En medio de la inmensidad de un mar desconocido, el agua potable se agotaba, retornar era tan difícil como avanzar. Las ilusiones se esfumaban entre la incertidumbre, el hambre, el miedo y el agotamiento, cuando un marino gritó: «¡Tierra!».
Este hombre del siglo xv y del que poco sabemos, no pensó que gritaba: «¡tierra redonda!». No imaginó que gritaba: «¡globo!». No podía entender que su voz era un primer grito de la globalización.
Estos aventureros comandados por Cristóbal Colón salieron a buscar lo que había detrás de la línea del horizonte, y en ese momento no tenían idea de lo que habían descubierto: detrás del horizonte, no estaba el escondite del sol, sino un continente habitado por hombres y mujeres de piel de cobre; por pájaros que hablaban; por plantas mágicas que alimentaban el cuerpo y el espíritu; por flores que parecían aves; por mariposas que parecían flores; por numerosas lenguas incomprensibles para ellos y por dioses sobre los que estos viajeros no se atrevieron a preguntar si, quizá, eran dioses amigos de su dios crucificado. Todo era tan confuso entre la sorpresa y el miedo que se refundieron las preguntas y las respuestas, y muchas cosas que las mujeres y los hombres quisieron saber y contar, nunca se escucharon, sino se mezclaron unas, y otras desaparecieron. Nacimos los mestizos, los mulatos y los zambos de las entrañas de una tierra conquistada; nacimos de la desesperación de la raza color de nube, de la perplejidad de la raza color de cobre, del dolor esclavo de la raza color carbón que los hombres de pelo en la cara habían traído por el mar. Nacimos de la masacre, no morimos en ella. Los dioses de esas tierras pasaron a tener un solo nombre: Dios. Y un enorme territorio empezó a tener una sola lengua que tenía el nombre de la tierra de los hombres color de nube y pelo en el cuerpo: español.
Pero a esas culturas que se encontraron en nuestras tierras, los seres humanos no pudimos doblegarlas como a los dioses para convertirlas en una sola, y fue entonces cuando el español pasó a ser una de las lenguas más ricas del planeta, tenía dentro de sí, muchas y muy diversas formas de ver y de estar en el mundo.
Hoy, cinco siglos después, nos reunimos todos los que nacimos en esa época, para reconocernos y para pensar en una forma de estar juntos en el globo y en la globalización, porque no sólo nació una América que hablaba español, nació una España que hablaba América.
Ese hombre que gritó «¡tierra!» no podía imaginar que cinco siglos después estaríamos analizando las consecuencias del desembarque de la lengua española que con él llegó. No podía saber que las razas, los mercados y las culturas empezarían a entrelazarse, que esa tierra cambiaría de lengua y de religión, y que España sería impregnada por el ritmo interior de estas razas, por la sabiduría y la magia indígena y africana. Hoy han desaparecido la Pinta, la Niña y la Santa María y estamos encontrándonos, porque una vez más necesitamos descubrir lo que hay detrás de la línea del horizonte, ya no del globo, sino de la globalización, y estamos encontrándonos sencillamente porque ya no hay disculpa para no preguntarnos, para no escucharnos.
Queremos comprender las dimensiones que tiene y puede tener nuestra lengua en el desarrollo económico y cultural de nuestros pueblos, en el marco de una especie animal: la humana, que trabaja por la construcción de las sociedades de la información y del conocimiento. Estamos hablando de la lengua como constructora y como vehículo de la industria, del comercio, de la ciencia, de la investigación, del conocimiento y de las manifestaciones simbólico-expresivas que nos identifican como grupo dentro de la especie.
Desde el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe —CERLALC— asumimos este reto y partimos del supuesto de que toda actividad económica tiene repercusión en los procesos culturales y a su vez, toda actividad cultural tiene repercusión en los procesos económicos, es decir, que los comportamientos económicos y culturales tienen relación directa o indirecta, pero ineludible. Por lo tanto, las políticas del Centro están encaminadas a que la relación entre economía y cultura se reconsidere permanente y positivamente. Concebimos la política pública como la puesta en marcha de los lineamientos que surgen de los procesos de concertación entre las entidades gubernamentales, el sector privado y la sociedad civil organizada. En este sentido, al hablar de política pública, nos referimos a un espacio irremplazable de reflexión, diálogo y acción.
En el CERLALC partimos del reconocimiento y atención especializada a cada uno de los eslabones de la cadena del libro y, a la vez, buscamos los puntos de interés común para abordar articuladamente los frentes que apuntan al fortalecimiento sectorial, tales como el desarrollo de los procesos legislativos, el fomento a instancias y programas de ejecución de las políticas y la eficacia de las medidas de control para el cumplimiento social de las normas y legislaciones que velan por los intereses de productores, distribuidores y usuarios del libro.
¿En qué deben reflejarse las políticas públicas? En legislaciones que reflejen los intereses colectivos, en financiación a los programas que desarrollan las políticas y en instancias de ejecución y control de las normas y acuerdos.
De los 20 países miembros del CERLALC, actualmente 11 cuentan con Leyes del Libro vigentes: Argentina, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, El Salvador, España, Guatemala, Uruguay y Venezuela. Y cinco países más están tramitando proyectos de Ley del Libro: Honduras, Panamá, Perú, Paraguay y República Dominicana.
Como instancias de carácter permanente para la concertación, diseño y seguimiento del cumplimiento de las de políticas del libro, Iberoamérica cuenta con instrumentos como: los Consejos o Comisiones Nacionales del Libro y la Lectura, en los cuales tienen representación diferentes entidades de gobierno y del sector privado y que representan a los diversos subsectores del mundo del libro. Naturalmente, para que estas instancias puedan cumplir con su misión, se hace indispensable que estén legitimadas y facultadas por los respectivos gobiernos. En los 20 países miembros del CERLALC contamos con 8 países con Consejos o Comisiones aprobadas mediante procesos legislativos; éstos son: Argentina, Colombia, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Uruguay y Venezuela. Lamentablemente, sólo algunos están activos, convirtiendo la implementación y puesta en marcha de los mismos en una tarea urgente del CERLALC y de todos los actores del libro. Así mismo, en la actualidad se está implementando su creación a través de Proyectos de Ley en seis países: Costa Rica, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú y República Dominicana.
La puesta en marcha de éstos es un instrumento de modernización de los Estados para la atención al sector del libro, y requiere de voluntad política y recursos económicos para su implementación. En la medida que logremos crear y fortalecer el mayor número posible de Consejos, estaremos consolidando instancias de interlocución no sólo de los sectores involucrados al interior de cada uno de los países, sino que estaremos construyendo espacios de interacción e integración que permitan la construcción de una región articulada y fortalecida, con impacto cada vez mayor en el entorno mundial en los temas del libro y sus naturales implicaciones culturales y económicas.
Una de las maravillas de nuestro mundo amenazado
consiste en la variedad de sus experiencias, memorias y ansias.
Todo intento de imponer políticas uniformes a esta diversidad
es como un preludio a la muerte.Carlos Fuentes
Contamos con la suerte de pertenecer a unas generaciones conscientes del valor de preservar la biodiversidad como garantía de supervivencia para nuestra especie. Quienes trabajamos con y para el libro, contamos además con el beneficio de que la historia ya les otorgó a los libros su valor como contenedor privilegiado del conocimiento y la memoria humanas. Nos corresponde preservar su valor como patrimonio que se multiplica de infinitas formas en las mentes y los corazones de la especie. El libro tiene un valor como parte del patrimonio tangible e intangible de la humanidad, está diseñado para sobrevivir mucho tiempo después de la desaparición de su autor, y su multiplicación se da no sólo por medio de la lectura, sino también por medios de transmisión oral. En el planeta actual, coexisten aproximadamente 6800 lenguas, de las cuales se prevé que el 90 % habrán desaparecido a finales del presente siglo. Cada vez que muere una lengua muere con ella una forma de aprehender y transmitir la vida. El español al contrario, se fortalece; es el cuarto idioma más hablado, lo que nos convierte a sus hablantes en buenos productores de la materia prima del engranaje del siglo xxi: los intangibles.
El español es una lengua que integra en sí misma un mágico viaje por diversas historias y geografías, está nutrido por palabras de lenguas de múltiples culturas, por pensamientos de muy distintas formas de ver el mundo, por ritmos de varias razas, encontrando justamente allí, en esta diversidad, su gran potencial cultural y su gran posibilidad de ser una lengua con fuerza en el entorno económico. La industria editorial en español tiene a su favor este producto fascinante llamado diversidad, no la desperdiciemos. La pluralidad es un recurso permanente y dinámico de abundancia y de oportunidades frente a las amenazas de homogeneización, es un atractivo insumo a la hora de participar en el desarrollo mundial de las sociedades de la información.
No sería viable, ni deseable, generar procesos que tiendan a homogeneizar a Iberoamérica o al mundo. La especie humana ha perdido mucho conocimiento y ganado mucho dolor en esos intentos. William Ospina dice: «La ventaja suprema de pertenecer a tantas tradiciones es la imposibilidad de alentar el orgullo de las razas puras, su soberbia y su intolerancia. Una vez entendida esta singularidad, nuestro principal error ha sido la imitación excluyente y también el innecesario esfuerzo por limitarnos a una sola tradición cuando las merecemos todas».
Y aunque es cierto que la globalización ha disminuido distancias entre los habitantes del planeta, aún no contamos con una circulación plural de ida y vuelta de bienes, servicios y manifestaciones culturales. Hasta el momento el mayor flujo se da desde los países más ricos hacia los países con mayores limitaciones en el entorno económico. La humanidad necesita no sólo la globalización de los mercados, sino la globalización de las oportunidades.
Las industrias editoriales son una fuente primordial de compilación y circulación de contenidos de las diversas culturas; en este sentido el apoyo de los Estados es vital, los esfuerzos que se realicen tanto a favor del fortalecimiento de las industrias editoriales nacionales como a favor de la circulación de los productos editoriales extranjeros, generan desarrollo económico y propician diálogos culturales multilaterales tanto al interior de las nacionales como entre las diferentes culturas del mundo. Para poder cumplir con esta misión, que pasa por el desarrollo y por la retroalimentación de la investigación, el conocimiento y el pensamiento humano, el sector editorial necesita viabilidad económica, necesita estímulos que deben cruzar las políticas públicas, el orden legislativo y la implementación de medidas que favorezcan a los diferentes actores de la cadena del libro.
Ahora bien, la edición mundial ha evolucionado en la última década, más de lo que lo hizo en el último siglo. Se requiere entonces de agilidad y visión para que las medidas de estímulo y fortalecimiento del sector se enmarquen en los procesos de cambio acelerado tanto de los mercados como de las tecnologías de producción. Los nuevos soportes, el comercio digital, las bibliotecas virtuales, requieren de estímulos con vigencias legislativas y normativas acordes a los mismos.
Quiero reiterar que uno de los potenciales de riqueza, tanto económica como cultural, de la lengua española está en la pluralidad de culturas que contiene, lo que relaciona una oferta y una demanda amplias y múltiples. Sin embargo, no basta con que esa riqueza esté ahí, eso sería como tener minas de esmeraldas y no sacarlas de los socavones; la riqueza cultural de la lengua española hay que plasmarla y difundirla en expresiones literarias, en investigaciones, en textos literarios, técnicos, científicos. Para ello necesitamos escritores, investigadores, compiladores, no sólo con capacidad intelectual, sino con viabilidad económica para producir.
Los autores son fundamentales para la construcción de una Iberoamérica plural y capaz de interactuar con el mundo. La región, las naciones, las políticas, las legislaciones, deben contemplar el estímulo a la creación y a la investigación. Los Estados tienen que contar con programas de formación para este sector de la sociedad, deben crear y fomentar becas, premios, programas de seguridad social, garantías a la libertad de expresión, mecanismos de defensa de sus derechos y otras formas de apoyo a este primer eslabón y soporte de la cadena del libro. Los creadores son la piel de los pueblos, ellos sienten su sociedad, reflexionan, imaginan, piensan y sienten sobre ella y le devuelven esos insumos del conocimiento humano a la comunidad, para interactuar y transformarse con ella. Una sociedad que no los estimula y no los cuida corre el riesgo de desaparecer como civilización y morir desollada en el entorno de la globalización.
En las circunstancias actuales, la defensa del derecho de autor es un asunto de sobrevivencia. La región enfrenta gravísimos problemas de piratería y reprografía ilegal y la lesión que este delito hace en la sociedad repercute en factores económicos y sociales a niveles nacionales y regionales.
Hay quienes aducen que la reproducción y distribución ilegal de obras de autor favorece el acceso de los ciudadanos a los bienes culturales, al poner en el mercado obras a precios más bajos. Esta diferencia de precio que deja de pagar el consumidor, dejan de recibirla el creador y el editor, lesionando la viabilidad y sostenibilidad de los dos actores protagonistas de esta historia de amor y dolor de la película del libro en la sociedad contemporánea. Autores que no tienen viabilidad y condiciones para dedicarse a su creación o investigación, se traducen en sociedades marchitas y opacas, carentes del brillo de la creatividad humana; e industrias editoriales mermadas económicamente, se traducen en sociedades autistas con dificultad de poner a circular el conocimiento y pensamiento humano. Por ello el tema de la defensa del derecho de autor no es un problema del sector editorial sino de la sociedad entera; para que esto no fuera así, los seres humanos tendríamos que estar organizados en formas sociales y económicas que aún no conocemos en el planeta. Por ello, hoy por hoy, éste es un asunto que nos atañe a todos los que defendemos el desarrollo del pensamiento y la circulación de las ideas.
Tenemos que buscar un equilibrio entre la defensa del derecho de autor y el derecho al acceso a la cultura, ambos consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Estos dos derechos no se contraponen entre sí, se alimentan uno al otro, y en nosotros está el lograr que así sea.
Actualmente la mayoría de los países iberoamericanos cuenta con una legislación interna para proteger el derecho de autor, se han incrementado las penas para sancionar sus violaciones y, sin embargo, la piratería no sólo persiste sino que crece, lo cual nos obliga a reflexionar sobre medidas de carácter integral, que además de pasar por el tema legislativo y de control, pasen por la formación de los ciudadanos en una cultura del respeto a la propiedad intelectual, por la valoración y respeto de los generadores de pensamiento y conocimiento, por un entendimiento del papel social del editor que lo publica, reproduciendo así el impacto de la labor del autor. El CERLALC piensa que si no emprendemos acciones en las cuales se unan los esfuerzos aislados que hoy se realizan desde los diferentes sectores privados y las entidades públicas gubernamentales, judiciales y de control, si no emprendemos acuerdos intersectoriales que trabajen, además, simultáneamente con el consumidor, los resultados seguirán siendo menos de los anhelados.
La articulación intersectorial tiene ya experiencias interesantes de analizar, como es el caso del Acuerdo Antipiratería existente en Colombia y del cual el CERLALC lleva la secretaría técnica. Este Acuerdo que une y articula esfuerzos de 19 entidades del sector público y privado logró que desde la iniciación de sus programas, gestiones y acciones, la piratería en Colombia diminuyera en el sector de video de 75 % en 1996 a 55 % en 1999; en el sector de música del 66 % al 60 % y en software de 67 % al 56 %. Experiencia similar se está dando en Perú a través de la Comisión multisectorial de lucha contra la piratería, Contracopia y en Chile con el CONAPI. El CERLALC busca en la actualidad consolidar procesos similares en otros países miembros y hay avances interesantes en Ecuador y Chile. Para ampliar la cobertura en este tema se han establecido Convenios de Cooperación interinstitucional con la Secretaría de Integración Económica Centroamericana SIECA, con el Centro Español de Derechos Reprográficos CEDRO y con el Grupo Interamericano de Editores GIE, para desarrollar acciones en este mismo sentido en otros países.
Por otro lado, casi la totalidad de los países latinoamericanos ha creado o adecuado las legislaciones en derecho de autor en la última década, para garantizar la protección de la propiedad intelectual, especialmente frente a la perspectiva de la era digital. Así mismo, los países iberoamericanos han hecho un esfuerzo por adherir a los tratados internacionales de protección del derecho de autor y en la actualidad todos los países miembros del CERLALC hacen parte del Convenio de Berna, del Acuerdo sobre los aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio —ADPIC— de la OMC y los Nuevos Tratados de la OMPI sobre Internet han sido ratificados por 9 países miembros del CERLALC: Argentina, Costa Rica, Colombia, Chile, El Salvador, Ecuador; México, Panamá y Perú. Este esfuerzo por estar al día con compromisos internacionales, requiere que simultáneamente cada gobierno asuma, al interior de su país, un compromiso para incentivar y fortalecer las industrias del idioma. De no ser así, la implementación de las leyes y políticas resultantes de la aplicación de los compromisos internacionales se verá limitada.
Los 20 países miembros tienen oficinas de derecho de autor y cuatro de ellos, Colombia, Panamá, El Salvador y Guatemala, cuentan con fiscalías especializadas en derecho de autor.
En el tema de formación contamos con experiencias como la red RAMLEDA de cátedras universitarias sobre derecho de autor, desarrollada por el CERLALC y UNESCO y que consideramos una de las acciones que más ha contribuido a generar una cultura de respeto por el tema de la autoría en la región, formando docentes en el tema. RAMLEDA está operando en Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, Chile, España, Paraguay y Venezuela.
Así mismo es importante mencionar las Sociedades de Gestión Colectiva para garantizar la protección efectiva del derecho de autor que están activas en países hispano parlantes como es el caso de CEDRO en España y ABDR en Brasil, CeMPro en México y CEDER en Colombia. Argentina, Chile y Ecuador están en proceso de constituirlas.
La defensa de los derechos patrimoniales y morales del autor es una defensa directa de la lengua, es imposible pensar en el potencial social y económico de la lengua española si no partimos de defender la base misma que la crea y la difunde.
La industria editorial garantiza que el pensamiento y el conocimiento se puedan retroalimentar con y en la sociedad, hace viable el encuentro entre el autor-lector y sirve de enlace entre los diferentes actores de la cadena del libro. Tiene, además, una responsabilidad fundamental en el desarrollo de los pueblos: interpreta las dinámicas culturales y económicas, y sobre esa base, decide qué lee una sociedad. El sector editorial tiene en la vida contemporánea retos como la transformación tecnológica de los nuevos soportes de publicación y las transformaciones del mercado, que plantean el desafío de nuevas formas de llegar a los consumidores.
A manera de ejemplo podemos mirar que Chile produce cerca de 2,4 ejemplares de libros por habitante; México 1,07; Colombia 0,65 y España 6,27. Lo cual nos hace pensar que aún tenemos mercados por conquistar entre los hispano parlantes, que la tarea de formar personas en el hábito de la lectura continúa siendo una labor prioritaria. En cuanto a la actividad editorial, hemos estimado la relación de títulos publicados con respecto a la población y nos arroja datos como: Argentina tiene 0,0004 títulos por habitante, Colombia 0,0002, México 0,0002, Perú 0,0001 y España 0,0014. Estas cifras nos ayudan a reflexionar sobre el reflejo de la diversidad de pensamiento en la producción editorial, sobre las posibilidades de acceso a publicar que tienen los autores latinoamericanos, y no necesariamente sobre el nivel de producción o existencia de autores. Lo que sí podemos establecer si lo comparamos con cifras como las del Reino Unido, que tiene 0,0017 títulos por habitante, es que la lengua española, la cuarta más hablada en el mundo, aún podría aumentar su oferta de diversidad para alcanzar niveles de competitividad cultural y económica, podemos tener más espacios para más autores y para ello necesitamos: que las industrias editoriales nacionales alcancen niveles de competitividad; generar procesos de coedición multilaterales que ayuden a la producción y circulación de libros de autores latinoaméricanos; elevar el nivel de oportunidades a través de la formación y actualización profesional; y políticas públicas de fomento que apoyen los procesos de consolidación de una producción editorial plural.
En el mercado mundial del idioma, el libro en español tiene un volumen de participación importante; no obstante tenemos aún grandes retos para que la lengua española se consolide en el mundo de la producción en lengua escrita.
El CERLALC da prioridad entonces a buscar la articulación entre los gobiernos y el sector privado para lograr:
Para que el sector editorial pueda cumplir la compleja misión que la sociedad le ha asignado, tiene que realizar inversiones económicas riesgosas. Voy a detenerme en la palabra: riesgo, ya que aunque su origen lingüístico es incierto, parece que viene de la palabra risco, definida como terreno arisco y abrupto. Nada mejor para definir la apasionante labor de los editores, quienes deben tener simultáneamente alma de aventureros y pies de plomo, para descubrir nuevos horizontes sin resbalar.
El tema de circulación del libro en América Latina es una de nuestras preocupaciones actuales. Nos urge elaborar sistemas estadísticos y de análisis sobre su situación presente y sobre su proyección; el hecho de no contar con información suficiente sobre este tema ocasiona la dispersión de esfuerzos en la búsqueda de fortalecer la circulación y distribución del libro. Recientes diagnósticos han puesto de manifiesto la urgencia de trazar políticas y tomar medidas que entren a ampliar los circuitos de distribución y fortalezcan la comercialización del libro en sus diferentes soportes. La investigación sobre economía y cultura en 6 países de Latinoamérica, liderada por el Convenio Andrés Bello y por el CERLALC, ha tropezado con la dificultad de obtener la información sobre circulación; se considera que esto se debe, en parte, a la falta de formas de organización de los distribuidores en los países de América Latina. Carecemos así de insumos para trazar lineamientos claros y para fortalecer las políticas que estimulen a los distribuidores. Más aún, estamos enfrentando los procesos de distribución digital que tenemos que abordar, estimular y fortalecer, como elemento fundamental de desarrollo de nuestros pueblos, sin información y en medio de procesos de globalización parciales que se ven reflejados en circunstancias como la que anota Julio Rozemblat: por cada persona con acceso a Internet hay cinco analfabetas en el mundo. Según datos de UNESCO por cada xx habitantes del mundo, sólo xx tienen acceso a una línea telefónica.
Si bien los Estados realizan importantes esfuerzos por ampliar las dotaciones de equipos y la capacitación en tecnologías digitales a niveles escolares y profesionales, nos quedaría por preguntarnos qué buscan en Internet quienes tiene acceso a él en los países latinoamericanos. ¿Van a leer en las páginas electrónicas lo que no leen en las impresas? Es decir, el fomento del ciberespacio puede darse en ausencia del fomento a la lectura, o requiere más bien de una creciente actividad de fomento de todas las formas de lectura.
El flujo de libros entre la región no es multilateral y tiene dificultades. En América Latina las pequeñas y medianas ciudades no cuentan con librerías, los libros no están circulando ampliamente y la producción editorial latinoamericana no está circulando eficazmente entre los países de la región. Debemos analizar las razones, pues estamos hablando de lesiones a la circulación del libro y de heridas a la circulación de las ideas, del conocimiento y de las oportunidades.
Todas las medidas políticas y jurídicas que propendan por la generación de intercambios intra-continentales y entre países de América Latina son del mayor interés para el CERLALC. La adecuada operación aduanera y la adecuación de los impuestos que gravan la exportación y la importación del libro, así como la reducción de las tarifas postales para el libro, son áreas en las que debemos continuar tomando medidas.
Es necesario fortalecer los procesos de articulación sectorial para avanzar en la obtención de logros concretos en libre circulación, a través de la reducción de aranceles y trabas para-arancelarias. Se busca que nuestros Estados reduzcan las barreras de circulación a través de acuerdos como ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración), Florencia, Nairobi y de instrumentos de integración sub-regional como Mercosur, Pacto Andino, G3 y el proceso de Integración Económica de Centro América SIECA. En la actualidad estamos estudiando las implicaciones y beneficios del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas ALCA que empezará a regir en 2005.
Una riqueza cultural que no puede concretarse en la circulación del patrimonio cultural y científico, es una diversidad guardada en los cajones de la intelectualidad o en las bodegas de los editores y los anaqueles no son tierra fértil para sembrar empresa ni para cultivar pensamiento; el conocimiento que no sale a la luz pública muere de parto.
La lectura no es el último eslabón, es el núcleo de una cadena que actúa en espiral. El ojo del lector es el ojo del huracán, en él se concentran la calma y la energía de esta sinergia. Sin duda las nuevas tecnologías son una oportunidad favorable para replantear el acto lector. Leer la red en sus diferentes profundidades replantea radicalmente la lectura y convierte a los lectores actuales en grandes investigadores.
La globalización ha creado nuevos espacios de comercio, intercambio y circulación de bienes y servicios, nuevas superficies se suman a la librería tradicional, el espacio del acceso a los libros y la lectura debe fortalecerse desde diferentes perspectivas y desde la biblioteca. Sólo si nuestros países apoyan y fomentan las bibliotecas públicas, privadas, estudiantiles, virtuales o tangibles, lograremos que los avances tecnológicos y de pensamiento lleguen realmente a estar al alcance de, cada vez, mayor número de personas.
Las bibliotecas del siglo xxi tienen dentro de su misión el convertirse en espacios que disminuyan la brecha en el acceso de la humanidad a la globalización de las oportunidades y del conocimiento, las bibliotecas son el espacio que reúne las condiciones para poner al alcance masivo las nuevas tecnologías, y son, por lo tanto, espacios naturales del fortalecimiento de la lengua española en el contexto de la Sociedad de la Información, de la diversidad cultural en medio de los procesos de globalización.
Sabemos que dentro de las maravillas que nos regalará el presente siglo está la de aparatos con la capacidad de contener todo el conocimiento humano sistematizado del tamaño de la palma de una mano, pero aún así nada habrá sucedido si en la humanidad no se crea el hábito de la lectura. Leer es la capacidad de interpretar el mundo, escribir es la capacidad de actuar sobre él.
La lengua española tiene el reto de leer un mundo de culturas diversas, y de escribir su texto en el espacio de la sabiduría humana. Podrá hacerlo en el ciberespacio o en el papel, pero tendrá que hacerlo siempre desde su lengua.
Hace cinco siglos un navegante gritó «¡Tierra!» y demostró que detrás de la línea del horizonte que veía Europa, había unos mundos que no se conocían entre sí. Hoy, millones de navegantes del ciberespacio encuentran a diario nuevos horizontes. La brújula en la nueva navegación por el espacio virtual son nuestras culturas; y la embarcación que nos ayuda a no naufragar en el mar de la Sociedad de la Información es el idioma que las identifica: el español.
Buen viaje para todos.