El activo del español en el Instituto Cervantes: cursos y diplomas José María Martín Valenzuela
Subdirector académico del Instituto Cervantes (España)

Es innegable el valor de la lengua como factor definidor de una posición en un contexto político, cultural o económico. La lengua como definición misma de la identidad, como base de una cultura, se hace acreedora de los más sensibles elogios. Su dimensión se agranda por su valor utilitario, como soporte de intereses, como instrumento tan importante como importante sea el grupo al que sirve en un mundo caracterizado por la fluidez de la comunicación.

Las políticas lingüísticas europeas han definido como metas, entre otras, el conocimiento de varias lenguas y su aprendizaje permanente. Los sistemas escolares incluyen en sus programas nuevas lenguas y adelantan la edad de su estudio. Hay una conciencia extendida de la importancia del dominio de otras lenguas como base de mayores oportunidades personales y profesionales, a cuya existencia también ha contribuido un mayor desarrollo económico y los hábitos que conlleva (mayor movilidad, turismo cultural, estancias en el extranjero con fines varios).

El conocimiento de lenguas ha añadido al placer de recrearse en un nuevo sistema que aporta nuevas posibilidades de descubrimiento de la realidad, de enriquecimiento personal, el valor de lo útil.

Todo ello ha llevado a que la lengua ofrezca perspectivas que en otros tiempos se hubieran despreciado o a las que, en el mejor de los casos, sólo pudorosamente nos hubiéramos atrevido a afrontar. Hoy, sin embargo, ponemos de relieve la aportación de la lengua a toda una industria y su valor como recurso económico.

En efecto, los aspectos económicos de las actividades relacionadas con la enseñanza y el aprendizaje de lenguas alcanzan importantes dimensiones y sustentan el auge de un considerable sector económico que, en el caso del español, parece que no ha hecho más que empezar. Quizás hoy, en el contexto de este Congreso, podría alguno a atreverse a pensar impropiamente que Sebastián de Covarrubias decía algo más de lo que quería decir dando título a su obra.

En estos momentos, en que la dimensión económica de las lenguas adquiere tan importante relieve, la industria originada en torno al español empieza a dibujarse como un valor en sí misma. La actividad, por el valor que añade a la finalidad de difusión de la lengua, se convierte, en muchos casos, en algo más que un medio.

No sería exagerado afirmar que, en el contexto señalado, la situación del español es razonablemente buena. Al número de hablantes se añaden otras características que sitúan al español en el lugar destacado que hoy ocupa en el mundo. La evolución del español como sistema de comunicación le ha traído a un estado fonológico y fonético muy definido y simplificado, a una relación notable signo-sonido y a una importante flexibilidad léxica, lo que si no siempre es favorable para los hablantes de la lengua, sí lo es para la comunidad hablante y para el valor de la propia lengua. Las características del sistema lingüístico, sus variedades, no parece que deban hacer albergar ninguna duda sobre su solidez unitaria. Ya señalaba el profesor Alvar que existían más diferencias entre el español hablado en Santander y el de Algeciras que entre las variantes dialectales a uno y a otro lado del mar. La plural identidad española, y la fuerza de la evidencia, ha favorecido el sentimiento de condominio que los hablantes de español tienen de la lengua que comparten con otros pueblos. La llegada de inmigrantes hispanos ha hecho que muchos peninsulares descubran en su propia lengua acentos armoniosos que hasta ahora ignoraban. Todo ello no ha hecho sino aumentar la percepción de que una lengua la posee quien la habla y de que su nivel de posesión es el de su uso.

La utilización de los avances tecnológicos en comunicación, las tendencias de los movimientos productivos, comerciales y financieros, en fin, la situación denominada mundialización o globalización, descubren también el valor añadido de la pertenencia a una comunidad hablante. No es por acaso que, sin olvidar otras razones, los capitales españoles hayan visto en Iberoamérica el camino más natural para su movilidad.

La insistencia en el valor utilitario de la lengua, en su dimensión lingüística e instrumental, no debe hacernos olvidar el prestigio cultural sobre el que el español se asienta, que aporta a la lengua rasgos positivamente diferenciadores que contribuyen a su cohesión por definir un sistema de referencias cercanas y que, sin duda alguna, tienen mucho que ver con el desarrollo del español.

La creación del Instituto Cervantes en el año 1991 supuso un logro largamente esperado por quienes echaban en falta un instrumento de Estado que atendiera eficazmente y ordenara racionalmente la difusión de la enseñanza del español en el extranjero. En diez años desde su creación, el Instituto ha recorrido un largo trecho y ha sabido adaptar su desarrollo, tanto cuanto sus medios se lo han permitido, a las exigencias que la evolución de la enseñanza del español ha experimentado en el mundo. Si sorprende el largo camino recorrido y su consolidación como institución, más sorprende que se haya realizado con tan notable parquedad presupuestaria. El sentimiento de crisis económica existente en el momento de la creación del Instituto Cervantes parece haberlo marcado con la sensación permanente de la austeridad. Es verdad que los poderes públicos, conscientes de la trascendencia de sus fines, insisten con simpatía en el reconocimiento de la relevancia de su misión. No se puede decir, sin embargo, que el acompañamiento de medios tenga correlación con la importancia que públicamente se atribuye al Instituto Cervantes en la acción exterior. Los objetivos encomendados y la evidencia de su repercusión requieren de una postura más decidida si de verdad se ha entendido lo que se juega el español en un contexto de relaciones universales generalizadas.

La ley 7/1991, de 21 de marzo, por la que se crea el Instituto Cervantes, lo define como «una entidad pública, con personalidad jurídica propia y capacidad de obrar para el cumplimiento de sus propios fines, que ajustará sus actividades al ordenamiento jurídico privado». La misma ley le señala como fines la promoción de la enseñanza del español y la difusión de la cultura en el exterior.

Desde su creación, los centros del Instituto Cervantes en el exterior han basado, por tanto, su actividad en la enseñanza del español y en el desarrollo de programas culturales y otras acciones encaminadas a atender al «patrimonio lingüístico y cultural que es común a los países y pueblos de la comunidad hispanohablante». Es el modelo organizativo de los centros culturales franceses, alemanes o italianos, cuya actividad está también orientada a la difusión de la lengua y a la difusión cultural con actividades de diversa índole. Como es sabido, los centros británicos se ocupan esencialmente de la enseñanza del idioma.

Con este modelo de organización, que sólo ha variado con la creación de los centros de São Paulo y Río de Janeiro, dedicados a la formación de profesores de español, la actividad general desarrollada por el Instituto ha originado unos ingresos por operaciones comerciales del 19 % de su presupuesto en 1998 y del 22 % en presupuesto inicial de 2001 (Gráfico 1). Entran en este capítulo de ingresos los originados por la actividad académica desarrollada en los centros, los provenientes de la participación del Instituto en la administración de los Diplomas de Español como Lengua Extranjera (DELE) y los de actividades culturales.

Gráfico 1

Actividad académica y administración de los Diplomas de Español son los activos económicos con que cuenta el Instituto Cervantes para potenciar los ingresos de un exiguo presupuesto y atender al cumplimiento de todos sus fines institucionales.

Los centros del Instituto Cervantes se organizan en torno a la actividad académica y al desarrollo de programas de difusión cultural. A la organización de la actividad académica, que ha tenido un incremento constante desde sus comienzos, se ha prestado especial atención, hasta el punto de que definen buena parte de la vida diaria de los centros.

Uno de los objetivos prioritarios de la dirección del Instituto Cervantes desde su creación fue dotarlo de un Plan de Estudios o Plan Curricular propio que fuera la referencia académica de todos sus centros y que sirviera de marco general de objetivos, contenidos, criterios de evaluación y todos aquellos aspectos relacionados con la actividad académica. El Plan Curricular del Instituto Cervantes, implantado desde el curso 1993-1994, después de tres años de experiencia y revisiones críticas, supone hoy uno de los elementos vertebradores más importantes del Instituto. Además de aportar una propuesta curricular a la altura de las más avanzadas en la enseñanza de lenguas extranjeras, introduce un elemento de cohesión y homogeneidad en la actividad académica desarrollada en todos sus centros sin impedir, no obstante, la materialización de su carácter abierto o de adaptación a las característica culturales y sociolingüísticas del lugar de su aplicación.

El Plan de Estudios establece unos cursos generales divididos en cuatro niveles (inicial, intermedio, avanzado y superior), en cada uno de los cuales, las características de cada país o centro aconsejarán un número de cursos y carga horaria particular para conseguir los objetivos de cada nivel.

El sistema de opcionalidad horizontal que establece en Plan de Estudios permite a los centros ofrecer cursos complementarios a los de su nivel curricular, de acuerdo con necesidades, preferencias o intereses. Aparte de los cursos generales, los centros del Instituto ofrecen cursos de fines específicos (de preparación a los exámenes para la obtención del Diploma de Español, acceso a la universidad española, español para profesionales y otros), cursos de refuerzo de aspectos particulares del programa (talleres de escritura, de desarrollo de la comprensión lectora, etc.), cursos de cultura y civilización (historia de España, de América, historia de la literatura, arte, cine y otros).

A la homogeneidad académica han contribuido, sin duda, los criterios establecidos en la selección de profesorado y al plan anual de formación de profesores llevado a cabo desde la Sede central y en los propios centros del Instituto. Todo ello, unido a la adecuación de los medios, las instalaciones, la existencia de unos servicios complementarios (biblioteca, documentación, cinemateca, prensa, programa cultural) puede ayudar a explicar la progresión experimentada en el número de estudiantes de español en los centros del Instituto Cervantes, que ha evolucionado de las 15 787 matrículas de 1991-1992 a las 59 516 del curso 2000-2001.

Sobre estas bases de su organización académica, el número de alumnos, matrículas y cursos atendidos en sus centros en los últimos años es el que sigue:

Curso 1997-1998

N.º de alumnos: 27 288
N.º de matrículas: 41 297
N.º de cursos: 3332

Curso 1998-1990
N.º de alumnos: 30 678
N.º de matrículas: 47 045
N.º de cursos: 4010

Curso 1999-2000
N.º de alumnos: 34 962
N.º de matrículas: 53 834
N.º de cursos: 4582

Curso 2000-2001
N.º de alumnos: 38 832
N.º de matrículas: 59 516
N.º de cursos: 5283

La expresión de estas cantidades en horas por alumno, resultado, como puede deducirse, de multiplicar el número de alumnos de cada curso impartido por el número de horas de cada uno de ellos, refleja de modo más ajustado la actividad académica desarrollada. De acuerdo con este criterio, la evolución del número de horas por alumno ha ido desde 1 678 342 en el curso 1996-1997 a 2 449 378 del curso 2000-2001, con los incrementos anuales que pueden verse en el gráfico 2. Las cifras anteriores están referidas a cursos generales y especiales organizados en los 34 centros del Instituto Cervantes. No se han incluido los 227 cursos de formación de profesores realizados en los centros del Instituto y en España en colaboración con distintas instituciones, en los que participaron 7318 alumnos.

Gráfico 2

La repercusión económica de la actividad académica de los últimos años en el presupuesto general del Instituto Cervantes ofrece datos ilustrativos. La evolución histórica del presupuesto del Instituto Cervantes, en pesetas corrientes, ha ido de los 3518 millones de pesetas de 1991 a los 8023 millones de pesetas de 2001, lo que supone una variación acumulada sobre el año 1991 del 128 %. En estos mismos años los ingresos por transferencia del Estado han evolucionado de los 3405 millones de pesetas de 1991 a los 5854 millones de pesetas de 2001, con variación acumulada sobre 1991 del 72 %.

La evolución anual del volumen de ingresos por operaciones comerciales en presupuestos iniciales ha pasado de los 1227 millones de pesetas en 1998 a los 2248 millones en presupuesto inicial de 2001 (Gráfico 3), lo que supone una variación del 83 %. En este mismo período los ingresos por transferencia del Estado han crecido en un 33 % (4487 millones de pesetas en 1998 y 5981 millones en 2001).

Gráfico 3

Los ingresos de operaciones comerciales previstos en el presupuesto inicial de 2001 alcanzan los 2248 millones de pesetas, lo que representa el 22 % del presupuesto general del Instituto. La aportación de cada una de las actividades a estos ingresos es, sin embargo, desigual. Del 22 % de los ingresos señalados, el 18,11 corresponden a los originados por la actividad académica, el 2,16 a la administración de los Diplomas de Español y el 1,17 al desarrollo de la actividad cultural; el 0,56 restante serían aportaciones en concepto de patrocinio a los propios centros.

Puesto que es en los centros donde se realiza la mayor parte de las actividades finalistas para la consecución de los objetivos institucionales, es allí donde los ingresos obtenidos adquieren mayor relevancia presupuestaria. También es en los centros donde se percibe más directamente el efecto potenciador de estos ingresos para un presupuesto que debe atender el cumplimiento de todos los fines encomendados al Instituto, cuya consecución, como se puede observar en los gráficos 4a y 4b, no está condicionada por la obtención de rendimientos económicos.

Gráfico 4a
Gráfico 4b

Con estos datos, la media de autofinanciación de los centros prevista en 2001 es de un 27 % en centros situados en países con PIB por habitante inferior a 8000 dólares y de un 42 % en países de más de 8000 dólares. La participación de cada centro en estos porcentajes guarda relación no sólo con su nivel de actividad, sino también con el de la dotación de personal prevista para 2001 (Gráficos 5a y 5b).

Hemos señalado, entre los ingresos propios del Instituto Cervantes, los derivados de la realización de los Diplomas de Español como Lengua Extranjera (DELE).

Los Diplomas de Español como Lengua Extranjera se crearon en 1988 (Real Decreto 826, de 20 de julio). La necesidad de contar con un diploma oficial que acreditara los conocimientos de español por parte de extranjeros era una evidencia en los medios profesionales que ya comenzaban a entrever las posibilidades de una actividad como la enseñanza del español a extranjeros. El Ministerio de Educación y Ciencia creó un diploma en un momento oportuno con la intuición y el acierto profesional de quienes desde los primeros momentos se ocuparon de la tarea. Los dos niveles de conocimiento inicialmente establecidos, diploma básico y diploma superior, fueron ampliados a un nivel más —certificado inicial— por Real Decreto 1/1992 que, además, daba participación al Instituto Cervantes, recientemente creado, en la gestión de los Diplomas. Desde las fechas señaladas hasta hoy no se han introducido modificaciones en la organización de este sistema de certificación de conocimientos de español.

Gráfico 5a
Gráfico 5b

Las inscripciones anuales de candidatos para la realización de exámenes para la obtención de los Diplomas de Español como Lengua Extranjera ha mantenido un crecimiento sostenido —salvo en el curso académico 1998-1999— desde su inicio (Gráfico 6). De los 2107 inscritos en las convocatorias de noviembre y mayo de 1989-1990 se ha pasado a los 19 598 de 2000-2001.

Gráfico 6

La realización de estos exámenes se ha venido haciendo en dos convocatorias anuales, en los meses de mayo y noviembre, en los países aprobados anualmente por el Consejo Rector de los Diplomas. El mismo órgano establece los precios aplicables a cada uno de los diplomas en los países en que se realizan los exámenes y su cuantía —sometida a la Ley de Tasas y Precios públicos— aparece publicada anualmente en el Boletín Oficial del Estado.

La responsabilidad académica (elaboración de los exámenes y corrección de los mismos) recae desde 1991 en la Universidad de Salamanca, en virtud de convenio firmado con el Ministerio de Educación. Un consejo asesor supervisa los criterios pedagógicos aplicables al procedimiento de obtención de los Diplomas.

Desde 1989 hasta 2001 el número de países en que se han celebrado las pruebas ha evolucionado de 9 a 59 (Gráfico 7). En este último año, el número de ciudades en que se han celebrado exámenes ha sido de 215.

Gráfico 7

En consonancia con el interés que el español despierta en Brasil, el número de candidatos presentados en este país destaca del resto con un 38 % del total en datos acumulados en el período comprendido entre 1989-1999. Más de 5000 se presentaron en las convocatorias de mayo y noviembre de 2000.

Un caso particular es el de Grecia que, en términos relativos a su población, sería el país con el mayor número de inscritos, en una progresión mantenida en las últimas convocatorias. Los candidatos presentados en las convocatorias de mayo y noviembre de 2000 fueron 1948.

La participación del Instituto Cervantes y el Ministerio de Educación en el Proyecto Lingua 2000 en Italia, junto a otros organismos de certificación (Cambridge, Alliance Française, Goethe y otros) ha supuesto un aumento considerable de los candidatos presentados en Italia que han pasado de 698 en la convocatoria de mayo de 2000 a 2308 en las de abril y mayo de 2001. Con el Proyecto Lingua 2000 el Ministerio de Educación de Italia ofrece a las instituciones escolares la oportunidad de presentar a sus alumnos a exámenes externos, lo que les permite obtener una certificación de conocimientos de lengua expedida por un organismo certificador europeo.

Los candidatos inscritos en España, acumulando también los porcentajes entre 1989 y 1999, representan el 15 % del total, según puede verse en el gráfico 8.

En España los exámenes se realizan en 33 centros de examen, escuelas oficiales de idiomas o universidades, de acuerdo con las normas vigentes. La procedencia de los alumnos inscritos en España es la que puede apreciarse en el gráfico 9.

Gráfico 8
Gráfico 9

La repercusión económica en los presupuestos del Instituto Cervantes de la actividad relacionada con la gestión de los Diplomas de Español no ha sido, hasta ahora, significativa.

Hemos señalado anteriormente que del 22 % de ingresos por actividades comerciales del Instituto, el 2,16 % correspondería a la administración de los Diplomas de Español, lo que en términos absolutos equivale a poco más de 220 millones de pesetas.

Se ofrecen a continuación algunos gráficos con datos porcentuales referidos al número de inscritos y a los resultados económicos de la actividad. Los tipos de centros hacen referencia a centros de examen situados en España y en el exterior que, en virtud de los convenios firmados, administran los ingresos y gastos correspondientes a la organización de los exámenes. El resto de los centros son aquellos cuyo responsable es personal del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, del Ministerio de Asuntos Exteriores o del Instituto Cervantes.
El crecimiento del número de candidatos, aún siendo importante, no se corresponde con el desarrollo experimentado por la enseñanza del español en el mundo ni con las posibilidades de esta actividad.

Gráfico 10
Gráfico 11
Gráfico 12
Gráfico 13
Gráfico 14
Gráfico 15
Gráfico 16
Gráfico 17

Independientemente de razones externas, convendría que apuntáramos aquí las inherentes al propio sistema de certificación, que podríamos resumir en una falta de adecuación a las necesidades surgidas en el mundo de la enseñanza y certificación de conocimientos de lenguas. Los dos niveles de conocimientos —básico y superior— establecidos por el Real Decreto de 1991 pronto se vieron superados por la necesidad de una escala más amplia, para lo que se creó el nivel inicial, con una denominaciones que no parecían suficientemente distintas. Estos niveles, por otra parte, no se corresponden con los establecidos en el Plan Curricular del Instituto Cervantes, aplicado en todos sus centros y en relación con el cual se extienden certificaciones de conocimientos.

El esfuerzo de mantenimiento del sistema no se corresponde con unos resultados que, con ser importantes, se sitúan por debajo de lo que los indicadores de las actividades relacionadas con la difusión del español harían esperar.

El propio sistema, como apuntábamos más arriba, presenta disfunciones y carece de la flexibilidad necesaria para hacer frente a algunas deficiencias: gestión de aspectos económicos (precios, tratamiento económico de las colaboraciones), ampliación de centros de examen en España y en el exterior y de convocatorias, modificación de la estructura del examen, tardanza en la expedición de los diplomas).

Se estudia en estos momentos la conveniencia de hacer recaer en la dirección única del Instituto Cervantes los aspectos académicos, administrativos y económicos del sistema de certificación DELE. La materialización de esta medida debería ser el punto de arranque del replanteamiento de una actividad que puede tener considerables posibilidades de desarrollo. Para aprovecharlas, la dirección única de los Diplomas de Español deberá favorecer la aplicación en breve plazo de medidas tales como modernizar los procedimientos de gestión, promover el reconocimiento de estos en el extranjero, por parte de empresas, organizaciones empresariales e instituciones, establecer una adecuación de los niveles actuales a las escalas del Consejo de Europa y al Plan Curricular del Instituto, crear nuevos diplomas de acuerdo con las necesidades detectadas, ampliar el acceso a la obtención de los DELE a quienes, manteniendo la nacionalidad de un país cuya lengua oficial sea el español, residan o hayan realizado sus estudios primarios en un país de lengua distinta. Piénsese en las insistentes demandas en este sentido de ciudadanos hispanos en los Estados Unidos y en Europa.

Por otra parte, la aplicación de procedimientos informáticos a la realización de los exámenes permitirá en su momento dotar a la administración de los exámenes de unas posibilidades hasta ahora no explotadas. La creación de Aulas Cervantes y de la Red de Centros Asociados, así como la ampliación de la red de centros de exámenes con entidades a las que hasta ahora no les estaba permitida su participación, serán medidas que sin duda contribuirán al desarrollo que apuntamos en países como los Estados Unidos o Japón.

Conclusiones

Nos hemos referido en las páginas anteriores a la repercusión económica de las actividades académicas desarrolladas en los centros del Instituto Cervantes, así como a la de la administración del Diploma de Español como Lengua Extranjera. La vitalidad existente en todo lo que tiene que ver con el mundo de la enseñanza del español invita a apuntar hacía otros proyectos orientados hacía el valor del español como fuente de recursos.

El Instituto Cervantes presenta en este Congreso los Cursos de español en Internet que, aprovechando las nuevas posibilidades tecnológicas, pueden atender a la enseñanza del español a un número indeterminado de alumnos sin que el espacio o el tiempo signifiquen obstáculos.

El desarrollo de la Red de Centros Asociados, de proyectos de turismo cultural o idiomático, la ampliación del espacio de actuaciones del Instituto, la creación de nuevas certificaciones, y otras actuaciones que las propias dimensiones de la institución no aconsejan plantear por el momento, deben ser fuentes de recursos propios que permitan multiplicar las potencialidades del Instituto en la consecución de sus objetivos generales.

No conviene dejar de hacer algunas consideraciones sobre el valor que se añade institucionalmente a un sector de actividad creciente y que, naturalmente, no se contabiliza como retornos económicos directos.

Hemos citado la existencia de un Plan curricular que ha orientado la actividad académica en el Instituto Cervantes y que, como referente valioso, ha repercutido ampliamente en el sector de la enseñanza del español.

El proyecto de colaboración del Instituto Cervantes con la industria editorial, que permite hacer referencia expresa a la adecuación de los materiales publicados con el Plan curricular del Instituto, debe entenderse como una forma de cooperación a la imprescindible función de las editoriales.

El desarrollo de un plan de formación permanente abierto a otras instituciones y profesionales, la creación de Aulas Cervantes para el apoyo a profesores y alumnos de español en lugares donde no hay centros del Instituto, la participación en proyectos de tecnología lingüística, los recursos puestos a disposición del sector —red de centros, servicios de información y documentación, la propia actividad de cultural desarrollada en los centros— contribuyen, sin duda, a potenciar la industria que se desarrolla en torno a la enseñanza del español. Los recursos económicos de toda esta actividad generadora de valor sólo llegan al Instituto a través de la aportación del Estado y nunca como ingresos directos propios. Es verdad que el interés de los proyectos en desarrollo y la mayor sensibilización de la empresa privada permite contar con recursos provenientes de estas últimas. Empresas como Telefónica o el Banco de Santander aportan una valiosa contribución al mantenimiento de la Oficina del Español en la Sociedad de la Información (OESI) o en el desarrollo de proyectos punteros de tecnología lingüística.

Si los fines institucionales encomendados al Instituto justificaban la atención dedicada en el momento de su creación, la evolución del español, las nuevas circunstancias y las oportunidades que se ofrecen a la lengua, y a toda la industria que de ella se deriva, exigen de una planificación ambiciosa y de una mayor decisión en su apoyo que impida un estancamiento burocratizado en atenciones de conveniencias circunstanciales. Del Instituto se reclama una labor pionera en proyectos, en formación permanente, en la calidad de la actividad desarrollada. La constancia de amplias zonas de ausencia institucional, la existencia de actividades ligadas a la enseñanza del español todavía no suficientemente atendidas, la convicción de que las actuales circunstancias no permiten dilaciones, requieren de la dotación necesaria de medios para unos planteamientos decididos y urgentes.

La conciencia de que sobre la base de una comunidad hablante se definen nuevas formas de presencia en un tiempo caracterizado por la movilidad, la inmediatez y la mundialización, debería ayudar a tomar decisiones en favor de una política de apoyo al español en la que la importancia de los recursos asignados estuviera en consonancia con la relevancia declarada de los objetivos.

Bibliografía

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