Nadie pone en duda ya la importancia que la lengua española ha ido adquiriendo en Estados Unidos. Una simple visita turística es suficiente para darse cuenta de que nuestra lengua va tomando cada vez más protagonismo en la sociedad americana. El español ha empezado a formar parte de la vida cotidiana de los estadounidenses y ya no resulta sorprendente el escuchar o leer español por las calles de cualquier ciudad del país. Esta nueva realidad ha potenciado la importancia de la enseñanza de la lengua española, fenómeno que sin embargo es relativamente reciente.
Tradicionalmente, las lenguas extranjeras en EE. UU. nunca despertaron un gran interés y el español tampoco ocupaba un lugar preferente, salvo en algunos estados del sur, próximos a México, que tenían una influencia más directa de la lengua y cultura hispanas.
Es sabido que un importante número de inmigrantes procedía de países latinoamericanos y, aunque originalmente se establecían casi exclusivamente en la zona meridional del país, muy pronto empezaron a asentarse por todos los estados. Esto ha propiciado el hecho de que hoy en día, las segundas, terceras y cuartas generaciones de aquellos primeros inmigrantes, hoy ciudadanos estadounidenses de pleno derecho, constituyan una comunidad bilingüe (inglés-español) cada vez más numerosa.
Esta situación ha favorecido que la presencia del español y lo hispano se haga patente en los todos los ámbitos: político, económico, social, etc. Todo esto, junto a otras causas que a lo largo del presente trabajo serán analizadas, anima a miles de estudiantes estadounidenses a cursar estudios de muy diverso tipo en países de habla hispana.
Esta ponencia tiene por objeto tratar los aspectos relacionados con los estudios de los estudiantes universitarios estadounidenses en el extranjero, y más concretamente, aquellos ligados al mundo del español. También daremos a conocer el número de estudiantes que optan por un país hispanohablante para cursar estudios de español, e igualmente analizaremos la repercusión que esa presencia tiene en términos económicos.
El estudiante estadounidense considera diferentes factores antes de decidirse a estudiar en otro país. En primer lugar, debe comprobar que la oferta académica de su programa en el extranjero cubre los contenidos recogidos en el currículum de su universidad en EE. UU., de lo contrario no podría convalidar estos estudios realizados fuera de su país. Por otra parte, debe asegurarse de que todo aquello que guarda relación con su estancia en el extranjero, es decir, todo lo referente a su cuidado, manutención, asistencia médica, orientación, etc., atiende eficazmente a sus necesidades.
El estudiante estadounidense se muestra muy exigente en lo que se refiere a estos servicios, no suele dejar nada al azar, por lo que siempre es muy previsor respecto a cómo va a desarrollarse su estancia en el país extranjero, y, con frecuencia, desea tener un calendario organizado para todo el período de estancia. En definitiva, lo que busca es un modelo que se asemeje al de su universidad en EE. UU., donde calidad, servicio y seguridad son palabras clave. Sabemos que nuestras universidades cumplen sobradamente las necesidades de estos estudiantes en todo lo académico pero también debemos ser conscientes de que, en la actualidad, los servicios e infraestructuras que ofrecen estas universidades distan mucho aún de los que tienen las universidades estadounidenses. Por este motivo, casi la totalidad de los estudiantes que van a otro país busca fórmulas que le permitan formarse en universidades extranjeras de calidad y, al mismo tiempo, disfrutar de una amplia red de servicios. A diferencia del estudiante europeo, que se mueve de forma más independiente, el estudiante estadounidense opta por la seguridad y la comodidad de un programa de estudios organizado. Comentaremos más adelante la función y el funcionamiento de este tipo de programas.
Para hacernos una idea del número de estudiantes que estudian en el extranjero basta con observar los datos recogidos en el informe Open Doors, realizado por el Institute of International Education. Este informe cifra en 129 770 el número de estudiantes universitarios estadounidenses que, durante el curso académico 1998-1999, cursaron estudios en el extranjero. Esta cifra supuso un incremento del 13,9 % con respecto al año anterior (113 959 estudiantes en el curso 1997-1998). Esta tendencia de crecimiento ha sido constante desde mediados de los años 90, con porcentajes de crecimiento anual que oscilan entre el 10 % y el 15 %. Según datos facilitados por la fuente citada, hasta 1994 el crecimiento anual estaba en torno al 5 %, mientras que el número de estudiantes casi se duplicó entre 1995 y 1999.
Para explicar el auge experimentado desde mediados de los años 90, debemos considerar que el modelo universitario norteamericano es muy flexible y acredita con relativa facilidad los cursos realizados por sus estudiantes en el extranjero. Además, los modelos curriculares de las universidades estadounidenses dan un gran protagonismo a los intereses particulares de cada estudiante, lo que les permite confeccionar en gran medida su propio programa de estudios.
También es importante señalar que parte del crecimiento que están experimentando los programas de estudios en el extranjero se debe a la amplia oferta existente, lo que hace que más y diferentes tipos de personas encuentren un programa adaptado a su medida. En la actualidad un estudiante universitario estadounidense tiene la posibilidad de cursar estudios en casi cualquier país del mundo, de ahí que ese crecimiento en número total de estudiantes se reparta entre muchos países diferentes.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que el coste de la matrícula en las universidades norteamericanas es muy elevado. Esto implica que realizar estudios en el extranjero no supone para un estudiante estadounidense un gran incremento del presupuesto que tiene para educación.
Junto a todos estos factores, han tenido un papel catalizador otros fenómenos recientes como la bajada de precios de los viajes, más y mejores comunicaciones aéreas entre EE. UU. y otros países, relaciones cada vez más estrechas entre las universidades norteamericanas y las del resto del mundo, etc.
Las motivaciones personales por las que los estudiantes americanos de habla inglesa se deciden a realizar estudios en el extranjero son de muy diversa índole. A muchos de ellos les fascina la oportunidad única de experimentar otra cultura, a otros les atrae la idea de recibir parte de sus cursos universitarios en otro país y con otro sistema de enseñanza; y a la mayoría, además de lo ya dicho, les facilita el aprendizaje de una lengua extranjera.
Los estudiantes de EE. UU. se desplazan cada año a unos 165 destinos que se reparten por los cinco continentes. De éstos, los diez países que más universitarios reciben quedan reflejados en la tabla 1.
A la vista de estos datos se observa cómo los intereses por el aprendizaje de lenguas se centran en el español, el francés, el italiano y, en menor medida, en el alemán. Más adelante se comentará la importancia de los países de habla inglesa donde obviamente no influye el aprendizaje de una lengua extranjera. En el caso de Israel no parece necesario resaltar que los intereses responden fundamentalmente a cuestiones de carácter religioso o cultural.
Es importante considerar el número de estudiantes que va a cada país cuando se manejan los porcentajes de crecimiento. Aquellos países que no tienen un volumen muy grande de estudiantes tienden a reflejar porcentajes de crecimiento más elevados, mientras que los países que reciben más estudiantes y experimentan un mayor crecimiento en números absolutos presentan una variación porcentual más baja. El Reino Unido, por ejemplo, recibió 1820 estudiantes más que el año anterior, lo que supone un crecimiento del 7 %, mientras que España aumentó en 1899 sus cifras, lo que representa un 18,3 % con respecto al año anterior. En este caso concreto, España crece casi tres veces más que el Reino Unido con una variación en número de estudiantes muy similar.
Es significativa la presencia de tres países de lengua materna español (Costa Rica, México y España) entre los diez países del mundo que más estudiantes reciben. Este hecho ya nos da una idea de la repercusión que el español tiene entre los estudiantes de universidades en EE. UU. A fin de analizar con más detenimiento la importancia del aprendizaje de la lengua española para los estudiantes norteamericanos, parece interesante observar los números relativos a los 19 países de habla hispana que más estudiantes reciben. (Tabla 2)
Podemos ver cómo la lengua española tiene que ver con los estudios del 22,30 % del total de estudiantes que van al extranjero a realizar parte de sus estudios (año 1998-1999). Si comparamos este dato con el del resto de países1 (a excepción de los de lengua materna inglés), veremos que el español es la lengua extranjera que mayor interés suscita entre estos estudiantes.
Contrastando los datos del mundo hispano con los relativos al del mundo angloparlante (Reino Unido, Irlanda, Australia…), observamos cómo este último continúa ocupando un lugar preferente.
Como ya hemos dicho, en la actualidad el español atrae al 22,3 % de los estadounidenses que deciden estudiar en el extranjero, frente al aproximadamente 30 % que lo hace en países de habla inglesa. Este 30 % se vería altamente incrementado si considerásemos los estudiantes que van a otros muchos países, de lengua materna no inglesa, donde se imparten cursos en inglés en las universidades: países asiáticos, países escandinavos, países de Europa del Este, etc.
Una de las razones por la que los estadounidenses prefieren estudiar en países de habla inglesa es eminentemente práctica: si la motivación principal del estudiante no es el aprendizaje de una lengua extranjera, la opción más fácil es estudiar en su propia lengua.
Por otra parte, los programas de intercambio entre países de lengua inglesa están mucho más desarrollados que con el resto del mundo. No en vano fue el modelo de educación inglés el que fue exportado a EE. UU., motivo por el que, como es lógico, todavía hoy se encuentren muchas más similitudes entre ambos sistemas educativos. Esto hace que resulte más fácil y ventajoso para los universitarios estadounidenses cursar estudios en países donde la lengua de instrucción es el inglés, sobre todo para aquellos que están inscritos en carreras científicas y están sujetos a programas más específicos y rígidos.
Tampoco se debe olvidar que el aprendizaje de lenguas extranjeras en EE. UU. tiene un largo camino que recorrer y aún hoy, hay muchos alumnos de college que desconocen una segunda lengua, o bien el conocimiento que tienen de ella es insuficiente, lo que les reduce considerablemente las posibilidades a la hora de elegir su país de destino.
No cabe duda de que superar la barrera lingüística también supone un gran reto para todos los profesionales del español. Es evidente que el número de estudiantes con interés en aprender nuestra lengua crece día a día, lo que se ve favorecido por el propio gobierno de EE. UU. que no escatima esfuerzos en promocionar el aprendizaje de lenguas extranjeras y los estudios en otros países. El propio Secretario de Estado de Educación, durante la presidencia de Clinton, se mostraba satisfecho por haber duplicado el número de estudiantes que realizaban estudios en el extranjero y añadía: «…se deben hacer muchas más cosas para crear nuevas oportunidades de intercambio para nuestros estudiantes; (…) creo que muchos más estudiantes universitarios necesitan ver el mundo con otros ojos. Y la mejor manera de hacerlo es estudiando en el extranjero».2
Es importante señalar que la mayor parte de estos estudiantes, más del 90 %, se desplaza al extranjero con programas organizados, los cuales no sólo se encargan de los aspectos académicos (matrícula, convalidación de cursos, certificaciones académicas, tutorías), sino también de todos aquellos aspectos relacionados con su estancia en el país: viajes, alojamiento, actividades culturales, seguros médicos, etcétera.
Como señalamos anteriormente, el estudiante norteamericano busca modelos que se asemejen a su universidad de origen, que conozcan sus necesidades e idiosincrasia y que sepan facilitarle los servicios que pretende o espera. Se mostrará más adelante que el número de programas de estudio que buscan satisfacer la demanda de estos estudiantes es muy amplio.
El primer contacto de los estudiantes con los programas se produce de muy diversas formas: vía Internet, por publicaciones orientadas al tema en cuestión, amigos o compañeros de universidad, reuniones informativas o a través de las oficinas de información de las respectivas universidades. Conviene prestar atención a estos programas porque son los que modifican y generan nuevos programas de estudios atendiendo a las preferencias que tienen los estudiantes. Esta interacción entre programas y estudiantes es constante: se mejora el servicio y la oferta se adecua más a las necesidades del estudiante.
Son muchos y diferentes los programas de estudio que canalizan esta oferta: bien las propias universidades, con un programa específico para sus estudiantes, bien instituciones diseñadas para este fin que intentan aglutinar estudiantes de diferentes lugares del país. En cualquier caso, no es objetivo de esta presentación profundizar más en este aspecto, tan sólo señalar la presencia que estos programas tienen en el mundo.
Para la correcta interpretación de los números que más abajo se detallan, hay que tener en cuenta que sólo aparecen aquellos que tienen una relación directa con lo español. Por ejemplo, un programa especializado en biología submarina en Costa Rica y ajeno a la enseñanza de la lengua queda excluido. Además sólo se ha seleccionado una organización por ciudad: un programa que tiene tres ofertas académicas en Madrid («Español Intensivo» en verano, «Estudios Hispánicos» durante el semestre y «Arte Español Contemporáneo») es incluido una sola vez.
Como es lógico, la presencia de programas está estrechamente ligada al número de estudiantes en cada país. Dicho de otro modo, los países que por diferentes motivos (oferta académica, localización geográfica, posibilidades deportivas, intereses culturales) pueden atender mejor las necesidades de los estudiantes, son los que primero atraen la atención de universidades o instituciones para establecer un programa de estudios, generando así la aparición de nuevos programas. Es necesario apuntar que los programas incluyen, además de una amplia oferta académica, un sinfín de actividades que la acompañan o complementan. Así, Costa Rica se presenta como el lugar ideal para compaginar el estudio del español con los deportes de aventuras como el rafting o la bicicleta de montaña. España, además de su larga tradición con programas de estudio, ofrece un gran patrimonio histórico-artístico y brinda a los estudiantes la posibilidad de viajar por Europa.
Otro factor importante que no podemos pasar por alto es la duración de los programas. Debemos tener en cuenta que, cuando se habla de estudiantes en el extranjero, no se distingue entre aquellos que van por un semestre o por un año, y aquellos que van por un mes. Sin embargo esta diferencia afecta muy directamente tanto al tipo de estudios y al programa académico, como a lo estrictamente económico. Con el fin de analizar y establecer conclusiones de carácter económico de manera válida y fiable, se debe hacer más clara esta distinción entre estancias cortas, medias y largas para los estudiantes que eligen como destino un país hispanohablante.
A fin de obtener los porcentajes relativos al periodo de estancia de los estudiantes en el extranjero (mes, año o semestre), se han considerado los datos publicados en el informe Open Doors sobre las 80 universidades del país que más estudiantes tienen en el extranjero para cada tipo de estancia en el curso 1998-1999. Estos datos nos indican que las 80 universidades que más estudiantes envían al extranjero durante un año suman un total de 6030 estudiantes. Otras 80 universidades constituyen la lista con mayor número de estudiantes de semestre en el extranjero, dándonos un total de 24 092 estudiantes. Si consultamos la relación de las 80 universidades que tienen mayor número de estudiantes de mes (períodos inferiores a 8 semanas), se observa que éstas envían 25 947 estudiantes al extranjero.
La suma total de los estudiantes de todas estas universidades es de 56 096, cifra que representa un 43,22 % del total de estudiantes que salen de Estados Unidos por motivos de estudio. Este 43,22 % constituye un grupo de control suficientemente grande como para poder extrapolar los porcentajes relativos a la duración de la estancia a toda la población estudiantil que estudia fuera de EE. UU.: 10,75 % de estudiantes de un año, 42,95 % de estudiantes de un semestre y 46,30 % de estudiantes de 8 semanas o menos.
Aplicando los porcentajes generales al número de estudiantes que siguen cursos en países con lengua materna española, obtenemos los siguientes resultados de la tabla 3.
Estos datos serán de gran ayuda a la hora de calcular el dinero que genera un estudiante en el país de destino, ya que este varía considerablemente en función del tiempo de estancia.
La presencia de estudiantes tiene una repercusión directa en las economías locales y nacionales. Recordemos que los programas de estudio en el extranjero cubren todos los aspectos relacionados con la estancia. Además de los gastos más obvios como alojamiento, manutención y matrículas, hay otros muchos, no siempre considerados que van desde viajes (hoteles, guías, autobuses), personal (directores residentes, tutores, profesores), infraestructuras (alquiler de oficinas, material ofimático, libros) hasta gastos médicos y personales.
Para examinar el impacto económico de la presencia de estudiantes norteamericanos, se han seleccionado como muestra 6 de los 19 países hispanohablantes: España, Argentina, Costa Rica, México y Chile.
Para la obtención de estas cifras se han considerado exclusivamente los gastos relacionados con el personal, el alojamiento en familia, una bolsa de viaje, los gastos de bolsillo de los estudiantes, la matrícula de las universidades y el coste de oficinas. Como es natural, cada programa o institución tiene su propia organización por lo que varían los servicios de uno a otro y por lo tanto también el dinero desembolsado.
Con el fin de establecer un criterio único para poder interpretar los datos que a continuación se proporcionan, se ha partido de estas premisas:
Se debe reseñar que las cantidades que se citan, se refieren exclusivamente a los gastos directos arriba especificados y exclusivamente derivados de la presencia de universitarios estadounidenses en esos países. Si considerásemos los ingresos generados por otros muchos estudiantes norteamericanos no universitarios, estas cifras se verían ampliamente incrementadas.
La presencia de 24 801 estudiantes estadounidenses en los cinco países mencionados anteriormente ha repercutido durante el curso académico 1998-99 de la siguiente manera:
Es obvio que en los últimos años el crecimiento ha sido más que significativo. Baste señalar que el número de estudiantes que decidieron cursar estudios en el extranjero en el año 1990 fue de 70 727. Es decir, en tan sólo 10 años se ha doblado el número de estudiantes en el extranjero. Todavía no se han publicado los informes oficiales de las universidades norteamericanas referidos al número de estudiantes que cursaron estudios en el extranjero durante el curso académico pasado (1999-2000). Según ISA (International Studies Abroad),3 durante los cursos 1999-2000 y 2000-2001, España ha seguido manteniendo su ritmo de crecimiento entorno al 20 %. México, tras dos años de leves caídas (-2 % durante el curso 1999-2000) vuelve a experimentar un aumento del 4,5 % en el presente curso. Costa Rica crece un 15 % anual en los dos últimos años. Argentina crece un 29 % en el curso 1999-2000 y un 27,5 % en el 2000-2001 y Chile mejora sus números hasta un 13 % en el 1999-2000 y un 19,5 % en este curso.
Las perspectivas para los próximos años no son menos positivas que durante los precedentes. El deseo por parte de estudiantes y el interés de sus universidades respectivas en ofrecer la posibilidad de cursar parte de sus estudios universitarios en el extranjero se hace día a día más popular y común. Hoy el porcentaje de estudiantes universitarios estadounidenses que se decide a estudiar en otros países apenas llega al 9 % y pocos de ellos pasan en el extranjero más de un semestre. Además, como ya se ha comentado anteriormente, el propio gobierno de EE. UU. tiene un particular interés en promocionar este tipo de estudios: «…me contentaría con que cada college de Estados Unidos consiguiera el objetivo de que el 20 % de sus estudiantes participara en algún tipo de intercambio en los próximos 10 años. Tengo ganas de trabajar con las instituciones de educación superior para crear estas nuevas oportunidades».4
Un aspecto significativo, y que merece especial atención, es el aumento de programas de estudio en todo el mundo. Cada vez son más los destinos ofrecidos por las diferentes instituciones académicas, superando los tiempos pasados en los que la oferta se centraba principalmente en la Europa Occidental. Éste es uno de los motivos por el que la participación de la Unión Europea en el número total de estadounidenses estudiando en el extranjero ha bajado un 18 % desde el año académico 1985-86 hasta el 1998-99, mientras que Latinoamérica ha doblado su participación (+50 %); hace 15 años atraía al 7 % del total de estadounidenses, llegando al 15 % en 1998-99. Aunque la parte proporcional de Europa en el total de estudiantes ha ido en descenso, el número absoluto de estudiantes norteamericanos en la Unión Europea no ha dejado de aumentar.
En definitiva, lo que se está produciendo son dos fenómenos simultáneos. Por una parte podemos observar una diversificación del mercado, quedando más disperso por muchos nuevos destinos el número total de estudiantes. Por otra parte, debido al gran éxito de los estudios en el extranjero, vemos que el crecimiento en números absolutos en los países que más estudiantes recibían, no sólo se ha mantenido, sino que ha aumentado.
Si atendemos a estos fenómenos de manera más específica y nos centramos en Europa, vemos que las tendencias varían en función del país. El Reino Unido, tradicionalmente el de mayor número, es uno de los países que más ha sufrido la diversificación y el movimiento de estudiantes hacia nuevos destinos que, bien por ampliar su oferta con cursos en inglés, bien por otros motivos, han ido absorbiendo parte de los estudiantes que antes elegían el Reino Unido como lugar de estudio. No sólo ha bajado la parte proporcional que ocupa el Reino Unido en el número total de estudiantes, fenómeno común en los países europeos, sino que su número absoluto de estudiantes también se ha estancado.
Si analizamos la situación de España, es obvio que su crecimiento en número absoluto de estudiantes sigue constante, entre un 18 y un 20 % anual en los últimos años. Además vemos que España, a pesar de la fragmentación debida a la aparición de nuevos destinos, no sólo ha podido mantener su participación en el número total de estudiantes sino que sus porcentajes se han incrementado ligeramente: 9,12 % en 1997/98, 9,47 % en 1998-99 y 10,13 % en 1999-2000. España ha llegado a ocupar el segundo lugar entre los destinos más solicitados del mundo, y todo indica que sus posibilidades de crecimiento aún no se han agotado.
Las cifras de España y de los países latinoamericanos nos demuestran que el crecimiento mayor de estudiantes se está produciendo justamente en los países de lengua española, hecho que deberá aumentar a medida que la presencia del español se haga más palpable en la sociedad norteamericana y la lengua española deje de ser una barrera para aquellos estudiantes que hoy la conocen insuficientemente.