Al abordar el tema del español e Internet surge inmediatamente la necesidad de plantearnos dos caras de una misma moneda: por un lado, el español específico de la Internet y por el otro, el español que se usa en la Red
El léxico propio de Internet lo trataremos en el apartado dedicado a La Internet en español, mientras que el uso de la lengua en la comunicación digital lo analizaremos en El español en los mensajes electrónicos.
Las nuevas tecnologías son, actualmente, la principal fuente de voces nuevas en nuestro idioma,1 e Internet actúa no sólo como fuente, sino además como el vehículo más eficaz y veloz que se haya visto nunca para generar y difundir dichas voces.
Basta leer algunas páginas electrónicas, revistas especializadas en informática, en Internet, o simplemente hablar sobre alguna aplicación de Internet con estudiantes universitarios, incluso con niños de doce años, iniciados en el mundo de la Red, para concluir que en el léxico de todos los textos, sean orales o escritos, se observan entre otros los siguientes fenómenos:
Se da pues una alternancia de dos lenguas, en este caso de español e inglés, así como un lenguaje híbrido conocido por todos como espanglish,2 que, además tiene sus propias variedades. A esto hay que añadir el uso muy frecuente de siglas que corresponden a términos en inglés.
El proceso de incorporación de voces nuevas puede ser más o menos largo, puede seguir un camino u otro: primero, se incorpora como calco; más tarde, alterna con el término español o sufre una adaptación al español, bien por las dificultades fonéticas que presenta bien por utilidad. También es frecuente que convivan varias formas hasta que el uso determine la definitiva.
Estamos de acuerdo con Ernesto Sábato en que «el idioma lo hace la comunidad lingüística toda, de modo misterioso, disparatado pero vivo», pero consideramos que ante la posición dominante del inglés se hace de todo punto necesario crear una conciencia colectiva de que nuestra lengua es lo suficientemente rica como para nombrar cualquier concepto, idea, objeto o producto —las excepciones son muy pocas—.
Efectivamente, toda la comunidad lingüística hispanohablante está implicada en el proceso de incorporación de estas nuevas palabras en la lengua española, aunque cada uno tiene sus propias responsabilidades: a la Administración, a los científicos y a los profesionales les corresponde impulsar el uso del español en las ciencias y en la técnica. A los académicos y lingüistas, proporcionar con celeridad y flexibilidad las equivalencias en español; y, de manera urgente, a los Estados y a todos los medios de comunicación, abrir y potenciar los canales de difusión de las voces nuevas entre todos los hispanohablantes.
A lo largo de toda la historia de la lengua española se han ido incorporando palabras de otras lenguas, palabras árabes o palabras indígenas de América, voces del francés o del inglés. Ahora bien, en unos casos los neologismos son necesarios, como ocurría cuando el objeto, animal o vegetal no existía hasta el momento: los árabes nos dejaron la acequia o la almazara, así como las palabras que las designan. Lo mismo sucedió con el cacao o el maíz que llegaron de América junto con su nombre.
Los pueblos aceptan e incorporan los vocablos que les son útiles y esto ha ocurrido con boxeo, gol o rugby, voces inglesas que se incorporaron como calcos lingüísticos porque no existían en español. Afortunadamente, también el pueblo fue el que rechazó neologismos innecesarios como mass-media por ‘medios de comunicación’ o speaker por ‘portavoz’ —‘vocero’ en otras variedades del español—. Y los pueblos también son los que recurren a creaciones polisémicas para eludir un calco cuando éste no es fácil de aceptar, por ejemplo por su complejidad fonética. Éste puede ser el caso del uso dominante de ‘canguro’, con la acepción de persona que cuida a los niños por horas, sobre la voz inglesa baby-sitter.
La lengua inglesa es, sin lugar a dudas, la lengua más utilizada en las telecomunicaciones, particularmente en Internet, y por esta razón —su predominio en el uso— y no por una mayor versatilidad, es la lengua que se está imponiendo en el lenguaje de la Red
Ahora bien, desde siempre el inglés ha acuñado nuevas voces mediante muy diferentes recursos: producciones novedosas —en un número muy reducido—, incorporación de palabras de uso cotidiano —la mayoría de las veces—, recreaciones de palabras latinas, griegas o del inglés arcaico, composiciones y derivaciones de palabras con nuevos significados. Es cierto que otras lenguas están incorporando estas palabras en la mayoría de los casos también a partir del inglés, pero con diferente grado de purismo, rigor, cuidado o fidelidad a su lengua.
Parece un objetivo muy arriesgado pretender dar una equivalencia apropiada en español al caudal léxico que circula en la Red y sobre la Red en inglés o en seudoinglés. No obstante, es un riesgo que merece la pena correr. Por ello, la Universidad Antonio de Nebrija se embarcó en diferentes proyectos que pretendían establecer las equivalencias correspondientes en castellano: la elaboración de un vocabulario de telefonía y comunicaciones móviles, un diccionario con la descripción de los términos seleccionados en el vocabulario, un diccionario de Internet y un manual de estilo para profesionales de la telefonía.
Para preparar nuestro primer trabajo, en 1994, sobre 100 términos del campo de la informática, se elaboró un sencillo corpus que recogía las equivalencias utilizadas en la literatura especializada (manuales y revistas) y se pasó una encuesta de preferencia de uso y de aceptabilidad entre diferentes usuarios (estudiantes, profesores de Ingeniería Informática y profesionales).
El resultado de la encuesta fue decepcionante e inquietante. En el 92 por ciento de los casos, los informantes daban como aceptable alguna de las equivalencias propuestas. Sin embargo, en la preferencia de uso, los profesionales —más que los estudiantes— marcaban la casilla de «usar directamente en inglés». Preguntados sobre el porqué de esta preferencia, las respuestas mayoritarias fueron «porque ya se dice así», «ya se conoce o se llama así», «así lo entendemos todos». Nosotros, sin embargo, nos cuestionábamos si esta preferencia tenía una razón fundamentada en la utilidad3 o si podía responder a un cierto complejo de inferioridad, aparentemente muy hispano (Grijelmo, 2001).
En lo que respecta al lenguaje de las telecomunicaciones, nos parece más acertado pensar que la razón fundamental de la fácil aceptación de tantas voces inglesas es por una parte, la falta de formación lingüística del usuario de las nuevas tecnologías. Cree muchas veces el hablante que se trata de tecnicismos que no tienen traducción posible, incluso que no deben ser traducidos, ignorando por completo que en inglés se han tomado palabras absolutamente cotidianas, como host para referirse al servidor principal cuando host no es otra cosa que ‘anfitrión’. Lo mismo ocurre con display o link que se refieren a la ‘pantalla’ o al ‘enlace’; vistas así nadie las considera tecnicismos. También ocurre que los usuarios ignoran el significado en español de los términos que han aprendido o adquirido desde el principio en inglés, bien a través de manuales, folletos publicitarios, hojas de instrucciones bien a través de un profesor, un técnico u otro usuario. Nuestros informantes así lo han mostrado en casos como banner (‘anuncio’) o kit (‘equipo’), de los que ignoraban su significado en español. Éste sería también el caso de www (malla multimedia mundial / malla máxima mundial / malla mundial).
Por otro lado, el uso de los términos en inglés supone para muchos profesionales de la Red, y también para algunos usuarios, el dominio de una jerga especializada que los sitúa en una posición superior, cuanto menos diferenciadora.
La Universidad Antonio de Nebrija ha realizado diversos trabajos relativos al campo del léxico de la telefonía móvil y de Internet, patrocinados por la Fundación Airtel.
En primer lugar, se elaboró un Vocabulario de telefonía y comunicaciones móviles español-inglés, inglés-español, con 4000 entradas. Este vocabulario fue revisado por el académico Emilio Lorenzo, quien considera que «no es preceptivo pero sí orientador».
Como hemos dicho anteriormente, la comunidad de hablantes de una lengua es siempre la que determina el uso de dicha lengua, pero necesita, o simplemente es conveniente, que no se encuentre ante una avalancha de voces nuevas —en inglés—, que designan nuevos objetos y productos, sin tener opciones para elegir. Por ello, en este vocabulario se ofrecen diferentes equivalencias posibles para la mayoría de los lemas hasta que el uso, supremo dictador, sancione la definitiva (E. Lorenzo).4
La primera recopilación de términos, extraídos de la literatura especializada, llegó a superar los 6000, pero se tomó entonces la decisión de reservar aquellos que fueran propios de la Internet para un trabajo posterior, del que hablaremos más adelante.
De forma prácticamente simultánea, se fue preparando el Diccionario de telefonía y comunicaciones móviles correspondiente a las voces seleccionadas para el vocabulario. Fue revisado y prologado por el académico Ángel Martín Municio.
En este trabajo pretendíamos:
El proyecto era demasiado ambicioso. La recogida de todas las variedades nos hubiera proporcionado un material de indiscutible valor para posteriores estudios. Ahora bien, fue todo un éxito lograr, en el plazo establecido, las equivalencias más utilizadas en Argentina, Uruguay, México y Chile. Consideramos pues, que el trabajo está inacabado, como también lo está el relativo a las equivalencias en las otras lenguas de España, pues sólo se ha conseguido en gallego5.
Se trata de un diccionario sistemático, en el que se clasificaron los lemas siguiendo un sistema de conceptos que aparece como anejo 1.
Anejo 1: Sistema de conceptos utilizado en el Diccionario de telefonía y comunicaciones móviles, Universidad Antonio de Nebrija (2000).
El diccionario ofrece el término en inglés, las siglas y abreviaturas si procede, y además un sistema de relaciones de sinonimia o de variantes, de manera que el término cuyo uso se considera menos frecuente remite al término principal, portador de la definición.
Veamos un ejemplo del resultado de estos componentes en un artículo (Figura 1).
El objetivo fundamental de los trabajos del vocabulario y del diccionario es el desarrollo y difusión del uso del español en el subcampo de la telefonía y de las comunicaciones móviles.
Con este mismo objetivo, emprendimos la tarea de elaborar un Diccionario de Internet en español. Había ya traducciones publicadas y numerosos glosarios en la Red, pero no conocíamos un trabajo original que intentara, siempre que se pudiera, dar una equivalencia en español a 1400 lemas. Por esta razón, las entradas aparecen en castellano, y la voz inglesa, con sus siglas correspondientes cuando procede, figura después de la definición.
En el Diccionario de Internet, nos permitimos varias licencias, tales como indicar en algunos casos la marca de género (Internet e interfaz, por ejemplo) y traducir el significado de las numerosísimas siglas que se utilizan en el ámbito de la Internet, llegando a optar por crear las siglas correspondientes a la equivalencia en castellano. Así IP (Internet Protocol) tendría como equivalencia ‘Protocolo de Internet’ y sus siglas serían PI. Fue una decisión arriesgada, pero consideramos que al usuario o al profesional de Internet hispanohablante le resultaría más fácil asimilar el término al que corresponden las siglas si conoce su equivalencia, incluso pensamos que lo adquiriría con más facilidad a partir de su lengua materna. Tomemos como ejemplos PIN y WAP. PIN corresponde a Personal Identification Number, lo que en español equivale a ‘Número de Identificación Personal’ (NIP) y WAP corresponde a Wireless Application Protocol, equivalente a ‘Protocolo de Aplicación Inalámbrica’ (PAI). ¿No sería mucho más fácil para la mayoría de los hispanohablantes saber el significado de NIP o de PAI como sabe el de ONU o el de OTAN? Los estudiantes de Informática sabrían, seguramente, explicarnos con rapidez qué significa HTTP si lo hubieran aprendido como ‘Protocolo de Transferencia de Hipertexto’ y se referirían al mismo sólo cuando quisieran —y no necesariamente— con las siglas PTH o HTTP, pero sabiendo lo que dicen. Ahora, la mayoría sólo conoce las siglas de esta aplicación informática en inglés y tiene dificultades serias para explicar su significado. Claro está que también necesitarían la información de que ‘protocolo’ significa conjunto de normas o reglas.6
Nuestros intentos de facilitar las equivalencias en español de las voces seleccionadas no siempre tuvieron el resultado deseado y en algunos casos, aunque en pocos, prevaleció el criterio de utilidad o de economía, así aceptamos el término directamente en inglés: warez (soporte lógico pirata que ha sido desprotegido), bus (medio físico de transmisión entre diversos dispositivos). En otros casos, las equivalencias no parecen demasiado adecuadas, como ‘en línea’ (on line), que en la lengua coloquial parecería referirse a la forma de aparcar, a «la tienes en línea» (a tu mujer, a tu hija) o incluso a la conocida y ya anticuada expresión de «¡al aparato!». Realmente, ‘en línea’ no es aceptable para referirse a la educación, a la formación on-line, a una recopilación de artículos en la Red Habría que pensar en otras soluciones.
Si osado fue intentar encontrar las equivalencias en español para los términos relativos a la telefonía y las comunicaciones móviles, mucho más osado fue pretenderlo en el ámbito de la Internet, donde todavía todo es más movedizo por estar en pleno desarrollo. No obstante, parece que siempre es conveniente tener un punto de partida con el fin de que sirva como apoyo para posteriores correcciones, ampliaciones, rectificaciones, etc. Vaya pues por delante que éste, y no otro, ha sido y es el objetivo del trabajo: servir de base para el desarrollo y difusión del español técnico, aun a sabiendas de que muy pronto tendremos que hacer una seria revisión de todo este léxico, hoy novedoso y fluctuante.
El Diccionario de Internet fue revisado por el académico Juan Luis Cebrián, para quien la obra es un elemento de consulta indispensable, al mismo tiempo que constituye una valiosísima aportación a las tareas normativas de nuestra lengua7.
La aportación de la Universidad Antonio de Nebrija es un grano de arena para que estudiantes, profesores, traductores, técnicos, profesionales, autores de manuales y otros usuarios tomen conciencia de que también pueden referirse a la Internet y a las comunicaciones móviles en general en español, sin necesidad de adoptar un lenguaje híbrido que, en muchos casos, ni siquiera para el anglohablante es comprensible por la complejidad fonética de las voces inglesas, que supone una dificultad insalvable para muchos hispanohablantes. ¿Quién puede entendernos cuando pronunciamos «a la española» download, smileys?
Todos los sanos intentos de difundir el uso del español son o deberían ser aplaudidos y apoyados por las instituciones. No se trata de caer en el absurdo de promulgar leyes que prohíban el uso del inglés, como intentó el político brasileño Aldo Rebolo, sino de potenciar al máximo la presencia del español en la ciencia y en la técnica, favoreciendo la investigación en este ámbito de la lingüística aplicada y la difusión de las nuevas voces españolas que se refieren a estos lenguajes específicos.
La Administración deberá ser consciente de la necesidad de buscar el equilibrio entre la aceptación de las novedades de la literatura científica actual y el no abandonar a su suerte a la lengua española (Martín Municio).8
Pero actualmente consideramos que no es suficiente, aunque sí necesario y obligatorio, el apoyo de las Administraciones públicas. Nos parece imprescindible el papel de todos los medios de comunicación en la difusión del español de las nuevas tecnologías, sin olvidar el español general. Recordemos, por ejemplo, que durante los primeros días del año 2000, la prensa, la radio y los diferentes canales de televisión de España divulgaron que, según la RAE, se debía decir o escribir «5 de enero de 2000» y no «del 2000». Tal fue el efecto que no se encuentra prácticamente este error en ningún documento, publicación o texto público o privado. Igual se podría hacer para favorecer el uso de correo electrónico, charla o conversación virtual, enlace, contraseña, y un largo etcétera de vocablos que todavía hoy estamos a tiempo de fijar en la comunidad hispanohablante, evitando por una parte la entrada de préstamos innecesarios y por la otra, fracturas en la unidad del idioma. Ya tenemos dos términos clave muy acuñados en el mundo ultramarino y peninsular con distintas realizaciones: computadora y ordenador, celular y móvil.
El poder de los medios de comunicación es incuestionable en muchos sentidos, pero en el uso de la lengua y en la acuñación de nuevas voces es casi absoluto. Políticos, profesionales de todos los sectores, estudiantes y la sociedad en general no beben de los diccionarios sino de los medios de comunicación. De ahí, su gran responsabilidad para con la lengua y para con su comunidad lingüística.
Si nos hemos ocupado hasta aquí del español de la Red o sobre la Red, ahora vamos a ver algunas cuestiones del español que se usa en las telecomunicaciones móviles. Nos referimos a la lengua escrita que se utiliza en los correos electrónicos, las charlas virtuales y por último, en los mensajes a través de teléfonos móviles.
Ante todo, debemos hacer mención a que la dicotomía, siempre hasta ahora establecida, entre lengua escrita y lengua oral queda en entredicho, ya que la comunicación a través de estos medios nos hace replantearnos dicha oposición y considerar que la lengua oral y la lengua escrita forman un continuum en el que podemos situar estos nuevos tipos de comunicación escrita más cerca de un polo u otro del continuum.
El más próximo a la lengua escrita es el correo electrónico. Existen ya numerosos estudios (la mayoría versan sobre el uso del inglés en el correo electrónico) sobre las características de la lengua utilizada en este soporte (Baron, 1998; Bienserbach-Lucas y Waesenforth, 1998) y todos ellos coinciden en que hay rasgos que evidencian un acercamiento a la lengua oral: predominio del presente sobre otros tiempos verbales, ausencia de los pronombres sujeto —en el caso del inglés—, uso dominante de la coordinación, simplificación general de la sintaxis, etc.
Habría que establecer las diferencias que existen en el español utilizado en los diferentes tipos de correos:
Precisamente utilizando correos electrónicos producidos y recibidos por el personal de empresas de telefonía, vimos la necesidad de facilitar algún instrumento orientador para solucionar problemas básicos en la comunicación escrita. Por ello, la Universidad Antonio de Nebrija elaboró un manual de estilo dirigido a estos profesionales. Se trata de un sencillo manual dividido en cuatro capítulos destinados a cuestiones de estilo, problemas gramaticales, léxico de la telefonía móvil y dudas relativas a la ortografía.
El capítulo III, dedicado a las cuestiones léxicas, se podría calificar de desambiguador, corrector, orientador y, en ciertas ocasiones, normativo. A partir de las muestras obtenidas (correos electrónicos entre profesionales, manuales con normas e instrucciones para el uso de diferentes aparatos, programas y aplicaciones), se realizó un análisis de errores que condujo a la selección de algunas incorrecciones que afectan tanto a la lengua general como al léxico específico de las comunicaciones digitales, es decir, a la lengua de la Red y a la lengua en la Red
Las incorrecciones son de muy distinta naturaleza y se producen, entre otras, por algunas de las siguientes causas:
La conversación virtual o charla electrónica se sitúa claramente más próxima al polo de la lengua oral dentro del continuum. Está a medio camino entre el habla y la escritura. El texto que se utiliza es considerado como texto escrito oralizado (Yus, 2000), texto escrito interactivo (Werry, 1996 y Ferrara et al., 1991), habla escrita (Elmer Dewitt, 1994), conversación por escrito (Young, 1994).
Entre las características de este texto escrito (Baron, 1998, Mayans, 2000 y Yus9, 2000), podemos distinguir:
En la charla virtual, además, se producen otras modificaciones textuales para suplir los elementos paralingüísticos de una conversación real cara a cara. Atendiendo a la clasificación de Yus:
Smileys ¿qué son? | |
Los smileys son símbolos que se crean con el teclado. Es una simbología universal y os será muy útil para conversar y ahorrar tiempo a la hora de expresar sensaciones o sentimientos. | |
Smileys ¿cómo se miran? | |
Si los miras de lado te será mucho más fácil entender su significado. | |
:) | Sonrisa |
:-) | Sonrisa básica |
;-) | Guiñando el ojo |
:-( | No me gustó la última frase |
:-I | Indiferencia |
:- | Comentario sarcástico |
:- | Comentario diabólico |
(-: | Usuario zurdo |
%-) | Usuario mareado |
8-) | Uso lentes |
B:-) | Los lentes en la cabeza |
B-) | Uso lentes oscuros |
8:-) | Usuario es una niña |
:-{) | Usuario tiene bigotes |
:-{} | Usuaria tiene la boca pintada |
{:-) | Usuario usa peluca |
:-^) | Usuario está resfriado |
:-)^ | Usuario está babeando |
:'-( | Usuario está llorando |
:-@ | Usuario está gritando |
:-& | Usuario no puede hablar |
-:-) | Usuario es un punk |
|:-) | Usuario se quedó dormido |
:-O | Usuario está roncando |
:-? | Usuario usa pipa |
0:-) | Usuario es un ángel |
:-D | Usuario se está riendo (de ti) |
:-X | Mis labios están sellados |
:-Q | Usuario es un fumador |
:-/ | Usuario es un escéptico |
C=:-) | Usuario es un chef |
@= | Usuario apoya armamento nuclear |
*:O) | Usuario es un payaso |
:-9 | Usuario relamiéndose los labios |
[:-) | Usuario utilizando su walkman |
(:I | Usuario tiene cabeza de huevo |
@:-) | Usuario usa turbante |
X-( | Usuario acaba de morir |
:] | sonrisa amiga… |
:D | Risa |
:( | Triste |
:O | Gritando |
[] | Abrazos |
:* | Besos |
:* | otra vez besos |
:* | más besos |
:* ,:* ,:* ,:* | y más, y más… |
Ahora
ya sabes lo que son y para qué sirven. Ha llegado la hora de probarlos en un chat. Suerte |
Todo estos recursos desaparecerán en un futuro muy próximo cuando podamos tener la imagen de nuestro interlocutor en la pantalla.
El mensaje por teléfono móvil reúne todas las características que acabamos de exponer para el texto de la conversación virtual, pero las magnifica en cuanto que está dominado por la economía.
Hay que relacionar el texto utilizado en los telegramas con los textos de estos mensajes cortos (Millán, 2001); también parece conectado con el morse. En los telegramas se paga por palabras, por lo que el remitente puede ahorrar reduciendo el número de palabras. En los mensajes por teléfono móvil se paga, lamentablemente, por el número de caracteres, por lo que se economiza reduciendo el número de letras y esto provoca que se multipliquen las sustituciones grafemáticas y léxicas, así como las abreviaciones y truncamientos hasta extremos sumamente preocupantes.
Si los profesores y amigos de las letras estábamos, en términos relativos, muy satisfechos con el impulso que el correo electrónico había dado a la comunicación escrita, de manera especial entre los jóvenes, cuando conocimos algunos textos de mensajes por teléfono móvil hemos perdimos la esperanza de un hipotético resurgir de la lengua escrita.
Sabíamos que los parabienes del correo electrónico serían en todo caso transitorios, pues en pocos años surgirá una nueva generación de teléfonos o de pequeñas computadoras capaces de reconocer la voz y de transcribir el mensaje oral. Así y todo estábamos convencidos de que para la generación actual de 15 a 30 años este período de transición tendría un valor indiscutible por cuanto se había —mejor, hubiera— potenciado la escritura, aun cuando ésta fuera poco reflexiva e incorporara elementos oralizadores.
Ahora bien, el auge de los mensajes a través de los teléfonos celulares10 es motivo de preocupación para todos. Ha originado tal deformación de la lengua escrita que la hace irreconocible, indescifrable para la mayoría de los hispanohablantes aunque estén alfabetizados:
qdams n tu ksa (quedamos en tu casa),
yamam al mv (llámame al móvil),
cnd yeges, azm yamada perdida (cuando llegues, hazme llamada perdida).
Ante ejemplos como los anteriores, nos preguntamos ¿se trata de un nuevo lenguaje, una nueva ortografía, un nuevo código? En cualquier caso, va mucho más allá de una innovación tipográfica: han desaparecido las tildes, la h, la mayoría de las vocales, la v, la ll, los artículos, y los signos de interrogación sólo se ponen al final. Las dificultades para descodificar estos mensajes nos muestran que se requiere una alfabetización diferente y ésta, como hemos visto con los emoticonos, se puede impartir vía electrónica con gran rapidez. Además, como novedad que es, algunos medios de comunicación11 ofrecen muestras diversas de mensajes, vocabulario, emoticonos, reglas de la gramática que se genera en los mensajes. Nosotros hemos tenido que recurrir a los que producen estos mensajes para pedirles información. Recibimos ayuda de manos de una jovencita de 14 años que nos elaboró un breve, pero sustancioso trabajito que incluye un diccionario que presentamos como anejo 3.
No sería grave si el código de los mensajes por móvil se limitara a este canal, pero observamos con preocupación que los apuntes de los universitarios comienzan a incorporarlo, así como las cartas y postales escritas por jóvenes. Tampoco sería tan preocupante si sólo fuera utilizado por un grupo —social, económico, profesional, de edad—, pero no es cierto. Aunque este código esté marcado por un grupo de edad, por un grupo con determinadas características socioeconómicas, esto es sólo por el momento. Los mayores de 30 años, incluso sin haberse conectado jamás a Internet, sin haber manejado jamás un ordenador, envían y reciben mensajes por su teléfono. El código del móvil está circulando ya entre distintas generaciones, de forma que los usuarios que no son tan jóvenes están aprendiendo a descifrar los mensajes de sus hijos y van incorporando, en menor o mayor medida, algunos de sus signos.
Al analizar los mensajes electrónicos, especialmente la conversación virtual y los mensajes por teléfono móvil, nos tenemos que cuestionar seriamente los cambios que se producen en los componentes de las manifestaciones lingüísticas que Hymes enunció en 1967 y que todavía están en plena vigencia: contexto, participantes en la conversación, fines, características (cómo y qué se dice), clave (tono), instrumentos (canal —oral, escrito— y código —español, francés, inglés—), normas de interacción y de interpretación y, por último, géneros (conversación, conferencia). Está claro que las normas de interpretación y de comprensión, entendidas como las conductas, las propiedades y las reglas que acompañan los actos lingüísticos, sufren grandes alteraciones, que a nuestro entender pueden ser graves.
Por supuesto, también se alteran el código, la forma, el canal, la clave. En fin, el esquema heurístico de Hymes exige una seria e interesante revisión cuando se trata de la comunicación digital en la que se integran texto, imagen y sonido en un mismo sistema, en un tiempo elegido (real o demorado), a lo largo de una Red global con acceso abierto y asequible. Esto ha cambiado, y seguirá cambiando, de forma sustancial el carácter de la comunicación (Castells, 1997).
Los riesgos que corre el español en su uso a través de la Red y de los mensajes electrónicos son evidentes. Contagios, anglicismos, incorrecciones gramaticales, léxicas y ortográficas, además de nuevas abreviaciones alfanuméricas y emoticonos que nos hacen plantearnos la presencia de una nueva variedad del español que se divulgará rápidamente obviando fronteras u océanos en tiempo real y que hispanohablantes usuarios de la Red y de la telefonía móvil aprenderán, aplicarán rápidamente con el peligro de que se convierta en norma.
Cuando ya les cuesta tanto trabajo a los profesores de cualquier nivel educativo, enseñar adecuadamente la lengua española, en especial la expresión escrita, la composición del texto con coherencia y cohesión, con el léxico y la gramática adecuados, con la ortografía correcta, tenemos serias dudas del interés —más que de la capacidad— que puedan tener nuestros jóvenes en dominar plenamente dos códigos del español escrito: uno para el mensaje por móvil y la charla electrónica; otro, para la comunicación escrita en papel o digital en contextos formales.
Si a lo largo de estas páginas hemos planteado algunas soluciones para los problemas que aquejan a nuestra lengua en la Red y hemos indicado quiénes somos los responsables y quiénes los que tienen capacidad para subsanarlos o mitigarlos, lógicamente hemos de señalar a las grandes operadoras de la telefonía móvil como las únicas capaces de solucionar los despropósitos que se están produciendo en el lenguaje de los mensajes breves a través de los teléfonos móviles. Se trata de una cuestión económica, se desvirtúa la lengua porque escribir correctamente es muy caro. ¿Se puede penalizar la corrección? Sobran las palabras, todos conocemos la solución.
En la prensa española hemos leído que el objetivo del II Congreso de la Lengua es involucrar a toda la sociedad —todos los hispanohablantes— en la defensa de la lengua española. Entendemos que tenemos que defenderla ante las agresiones foráneas. En nuestros tiempos —más en la materia que estamos tratando— nos referimos a la incesante entrada de palabras inglesas que estamos incorporando como calcos o adaptadas, en cierta medida, a la fonética y morfología españolas. Pero también entendemos que tenemos que defenderla de las agresiones internas, surgidas en nuestras propias sociedades, que están creando de forma espontánea, improvisada, una variedad escrita hasta ahora desconocida.
Ahora es el momento de repeler unas y otras agresiones. Es el momento porque nada está consolidado. Los hispanohablantes necesitan disponer de equivalencias en español de los términos de la Red, por muy técnicos que sean, para tener la libertad de elegir y los hispanohablantes emisores de mensajes por teléfono móvil tienen que tener la libertad de usar su lengua correctamente, sin que esto repercuta en su economía.
Ahora es el momento.