La premisa de cuanto quiero exponer ante ustedes resulta, en mi opinión, una obviedad: la potencia de una lengua no depende tanto de la cantidad de quienes la hablan, como de la calidad de su uso. Es la cultura producida en una lengua determinada la que establece la importancia del idioma.
He sido invitado como director de la Agencia EFE y considero por ello que mi intervención debe centrarse en la aportación que, en esta época de cruce de milenio, debe hacer el periodismo para que el español continúe siendo una lengua pujante como instrumento mundial de comunicación, lo que significa casi lo mismo que decir adaptación a las nuevas demandas del público y capacidades de los sistemas operativos.
Pues bien, estos años que vivimos se caracterizan por dos términos estrechamente relacionados: digitalización e Internet.
La digitalización fue un proceso previo. Cualquiera sabe lo que significa: convertir al código binario de ceros y unos cualquier soporte, desde texto a televisión. Comenzó hace más de un cuarto de siglo, cuando en los pasados años 70 empezó a generalizarse la informática en las redacciones de los medios de comunicación. Se consolidó de manera plena a finales de los 80 y en los 90, cuando se multiplicó por miles de veces la capacidad de almacenamiento de los ordenadores, sin que ello supusiera un coste adicional significativo. En apenas diez años, por ejemplo, se pasó del disco de 1,44 megas de capacidad al disco versátil digital de 17 gigas, lo que supone haber multiplicado por 12 000 la disponibilidad de memoria, en lo que se refiere a pequeños sistemas de almacenamiento de información. El soporte más complejo, como es la imagen animada, de cine o televisión, ha visto cómo películas de más de tres horas de duración pueden ser almacenadas, con extraordinaria calidad, en un DVD.
Esa posibilidad técnica de utilizar grandes recursos de memoria es la que ha permitido el éxito de Internet. La Red mundial sólo tiene ocho años de existencia comercial, puesto que no fue liberalizada hasta 1993. A pesar de su corta edad, hoy podemos ya afirmar que Internet es una herramienta de comunicación generalizada, que se ha difundido y sigue creciendo a mayor velocidad que cualquier otro sistema anterior: escritura, caminos, tracción animal, navegación, papel, correo, navegación a vapor, ferrocarril, fotografía, telégrafo, teléfono, cine, automóvil, aviación, radio, televisión o satélite.
Para el periodismo, Internet es un nuevo soporte, como en su día lo fueron el periódico, la foto, la radio o la televisión. Al mismo tiempo es un medio de difusión de estos cuatro soportes anteriores y multiplica de modo literalmente ilimitado la capacidad de transmitir información: a cualquier punto del mundo —incluido el espacio exterior—, de manera instantánea, en cantidad que puede considerarse prácticamente infinita y en cualquiera de los soportes existentes, o bien, lo que es propiamente Internet, integrando a todos ellos en un formato multimedia.
No afirmo nada nuevo si digo que la presencia en la red Internet es crucial para consolidar y potenciar el uso del idioma. Tampoco es novedad que los medios de comunicación juegan un papel crucial, gracias a su extraordinaria fuerza como agentes de información y al interés que son capaces de generar. A diferencia de otros muchos sitios o emplazamientos de la llamada gran tela de araña mundial, los productos de los medios se renuevan como mínimo todos los días, y cada vez en mayor proporción tienen personal dedicado a actualizar los contenidos con la mayor rapidez posible. Es decir, son emplazamientos vivos, de frecuente renovación, repletos de información muy diversa de interés general, con abundantes recursos gráficos y que se esfuerzan por lograr una presentación atractiva. Es decir, son una rara avis de calidad en el mundo Internet, como cualquier navegante que me escuche ha tenido ocasión de comprobar.
Permítanme que les exponga dos pronósticos a este respecto. El primero es que la explotación de las capacidades informativas de la red apenas si ha empezado. El segundo es que las organizaciones dedicadas a la difusión de información que consigan una estructura competente, sean las existentes hasta ahora o con más probabilidad nuevas organizaciones que entiendan mejor los desafíos y las oportunidades de la red mundial —sin automatismos descerebrados que tienden a perecer, víctimas de la saturación— ocuparán de manera creciente las posiciones más relevantes del mercado Internet: en calidad, en visitas y también en ingresos.
Lo que también puedo decirles como aportación propia es el fruto de la experiencia acumulada durante los últimos cuatro años al frente de lo que constituye el mayor proveedor de contenidos periodísticos en español en el mercado Internet, como es la Agencia EFE. Somos, de hecho, la única organización en nuestro idioma capaz de actualizar cada minuto del día informaciones de cualquier parte del mundo y de cualquier tema, gracias a una red de más de dos mil periodistas que trabajan 24 horas los 365 días del año. La tecnología nos permite, además, que esa capacidad de difusión sea prácticamente ilimitada en texto. Las noticias se difunden en cuanto están listas, sin las colas que eran frecuentes hasta hace bien poco. El ritmo alcanza en los momentos más intensos hasta ocho o nueve noticias por minuto, aunque la media diaria es de unas 3000, es decir, algo más de dos por minuto. En fotografía no se necesita ni siquiera un minuto para transmitir una imagen que ocupe de siete a ocho megas de memoria, lo que significa color y calidad máxima hasta unos 25 centímetros de lado. En la práctica, la capacidad es también ilimitada.
EFE dispone asimismo del mayor banco de datos en español, iniciado el 1 de enero de 1988 gracias a un proceso de almacenamiento y depuración de la producción diaria, que se ha mantenido sin interrupciones. A día de hoy, el banco de datos cuenta con cinco millones y medio de noticias y documentos de los últimos catorce años: ordenados, actualizados de forma sistemática, accesibles por Internet y con diversos sistemas de búsqueda, incluso por texto libre, lo que permite localizar cualquier información en unos pocos segundos.
En 1998, y gracias al citado aumento de capacidad de memoria de los sistemas informáticos, se constituyó la fototeca digital. No sólo se almacena la producción diaria, sino que también está en marcha la digitalización de los archivos históricos, lo que constituye una larga tarea, apasionante desde un punto de vista intelectual y que ya está permitiendo reconstruir una historia gráfica de España que en gran medida estaba inédita. La fototeca tiene ya medio millón de fotos almacenadas, y también es accesible por Internet para los clientes de la agencia.
Durante los últimos años se ha efectuado asimismo la digitalización del archivo literario —y su compleja digitalización de los fondos históricos— (en 1999) y la digitalización integral de radio (en el año 2000). El último soporte pendiente, la televisión, era por razones obvias el más difícil, pero su digitalización ha comenzado ya en este año 2001.
Desde hace varios años, la inmensa mayoría de los medios de comunicación en español dispone ya de su emplazamiento en Internet. Ha sido patente, asimismo, el esfuerzo continuado por mejorar su presencia. Estas iniciativas tienen una extraordinaria importancia para facilitar y reforzar la comunicación en nuestro idioma, y deben continuar en cuatro aspectos básicos: la digitalización integral de la producción informativa, la convergencia de los soportes para operar en entorno multimedia, la digitalización de los extraordinarios archivos históricos que suelen atesorar los medios de comunicación y el progreso constante de la calidad. El formato idóneo para el soporte Internet todavía no está plenamente desarrollado y apenas si ha dado sus primeros balbuceos en lo que se refiere a la publicidad. Es lógico. Lo mismo pasó con la prensa escrita, la radio o la televisión. Pero conviene estar al día en lo que con mucha probabilidad será un desarrollo muy rápido. Y si aceptan un consejo, mezclen gente muy joven con profesionales veteranos a la hora de llevar a cabo ese desarrollo. Nadie entiende la lógica de Internet mejor que los más jóvenes. Y nada como la experiencia para afinar las intuiciones y convertirlas en un producto útil.
Me gustaría exponerles, por último, las últimas dos iniciativas que la Agencia EFE tiene en marcha y que están vinculadas tanto al idioma como a Internet. Las agencias somos mayoristas de la información periodística y no solemos llegar directamente al público, pero ya estábamos en línea hace casi siglo y medio —la norteamericana Associated Press comenzó a utilizar el telégrafo en 1860—; desde la invención del teletipo el siglo pasado la línea ha sido nuestro sistema de relación con los clientes, y las pantallas sustituyeron a los teletipos hace ya unos veinte años. También producimos gran cantidad de información, en todos los soportes, las 24 horas. En definitiva, ningún otro medio se parecía tanto a lo que hoy es Internet, de ahí que la adaptación de las agencias de noticias a la Red mundial y la expansión de su negocio haya sido más rápida y más acusada que en el caso de periódicos, revistas o emisoras de radio y televisión.
Desde esa experiencia acumulada y al servicio permanente de nuestros abonados, entiendo que el principal reto de estos años es atender la demanda de productos multimedia para los emplazamientos de periódicos y emisoras en la red mundial. EFE se encuentra en vías de cambiar toda su organización para actuar de forma coordinada en entorno multimedia, lo que a su vez permitirá la rápida elaboración de productos informativos multimedia, de la misma forma que hoy transmitimos noticias de texto, fotos, infografías, documentos, cortes de radio o grabaciones de televisión. El objetivo es el de siempre: permitir a los medios de comunicación en español disponer de un producto de calidad a un precio económico, sin que tengan necesidad de desarrollar un sistema propio de captación de información y de edición, algo que en casi todos los casos resulta prohibitivo por razones de coste.
La segunda iniciativa se ha puesto en marcha este mismo mes. Hace apenas unos días se puso en marcha en Brasil el servicio de la agencia en lengua portuguesa. El producto no tendría mayor interés de no ser porque el servicio no se efectúa con traductores, sino con un programa informático de traducción automática, desarrollado por la misma empresa que efectuó el programa de traducción del español al catalán para El Periódico de Catalunya, y que también utilizamos nosotros para nuestro servicio en lengua catalana. Aunque por supuesto hay unos editores que supervisan y corrigen la traducción del ordenador, la fiabilidad del sistema está muy próxima al ciento por ciento.
Esta experiencia me parece útil para lo que yo entiendo que debería ser una iniciativa respaldada por este II Congreso de la Lengua Española y con la que terminaré mi intervención.
Pienso que también en cuestiones de idioma debemos pensar en términos globales. Durante los últimos tiempos, debido tanto a razones políticas y económicas como a la expansión de Internet, se ha generalizado no ya el uso, sino la concepción del inglés como lengua universal de comunicación.
Muchos suponen —y no les faltan razones para entenderlo así— que la alternativa más eficaz para entenderse en este planeta cada vez más relacionado es el uso del inglés, en aquellas ocasiones donde el beneficio de un lenguaje común resulta más evidente: grandes acontecimientos, congresos profesionales, la Red mundial, comunicaciones científicas, aeropuertos, etc.
No seré yo quien deje de reconocer las ventajas de un idioma de uso universal y tampoco me remontaré a Babel para afirmar que las probables pérdidas de lenguas minoritarias que se van a producir en los próximos decenios me conmueven sólo de forma relativa: basta con situarse en el pellejo de los miembros de esas comunidades lingüísticas para advertir el efecto de barrera y aislamiento —hasta el límite de la exclusión— que soportan.
Lo que sí afirmo es que en el mundo hay, además del inglés, otros idiomas con suficiente masa crítica como para continuar siendo herramientas útiles de comunicación, y que entre todos ellos el más destacado es el español.
Creo que merece la pena destacar algunas de las virtudes de nuestro idioma, que le hacen óptimo para esta era caracterizada por la tecnología. En primer lugar utiliza el alfabeto latino, que debido a su cultura, extensión y sencillez se ha convertido históricamente en el más eficaz del mundo, hasta el punto de que numerosos idiomas de otro origen —como el turco, el vietnamita o el suajili— lo han adoptado en su escritura. El lenguaje html que utiliza Internet permite el uso de cualquier alfabeto, pero los distintos teclados del ordenador los agrupa, de hecho, en redes distintas. En Internet hay una red gigantesca que emplea el alfabeto latino y que es la única verdaderamente universal. El resto son marginales.
En segundo lugar, el español tiene una gran similitud entre su fonética y su expresión escrita. Lo sabemos desde niños: el español se escribe como se habla, decimos. Claro está que se trata de una exageración, pero básicamente es verdad, sobre todo en términos relativos, cuando lo comparamos con idiomas como el inglés, el francés o el alemán. Esto facilita su lectura —nunca tenemos que preguntar cómo se pronuncia y pocas veces cómo se deletrea una palabra determinada, lo que es moneda corriente en el caso del inglés—. También supone una gran ventaja para el aprendizaje de los niños. En ningún otro de los grandes idiomas del mundo los niños aprenden tan rápido a leer y escribir correctamente como en el caso del español. Es normal que los niños lean correctamente a los cuatro o cinco años y, al menos con el plan de estudios que yo seguí, a los ocho años las faltas de ortografía eran escasas, cuando no inexistentes. Semejante velocidad no es posible con cualquiera de los otros idiomas citados. Esta sencillez tiene en nuestros días una bondad añadida: la conversión automática de voz a texto o viceversa, que es uno de los capítulos donde más se está desarrollando la informática.
El español, por otra parte, es el idioma oficial y básico de veinte países distintos, con centenares de millones de personas que lo hablan desde la cuna y con millones de estudiantes en prácticamente todos los países del mundo, lo que es algo que no tiene parangón.
Por último, y es a donde quería llegar, el español se ha convertido en el más extendido de los idiomas latinos. En el mundo hay casi 700 millones de personas cuya lengua materna es de raíz latina: las más importantes son el español, el portugués, el francés, el italiano y el rumano. Ésta es asimismo otra de nuestras ventajas, la pertenencia y el liderazgo de la familia idiomática más importante del mundo.
Mi propuesta es que aprovechemos esta ventaja. No pienso que haya que poner cortapisa alguna a la creciente extensión del inglés, sino utilizar nuestras capacidades. La experiencia que tenemos en traducción automática muestra que es no sólo posible, sino también asequible en términos económicos, el desarrollo de estos programas. Imaginen ustedes si pudiera disponerse en Internet, de manera automática, de herramientas casi perfectas de traducción entre los principales idiomas latinos. Dispondríamos de una red impresionante, capaz incluso de medirse con el inglés.
No intentemos ponerle puertas al campo. Lo que cuenta son las iniciativas y mi propuesta es que de este congreso salga una iniciativa favorable a la puesta en marcha de programas automáticos de traducción, de uso público, entre los principales idiomas latinos, como medio para reforzar, no sólo al español, sino también a todos ellos.