En el artículo 51 del reglamento de la Asamblea General de las Naciones Unidas se establece que «el árabe, el chino, el español, el francés, el inglés y el ruso serán a la vez los idiomas oficiales y los idiomas de trabajo de la Asamblea General, sus comisiones y sus subcomisiones». Esta misma disposición figura en el artículo 41 del reglamento provisional del Consejo de Seguridad. Por último, el Consejo Económico y Social, en el artículo 32 de su reglamento, otorga el carácter de idioma oficial al árabe, el chino, el español, el francés, el inglés y el ruso y el de idioma de trabajo al español, el francés y el inglés.
De estas disposiciones cabría deducir que el español cuenta en las Naciones Unidas con una presencia idéntica a la del francés y el inglés, pero de hecho no es así. En la práctica diaria su utilización como idioma de trabajo es muy inferior a la de esas dos lenguas, lo que obedece, en gran medida, a que el francés y el inglés son los únicos idiomas de trabajo de la Secretaría General de la ONU, tal como se estableció en la resolución 2 (I) de la Asamblea General, de 1 de febrero de 1946. La propia Asamblea ha reconocido en diversas ocasiones lo injusto de esta situación, y así, en su resolución 50/11, de 2 de noviembre de 1995, relativa al multilingüismo, lamenta «que los diferentes idiomas oficiales […] se utilicen de manera desigual en el seno de las Naciones Unidas» y advierte «que cada vez con más frecuencia se atenta contra el principio de la igualdad de los idiomas oficiales».
La creación de la página de la ONU en Internet ha puesto de manifiesto los graves desequilibrios entre los idiomas oficiales que caracterizan a la política del Departamento de Información Pública. En efecto, la diferencia entre la cantidad de información disponible en español y aquélla en inglés es abismal y va en aumento. Todo ello supone un grave incumplimiento de lo dispuesto en la resolución 52/214C de la Asamblea General, de 22 de diciembre de 1997, en la que se pide que «los textos de todos los nuevos documentos públicos, en los seis idiomas oficiales, y el material de información de las Naciones Unidas estén disponibles diariamente en el sitio de Internet de las Naciones Unidas».
Esta desigualdad ha provocado una reacción sin precedentes entre los Estados Miembros de habla hispana, cuyos embajadores remitieron al Secretario General de la ONU una carta con fecha 11 de abril de 2001, en la que denunciaban «la tendencia a privilegiar el uso de un solo idioma en el seno de las secretarías de los organismos del sistema de las Naciones Unidas» y lamentaban «la existencia de esta tendencia tanto en la redacción y difusión de importantes publicaciones como en la propia negociación de resoluciones y decisiones en los organismos directivos, e incluso, a veces, en las relaciones de algunas secretarías con los Estados Miembros». Por su parte, Roberta Lajous, embajadora de México, en el discurso que pronunció ante el Comité de Información de las Naciones Unidas el pasado 3 de mayo, recordó que el español, además de ser uno de los seis idiomas oficiales de la ONU, era utilizado en todo el mundo por unos 400 millones de personas y por más de 21 millones de usuarios de Internet. En cambio, según se dijo en las jornadas sobre la Red organizadas este año por el Consejo Económico y Social, el 80 % de la información que se publica en Internet está en inglés, aunque sólo un 10 % de la población mundial habla ese idioma. Ya en 1999, el Consejero de Información de la Misión Permanente de España ante las Naciones Unidas había señalado, en su intervención ante el Comité de Información, que la expresión de la información relativa a la ONU «prácticamente en un solo idioma», además de carecer de toda base legal en la normativa de la Organización, ofrecía una imagen de ésta que no se correspondía con su carácter plural y citaba el ejemplo de la Unión Europea, en cuya página de Internet estaban presentes todos los idiomas oficiales. La medida más reciente para tratar de remediar este problema ha sido el acuerdo alcanzado por el Comité de Información, en su sesión plenaria celebrada el 11 de mayo, de presentar este año a la Asamblea General un proyecto de resolución que incluye diversos párrafos a favor del multilingüismo en las Naciones Unidas.
En su respuesta a la carta enviada por los veinte embajadores de los Estados Miembros de habla española, el Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, reconoció el desequilibrio existente y afirmó que, si bien consideraba imposible lograr la paridad absoluta «en el marco de las limitaciones presupuestarias actuales», estimaba fundamental la mejora del equilibrio lingüístico entre los idiomas oficiales de las Naciones Unidas, para lo cual había creado un grupo interdepartamental encabezado por un Coordinador del Multilingüismo, con categoría de Subsecretario General. Otra de las medidas adoptadas para mejorar la situación es la puesta en marcha de un programa de «colaboración de universidades que puedan proporcionar gratuitamente buenas traducciones» del sitio de Internet de la ONU, iniciativa surgida de la colaboración con una experta asociada, cuyos servicios financia el Gobierno de España.
El Servicio de traducción al español forma parte del Departamento de Asuntos de la Asamblea General y de Servicios de Conferencias, que se encarga de facilitar a las sesiones y reuniones de los órganos de las Naciones Unidas servicios que comprenden la interpretación, la preparación de actas de las sesiones y la publicación, la traducción, la reproducción y la distribución de documentos.
Los intérpretes traducen las declaraciones pronunciadas en cualquiera de los seis idiomas oficiales de la Asamblea General a los demás idiomas oficiales. Además, de conformidad con el artículo 53 del reglamento de la Asamblea General, los representantes de los Estados Miembros también pueden hacer uso de la palabra en lenguas no oficiales. Cuando esto sucede, la delegación interesada ha de encargarse de la interpretación o proporcionar una traducción escrita de la declaración a alguno de los idiomas oficiales, que se considera el texto oficial de la declaración y que los intérpretes de las Naciones Unidas traducen a los demás idiomas oficiales. Las delegaciones que ejercen esta prerrogativa también deben poner a disposición del intérprete de las Naciones Unidas una persona que conozca la lengua en la que se va a pronunciar el discurso y el idioma oficial a que haya sido traducido, para que le guíe en la lectura del texto traducido de manera que haya simultaneidad entre el orador y el intérprete.
En cuanto a los traductores, trabajan con textos sumamente diversos tanto por su forma como por su contenido, a saber: estudios políticos, económicos, sociales, jurídicos, estadísticos, etc.; informes de distinta índole; resoluciones y decisiones de órganos diversos; actas resumidas de las sesiones; correspondencia oficial; publicaciones varias (libros y folletos); textos distribuidos como documentos de las Naciones Unidas a petición de los Estados Miembros; tratados, declaraciones y otros instrumentos internacionales; y el Diario de las Naciones Unidas, que se publica todos los días en francés e inglés y durante la Asamblea General en los seis idiomas oficiales. La gran mayoría de estos textos pertenece al ámbito de la traducción documental que, según el Manual de instrucciones para los traductores que se utiliza en el Servicio de español, se rige por tres principios básicos: uniformidad terminológica, claridad sintáctica y concisión estilística.
El tipo de idioma que se utiliza en las traducciones de las Naciones Unidas viene determinado ante todo por el carácter multinacional de la Organización. No hay que olvidar que son más de veinte los Estados Miembros hispanohablantes, por lo que en el Departamento de Servicios de Conferencias se recomienda encarecidamente a los traductores que eviten el empleo de localismos y se plieguen al uso mayoritario. Así, por ejemplo, un traductor español deberá traducir national income por ingreso nacional en lugar de renta nacional, y un argentino habrá de preferir producto nacional bruto a producto bruto nacional como equivalente de gross national product. No obstante y como ya he dicho, la traducción que se lleva a cabo en la ONU es casi exclusivamente de tipo documental y, por tanto, se basa en el denominado uso culto; de ahí que el problema de las variedades dialectales sea menor, puesto que dicho uso culto es mucho más uniforme que el habla coloquial de los distintos países.
Otra característica importante del español empleado en las traducciones de las Naciones Unidas es que es el resultado de la labor de los traductores y terminólogos desde la fundación de la Organización, ya que son escasos los documentos redactados originalmente en español. Las referencias, sobre todo los documentos fundamentales, como la Carta de las Naciones Unidas, las resoluciones de la Asamblea General y los instrumentos internacionales, sientan precedente, y las expresiones que aparecen en ellas se perpetúan decenio tras decenio, aunque hayan quedado obsoletas en el idioma que se utiliza fuera de la ONU. Por otra parte, cuando surgen nuevos conceptos en el plano político o económico, por ejemplo, se hace necesario acuñar un equivalente. Así, el traductor se convierte en creador de unidades léxicas, mucho antes de que se generalice el uso de los neologismos correspondientes en otros medios. Hay una especie de memoria colectiva de las soluciones que se han dado a ciertos problemas de traducción. Es como si antes de redactar textos en español, los hablantes tuvieran que consultar varios libros para cerciorarse del uso de ciertas expresiones.
Estos rasgos hacen que la denominada onulingua pueda resultar extraña a las personas que no tienen contacto con la Organización, pero no hay que olvidar que este español hace una aportación fundamental al entendimiento, no sólo lingüístico sino también político, entre los hispanohablantes de distintos países. Puede decirse que sin duda es en la ONU donde mejor se aprecia la condición universal de nuestro idioma.
Dos son los problemas fundamentales con que se enfrentan los traductores al español en los Servicios de Conferencias de las Naciones Unidas:
En primer lugar, el inglés no siempre es la lengua materna de las personas que redactan los documentos originales, por lo que la calidad de éstos se resiente. Los traductores deben entonces intentar mejorar la expresión del original, pues de lo contrario podrían ser acusados de producir una traducción defectuosa, pero no siempre lo consiguen del todo; de ahí que algunos documentos no tengan la calidad deseable. Además hay ciertos documentos, como las resoluciones y decisiones, los tratados y otros instrumentos internacionales en los que debe mantenerse un alto grado de paralelismo con el texto original para facilitar las deliberaciones y la posterior consulta, lo que puede dar lugar a una sintaxis algo forzada en español. En el caso de los tratados y convenciones hay que tener en cuenta además que los textos en las seis lenguas oficiales se consideran igualmente auténticos desde el punto de vista jurídico, por lo que los traductores pueden hacer importantes aportaciones dentro de los comités de redacción cuando los Estados en que se habla el idioma de que se trate solicitan su colaboración, lo cual sucede con frecuencia.
Por otro lado, los traductores han de resistir la presión del inglés, que es muy fuerte porque, además de ser la lengua del país en que se encuentra la Sede, los Estados Unidos, es también uno de los dos idiomas de trabajo de la Secretaría y todos los que trabajan en la Sede de la Organización lo utilizan a diario. Además predominan con diferencia los documentos escritos originalmente en inglés, lo que puede hacer que, con el tiempo, sus estructuras sean reproducidas involuntariamente por los traductores dando lugar a anglicismos de diverso tipo (por ejemplo, la frase refugees and displaced persons se traduce a menudo por los refugiados y las personas desplazadas, en lugar de los refugiados y los desplazados). Éste es un problema frecuente en el caso de los traductores que llevan muchos años viviendo fuera de su país de origen y han perdido en cierto modo el contacto con la evolución del idioma. Otras veces sucede el fenómeno contrario: por temor a reproducir las estructuras léxicas o sintácticas del idioma original se introducen otras poco naturales en español (por ejemplo, deminage no se traduce por desminado, sino por remoción de minas). Finalmente existe el peligro de que los delegados de los Estados Miembros, haciendo uso de su autoridad política, intenten imponer determinadas formas no del todo correctas frente a los verdaderos especialistas que son los traductores y los terminólogos. Ésta es una tendencia natural en todos los hablantes que hacen uso de su conocimiento intuitivo del idioma. De ahí que, por ejemplo, en la sección III del folleto titulado Instrucciones para las delegaciones, se advierta que «las correcciones a las actas resumidas (SR) no deben referirse a cuestiones de estilo». En la raíz de este problema se encuentra de nuevo la influencia del inglés, ya que los delegados residen en los Estados Unidos y utilizan ese idioma en muchas de sus reuniones, sobre todo en las consultas oficiosas, que no siempre cuentan con servicios de interpretación. Pero no hay que olvidar que muchos de los documentos que se traducen pueden ser leídos fuera de la Organización, en ocasiones con importantes consecuencias. Por ello no basta utilizar la onulingua, sino un idioma que sea comprensible y estilísticamente aceptable en todos nuestros países.