A comienzos de 1998 apareció un libro que marcó una línea de reflexión y actividad en la universidad a la que pertenezco. Se trata de la obra del entonces rector, Andrés Pedreño Muñoz, titulada, Universidad: utopías y realidades (Universidad de Alicante, 1994-1997), que cualquier lector puede encontrar ahora en .1 Fue un libro oportuno de los que no voy a decir que cambió nuestras vidas —sólo la gran literatura, o sea, Cervantes, García Márquez, y doscientos nombres más, lo ha hecho a veces—, pero sí contribuyó a cambiar alguna de nuestras actitudes: una reflexión sobre la universidad, en tiempos que para la nuestra eran críticos, por razones que no vienen al caso, se complementaba con proyectos precisos de los que se realizaron una parte importante: «en tiempos de turbación no hacer mudanza», decía Ignacio de Loyola; «en tiempos de dificultades, tengamos ideas», decía aquel rector. Son máximas complementarias aunque evidentemente no tengan el mismo sentido ni dimensión.
Se daba cuenta en aquel libro de un proyecto universitario en el que, entre las páginas 86 y 95, se trazan algunas ideas sobre «Las tecnologías de la información», en un momento clave, con unas incipientes páginas en la Red que daban cuenta de la universidad y con muchos proyectos, con una comisión que iba a trabajar ya duramente sobre unas líneas estructurales, docentes e investigadoras que, de alguna forma, como voy a intentar explicar, han sido una carta de presentación nuestra en los últimos años. Y como los tiempos de turbación siguen, espero que en esto no hagamos mudanza.
En las páginas de aquel libro se encuentra una reflexión sobre lo que iba a significar Internet en nuestros hábitos docentes y culturales, lo que estaba significando ya y exigía ser asumido como un desafío imprescindible. Una frase para la memoria de aquel período: «Si la Universidad Pública no asume Internet, la única Universidad que quedará en el futuro se llamará Bill Gates»; otra más acuciante: «una semana en relación a lo que hacemos en Internet es como un año de antes».
Aquella comisión puso en marcha inmediatamente algunas iniciativas que sólo voy a enumerar: el fortalecimiento de una web (http://www.ua.es/) que contiene más de veinte mil páginas en la actualidad y que ha sido modelo, incluso a veces no autorizado y copiado exactamente, para varias otras webs universitarias; una dinamización del correo electrónico como forma imprescindible de comunicación académica y administrativa; la creación de una intranet en la página de la universidad como es el Campus virtual que sirve como plataforma de docencia con los materiales para las clases, tutorías, evaluación, información administrativa, etc.
Estos desarrollos se consolidaron inmediatamente en un conjunto de proyectos, a través de un laboratorio multimedia, en los que la videoconferencia como método de relación permanente se complementaba con la puesta en marcha de una plataforma informática, exportable y exportada en Latinoamérica, como es el Microcampus, en donde una reducción de funciones del Campus Virtual permite la compatibilidad con varios sistemas para realizar aplicaciones docentes.
Sobre esta plataforma tecnológica siempre hemos explicado que no podemos decir que sea mejor que las múltiples ofertas de software similar que nos llegan de los Estados Unidos, pero que tiene una virtud principal: que está en castellano en toda su construcción, desarrollo y uso. De ahí su presencia ya en varias universidades de América Latina.
Se elaboraron también tecnológicamente los cursos de español del Instituto Cervantes para Internet. En fin, se han realizado múltiples proyectos que situaron a nuestra universidad en diálogo inter pares con los centros más importantes computacionales del mundo y con proyectos europeos y con servicios a empresas en los que se estaba diseñando un proyecto de parque científico basado en la aportación que la universidad podía ofrecer a las empresas que, desgraciadamente, no pudo iniciarse, aunque eso, por supuesto, no es motivo de este congreso, sino de otro que tuviera un título borgeano y se llamase Historia Universal de la infamia.
Hacia enero de 1999, el entonces rector puso en marcha una iniciativa consistente en la creación de una Biblioteca Virtual de textos literarios españoles e hispanoamericanos, iniciativa que había acogido como mecenas el Banco de Santander y su presidente D. Emilio Botín.
Confieso que, en aquel primer momento, fui de los que desconfiaron de la propuesta de la que comencé a tener noticias en marzo con la contratación de un primer grupo de jóvenes que iban a trabajar en el proyecto y que inmediatamente fueron más de un centenar. Mi desconfianza procedía sin duda del desconocimiento de las posibilidades que Internet podía ofrecer en el terreno de la divulgación cultural y estaba originada también por la exclusiva visión del libro como un objeto definido desde Gutenberg hasta nuestros días por un medio físico, el papel, insustituible. Sobre cuándo empecé a darme cuenta de la importancia que el nuevo medio de difusión representaba, es algo difícil de precisar por la velocidad con que se ha desarrollado el proyecto, gracias al trabajo incansable en el mismo de un conjunto amplio e ilusionado de personas.
Pasados ya los dos años de su inauguración, a fines de julio de aquel 1999, quiero reflexionar sobre una experiencia que ha sido central en la presencia internacional de nuestra universidad en los últimos dos años. Casi siete mil títulos en la Red, junto a otros muchos recursos, avalan nuestra experiencia.
Utilizamos desde el principio una metáfora tan conocida como la que Jorge Luis Borges creó en La Biblioteca de Babel: «Cuando se proclamó que la Biblioteca abarcaba todos los libros, la primera impresión fue de extravagante felicidad. Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono. El universo estaba justificado, al universo bruscamente usurpó las dimensiones ilimitadas de la esperanza». La Biblioteca Universal era el objetivo último que, centrado en textos en castellano y abierto a las otras lenguas peninsulares, movía nuestra iniciativa originalmente. Pretendíamos digitalizar en un plazo prudente (cuatro, cinco años…) unos treinta mil textos en un proyecto en el que, bajo el mecenazgo principal del Banco de Santander y la Fundación Marcelino Botín, trabajan en la actualidad unas ciento veinte personas (de formación informática, filológica, humanística y documentalistas). Este proyecto, con más de setenta millones de peticiones de información en dos años, demuestra su utilidad y su universalidad desde el principio.
La Biblioteca no solamente quiere ser universal por su contenido, sino por la facilidad de acceso a la misma. El uso de la Biblioteca es gratuito y el hecho de no poner limitación en su uso (al principio recibimos extrañas sugerencias para que, mediante tarjetas de crédito, el lector pagase cánones de derechos de autor) justifica que, desde el principio, la Universidad de Alicante y su mecenas principal en este proyecto estuvieran realizando un servicio público de indiscutible valor. Tenemos suficientes testimonios de lectores agradecidos, fundamentalmente desde Latinoamérica, donde el libro sólo es un valor probable de uso masivo en algunas ciudades.
Para perfilar el trabajo de una forma legalmente válida, la primera decisión fue contemplar la Ley de Propiedad Intelectual en la cuestión referente a derechos de los autores y de sus derechohabientes. Los ochenta años que la Ley marca en España desde el fallecimiento de un autor para que sus textos pasen a ser de dominio público ha sido el primer criterio que nos ha guiado. El año de 1920 marca este 2001 el tope cronológico que nos permite editar sin reservas de ningún tipo. Este año, por ejemplo, hemos procedido a la edición total de la obra de Benito Pérez Galdós, fallecido en 1920.
La cuestión inmediata que hubo que resolver concernía al origen de los textos. Se asumía que una gran parte de textos clásicos tienen el derecho añadido del preparador del texto y de las editoriales que han fijado en ediciones contemporáneas su fiabilidad textual. Era difícil valorar de una forma absoluta estos criterios (si alguien ha fijado un texto, el mismo sigue siendo de su creador literario, si la fijación es verdadera y el texto modificado es del autor…), pero aun así optamos por no incluir este tipo de obras, aunque fueran de dominio público, sin el acuerdo con el preparador o la editorial.
La negociación con editores críticos y con editoriales abrió un necesario camino que ha permitido soluciones positivas para todos. Si una editorial o un preparador ceden los derechos del texto editado, sin acompañarlo de notas ni prólogos, y la Biblioteca Virtual lo edita haciendo explícita mención y publicidad de la editorial y la obra, posiblemente estemos entrando en otra dimensión de la Biblioteca Virtual: su apoyo a la industria editorial. Tenemos bastantes obras que reproducen este procedimiento. El lector se encuentra un texto y una portada de su edición contemporánea que, a través de un enlace al sitio de una editorial, le puede llevar a la compra directa del libro, allí donde el libro se encuentre, porque ya he dicho que en algunos espacios de gran uso de nuestra Biblioteca, como América Latina, el lector no encontrará el libro impreso de una forma fácil y, sobre muchas obras presentes, tampoco lo encontrará en España. Si alguien revisa la espectacular Biblioteca de Autor Calderón de la Barca encontrará que, de las más del centenar de obras que allí están presentes, sólo unas quince tienen vigencia editorial impresa. Y en éstas hay un acuerdo que ha permitido la edición y la publicidad de ediciones contemporáneas.
Fue frecuente en los primeros meses de la Biblioteca la comunicación de lectores que no querían un estudio sobre un autor, como en muchos casos existía, sino la obra del mismo («yo a quien quiero leer es a Machado, a Benedetti, etc.».). Una biblioteca que, por definición, era gratuita difícilmente podía pagar derechos de autor que hubiesen permitido la edición de contemporáneos. Y a partir de aquí, difícilmente podía realizar contratos editoriales. Una actitud generosa por parte de algunos autores y casas editoriales, permitió configurar Bibliotecas de Autor de las que ya más de una docena están presentes, con una selección acordada de textos, con la voz del autor, con imágenes del mismo, con instrumentos críticos como bibliografías y trabajos de estudiosos sobre su obra, con vídeos grabados a propósito por el excelente grupo de imagen de la Biblioteca en los que el autor se iba presentando. Hace más de un año inauguramos la primera Biblioteca dedicada a Mario Benedetti, que generosamente nos había dicho, como en tantas otras cosas, que podíamos hacer lo que quisiéramos. Un acuerdo con la editorial que publicaba sus obras poéticas nos permitió que unos cuarenta poemas antologados (y acompañados por su voz e imágenes) sirviera también de entrada publicitaria a sus libros. Quien entre a la Biblioteca en la actualidad tendrá varios autores más (Oliverio Girondo, Roberto Artl, Dulce María Loynaz, Arturo Uslar Pietri, Nancy Morejón, Gonzalo Rojas, Ángel González, etc.) que personalmente, o sus derechohabientes, han autorizado este recurso. Unos cuarenta autores paraguayos contemporáneos han entrado recientemente en un portal específico sobre este país, pues no es difícil descubrir que autores actuales pueden resolver desde Internet determinadas inercias que provocan desconocimientos y aislamientos culturales.
Otra forma de entrada ha sido la que desde determinadas instituciones se nos ha propuesto. En el portal de la Biblioteca Nacional de Chile, el lector puede encontrar tres obras de Pablo Neruda. Una de ellas es la edición facsimilar de España en el corazón en la primera de 1938, realizada en plena guerra civil. Hay cuatro ejemplares en el mundo. La Fundación Neruda cedió generosamente estos derechos para que haya un quinto ejemplar, virtual y universal, que permita conocer un libro mítico que, como condición propuesta y cumplida por nosotros, ni se puede imprimir ni bajar de la Red a un soporte propio. Hay otros casos así en la Biblioteca.
El visitante de nuestra Biblioteca encontrará muchas otras posibilidades que, en la brevedad de un artículo, no puedo más que enunciar: Bibliotecas históricas (ricas en recursos como manuscritos que sólo pueden estar en el archivo que los deposita y en la Red); Bibliotecas de voces —proyecto que se desarrolló para la comunidad invidente y donde hay un excelente Quijote grabado en su integridad de reconocido uso pedagógico—; Bibliotecas de signos (donde la comunidad sorda puede leer a Machado o a Neruda en imágenes), un recurso negociado con unas treinta editoriales ya como Primera vista, donde un capítulo de una obra contemporánea es una invitación a buscar la misma en el mercado; tesis doctorales; Bibliotecas de grupos de teatro (Tricicle, Dagoll Dagom, a la espera de varias más de grupos que están considerando nuestra páginas como su sitio oficial…). Junto a estos apartados, los portales de Bibliotecas Nacionales que se presentan en la nuestra (la de Cataluña, Chile, Argentina, y en desarrollo muchos más), el portal de literatura infantil, o la inmediata Biblioteca de Cinematografía, forman parte de entradas que seguro serán útiles al lector. En fin, recursos que hemos ido resolviendo con acuerdos y abriendo paso a una idea que es la que nos preside: un recurso como Internet es algo potentísimo para dar una vuelta a las comunicaciones, a la formación y a la presencia de un lector que probablemente sólo puede acceder a libros y otros recursos desde el ordenador.
Las propuestas del proyecto hacia América Latina se hicieron esenciales desde el principio. Se trataba de ofrecer una Biblioteca Virtual como recurso a un conjunto de instituciones, cuya riqueza de fondos bibliográficos y cuyo patrimonio merecían estar en la Red, y aunque, antes o después, éstas tendrían que resolver esta presencia, la oferta fue confluir desde el primer momento con nuestra Biblioteca de Textos Hispánicos ya desarrollada: El Colegio de México, el Instituto de Literatura y Lingüística de la Habana, la Biblioteca Nacional de Chile, la de Argentina, la de Perú, la de México, la de Venezuela, etc. han sido iniciativas comenzadas y, en varios casos, ya abiertas en la Red Institucionalmente la Universidad de Alicante y el Banco de Santander han apoyado además una serie de presentaciones en México, Chile y Argentina que, por la relevancia que han tenido —en Chile, por ejemplo, presidió la presentación el presidente de la República— significaban un alto nivel de compromiso con las instituciones que desarrollaban la Biblioteca junto a nosotros y una afluencia inmediata de millares de lectores que conocían la existencia de la Biblioteca a través de aquellos actos.
Quiero presentar rápidamente algunos recursos principales que configuran la Biblioteca, detallando las web que permiten comprobar su valor:2
Quiero concluir esta ponencia con una idea que es la que me ha mantenido ilusionado estos meses, unido a la actividad de los trabajadores y directores de área de la misma que son los que han ido realizándola y configurándola.
Estamos viviendo un cambio principal en la comunicación que va a configurar el nuevo siglo desde otras posibilidades. La Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes es la propuesta más consistente hispánica en el terreno de la cultura a través de la informática. No se intente cercenar nunca la grandeza del nuevo espacio que se está llenando de contenidos. Mediante acuerdos, comprensión y aceptación de que es beneficioso para todos, podemos llegar a consolidar este proyecto que definió con grandeza un reciente doctor honoris causa de nuestra universidad. Cito las palabras pronunciadas el pasado año por el entonces secretario de las Academias de la Lengua hispanoamericanas, profesor Humberto López Morales, en su investidura. La extensión del texto se justifica porque explica mejor que nadie lo que pretendemos. Dijo así en su comienzo: «León, Nicaragua. Febrero de 2000. De pronto, quedé frente a frente a unos ojos tristísimos de los que salían impresionantes lágrimas de mármol. Aquel león, símbolo de la ciudad, inmóvil en su piedra, yacía acongojado, sabedor como era de que guardaba los restos mortales de Rubén Darío, del preclaro Rubén. Mi ilustre anfitrión mencionaba fechas, nombres, detalles, que yo solo oía a veces, prendado como estaba de aquella mirada, normalmente fiera y ahora vencida por el dolor. Seguí contemplando la escultura mientras me lo permitió mi camino por aquel bosque de columnas sobrias y corpulentas de una espléndida catedral, digna de alguna gran ciudad virreinal. Las personas que me acompañaban se dispersaron momentáneamente, según nos acercábamos a la puerta principal. Yo también me detuve ante una deslumbrante talla barroca. Contemplaba el manto de aquella virgen desconocida para mí, cuando escuché a mis espaldas una voz muy dulce que me decía: «Es muy lindo que esté usted aquí con nosotros». Nos intercambiamos sonrisas y alguna que otra palabra de cortesía. Era una chica joven de rasgos indígenas, que llevaba unas gafas minúsculas. A los pocos minutos me confesó su agradecimiento a los españoles: ella, una estudiante pobre de una pobre ciudad de provincia, situada en el corazón de la América Central, tenía acceso a muchísimos libros, «que ni siquiera podían conseguirse en Managua» —insistía—, gracias a la Biblioteca Virtual de la Universidad de Alicante. Las palabras de aquella chica me emocionaron aún más que la imagen del dolorido león de la tumba de Rubén. A pesar de que todavía no había recibido yo la honrosa distinción de ser incorporado a este claustro, sentí orgullo de ese espléndido proyecto de esta Universidad, que ya es también mía, y gratitud sin límites ante una auténtica obra de cultura y de humanidad. Sumo mi voz a la de aquella joven nicaragüense para agradecer a usted, Sr. Rector Magnífico, ese impagable regalo que hace a nuestras gentes del otro lado del Atlántico».
Que la imaginación, la solidaridad y la generosidad amparen sobre todo los derechos de esa chica nicaragüense.