Aunque en el contexto mundial, la venta de soportes musicales en Estados Unidos sólo representa el 38 por ciento (frente al 28 por ciento correspondiente a la Unión Europea o al 17,6 por ciento de Japón) del total, sin embargo, es de sobra conocido que este mercado pasa por ser el más importante del mundo. Ello se debe, fundamentalmente, al hecho de que las cabeceras o cuarteles generales de las grandes compañías del sector se encuentran allí: Warner, Sony, Universal, BMG y EMI.
Pero incluso en el caso de que aceptáramos como argumento válido que el accionista mayoritario, en tres de las cinco compañías, es japonés (Sony), alemán (BMG) o británico (EMI), respectivamente, resulta indudable que las decisiones artísticas y de promoción del repertorio se toman pensando en el consumidor anglosajón y preferentemente norteamericano, con lo cual, la prioridad a los lanzamientos en inglés es manifiesta e incontrovertible.
Pero incluso en el caso de que aceptáramos como argumento válido que el accionista mayoritario, en tres de las cinco compañías, es japonés (Sony), alemán (BMG) o británico (EMI), respectivamente, resulta indudable que las decisiones artísticas y de promoción del repertorio se toman pensando en el consumidor anglosajón y preferentemente norteamericano, con lo cual, la prioridad a los lanzamientos en inglés es manifiesta e incontrovertible.
Si a esta circunstancia, estrictamente táctica, añadimos otras de carácter más estratégico como que, hoy por hoy, Estados Unidos se ha consolidado como el mercado más importante del mundo; que domina, sobradamente, el ámbito conjunto de las telecomunicaciones y su desarrollo tecnológico y que, además, su sector exportador más importante es el conocido como Copyright industries, que incluyen la producción de software, audiovisuales, música grabada, publicaciones escritas y otras de análoga naturaleza, la conclusión que se alcanza es la de que aquello que ocurra en ese territorio americano es determinante y condiciona lo acaecido en el resto del planeta.
El idioma y sus manifestaciones funcionales no es una excepción a este principio general de globalización orientada. El papel atribuido al español en esa zona del mundo y su repercusión económica y social dentro de ese mercado tan poderoso, va a condicionar su desarrollo en el resto de los territorios. Frente al argumento cuantitativo, tantas veces esgrimido, de los cuatrocientos millones de hispanohablantes, habría que empezar a pensar que es más importante quién lo usa y dónde lo usa a la hora de hacer un diagnóstico sobre su salud y, sobre todo, en el momento de diseñar las políticas y acciones necesarias para asegurar su mantenimiento y progresión.
Si la música en español se afianza como parte del mainstream estadounidense, si las composiciones musicales expresadas en esta lengua son aceptadas y consumidas regularmente tanto por el consumidor hispano como por el ciudadano no hispano, y si las grandes compañías productoras y medios de comunicación asumen este tipo de repertorio como algo habitual y económicamente rentable (lejos de su carácter exótico habitual), podemos estar convencidos de que el español evolucionará en el mundo sin ninguna clase de dificultad, por las razones que más adelante explicaré.
Así pues, mi hipótesis de trabajo y la tesis del presente estudio, es la de que la música, junto con los medios de comunicación, incluida la red telemática, son instrumentos definitivos para garantizar el progreso del español en el mundo. Y que lo que pueda ocurrir en Estados Unidos relacionado con estas dos herramientas, es un elemento de primera magnitud para predecir su afianzamiento en el resto del mundo.
La actualización del censo estadounidense de 1990, llevada a cabo en el año 2000, ha producido un enorme alborozo en los países hispanoamericanos y España porque se ha conocido el dato de que, por primera vez en la historia, la población hispana en Estados Unidos se ha convertido en la minoría mayoritaria. Su tamaño ha superado los 35 millones y ya constituye el 12,5 por ciento de la población total en aquel país, mas no acaban ahí las buenas noticias, sino que al tener una pirámide de edades de perfil diferenciado al de la media del país, su esperanza de crecimiento demográfico a medio plazo es enorme, esperándose que en el año 2020 el número de hispanos en Estados Unidos pudiera llegar a ser el 25 por ciento de la población total. Todo ello debido a otras tres razones fundamentales: primera, el porcentaje de hispanos que ahora mismo son menores de 24 años es del 47,7 por ciento, doce puntos por encima de la media general; segunda, la tasa de natalidad entre las mujeres hispanas es de 3,6, frente al 2,4 presentada por el conjunto de las mujeres no hispanas; tercera, el mantenimiento, e incluso previsible crecimiento, de las corrientes migratorias desde países hispanohablantes hacia Estados Unidos. De tal forma, que en no más de quince años la población hispana de Estados Unidos se convertiría en el segundo país, al menos teóricamente, hispanohablante del mundo. Hasta aquí las buenas noticias.
No obstante lo anterior, para que una minoría consiga ser influyente, no sólo ha de ser numéricamente suficiente, sino que también ha de tener un cierto grado de implantación en la vida económica, cultural y social del sistema en cuestión. Como veremos a continuación, éstas son variables deficitarias para el grupo hispano en los Estados Unidos.
Si nos referimos a los aspectos relacionados con la formación y la educación, utilizando para ello estadísticas manejadas por Gómez Dacal y Amparo Morales, los datos no son precisamente halagüeños. En términos generales, los hispanos están por detrás de los estadounidenses de origen africano (los afroamericanos). Así, mientras los blancos, afroamericanos y asiáticos con High School terminada superan el 80 por ciento, 68 por ciento y 73 por ciento de sus etnias respectivas, los hispanos no alcanzan el 45 por ciento).1 Aunque en materia de estudios superiores, la situación no es muy diferente, sin embargo, hay que destacar que la distribución interna, por nacionalidades, dentro del grupo de los hispanos, es muy heterogénea. Tanto cubanos como puertorriqueños y centroamericanos se sitúan cerca de la media general (los cubanos la superan claramente) y los grandes desfavorecidos son los mexicanos, cuyo peso es básico al constituir entre el 60 y el 65 por ciento del conjunto total de hispanos.
En materia económica, la situación es muy parecida. La tasa de desempleo, por ejemplo en 1999, era para el conjunto de la población estadounidense del 3,5 por ciento, mientras que en el caso de los hispanos era del 7,5 por ciento. En 1998, los hispanos que estaban por debajo del umbral de la pobreza eran el 25,6 por ciento, en tanto que para la población general la marca era del 8,2 por ciento).2 Como consecuencia de todo ello, apenas el 12 por ciento de hispanos ocupa puestos de cierta responsabilidad en el sector productivo.
Esta combinación de baja instrucción, escasa renta y grandes flujos migratorios constantes, ha permitido que el uso del español se haya mantenido dentro de unos márgenes muy amplios. Según los datos aportados por Morales, algo más de la cuarta parte de la población sigue siendo monolingüe en español, otro cuarto lo es en inglés y el resto sería bilingüe. Pero más importante que los meros datos estadísticos es la manera en que se produce la transición entre las diferentes utilizaciones del idioma. A medida que se avanza en la escala social, y sobre todo en las segundas generaciones de inmigrantes, el uso del inglés se hace más intensivo, prácticamente exclusivo, en los ámbitos profesional y social. Ya no se trata simplemente de una exigencia operativa, sino de una garantía de integración, tal y como lo demuestra lo acontecido entre el resto de las minorías étnicas sin procesos paralelos de sustitución; la lengua materna se olvida entre las generaciones sucesivas. Sin embargo, en el caso de los hispanos, al renovarse permanentemente la base de recién llegados, se ha logrado mantener toda una estructura mediática de más de 528 emisoras de radio, 77 de televisión y más de 300 periódicos que ayudan a mantener viva la referencia del español, incluso entre los miembros más integrados de la minoría.
Todos los institutos que habitualmente realizan estudios mediáticos en Estados Unidos (Nielsen, Arbitron y Traffic Audit Bureau) coinciden al señalar que es difícil llegar a alcanzar conclusiones sobre el comportamiento de los hispanos y mucho más lo es el hacer previsiones sobre el futuro; lo cual es lógico, ya que nos estamos refiriendo a un grupo en permanente movimiento y con grandes dosis de desestructuración interna. Los jóvenes nacidos en Estados Unidos conviven, a la vez, con el resto de nativos norteamericanos en los centros de estudio y lugares de diversión, pero, al mismo tiempo, y por razones familiares, también mantienen relaciones con otros sujetos que, en muchas ocasiones, hablan con dificultad el inglés. Por otro lado, sus criterios y modelos estéticos cada vez distan más de los de sus padres que, simultáneamente, son los más utilizados por la mayoría de las emisoras de televisión (véase Telemundo y Univisión) y la prensa, siendo la radio, sobre todo la FM, la única opción posible. En este magma caótico de tendencias contradictorias, inestabilidad permanente y falta de datos concluyentes, no parece arriesgado, en principio, apostar por una serie de conclusiones generales:
1.ª) Los hispanos en Estados Unidos, lejos de constituir un grupo homogéneo, de comportamientos, ingresos y formación similares, se caracterizan, más bien, por todo lo contrario.
2.ª) En términos generales, se podría decir que la clase gobernante anglosajona no está dispuesta a invertir en programas educativos que refuercen el uso del español entre la población hispana (téngase en cuenta los veinticinco estados que ya han establecido legalmente el inglés como lengua oficial de la actividad pública).
3.ª) Para la mayoría de los jóvenes hispanos la promoción social, la modernidad y el futuro tienen que ver con el inglés. Las referencias culturales escritas en español, salvo raras excepciones, tienen que ver con el pasado, la penuria paterna y la tradición más rancia.
4.ª) La propia situación económica de la mayoría de los países de los que son originarios los miembros de la minoría hispana, impide que puedan poner en marcha proyectos de integración que ayuden a los hispanos a conservar sus señas de identidad bajo un marchamo de modernidad. Sólo España, tal vez, podría hacerlo y, sin embargo, casi siempre suele actuar bajo las premisas de una cultura tradicional, paternalista y funcionarial.
5.ª) Si el futuro del español en Estados Unidos no se vincula, al menos en una parte muy importante, a los modelos de consumo propios de los jóvenes hispanos (música, audiovisuales y software), así como a sus deseos de integración en la sociedad estadounidense, el porvenir de nuestra lengua en aquel país, y por ende en el resto del mundo, se puede ver seriamente amenazado.
En 1999, la RIAA (Recording Industry Association of America), consciente de la importancia que el repertorio musical latino había adquirido en Estados Unidos, creó un programa de investigación sobre el mercado latino. En septiembre de ese mismo año, la RIAA añadió a dicho programa una parte de investigación de hábitos de consumo y datos demográficos.
Uno de los hechos que puso de manifiesto el estudio era el de que los consumidores hispanos son también compradores de música en inglés, especialmente los más jóvenes y que, además, un tercio de los consumidores hispanos son responsables de los dos tercios de las compras totales efectuadas por el grupo hispano.
El estudio estableció seis segmentos o grupos de compradores, siendo los principales (68 por ciento de las ventas) los que a continuación se describen:
1. Young Hipsters o ‘los que están a la última’
Es el segmento más importante de compradores; tiene entre 14 y 29 años, estando el 80 por ciento por debajo de los 24; adquieren una media de 48 compactos al año; sus géneros favoritos son: pop en español, tropical, rap, hip-hop, pop-tic y rhythm & blues; su interés por la música es muy alto, especialmente por los nuevos sonidos como rap y hip-hop; el 53 por ciento vive con sus padres y el 42 por ciento habla español en casa habitualmente.
2. Still Grooving o ‘los que aún están en la onda’
Tienen entre 30 y 54 años; compran una media de 39 compactos al año; sus géneros favoritos son baladas latinas y tropical, siendo su segunda opción la música dance y la tercera el rock de siempre; el 63 por ciento del segmento tiene entre 30 y 39 años, está casado y tiene hijos; el 60 por ciento habla español en casa habitualmente.
Es importante destacar el hecho de que el 50 por ciento de los hispanos consultados consideraron que para ellos el oír música era extremadamente importante o muy importante, declarando un 43 por ciento como bastante importante la audición musical.
El 67 por ciento de los consumidores hispanos considera que la mayor influencia sobre sus hábitos musicales es ejercida por las emisoras de radio.
Es evidente que los resultados de este sondeo refuerzan algunas de las conclusiones alcanzadas en el epígrafe anterior, sobre todo en lo que se refiere al comportamiento de los jóvenes. Observamos que, a pesar de mantener todavía como primera opción géneros en español, la segunda es rap y hip-hop en inglés, lo cual es congruente con el hecho de que sólo el 42 por ciento mantenga el español como lengua doméstica. Cabría pensar, tal vez, que si dispusieran de suficientes producciones de rap o hip-hop en español y, al mismo tiempo, contasen con emisoras de radio, especialmente, y televisión en español con formatos menos conservadores, su vinculación a nuestro idioma podría ser más estable y consistente.
En este mismo orden de cosas, quizás haya llegado el momento de que alguna gran institución española lleve a cabo el gran estudio sobre los hábitos de consumo cultural de los hispanos en EE. UU., para así poder dejar de especular sobre esta clase de asuntos.
Desde 1996 la RIAA viene desglosando los datos semestrales correspondientes al mercado latino. Esta organización controla aproximadamente el 90 por ciento de todas las grabaciones lícitamente producidas y vendidas en los Estados Unidos.
La RIAA define la música latina como «un producto que contiene el 51 por ciento o más en español».
Con estas premisas de partida, los seguimientos realizados durante estos cinco años han puesto de manifiesto que el repertorio latino ha dejado de ser un elemento de moda para convertirse en un género habitual de consumo entre la población estadounidense. La evolución de las unidades vendidas y su valor económico así lo demuestran.
Como se puede observar en los gráficos 1 y 2, hay cuatro años de crecimiento continuado y espectacular. Las unidades aumentan un 22 por ciento entre 1996 y 1997; un 12 por ciento entre 1997 y 1998, y un 7,6 por ciento entre 1998 y 1999. También durante esos años, el valor en dólares creció, respectivamente, un 25 por ciento, 16 por ciento y 10 por ciento. Los resultados del año 2000, sin embargo, reflejan las consecuencias de la integración del repertorio latino en el mainstream del mercado norteamericano y, por consiguiente, recibe los efectos directos del estancamiento de la demanda y la acción de la piratería. Es en este ejercicio cuando pierde un 7 por ciento en ventas y un 3 por ciento en valor económico.
En estos momentos, el mercado latino en Estados Unidos tiene una cuota de mercado que oscila entre el 4,3 por ciento y el 4,7 por ciento, valores en sí mismos nada desdeñables. Piénsese, para tener una referencia, que el mercado español, en su conjunto, vende unos 63 millones de copias (las cifras exactas son 62,9 millones de unidades y 101 600 millones de pesetas —alrededor de 530 millones de dólares— y factura poco más de 100 000 millones de pesetas —alrededor de 530 millones de dólares—. Ello nos da una idea de la importancia del segmento latino del mercado estadounidense.
En definitiva, todos los datos parecen poner de manifiesto que la batalla del español en Estados Unidos no sólo pasa por las universidades, centros culturales y exposiciones permanentes o itinerantes, sino también, e incluso prioritariamente, por el ámbito musical y mediático, espacios absolutamente cercanos a los jóvenes hispanos y de indudable rentabilidad económica. Si los países hispanohablantes y el sector hispano de Estados Unidos no llegan a desarrollar una industria musical potente o, en su defecto, no son capaces de influir decisivamente en la toma de decisiones de las grandes compañías multinacionales, para que en el primer mercado mundial se consolide la presencia permanente del español como vehículo habitual de comunicación musical, fenómeno que tanto económica como socialmente estaría plenamente justificado, el futuro de nuestra lengua en aquel país quedará bastante debilitado, ya que si bien su uso, en términos estrictamente numéricos, podría seguir creciendo, su repercusión social, económica y mediática seguiría siendo tan escuálida como ahora mismo lo es.