La virtualización del lenguaje verbal coloquial en Internet. Norma, comodín, claridad y precisiónWilliam Ángel Salazar
Coordinador del Área del Lenguaje de la Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá D. C. (Colombia)

Un texto perfecto era sospechoso

Hace cuatro años, en el seno de esta misma congregación, se estudió la relación de la lengua española con la tecnología, la cultura, la ideología, el conocimiento y la economía, entre otros temas; de ahí surgieron evaluaciones, advertencias, pronósticos, sugerencias y también posiciones alarmantes para la comunidad hispana. Hoy tenemos la tarea de examinar nuevamente qué pasa con nuestra lengua y pronosticar para cuatro años más lo que seguramente no sucederá. Por ello, quiero referirme, en primera instancia, a los pronósticos aterradores que se hicieron sobre nuestra lengua, en relación con las nuevas tecnologías: podemos decir al respecto (aquí y ahora) que el español no corre ningún peligro, sigue siendo pujante.

Después de décadas de red-acción, el español resiste los embates de otros idiomas con firmeza y serenidad; sabemos que la globalización no en sinónimo de homogeneidad cultural. Ya lo había dicho García Márquez: «…ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte» ;1 la presentación del nuevo Diccionario de la Real Academia Española es prueba de ello. Aún más, hoy recuerdo que Goethe escribió algunas notas donde protestaba por el mal uso del idioma alemán; la queja sobre el abominable uso de la lengua en la televisión es reiterativa desde la emisión de la primera señal. Una semana después de la aparición del primer periódico en los Estados Unidos, un ciudadano calificó al impreso de «engendro, composición caótica, escritura desfigurada de la norma, simplista, registro impuro», pronosticaba el comienzo del fin del inglés. Esto indica que no es un fenómeno particular de nuestro idioma, sino inherente a todas las lenguas. En efecto, los barbarismos, por ejemplo, desequilibran la norma del español, pero pasa lo mismo en otros idiomas.

En segundo lugar, quiero referirme brevemente a la relación de la lengua con el saber. Debo decir que, aunque el inglés no haya logrado desplazar al español de Internet y nuestra lengua siga activa y creciente, no hemos superado la barrera tecnológica de la que nos habló José Luis González;2 seguimos desaparecidos del desarrollo científico y tecnológico, y mientras ello ocurra es inevitable la presencia de otras lenguas en la nuestra; me refiero a los extranjerismos y a los fenómenos derivados (neologismos, barbarismos, etc.). Sabemos que la tecnología trae consigo una inevitable máquina de producción lingüística, de términos intraducibles y de difícil españolización. Con respecto a la situación de 1997 podemos decir que nada ha cambiado.

Por eso, este texto presupone los temas definidos y, en ese sentido, quiere aterrizar en varios fenómenos sobre los cuales podemos reflexionar y actuar: la virtualización del lenguaje verbal coloquial en Internet y sus efectos en la continua y rápida pérdida de estructura de la lengua escrita en la Red,3 la desconfiguración de la norma y la tendencia creciente hacia una lengua genérica manifestada en el uso del comodín y la pérdida de claridad y de precisión. Anexo a todo esto —y encubierto bajo el toldo de la tecnología— se manifiesta la desaparición de la vergüenza y de los escrúpulos en el uso de la lengua escrita.

El camino es fácil de allanar, pues en Internet existen variados y reconocidos ejemplos: millones de correos electrónicos y textos de foros de navegación, decenas de carpetas en nuestros procesadores de correspondencia recibida y enviada y un sinnúmero de textos con anécdotas, chistes, crónicas urbanas, anuncios, solicitudes de solidaridad, etc. En este tipo de escritos no sólo abundan las erratas y las faltas de ortografía, sino también, como lo anunció Jaime Olmedo en su presentación de este foro, «…impropiedad en la puntuación, simplificación sintáctica […] y procesos morfológicos inusitados».4

Aquí no se tratará de cazar errores y sistematizarlos; sin embargo, es tal el número de ellos y de imperfecciones en los textos escritos en Internet, que vale la pena mostrar cómo se manifiestan algunos de ellos:

  1. Barbarismos: en el empleo de sustantivos, verbos, adjetivos, preposiciones, participios, gerundios, pronombres y conjunciones.
  2. Impurezas: arcaísmos, neologismos, extranjerismos (calcos, españolizaciones, xenismos, etc.).
  3. Impropiedades: numerales, palabras homónimas y parónimas, etc.
  4. Sintaxis: solecismos, anfibologías, monotonías, redundancias, saturación, circunloquios.
  5. Prosodia: alteración de acentos.
  6. Ortografía: palabras homófonas, sintagmas multiformes, etc.
  7. Acentuación: diacrítica, monosílabos, hiatos, diptongos, mayúsculas, etc.
  8. Puntuación: anfibología, encuentro de signos, saturación, escasez, inintencionalidad.
  9. Estética tipográfica: diseño en pantalla, sangrías, interlineado, viñetas, etc.

Pero regresemos al objetivo original: la virtualización del intercambio verbal coloquial en Internet. Sabemos que todo proceso de innovación tecnológica genera transformaciones en el modo de representar y configurar los códigos del lenguaje; así, por ejemplo, el desarrollo de la imprenta trajo consigo una dinámica distinta en el texto escrito y, curiosamente, una progresiva disminución de los errores en los libros; el telégrafo impulsó un nuevo texto, así como lo hicieron los procesadores de palabras. En este último caso, la dinámica reflexiva en la producción escrita ganó rapidez en la construcción y en la corrección ortotipográfica, pero perdió cohesión (la yuxtaposición es el error más difícil de erradicar del texto escrito en computador).

El computador permitió, también, encubrir el deficiente conocimiento ortográfico de primer orden5 del escritor, porque el sistema de corrección ortográfica automática le facilitó eliminar los desajustes en las normas y ubicar las erratas más comunes, sobre todo aquéllas donde la digitación construía yerros: la adición de letras al inicio, en mitad o al final de las palabras —prótesis, epéntesis y paragoge—, o la supresión de letras al inicio, en la mitad o al final de las palabras —aféresis, sincopa y apócope—. Por ese mismo camino, el procesador registra los errores simples, como la metátesis, el cambio de letras y la repetición de artículos y preposiciones. A todos estos errores hemos retornado en la escritura en Internet:

…omo estás, como veras, estoy trabajando a pesar de que hou esstamos celebrando una fecha patria, nuestro banco maneja transacciones offshore y debemos hecer el soporte tecnico a todo centroamérica… [sic]

Holaaaa, me imagino que estás haciendo lo que te dije, ja ja jaaaa, mira el
Decano me contseto que sí, ahora solo falta nuestra propuesta escrita, ¿???… [sic]

De igual forma, el computador, con su posibilidad de edición, llevó a la tolerancia de las inconcordancias y las anfibologías, errores sutiles, no muy comunes en los textos formales, pero de difícil manejo y corrección. Lamentablemente Internet los multiplicó, así como lo hizo con el mal uso del español y, de paso, dejó al descubierto la mala formación lingüística de la mayoría. La tecnología que sostiene la Red ha sido un escudo contra la norma6 y será muy difícil luchar contra el irrespeto al uso culto de la lengua escrita.

Por ese camino Internet ha definido una nueva relación textual; Mari Pepa Palomero afirma: «Me parece necesario hacer un rápido análisis de este nuevo modo de expresión que no podemos calificar de lengua hablada, ni de lengua escrita. Un registro que está a medio camino entre la inmediatez, la espontaneidad y el tono coloquial de la lengua hablada pero que se intercala en algunas de las estructuras sintácticas de la lengua escrita».7 Y añade: «las nuevas herramientas de la comunicación han creado nuevos códigos que empobrecen tanto a la lengua escrita como a la lengua hablada, hasta el punto en que los medios escritos [Internet] se han convertido en una especie de transliteración de la lengua coloquial hablada».8

Sin duda, nos encontramos ante un género caracterizado por la interacción dinámica, la inmediatez, la espontaneidad, el tono coloquial, el léxico familiar y amistoso, las estructuras simples, la pérdida de la riqueza semántica, la flexibilización de las reglas morfosintácticas y la relajación de las normas de la expresión: empobrecimiento, erratas y faltas, en fin, la desfiguración de la norma,9 una transferencia progresiva del uso verbal a la escritura. En realidad, he utilizado el terminó empobrecimiento so pena de parecer prescriptivista (que no es malo), pues para otro gran grupo, sobre todo para los sociolingüistas, es una constante evaluar la mala utilización de la lengua como un empobrecimiento, cuando en realidad, para ellos, es una evolución; según sus argumentos, no existe un rasgo inherente que haga mejor a una gramática que a otra (en este caso, gramáticas alternativas). Éste es un problema aún sin resolver a la espera de debate…

Pero ¿por qué se infringen de tal manera las reglas del texto en Internet, si es, ante todo, un texto escrito y debería haber para ellos el mismo tratamiento que sus autores dan a otro tipo de textos escritos? ¿Por qué los principios básicos de univocidad, literalidad o estabilidad de la palabra escrita se transmutan por una oralización de la escritura? ¿Cómo se produce esa transliteración de la lengua coloquial hablada?

Ante todo, recordemos que estamos en un proceso de virtualización de la lengua hablada, esto quiere decir que la escritura en la Red responde a una dinámica diferente que simula la lengua oral, en este caso la más informal. Verifiquemos está hipótesis en tres pasos: la virtualización de la lengua oral en la escritura, la lengua oral transformada en texto escrito y la lengua escrita en Internet y la desconfiguración de la norma.

1. La virtualización de la lengua oral en la escritura

La conversación en la Red… y ¿cómo se siente en ella el yo?

Este asunto debe ser tratado en el conjunto de consideraciones que podemos formularnos a raíz de las transformaciones en la experiencia del tiempo y del espacio introducidas por la circulación electrónica de informaciones.

Aunque comúnmente se pase por alto, la percepción del tiempo y del espacio tiene un soporte: el cuerpo. Tal vez un filósofo estoico fue quien dijo que el cuerpo es el lugar hacia donde se dirigen todos los signos del universo; puede parecer un pensamiento antropocéntrico, ingenuo y animista, pero al invertirlo conserva una verdad básica: el cuerpo es el punto por donde pasan todas las líneas mediante las cuales un individuo imagina el universo… y ése es el centro de la construcción donde se inscribe la imagen del yo.

El desarrollo de Internet ha dado lugar a vertiginosas especulaciones alrededor de la posición de los humanos en el universo; el viaje a la luna resulta una modesta conquista comparada con la movilidad del cibernauta, mitificada a escala masiva en un relato cinematográfico inaugural: The Matrix.

El cuerpo en el espacio del diálogo

Desprendido de toda la carga axiológica, el diálogo humano se fundó en tiempos y espacios configurados a partir de la presencia corporal: la audición de la voz y su inscripción en la escritura, el soporte de lo escrito y sus posibilidades de traslado, el enmarcamiento visual de los interlocutores y la periodización de los encuentros, en fin, complejas disposiciones que ratificaban la presencia de los cuerpos (idea que más adelante encontraremos en la caracterización de la escritura en Internet).

Pero como toda disposición repetida se convierte en una regulación, nos remitimos del escenario del diálogo a su representación y, de ahí, a la especulación sobre sus condiciones y posibilidades de variación. Por este motivo, en la historia de las culturas encontraremos normativas para el ejercicio de las más diversas modalidades de conversación, con fines cada vez más específicos. Podemos comprender por este camino la naturaleza contingente de normas que hoy nos parecen evidentes; también de ahí que ciertos períodos privilegiaran usos que ahora parecen sorprendentes y, sobre todo, ineficientes. Por ejemplo, es propio de la moderna sociedad el diálogo privado, íntimo (tanto como los derechos individuales), y esto no vendría al caso si no fuera porque el asunto que nos ocupa es una de las modalidades de más intensa individualización; en efecto, en la base del diálogo contemporáneo hay una distribución espacial democrática y equitativa que pone en evidencia la distancia que separa al yo del otro. De esto deriva una preocupante conclusión: en la sociedad individualizada —la sociedad liberal contemporánea— el diálogo está fundado sobre el reconocimiento de la soberanía de los interlocutores, de su autonomía, es decir, en el principio de que el uno es exterior al otro.

Tal vez la psicología no puede atribuirse derechos de paternidad sobre la lingüística, pero esta última sí facilitó a la primera un modelo especulativo para representar la formación del yo: cuando frente a una individualidad humana reconozco la distancia que nos separa y que media para que entre los dos se organicen las interacciones, elaboro una imagen estratégica para ofrecerla al otro; esto significa que me configuro a mí mismo en la imaginación, en rigor, en los lenguajes, pero que lo hago en relación con lo que imagino que el otro imagina de mí… en un proceso verdaderamente especulativo.

De ese proceso especulativo sólo se sustrae un ser humano cuando pasa de la imaginación en el lenguaje a las dimensiones de espacio y tiempo, momento en el cual reaparece la corporalidad como testimonio y límite del yo. A modo de ejemplo, digamos que a esta matriz corresponde toda la tradición elaborada a propósito de las parejas sueño y vigilia, ser y pensar, centralizadas por la cultura occidental en la matriz platónica, tan resistente al paso del tiempo. A esa movilidad con que el ser humano se desplaza de una forma de representación en tiempo y espacio a otra cuya operación no requiere el reconocimiento de límites espacio-temporales podemos llamarla relevo de código, de modo que sea posible estudiar el diálogo como un procedimiento que conduce a los interlocutores bien a su descorporeización (virtualización), bien a su inscripción en tiempo y espacio (actualización). Esta distinción puede resultar productiva para el análisis del diálogo en las sociedades que disponen de circulación electrónica de informaciones, al menos en el caso de Internet.

La paradoja de la virtualidad en Internet

Entre las muchas innovaciones hasta ahora reconocidas a Internet, nos corresponde considerar su incidencia en el proceso del diálogo que configura al yo. Tal vez ahí aparezcan luces para valorar otros fenómenos, que van desde las innovaciones escolares hasta las terapias en ambientes excepcionalmente íntimos, donde puede desaparecer la presencia del terapeuta, pasando por la disolución de la presencia (no de la función) de muchas instituciones de control social.

La paradoja transcurrió aproximadamente así: la reducción de las dimensiones espaciales que habían troquelado nuestra representación del mundo, derivada de los procedimientos de circulación electrónica de informaciones a través de la Red, se ha manifestado en un síntoma contradictorio y aun no inscrito en nuestros hábitos perceptivos, la presencia virtual. Este fenómeno se puede describir como la liberación de compromisos entre el yo y el otro en el proceso de la configuración del yo, cuando la interacción se produce en tiempo real gracias a los programas MUD. Como lo muestra la experiencia de psicólogos pioneros, como Cherry Turkle —dedicada en MIT a estudiar la relación de los pacientes con Internet—, la sustitución de la corporalidad humana (que se nos ofrece a la experiencia en un lenguaje analógico: nos parece estar frente a un ser semejante a nosotros) por la presencia de una máquina indescifrable (una mediación digital, un medio opaco, suele decirse) suprime, de hecho, la posibilidad de especulación a partir del otro. Y, entonces, sabemos que el otro existe, pero que no nos excluye, puesto que no está.

No es sorprendente que el yo gane en libertad, autonomía, soberanía… pero al costo de renunciar a la corporalidad, de repetir el relevo de código y de instalarse en el intervalo ambiguo del existe pero no está. En esta nueva condición real de diálogo, reencontramos una situación propicia para que encarne una forma de percepción típica de la sociedad de mercado, el valor agregado que brota cuando la opacidad de la mediación del diálogo (el computador y el programa, para el caso de la charla virtual, por ejemplo) permite la inversión de la negatividad, de la exclusión, es decir, de la expresión existe pero no está puedo pasar a no está pero existe.

Con un poco de velocidad las cosas van mejor

Otro tanto puede decirse a propósito de la dimensión temporal. Los programas MUD que funcionan en tiempo real reducen el camino de configuración del yo en concierto con una imagen que atribuye al otro. Por ejemplo, si se entra a la charla virtual con un seudónimo, no existen las rutas de desvío para establecer el nombre real, de lo que se infiere que si yo uso seudónimo no tengo necesidad de mentir, a lo cual sigue que si el interlocutor / usuario también conoce el sistema y usa seudónimo, tampoco necesita mentirme; luego es muy probable que el diálogo esté dominado por la sinceridad, igualmente probable resulta que el yo que duda no sea engañado y, en todo caso, es evidente que no existiría el tiempo real para comprobarlo.10

Así, en este avance paranoide, se impone la decisión a favor del tiempo real de operación en el sistema virtual, en contra de otro tiempo indefinido en el cual, fuera de la Red, se insinúa la imposible tarea de comprobar una identidad borrada, por principio, de las reglas del sistema. En este caso, es el tiempo de búsqueda de la verdad que llamamos real lo que el sistema virtualiza.

Se ha reducido, entonces, el tiempo disponible para la duda y la anticipación, vigente en los procesos neurocerebrales, con velocidades de circulación inferiores a las que permiten los microchips. Entonces, para el usuario de los sistemas electrónicos la velocidad de respuesta de la máquina va suprimiendo la posibilidad y la necesidad de ese otro que, además, aunque existe, no está y, en consecuencia, no nos agobia con su presencia.

Puede comprenderse que buena parte de los factores de la configuración de identidad (que localizábamos en la exterioridad del individuo y que nos esforzábamos en codificar a la luz de la idea de causalidad) resultan ahora desplazados hacia el terreno de la interfaz, donde las diversas prácticas posmodernas sitúan la raíz de los vínculos entre el individuo y el conjunto de la sociedad.

En relación con la charla virtual, esos factores van perdiendo su naturaleza sustancial y comienzan a depender de la disposición de la interfaz de las máquinas electrónicas: en la medida en que esas interfaces se perfeccionen, siempre en un primer momento, los procesos de pensamiento nos resultarán menos necesarios y menos cargados de contenidos y fantasmagorías antropológicas. Sin embargo, en un segundo momento o en todos los siguientes, la herramienta virtual nos admite el facilismo —y preferimos el facilismo absoluto—. De allí provienen tanta laxitud y la pérdida de la vergüenza en la escritura; notemos que al respecto prácticamente nadie utiliza el corrector ortográfico de las plataformas de Internet, ya no es necesario, pues no importa; por supuesto, nadie lo dice porque tampoco se piensa.

Ella entró por la ventana…

Hacia los años setenta estas palabras, coreadas por The Beatles, desequilibraron la sensibilidad espacio-temporal hacia los patrones de la psicodelia; hoy los ha incorporado el diseño a casi todas las esferas del consumo masivo. La cita puede ser caprichosa, pero no el tema que evoca: la gramática de las ventanas ha entrado a funcionar de manera genérica para absorber la distribución de las informaciones en contextos que alcanzan vastos consensos y, sin duda, esto tiene que ver con la conversación virtual: si ella entró por la ventana… hoy ventana se dice Windows en casi todos los idiomas y, los hechos lo demuestran, funciona.

La anterior observación histórica no señala un fenómeno aislado; por el contrario, se enmarca en un período particularmente marcado por las dimensiones masivas de los cambios tecnológicos y por su penetración en todas las esferas de la vida, sobre todo en íntima, conectada con los hábitos de consumo auspiciados por los monopolios de las tecnologías electrónicas.

En este orden de ideas deben ponderarse simultáneamente las innovaciones tecnológicas y su manifestación en el consumo y en las actitudes de los ciudadanos del mundo. En rigor, el ambiente Windows es una gramática y la interfaz del usuario con la pantalla es una modalidad de lectura; lo que se debe estudiar ahora es el funcionamiento del lector en esa gramática.

Las anotaciones precedentes sobre el debilitamiento de las estructuras espacio-temporales del yo sugieren que es necesario retomar la investigación sobre los comportamientos del yo protegido por la virtualidad, particularmente la relación del yo con el procesador de palabras. En ese ámbito podremos captar los modos como el individuo, en condición de usuario, se articula a la gramática de la programación lineal que está encerrada en los programas de informática. Ya es tiempo de hacer investigaciones sobre la generación formada en los juegos de Nintendo para examinar sus patrones narrativos y su grado de intimidad con los programas que les sirven de soporte. De seguro se comprenderá que este no es un asunto de teoría: esa generación objetivamente existe y comienza a ser protagonista de la vida pública.

En torno a las inquietudes que nos ocupan, podemos adelantar, ya no como hipótesis sino como afirmación, que la eficacia de la interfaz ofrecida por los computadores no inhibe los impulsos emotivos del yo. Más bien, responde a ellos y, en la medida en que acorta los intervalos entre la enunciación y la reacción del interlocutor borra esa figura lejana que el psicoanálisis conceptualizó como deseo, al tiempo que la sustituye por formas alternativas de representación enmarcadas en las coordenadas del tiempo y el espacio reales de los programas, que se encarnan en la inmediatez de la máquina.

En este orden de ideas inscribimos, por ejemplo, las series de anomalías o perversiones del código verbal cuando pasa a la pantalla. Recordemos que allí llega en virtud de un relevo de código (virtualización) que obedeció al impulso de superar las barreras espacio-temporales y que culminó, por paradoja, en la sobrevaloración de la experiencia virtual, en detrimento de la presencialidad. Después de esa renuncia, el usuario accede a la soberanía casi absoluta y, por lo mismo, no es extraño que no atienda restricciones que usualmente limitaban su expresión; es el caso del recurso a fórmulas propias de la oralidad, puestas sin transición alguna en la pantalla:

No, no, claro que no, mira lo mejor es decirle nuevamente que no y no… [sic]

…bueno, en mi opinión el asunto no es tan grave, desde Venezuela te hubiera quedado muy difícil tabajar el asunto, bueno sí, tienes razon, nada perdían con informarte, calma, ah tu misma me dijiste un día, más se perdio en el Titanic, de todas formas como dijo un campesino: quede “putrefacto”… ja ja ja :). Mejor me calló. En mi opinión debes concertar una reunión y tratar el tema en forma regular y con los conductos regulares. Un gran abraaaaazo y un besooooote… [sic]

Una segunda variante de esta exploración debe ocuparse de los registros visuales de gramáticas no verbales, que se han incorporado a la conversación de Internet a través de las codificaciones del diseño gráfico y de los vínculos que conducen a hipertextos:

Uhhhh, mira, ehhhh, el proyecto se inicio bien y después de dos meses se desconfiguro todo, yo no quería decirtelo porque luego le caes a Juan y luego,

De manera general, los ejemplos considerados aquí indican que la compresión de tiempo y de espacio propiciada por Internet no debe interpretarse como un camino lineal y fantasioso hacia la descorporeización de la naturaleza humana; pero sí, en cambio, como una fuerte tendencia a liberar a los interlocutores para que accedan a la exterioridad del diálogo que los convoca con la urgencia y la inmediatez que hasta hace poco estaban bloqueadas por la inminente presencia del otro y de la sociedad que se evoca en el reconocimiento de lo otro.

Cabe esperar, con un desbordamiento de las individualidades virtualizadas detrás de las pantallas de los computadores, un simultáneo desbordamiento de las codificaciones del lenguaje verbal en la pantalla donde resbala la sintaxis empujada por procedimientos de iconización —vieja preocupación de la teoría semiótica— y del ámbito semántico, porque nos declaramos impotentes ante las taxonomías y las reglas de combinación implicadas en un programa.

2. La lengua oral coloquial transformada en texto escrito

Mándame un correo

Ha sido una evolución interesante. En el género epistolar (hoy agonizante por Internet) jamás encontramos la presencia de nadie; no existe la presencia del otro y en el camino todo se desvirtúa: «No responde porque no lo recibió», «probablemente se perdió». Frente al telegrama existe aún la mediación humana y, por lo tanto, el grado de error que desconfigura la certeza: «No se lo entregaron», «no lo encontraron». Ante la llamada telefónica: «No está y, además, odio hablar con máquinas». Pero la simultaneidad ofrecida hoy por el teléfono móvil, no sólo implica que se está aunque no se esté, sino que la observación delirante sólo puede ser: «¿Por qué no contestas?». Esta manía de obligar a que el otro esté se concretó con Internet: «No hay disculpa, te mandé un mensaje al correo».

En Internet se cuenta con el interlocutor al instante, y el emisor, en un alto porcentaje, cuenta con ser atendido de forma inmediata; de igual forma, la interacción humana reconstruye (simula) la actividad y las relaciones sociales de cualquier contexto en el espacio-tiempo inmediato y por el mismo camino se simula la interacción entre sujetos en forma visual. En Internet se reconstruyen las acciones y las relaciones, pero distantes del ámbito real, sin la presencia, es decir, virtualmente. Por eso, ritmos, modos, formas y estructuras de la comunicación verbal son virtualizadas en la lengua escrita; lamentablemente no se virtualiza la comunicación verbal estándar, los escritos en Internet son la transliteración de la conversación o el intercambio verbal coloquial caracterizado:

a) Función fática y presuposición:

Hola, precisamente hoy te iba a escribir, que casualidad tu mensaje,
Cuéntame, cómo has estado. El otro día me hablaron de tí. Bueno, la circular si la recibí, pero aún no te puedio… [sic]…

y en el ámbito de las normas en la Procuraduría eso es imposible, bueno, es importante contar contigo para este asunto, no te pierdas y saludos a todos, me imagino que ya te arreglaron el carro, humm, todo eso cuesta un dineral.

b) Espontaneidad, improvisación, emotividad, lenguaje familiar y sentido figurado:

… porque podrías venir al seminario ynios tomamos una copita de Jerez,anda di que si, esto te lo digo porque sabes bien que esta semana no trabajo y ando sin horario ni tiempo en el calendario. [sic]

Conozco un lugar Full donde almolzar… MI CASA, AH, no mentiras, es en el centro Bavaria, carnesita y fruticas, qué tal? [sic]

Qiubo hermano, aquí le anexo algunos de los documentos acordados. [sic]

c) Locución, tono, entonación, velocidad de elocución, intensidad, pausas y hasta simulación de los turnos de la palabra:

NOOO, no se puede, después del corte, no se puede girar, a menos que lo autorice el t tesorero, lamento en esta ocasión no poder ayudarte. [sic]

—…en estos días se podría decir que sí, que opinas?… Bueno, entonces hagámoslo, recuerda que el 16 es necesario entregarlo.

d) El uso de un lenguaje genérico, la imprecisión y el abuso del comodín:

Mira la cosa se debe proponer al Comité, luego si hay sugerencias se pueden corregir y ya no hay necesidad de debatirlo nuevamente. Lo bueno de eso, es que se elimina un montón de tiempo, el comité designa a alguien para haga o mejor mire las correcciones… [sic]

En el mismo sentido, la lengua escrita en Internet representa todos los contextos: interacciones cotidianas en forma multisensorial (escritura sensorial), contextos laborales, amistosos, conversación casual, etc. Todo esto permite modelar la intención y el sentido del hablante-escribiente que la estructura de la norma impide en el texto escrito tradicional.

Dos fenómenos se suman a todo lo dicho: por un lado, la Red y su interacción virtual tienen un alto grado adictivo. Por el otro, la tecnología de la instantaneidad se impone rápidamente sobre los otros medios; aun la conversación telefónica ha sido desplazada por Internet.11 Sociedad Red, mercado Red, economía y finanzas Red, conocimiento Red, comunicación Red: todo en tiempo real. Esto quiere decir que la comunicación por Internet es cada día mayor y su formalización en las prácticas personales aumenta a un ritmo acelerado, es parte consustancial a la vida moderna, hasta el punto de aumentar, en las prácticas de los sujetos, la velocidad de los intercambios.

Podemos, entonces, distinguir muchas líneas de interacción, entre las cuales hay tres de mayor circulación de correos y navegantes: las comunidades virtuales,12 las redes empresariales13 y los teletrabajos sumados a las organizaciones comunitarias, educativas o científicas.14 Todo este tipo de circulación se da en línea y en tiempo real.

3. La lengua escrita en Internet y la desfiguración de la norma

Internet nos aleja de las personas próximas y nos aproxima a las lejanas.

Paul Virilio15

Llegamos al punto, ya está claro el proceso de virtualización en Internet: presencia corporal, inscripción de la voz en la escritura, enmarcamiento visual, corporalidad; también es claro que la lengua escrita en Internet se da en forma inmediata. Pero ¿qué hace pensar que la lengua escrita en Internet es una virtualización de la lengua oral coloquial?

Para tal explicación haré una comparación literal entre las características del discurso coloquial y la lengua escrita en Internet, a partir de algunas características identificadas por Ana María Vigara.16

a) En el discurso coloquial, las primeras y las últimas frases representan una función fática, extensa, sin contenido temático. Observemos estos correos, en apariencia formales:17

Hola, precisamente hoy te iba a escribir, que casualidad tu mensaje, Cuéntame, cómo has estado. El otro día me hablaron de tí. Bueno, la circular si la recibí, pero aún no te puedio… [sic]

Bienvenido. Has vuelto de vacaciones con el espiritú renovado.
Sinceramente, el foro sin tus intervenciones me resulta opaco, por cierto ¡cómo abría que decir? ¡foroopaco, Foropaco?18 [sic].

Extensas funciones fáticas, el contenido temático se estructura con frases cortas y un notorio cambio de tono (por cierto, al Centro Virtual Cervantes no se le desconfiguran las tildes). Es muy poco común que un correo no traiga explícita la función fática, y en lugar de ello presuponga el contacto (la presencia simultánea del otro). Veamos otro ejemplo:

La Biblioteca de la Real Academia Española es una biblioteca pública de acceso libre. Usted no tiene necesidad de ningún tipo de permiso para trabajar en ella. Abre todas las mañanas, de lunes a viernes, de nueve y media a una y media. La dirección de la página de la RAE en Internet es la siguiente: www.rae.es Reciba un cordial saludo.19

En realidad, lo único que no recibí en ese mensaje de la Academia fue una bienvenida (además, espero que ese acceso no sea la repetición de «un estado morboso»); vale la pena marcar la repetición: «…usted no tiene la necesidad de ningún tipo de permiso», frase que pudo escribirse así: usted no necesita permiso para entrar.

b) La iteración, la recurrencia léxica y semántica. La norma es clara: uno de los principios básicos de la lengua escrita es el de la no repetición. En el habla coloquial la redundancia formal es una característica propia, se insiste (¿en forma intencional?). Retomemos un fragmento del último mensaje:

…es una Biblioteca pública de acceso libre

El hecho de ser pública hace suponer que el acceso es libre y que, por lo tanto, no se necesita permiso para ingresar; sin embargo, se insiste:

Usted no necesita de ningún tipo de permiso para trabajar en ella.

¿Cómo quedamos con las recurrencias léxicas y las semánticas?

Sí, sí, estoy seguro que sí… [sic]

No, no, claro que no, mira lo mejor es decirle nuevamente que no y no…

Claro, debemos dejar absolutamente claro ese argumento…

…y mira, al respecto tengo una posición sentada, uno debe ser claro, diáfano, trasparente, si la gente no actúa así, es problema de ellos, no mio… cierto, yo se que tu estas de acuerdo porque te conozco y sé que eres así… [sic]

Como podemos ver (y ahora recordar en nuestros mensajes) la escritura en Internet es repetitiva, al igual que la lengua coloquial hablada. En la mayoría de los casos se observa la intención de aclarar lo dicho; por ello, la repetición puede tomar varias formas, como expresar y definir enseguida o enunciar y ejemplificar repetidamente.

c) El comodín y la imprecisión en el uso del español. Sin duda, aquí encontramos los mayores ejemplos de la relación de las dos lenguas: realmente el formato del procesador de palabras Microsoft Word® enmarca el diseño y la configuración del texto. El ambiente se rige por normas y mecanismos ineludibles, y esto permite niveles de atención en la forma de redactar el texto; por lo mismo, hay cierto cuidado en el uso del lenguaje. Pero en Internet hay una total laxitud, pues se trata de una representación de lo oral y al hablar nadie marca tildes, tampoco se notan los errores ortográficos y la mayoría de barbarismos se pasan por alto, todo se contextualiza y la precisión no es necesaria.

Regresemos al mensaje de correo electrónico:

La Biblioteca de la Real Academia Española es una biblioteca pública de acceso libre. Usted no tiene necesidad de ningún tipo de permiso para trabajar en ella. Abre todas las mañanas, de lunes a viernes, de nueve y media a una y media.

Nada se pierde con utilizar la palabra entrada en lugar de acceso; mucho menos, con precisar el verbo trabajar, ¿se refiere a investigar, leer o, posiblemente, a un contrato laboral? Recordemos que la precisión es la segunda cualidad de oro de la escritura, y poseemos en nuestro idioma uno de los mayores acervos lexicográficos. Pero veamos otros casos (las bastardillas son mías):

… pese a lo aparatoso del accidente, quedaron muchos vivos… [sic]

No, mira fue ese error el que hizo que la calificación de la licitación bajara [sic]

…tenemos paradas las entradas al edificio, imagínate… y ahora para colmo amenazaron con ponerse en huelga de hambre… [sic]

Saludo, en buenahora lo tuyo, me alegra mucho, mira se me olvido meter el recibo en los papeles que te envié, no se si habrá algún problema… [sic]

En esa misma óptica nos encontramos con la tendencia a transformar nuestro idioma en un lenguaje genérico. Este fenómeno no es nuevo, pero se ha convertido en un error hiperbólico de la escritura en Internet, pues con los comodines se designa todo. Los libros de textos nos advierten acerca de algunos, como los verbos realizar, hacer, echar, pero ¿qué diremos de los sustantivos cosa, montón, cuestiones, caso, eso y vaina? Leamos estas frases (las bastardillas son mías):

Me he abierto una cuenta en LatinMail para las cosas urgentes.

Considero entonces que no hay un asunto más importante que la paz en el país…

…y no sé, lo note diferente, como si algo, alguna cosa lo acongojara …

…en relación con el proyecto, nos reunimos con el asesor y de esa entidad y aunque charlamos un montón sobre el asunto…

d) Las dinámicas de conversación. Estamos frente a un verdadero abuso del coloquialismo en foros, correos electrónicos, mensajes de prensa, etc., se desconfiguran los aspectos formales y convencionales de la lengua escrita; evidentemente, la lengua escrita en Internet simula una conversación, por lo regular placentera; en ella la fluidez es más importante que la claridad. El orador transformado en escritor (o viceversa) considera que facilita la comprensión de su mensaje y distensiona los procesos sociales o laborales (tal vez este es el acto más inconsciente de la escritura en Internet).

El registro escrito es un acto reflexivo, la escritura en Internet es inconsciente y fluye de manera espontánea al ritmo del pensamiento, de la inmediatez; se escribe como fluye:

…la solución la debe dar Alfredo… o mejor, por qué no enviamos de una vez la queja al director de finanzas… así hasta ganamos tiempo, si o…

Aquí está en juego el tercer valor de la escritura: la claridad. No se ha entendido que claridad no es sinónimo de sencillez, es sinónimo de perfección, en el sentido del cumplimiento de la norma; en efecto, son más claras las estructuras ajustadas a la norma, y al lector la norma le asegura el equilibrio común. En este panorama sí estamos ante una agobiante preocupación, no porque la lengua desaparezca, sino porque seguimos perfeccionando nuestro egocentrismo.

e) Simulación de lo gestual. El discurso coloquial es eminentemente gestual y la escritura en Internet quiere hacer esa simulación. Creo no equivocarme al afirmar que todos hemos recibido correos con expresiones como: «Auxilioooooo», «holaaaaaaaaa», «¿hay alguien por allíiiiiiii?»; cabe decir que incluso la construcción de vocablos, interjecciones y signos está a la orden del día, es una verdadera transliteración de un lenguaje que quiere representar a la fuerza los gestos acompañados de gritos, sabores, olores, etc.

f) El blablismo. Este «barbarismo ideológico» al que se refiere Avelino Herrera Mayor también se ha filtrado en la Red, en detrimento de la concisión. Es frecuente la aparición ya no sólo de reiteraciones, sino de abiertas redundancias, al igual que el llamado «cotorreo» que tanto difiere del sentido práctico y directo de la Red:

Pienso que ahora es el momento indicado para pedir que se reinicie de nuevo la labor…

De acuerdo con lo que conversamos personalmente en el mes de mayo durante la convención de Cartagena, qué ciudad tan bella, su centro histórico es bellísimo y nos atendieron muy bien, les comunico que la Universidad y empresa estudiarán la propuesta hecha por ti y por tu gente…

Parece, entonces, que lo común es cometer toda clase de errores, cuando lo mejor sería conocer las normas para no cometerlos. Eso me preocupa, pero definitivamente me preocupa más que no sólo se cometan los errores usuales, sino que se inventen tantos.

Y ¿ahora?

Es el momento de decir ciertas verdades. Sí, debemos apresurar el paso y perfeccionar nuestros motores de búsqueda en español, formalizar espacios interactivos de consulta y actualización; este hecho es verdaderamente importante, pues sabemos que nuestra Real Academia no es en verdad un centro de consulta interactiva y rápida, su portal es deficiente en información, sobre todo en actualización —recordemos que Internet abrió un gran espacio para la interacción y sobre todo para la participación—. ¿Me creerían si dijera que en la Academia Colombiana de la Lengua aún redactan sus documentos oficiales con máquinas de escribir y que no sabemos dónde están los boletines de actualización que seguramente le ha enviado la Real Academia? Al respecto, debo decir que gran parte del caos que prolifera en nuestro idioma ha sido posible porque no existen mecanismos que socialicen las admisiones, los usos, las españolizaciones, etc.; casi podemos decir que esa información es de uso confidencial de las Academias. Claro, también debemos explorar nuestros procesos educativos; presiento que la relación entre tecnología y lengua es (muy) distante. Los niños aprenden a conocer los computadores y navegar en la Red, seguramente a enviar correos (mi hijo de diez años de edad se comunica por medio de este sistema desde los cinco), pero ¿estamos involucrando los procesos de lectura y escritura en Internet?, ¿enseñamos a escribir en Internet?, ¿exigimos un tratamiento respetuoso a la escritura en Internet?

Según los psicólogos y psiquiatras, Internet y su sexo virtual han dejado al descubierto ciertas patologías en la sociedad; en ese sentido, la situación actual del español en la Red deja al descubierto un problema más de fondo: el uso del lenguaje culto sigue siendo un privilegio. Recordemos que en una época se cambiaron a la fuerza ciertas normas del latín y algunas pronunciaciones con el único objetivo de diferenciar al vulgo de la aristocracia. ¿Qué sería del mundo en general si ciertos científicos no hubieran regalado a la humanidad sus inventos? (llega a mi memoria el inmunólogo Manuel Elkin Patarroyo). Lamentablemente, en mi país la última versión de la Ortografía de la Academia cuesta la tercera parte del salario que ganan los padres de más del sesenta por ciento de la población escolar. Qué valioso hubiera sido poder leerla en Internet y desde allí imprimirla… Por lo pronto, trabajemos por despertar una actitud crítica y vigilante en la lengua escrita en Internet, que los usuarios del computador y la Red recuperen la vergüenza y el asombro; porque hasta ahora, como se ha dicho, frente a todas estas anotaciones sobre nuestra lengua escrita, los hablantes y redactores no reconocen la diferencia entre la ignorancia y la apatía en el buen uso del lenguaje, simplemente porque no saben y tampoco les importa.

Bibliografía

  • Abril, Gonzalo, Poscronotipos, tiempos y espacios en la sociedad de la información, Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 2001.
  • Castells, M., La era de la información, economía, sociedad y cultura, vol. 1. La sociedad Red, Madrid, Alianza.
  • Durand, G, Las estructuras antropológicas de lo imaginario, Madrid, Taurus, 1981.
  • González Quiroz, José Luis, La importancia de la tecnología en la lengua española, conferencia, I Congreso Internacional de la Lengua Española, Zacatecas, México, 7-11 de abril de 1997.
  • Landow, George P, Hipertexto, Ediciones Paidós, 1995.
  • Lévy, Pierre, ¿Qué es lo virtual?, Paidós, 1995.
  • Magadan, Cecilia, Blablablá, La conversación. Entre la vida cotidiana y la escena pública, La Marca, Buenos Aires, 1994.
  • Millán, José Antonio, Internet, una Red para el español, conferencia, I Congreso Internacional de la Lengua Española, Zacatecas, México, 7-11 de abril de 1997.
    Núñez Laverde, Luis, «El proceso espontáneo de la racionalización humana”, en Telos, n.º 58, julio-septiembre 1997, pp. 33-61.
  • Núñez Laverde, Luis, «La norma culta y la claridad de la lengua», en Telos, n.º 49, marzo-mayo, 1997, pp. 9-11.
  • Olmedo Ramos, Jaime, Presentación del panel «Tres décadas de red-acción: lengua y escritura en Internet», II Congreso de la Lengua Española, mensaje de correo electrónico, 2001.
  • Pagliai, Lucila, La situación del español en la ciencia y la tecnología, conferencia, I Congreso Internacional, de la Lengua Española, Zacatecas, México, 7-11 de abril de 1997.
  • Palomero, Mari Pepa, La corrección de estilo y los correctores, la lengua española en manos de Internet, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 2001
  • Quéau, Phillipe, Lo virtual, virtudes y vértigos, Ediciones Paidós, 1995.
  • Salazar, William Ángel, Alta redacción, PUJ, Bogotá, D. C. 2001.
  • Vigara Tauste, Ana María, Comodidad y recurrencia en la organización del discurso coloquial, Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 2001.

Notas

  • 1. García Márquez, Gabriel. Discurso pronunciado al recibir el Premio Nobel de Literatura, Estocolmo, 1982. Volver
  • 2. González Quiroz, José Luis, «La importancia de la tecnología para la lengua española», en Telos, 1997, pp. 79-85. Volver
  • 3. Me referiré a los textos escritos en la Red, no para la Red; los segundos —archivos adjuntos o pegados en portales científicos o de socialización de algún campo del conocimiento— han sido construidos en otros panoramas y con otras dinámicas. Volver
  • 4. Realmente a la lista de errores definida por Jaime Olmedo podemos agregar otros para que los amigos de las estadísticas nos ayuden con su descripción y regularidad. Sin duda alguna, hoy podemos dictar talleres de expresión escrita con textos en Internet, para ejemplificar todo lo que no se debe hacer; los errores más frecuentes ocurren en el empleo del acento, la conjugación y diptongación de verbos irregulares, el uso de las mayúsculas, la pertinencia de la puntuación, el manejo correcto de sustantivos, verbos, adjetivos y adverbios, la concordancia, el régimen de las preposiciones, las traducciones, las abreviaturas, las citas y referencias bibliográficas, la titulación, la numeración, los siempre nombrados purismos de la lengua (de barbarismos e impurezas ya nadie sabe) y las bien ponderadas y reconocidas erratas. Volver
  • 5. Me refiero a los errores de ortografía básica y a los errores formales del uso de los espacios, signos de puntuación, algunas conjugaciones irregulares, etc. Volver
  • 6. «El sistema no me permite poner tildes», «se me desconfiguró el texto», «mi computador no tiene la ñ»… Volver
  • 7. Palomero, Mari Pepa, La lengua española en manos de Internet, documento publicado por el Centro Virtual del Instituto Cervantes, http://www.cervantes.es/, 2001. Volver
  • 8. Idem.Volver
  • 9. Recordemos que procesos como éste son reconocidos en la historia del español: la koiné.Volver
  • 10. No obstante, aquí también aparecen las personificaciones y las máscaras, como en el caso del sexo virtual, en el que los usuarios que dialogan (escriben) dicen hacer cosas que en realidad muchas veces —la mayoría— no hacen. Pero qué diremos entonces: dicen lo que no hacen o dicen lo que nunca han podido hacer y quieren hacer. Internet ha permitido a la medicina y a la psicología descubrir patologías.Volver
  • 11. Todo lo que normalmente se hacía por otros medios, se hace hoy por Internet: consultas financieras, pagos de servicios, transacciones de todo tipo, correspondencia electrónica (amistosa, empresarial o comercial), compras, manejo de archivos, relaciones interpersonales, etc. Volver
  • 12. Con fines lúdicos, informativos, académicos, personales, sexuales, etc.Volver
  • 13. Comunicación interna y externa empresarial.Volver
  • 14. Regularmente esta última interacción se efectúa con archivos adjuntos, lo que asegura una calidad de texto normal o alta. Volver
  • 15. Virilio, Paul, Velocidad, lentitud, fin de siglo, Universidad del Valle, Cali, p. 39.Volver
  • 16. Vigara, Ana María, Comodidad y recurrencia en la organización del discurso coloquial. Universidad Complutense, Madrid. Volver
  • 17. El correo electrónico, en apariencia, se diferencia en correo formal (empresarial, comercial, informativo, etc.) y correo informal (familiar, amistoso, saludo, anuncio, etc.), pero existen características comunes a todos ellos: el manejo del discurso coloquial, el la elevada cantidad de erratas y todo lo demás afirmado en este texto. Las estructuras sintácticas estándares circulan sobre la información importante, pero también caracterizadas por el mal uso del lenguaje.Volver
  • 18. Texto publicado en el Centro Virtual Cervantes, http://www.cervantes.es/. Volver
  • 19. Correo electrónico enviado al autor el 18 de octubre de 2000, por el Departamento de Consultas, Real Academia Española. Volver