El poder del lenguaje venció al lenguaje del poder. El habla de Vicente FoxFrancisco J. Ortiz Ortiz
Coordinador general de Opinión Pública e Imagen de la Presidencia de la República. México D. F.

Nunca había oído la palabra tepocatas y, les soy sincero, no sé si alguna vez he visto una verdadera. Ahora sé que es un animal indeseable que habita principalmente en el campo; pero soy hombre de ciudad, y no podría distinguir uno de esos bichos si me lo mostraran.

La primera vez que escuché la palabra tepocatas fue en los labios del actual presidente de México, Vicente Fox Quesada. La mencionó en una frase espontánea, ahora célebre: «Tepocatas, alimañas, víboras prietas: los vamos a sacar de Los Pinos»,1 dijo durante su campaña para la presidencia, sugiriendo que tales bichos conformaban al PRI, partido que se mantuvo en el poder en México durante casi 72 años: la mayor permanencia de un régimen político en el siglo xx.

La renovación del lenguaje iniciada por Vicente Fox durante su campaña y continuada hoy como presidente de México ha sido un factor clave para entablar una comunicación fluida y directa con los ciudadanos.

Les confieso que al propio Vicente Fox le causaba cierta ansiedad la posibilidad de ser percibido como una figura no presidencial, pues su estilo contrastaba radicalmente con lo que los mexicanos estaban acostumbrados a ver en los presidentes priístas que habían gobernado el país en las últimas décadas.

Por lo tanto, como coordinador de mercadotecnia de la campaña presidencial recibí el encargo de identificar los atributos esenciales que los mexicanos querían de su nuevo presidente.

A través de un intenso proceso de investigación de opinión pública mediante técnicas de investigación cualitativas y cuantitativas logramos determinar los 4 atributos clave que la ciudadanía quería de su próximo presidente:

  1. Ser honesto
  2. Estar cerca de la gente
  3. Comportarse a la altura de un presidente
  4. Ser trabajador

Los primeros tres están indisociablemente vinculados al lenguaje. Una de las dos dimensiones del ser honesto es «hablar con la verdad» (la otra es ser honrado); estar cerca de la gente implica el uso de un lenguaje directo, claro, coloquial («habla como nosotros», señalaba la gente); comportarse a la altura de un presidente, por contraste, implica límites a la espontaneidad y al uso amplio y despreocupado del lenguaje.

La investigación nos permitió encontrar que el lenguaje de Vicente Fox fortalecía significativamente la percepción de honestidad y cercanía, aun cuando la inclusión de malas palabras o groserías afectaba seriamente el atributo de comportarse a la altura de un presidente.

Aun así, los resultados revelaron que «hablar como la gente» era una de sus principales ventajas frente a sus acartonados rivales.

El lenguaje de Vicente Fox —franco, veraz, directo— resultó, pese a las críticas que no escasearon, una poderosa arma propagandística para conducirlo hacia la presidencia y lo es ahora en la conducción de los asuntos de gobierno.

Vicente Fox, hombre de campo, de negocios, de acción; ha introducido términos y frases coloquiales propias de estos entornos, antes inconcebibles en el léxico oficial de la política. Mexicanismos o barbarismos que desafían el protocolo, pero resultan de gran eficacia expresiva tanto frente a grandes empresarios como en convivencia con hombres y mujeres del campo. Los puristas se han visto urgidos a bautizar este uso de las palabras como foxismos.

Palabras como: chiquillos en lugar de niños, amigocho por amigo, changarros en vez de locales comerciales, o chamba por empleo. Locuciones populares como: «No queremos un país de pedigüeños», «completo y copeteado», «a toda máquina» o «la gente quiere vocho, tele y changarro» —en el entendido de que vocho es el nombre popular para el sedan de la Volkswagen.

La influencia de estos vocablos ha llegado, inclusive, a las instituciones, y así existe ahora un servicio telefónico gratuito para buscar empleo, que lleva por nombre Chambatel.

Si queremos que el español sea un mayor activo económico en la sociedad de la información global, debemos estar muy atentos para proteger y potenciar la amplia diversidad de nuestras hablas particulares acosadas por los peligros de la homogeneización y la consecuente pérdida de dimensiones de nuestra lengua.

Un habla viva y renovada fue el recurso intangible pero poderoso para el cambio en nuestro país. Tomemos en cuenta que en México nos habituamos, en esos 71 años —e incluso desde la época prehispánica—, a un lenguaje cortesano y hermético; un habla abundante hasta el sinsentido, que ocultaba la veracidad en palabrería; que separaba a la casta del poder de sus gobernados; que se jactaba de su propiedad y no se rebajaba a entender las voces vivas y ocurrentes del pueblo; un lenguaje que implícitamente condenaba a la inferioridad y a la impotencia a quien lo escuchara. Un habla, en fin, que favorecía el autoritarismo.

Vicente Fox ha inaugurado la era de la alternancia política en México y, con ella, también se inauguran tiempos de mayor franqueza y diversidad en lo que respecta al lenguaje del poder. Debemos reconocer que otros actores políticos han hecho aportaciones relevantes a este proceso, por ejemplo, el subcomandante Marcos está renovando el discurso de la izquierda crítica por medio de una poética propia del mundo indígena.

En la actualidad, si el poder desea la adhesión de la gente, tendrá que hablar como la gente y con la gente, con el solo límite del buen gusto y la eficacia comunicativa.

Nuestro presidente posee la capacidad —natural entre los ciudadanos y al parecer atrofiada entre los políticos profesionales— de escuchar a la gente, dejarse tocar y hacerse entender. Vicente Fox recupera el lenguaje vivo de la calle y más importante aún: se atreve a usarlo.

Convocados para reflexionar sobre los modos de enriquecer una lengua española viva y transformadora, es mi deseo subrayar la importancia de recuperar el habla de los hispanoparlantes de todos los rincones del planeta e incorporarla en nuestros intercambios políticos, culturales y económicos. Sólo así, la lengua española podrá incrementar su efectividad como herramienta de comunicación y su riqueza para expresar de manera cotidiana y asequible el bien, la justicia y la belleza.

En el caso que hoy comparto con ustedes, usar el habla de la gente tendió los puentes necesarios para que la mayoría de los mexicanos se apropiara del ideal democrático y lo expresara en su voto. El poder del lenguaje venció al lenguaje del poder.

Notas

  • 1. Nombre coloquial de la residencia oficial de los presidentes mexicanos.Volver