estudios contribuiría a ampliar extraordinariamente nuestros conocimientos y permitiría —mediante análisis comparativos de los datos— determinar de manera más completa y satisfactoria el papel de la variación posicional sujeto/verbo en el español actual hablado y escrito.
Por razones de espacio no me detendré en el orden de los otros elementos oracionales, campo este menos explorado que el relacionado con el orden del sujeto. Existen, sin embargo, algunos análisis sobre la posición del objeto directo tanto nominal como prominal, todos ellos estrechamente relacionados con puntos de vista pragmático-discursivo: Silva-Corvalán 1983, Ocampo 1989, Bentivoglio y Braga 1988, Bellosta von Colbe 2001. También pertenecen a este apartado los estudios sobre la posición variable de los pronombres clíticos en construcciones perifrásticas de gerundio e infinitivo (estoy viéndolo vs. lo estoy viendo; fui a ver-lo/la/le vs. lo/la/le fui a ver). El análisis más reciente sobre este último aspecto ha sido realizado por Rena Torres Cacoullos (1999 y 2000), quien —basándose en datos diacrónicos pero también en datos actuales de habla mexicana— ha presentado una convincente hipótesis respecto del cambio lingüístico experimentado por los clíticos en la historia del español.
Otra área «sensible a la variación» es las de las formas pronominales átonas o, simplemente, clíticos, que representan un campo fértil para la investigación lingüística en general y para el variacionismo en particular, debido a que estas partículas pueden analizarse desde múltiples ángulos: i) el uso de le/s en lugar de lo/s como objeto directo, fenómeno que se conoce como leísmo; ii) el uso de la/s en lugar de le/s para objeto indirecto femenino (laísmo); y iii) el uso de lo en lugar de le para objeto indirecto masculino (loísmo). Lo más interesante de los casos de variación señalados es que todos están estrechamente relacionados con factores dialectales y además han sufrido cambios considerables a lo largo de la historia del español. Estas formas constituyen, por lo tanto, un campo privilegiado ya que pueden estudiarse en su trayectoria diacrónica, lo que hace posible interpretar e intentar explicar el porqué de la variación.
El estudio de tipo variacionista más reciente y, al mismo tiempo, más amplio, es el de Klein-Andreu 2000, quien analiza un corpus de 160 de horas de conversación grabada a 140 hablantes de diferentes niveles socioculturales en las provincias de Burgos, Valladolid, Soria, Logroño y Toledo. Entre las variables lingüísticas empleadas por la lingüista catalana, además de las obvias en este tipo de análisis —las gramaticales como género y número, así como la semántica ‘ser vivo’/‘ente inánime’— se encuentra la variable ‘número de participantes’; la cual se basa en la hipótesis de que el clítico empleado en los contextos de «tres participantes expresos constituye, en principio, la indicación más directa de distinción, o falta de distinción, de caso» (p. 46). Como consecuencia de esa hipótesis, las formas que significan ‘actividad mínima’ —lo/s y la/s— tienden a utilizarse para «entes inánimes, mientras que las que significan ‘actividad intermedia’ —le/s— tienden a emplearse para los «seres vivos». El estudio de Klein-Andreu ofrece los resultados obtenidos en términos de tendencias —innovadoras o no innovadoras— en las provincias mencionadas. Valladolid es la provincia más innovadora (más leísta), seguida por Burgos, Soria y Logroño, mientras que Toledo es la menos innovadora (menos leísta). Esta división geográfica implica una diferencia entre la parte occidental y la parte oriental de la región castellana. Las conclusiones más novedosas del estudio reseñado están relacionadas con el loísmo y con el leísmo «etimológico». En cuanto al primer fenómeno, el loísmo (uso de lo/s en contexto de dativo), Klein-Andreu (2000: 146-147) señala que bajo este rótulo se han considerado tradicionalmente dos fenómenos que deben distinguirse: por una parte, el loísmo singular noroccidental, que se da en las provincias de Valladolid y de Burgos, y que refleja «categorizaciones perceptivas, basadas en la individualización del referente», y por otra parte, el loísmo plural de la zona norte de la provincia de Toledo, que difiere del anterior en cuanto se debe al factor «indiferencia al caso». En relación con el fenómeno del leísmo «etimológico», la autora encuentra que este uso manchego, basado en la noción de ‘prominencia’, representa una ventaja desde el punto de vista de la sincronía, pues permite relacionar el uso etimológico, no innovador, que se fundamenta en distinciones de ‘actividad’, con el uso innovador que se basa en distinciones de ‘individualización’. Klein-Andreu concluye que esta relación abre el camino hacia «la plausibilidad teórica de distinción de ‘prominencia’ como posible nexo histórico entre los dos sistemas [el etimológico y el innovador]» (p. 148).
Otro fenómeno relacionado con los clíticos es la reduplicación de un pronombre átono. Silva-Corvalán (1979, 1980-81) lo ha estudiado en el habla de Chile. El fenómeno consiste en la presencia de dos clíticos en lugar de uno en secuencias de construcciones verbales perifrásticas, como en el ejemplo (3):
y él la fue a dejarla y entonces a mí no me gustó (Silva-Corvalán, 1989:101)
La autora observa que este fenómeno se correlaciona con la variable social de escolaridad (tres o menos años de escolaridad) y descarta la hipótesis de que este tipo de construcciones se deba a algún factor de tipo pragmático-discursivo. Hasta donde llegan mis conocimientos no hay otros estudios variacionistas acerca de este uso, pero creo que valdría la pena investigarlo en otros dialectos, especialmente en los de Argentina y Uruguay, dada la recocida propensión de los mismos a la presencia de formas pronominales correferenciales con frases nominales objeto directo (yo lo vi a Pedro), lo cual podría favorecer el fenómeno estudiado por Silva-Corvalán en el español de Santiago de Chile.
Otro caso de variación relacionado con los clíticos es la presencia de un clítico correferencial con el antecedente de un que relativo, como en el ejemplo (4):
yo tengo un primo que lo admiro mucho (Suñer 2001)
En (4) el uso del clítico lo no se considera «correcto», desde el punto de vista de las gramáticas tradicionales. Sin embargo, DeMello 1992 y De Kock 1997 muestran que dicho uso está presente, aun cuando no con porcentajes elevados, en el habla culta de once de las principales ciudades de Hispanoamérica y de España (Madrid y Sevilla). Los datos procedentes de las muestras del habla culta dejan constancia de dicho uso, pero dos estudios recientes realizados sobre dos muestras de habla caraqueña estratificada sociolingüísticamente, con diez años de diferencia entre la primera (1977) y la segunda (1987), amplían el campo de investigación. Suñer 2001 analiza la primera muestra, y Bentivoglio 2001, la segunda: la presencia del fenómeno es escasa en el corpus de 1977 y prácticamente inexistente en la de 1987, lo que haría suponer que no se trata de un cambio lingüístico en progreso, sino más bien de una variación estable, ampliamente documentada a lo largo de la historia del español. Independientemente del problema acerca de si la presencia de un pronombre «de retoma» (así lo llama Suñer 2001) representa una variación estable o un cambio lingüístico en progreso, la posibilidad de estudiar el fenómeno diacrónicamente en dos muestras de habla grabadas según los mismo métodos se ajusta a lo que, en el Congreso de la Lengua de 1992, en Sevilla, propuso Silva-Corvalán 1992 como un proyecto prioritario: «el análisis del español hablado en dos o más puntos diferentes en el tiempo» (p. 407), con el fin de contribuir «a nuestro creciente conocimiento de los mecanismos del cambio lingüístico, es decir, al avance de la teoría sociolingüística y de [la] lingüística histórica» (p. 409).
El uso de un pronombre de retoma no se limita a la modalidad oral actual, sino que se da también en obras escritas por autores famosos, desde Menéndez Pelayo hasta Lorca, Salinas, y Unamuno. Este último escritor parece ser la fuente más abundante de ejemplos de clíticos de retoma en cláusulas relativas, según el análisis realizado por De Kock 1997. Cabe observar que los análisis de DeMello y De Kock toman en consideración todas las cláusulas relativas, tanto restrictivas como no restrictivas, mientras que Suñer y Bentivoglio solo estudian las relativas restrictivas. Debido al diferente enfoque metodológico adoptado, los datos de Suñer y Bentivoglio no son comparables con los de DeMello y De Kock.
Mi propia conclusión, en este momento, es que la presencia de un pronombre de retoma en una cláusula relativa restrictiva —en el habla de Caracas— constituye hasta ahora uso muy limitado. Este uso puede explicarse de acuerdo con factores pragmático-discursivos (cf. Brucart 1999 y Silva-Corvalán 1999) y merece, por lo tanto, ser observado y analizado en muestras más amplias y, sobre todo, en la totalidad de los dialectos hispánicos, con el fin de lograr una visión más acertada acerca del mismo.
Hace falta anotar que el fenómeno descrito no se limita a la presencia de clíticos (lo/la//le/s) sino que se extiende a los contextos en que el relativo está acompañado por un pronombre tónico (él/ella/ellos/ellas) o bien un adjetivo posesivo (su/s): este último uso se conoce ahora como quesuísmo. En (5) se ofrecen ejemplos de uno y otro caso:
La presencia o la ausencia de una preposición constituye, sin duda, uno de los campos más fértiles para la investigación de tipo variacionista. Los estudios se han centrado tanto en el dequeísmo, fenómeno en el que la preposición de aparece en contexto de un verbo seguido de una cláusula sustantiva encabezada por que. El dequeísmo se ha vuelto un objeto de estudio también por parte de lingüistas no variacionistas como, por ejemplo, Demonte 2000, Demonte y Soriano (en prensa) y Schwenter 1999. Sin embargo, considero que el fenómeno no tiene mucho interés para los variacionistas —pese a que me he ocupado bastante de este problema— pues en la realidad los casos dequeístas son bastante escasos en los corpus de habla, al menos en los de Venezuela. Por esta razón, pese al interés explicable por la estructura en sí y por los motivos que a esta subyacen, estudiar el dequeísmo desde un punto de vista variacionista es realmente problemático a causa de la escasa incidencia de casos dequeístas sobre el total de los contextos en que podría darse el fenómeno. Más productivo, sin falta, el enfoque adoptado por Schwenter 1999, quien utiliza las mismas variables lingüísticas para analizar no sólo el dequeísmo sino también el queísmo.
El queísmo, fenómeno caracterizado por la ausencia de la preposición de ante la conjunción que cuando este conector encabeza una cláusula subordinada, representa un tema ideal para la investigación de tipo variacionista. En cualquier corpus que se analice se consiguen grandes cantidades de casos, los contextos son variados, y la historia de la lengua española, así como las similitudes con otras lenguas románicas, permiten ver con bastante claridad el futuro de este uso. El queísmo se manifiesta cuando una cláusula encabezada por la conjunción que depende de un verbo pronominal (Me enteraba (de) que alguien cantaba), de una frase nominal (Buscaban la manera (de) que me fuera, Con la condición (de) que se usara el agua), de un adjetivo (Uno está pendiente (de) que se le van a perder), de una locución conjuntiva o prepositiva (ej. El liceo se estaba cayendo a pesar (de) que estaba en El Cafetal), contextos que, de acuerdo con la tradición gramatical, exigirían la presencia de dicha preposición. Además de de, otras preposiciones «ausentes» pueden ser a, en, y con.8
Ambos fenómenos, dequeísmo y queísmo, están directamente relacionados con el régimen preposicional de la lengua y son considerados por muchos estudiosos como un proceso unitario (cf. Rabanales 1974, Schwenter 1999) caracterizado por la ausencia o presencia de la preposición de.9 La explicación para la presencia de la preposición en los casos de dequeísmo y la ausencia de la misma en los casos de queísmo radica, según Schwenter, en la posibilidad de que la preposición de funcione como un marcador de evidencialidad. Esta hipótesis está sustentada por los resultados obtenidos al introducir en el análisis una variable sugerida por García 1986, pero no explotada cabalmente en estudios anteriores, la de «persona gramatical»: cuando el hablante es el que afirma, dice, se acuerda, se entera, etc. hay menos probabilidades de que la preposición esté presente; lo contrario ocurre cuando el hablante reporta algo que hace, dice, etc. una tercera persona. La hipótesis, que el investigador norteamericano comprueba en un corpus muy amplio constituido por materiales hablados y escritos, es muy sugestiva y merece ser investigada a fondo.
Si se consideran los dos fenómenos desde un punto de vista diacrónico, se puede observar que las construcciones queístas siempre han existido en el sistema del español, así como en otras lenguas románicas (portugués, francés e italiano).10 El dequeísmo parece ser de aparición posterior en relación con los contextos en que tiene lugar el queísmo: tanto Cano Aguilar 1985 como Bogard y Company 1986 afirman que la presencia de la preposición de ante que + cláusula solo se documenta a partir del siglo xvii. Esos autores señalan asimismo que es en el siglo xviii cuando se observa la aparición de la preposición de en contextos dequeístas, aun cuando se registran casos muy aislados en el español de la Edad Media y del Siglo de Oro. El queísmo, por lo tanto, podría ser un fenómeno de cambio inverso: los hablantes y también muchos de los que escriben prefieren no emplear la preposición en aquellos contextos donde la preposición, según la norma estándar, debería estar presente. En otras palabras, la lengua española parece encaminarse a pasos agigantados hacia la eliminación de la preposición de después de los verbos pronominales (acordarse,11 enterarse, alegrarse, asombrarse, etc.). La tendencia es menor en los otros contextos mencionados, según lo comprueba el análisis pormenorizado de Galué 1998 en el corpus del habla de Caracas, de 1987 (cf. Bentivoglio y Sedano 1993).
Como lo había anunciado en la Introducción, me parece importante señalar algunas líneas de investigación que, pese a haber sido parcialmente exploradas, no lo han sido suficientemente y dejan, por lo tanto, el camino abierto hacia futuras investigaciones que las completen, aumenten, o examinen un mismo problema desde diferentes ángulos.
Entre las primeras (exploradas pero con mucho trabajo por hacer) está evidentemente la de los diferente uso de los clíticos: el camino está trazado por el excelente trabajo de Klein-Andreu 2000, pero faltan estudios pormenorizados de muchas otras regiones tanto peninsulares como hispanoamericanas. A este propósito cabe apuntar que en Venezuela, país reconocidamente conservador en cuanto al uso de los clíticos, en los últimos años han empezado a oírse casos de leísmo (cf. Sedano y Bentivoglio 1996) con características parecidas al uso de las provincias innovadoras de España. No hay aún análisis exhaustivos acerca de este fenómeno, limitado hasta el momento presente, pero cuya presencia sugiere la posibilidad de un cambio lingüístico no esperado. Una de las posibles razones podría ser la influencia de la televisión española (esencialmente de TVE) que sólo ha empezado a verse en Venezuela en la última década. Es también posible que lo mismo esté sucediendo en otros países hispanoamericanos, por lo que estudios variacionistas sobre las diferentes modalidades de lengua (hablada y escrita) serían realmente necesarios.
Otro fenómeno que apenas ha empezado a estudiarse es el de la presencia de un pronombre de retoma en las cláusulas relativas. Los hallazgos de Suñer 2001 y Bentivoglio 2001 sobre dos muestras del habla de Caracas indicarían que se trata de un uso en variación estable y, por ahora, muy limitado. Pero el hecho de que el fenómeno exista y se dé independientemente del nivel sociocultural en todo el ámbito hispanohablante debería llamar la atención de los variacionistas con el fin de observar tanto su distribución geográfica y social actual como su comportamiento diacrónico.
De la presente reseña se desprende que falta aún analizar en otros dialectos los fenómenos analizados en algunos dialectos, o bien estudiar fenómenos «nuevos en cuanto no han sido estudiados aún en ningún dialecto, con una clara percepción de cuáles deberían abordarse prioritariamente. Todo esto obviamente implica un alto grado de coordinación entre los investigadores de diferentes países e, incluso, entre los de un mismo país y hasta de una misma institución. Debemos confiar en que esto sea posible en un futuro no tan remoto gracias al proyecto PRESEEA que —bajo la guía de los conocidos sociolingüistas Carmen Silva-Corvalán y Francisco Moreno Fernández, y con el patrocinio de la Asociación de Lingüística y Filología de la América Latina (ALFAL)— cuenta ya con la adhesión de muchos sociolingüistas del Viejo y del Nuevo Mundo.