En los últimos meses, se ha citado con gran frecuencia en Estados Unidos y en el extranjero una estadística extraordinaria acerca de la población hispana de ese país. Hoy en día, hay en Estados Unidos 35 millones de personas de descendencia hispana, es decir que un 12 por ciento de la población del país se puede considerar hispánico.1
Es natural que nosotros, los miembros de este panel y quienes vivimos en Estados Unidos, tomemos dicha estadística como punto de partida para estudiar las oportunidades y los desafíos de la enseñanza del español a los hablantes no nativos. A primera vista, la estadística parece indicar un gran interés en el aprendizaje del español y la existencia de un mercado académico enorme. En realidad, el mercado no es tan grande como podría pensarse. Tampoco es muy homogéneo.
Una visión global del sistema de enseñanza del español a los hablantes no nativos en Estados Unidos puede servirnos de base para aclarar algunos aspectos de este mercado. Empecemos por enfocarnos en las tres partes principales de este sistema: la escuela primaria, la educación secundaria y la educación universitaria.2
Con respecto al sistema de educación primaria, es necesario señalar que, a diferencia de lo que sucede en Europa, por ejemplo, en Estados Unidos no es común que se enseñen las lenguas extranjeras en los grados primarios de las escuelas públicas.3 Sencillamente, la costumbre de enseñar un segundo idioma en las escuelas públicas nunca ha tenido arraigo en este país.
Esta falta de énfasis en el aprendizaje de las lenguas extranjeras tal vez pueda explicarse bajo la perspectiva de la realidad estadounidense. Es posible conducir un auto desde el estado de Maine, hasta el estado de Washington, desde el noreste hasta el noroeste del país, sin hablar otro idioma que no sea el inglés. Es decir, el inglés es la lengua oficial de un país con una extensión de más de tres mil millas, que van desde el océano Atlántico hasta el océano Pacífico, y desde Canadá hasta México. Esta realidad contrasta con aquélla de los países europeos en donde una lengua, por no hablar ya de los dialectos, puede cambiar entre espacios que fácilmente pueden atravesarse en coche en un solo día. En Estados Unidos no se le da importancia al estudio de las lenguas extranjeras durante la primaria porque, en términos generales, nuestro destino y nuestro contexto nos han hecho pensar —para bien o para mal— que el inglés nos basta y aun nos sobra, incluso en el contexto de la civilización global en la que actualmente vivimos.4
No es sino hasta la escuela secundaria cuando el típico niño o niña estadounidense empieza a estudiar una lengua extranjera. En los últimos treinta años, ha llegado a predominar la enseñanza del español, a expensas del francés, alemán, italiano y otros idiomas extranjeros cuyo auge disminuyó en las últimas décadas del siglo xx.5
Veamos ahora las estadísticas sobre el estudio de las lenguas extranjeras para todos los niveles de instrucción en las escuelas secundarias:
Miremos más de cerca las estadísticas sobre el estudio del español: tres millones de estudiantes cursan el primer año, 1 500 000 estudiantes siguen un curso de segundo año y unos 700 000 realizan estudios más avanzados de tercero y cuarto año, o más.
Conviene señalar que no todos los estudiantes de nivel secundario estudian una lengua extranjera, sea la lengua que sea. Por lo general, sólo los que están en preparación para los estudios universitarios toman cursos de idiomas. Lo que es más, en muchas escuelas secundarias ni siquiera se les ofrece a los estudiantes esa oportunidad, ya que el estudio de las lenguas extranjeras se ve como un lujo, no una necesidad. Por consiguiente, los cursos de lenguas extranjeras, al igual que los cursos de arte, música y otros lujos similares, son eliminados en épocas de estrechez financiera, o no se ofrecen en absoluto.
Para quienes sí estudian español (o cualquier otro idioma) el objetivo principal es el de cumplir con un requisito: hay que estudiar una lengua extranjera para ingresar a la universidad. Es decir, la meta del estudiante, independientemente de la meta del profesor, no es la de dominar el idioma. Lo que es más, en la mayoría de los casos, el estudio del idioma dura tan sólo dos años. Es necesario hacer hincapié en este particular, por su contraste con las prácticas y la mentalidad europeas. La frase más común con que un estadounidense típico describe la experiencia de aprendizaje de una lengua extranjera es la siguiente: «I studied Spanish for two years and I can't speak a word of it» (Estudié español durante dos años y no sé ni una palabra).
Dejemos a un lado los métodos de enseñanza que se usan en las escuelas secundarias: otros paneles de este congreso se ocuparan de investigar ese tema. Sin embargo, para tener una idea general del funcionamiento del mercado, hay que notar estos particulares:
En cierto sentido, la enseñanza universitaria se parece mucho a la del nivel secundario. La mayoría de los estudiantes de idiomas extranjeros buscan tan sólo cumplir con un requisito para graduarse de la universidad. El español es la lengua que más se estudia, con la misma baja en el número de estudiantes ingresados que en otras de las lenguas normalmente ofrecidas (francés, alemán, italiano, japonés y ruso).
Se calcula que unos 650 000 estudiantes estudian español a nivel universitario; la mayoría de ellos —es decir, unos 400 000— lo hace durante el primer año universitario, que equivale a los dos primeros años de nivel secundario.
En cuanto al contenido que caracteriza a estos cursos, es necesario señalar que a nivel universitario se repite lo que se estudia en la escuela secundaria. No sólo se repite el contenido, sino que un número significativo de estudiantes repite el curso por completo: las destrezas y los conocimientos gramaticales que han desarrollado en la escuela superior no son suficientes para realizar estudios más avanzados de literatura, cultura, composición o gramática. Por lo demás, el método de enseñanza de estos cursos sigue enfocándose por lo general en la gramática.
Con esta visión global como base, pasemos ahora a hacer otras observaciones generales acerca de la enseñanza del español a los hablantes no nativos en Estados Unidos. Enfoquémonos primero en algunos aspectos culturales y lingüísticos que fácilmente pueden escapársele al observador de otro país, que todo lo ve desde afuera.
En primer lugar debo hacer un nuevo énfasis en el hecho de que el típico estudiante no nativo del español no busca dominar el idioma mediante sus estudios, ya sean secundarios o universitarios. En Estados Unidos, el español se cursa primordialmente como requisito académico. Cuando el español se estudia por interés personal, este interés se satisface en la mayoría de los casos con un conocimiento muy básico y mediano del idioma. Son relativamente pocos los que llegan a desarrollar sus destrezas a un nivel avanzado.
En segundo lugar, hay que señalar el hecho de que la mayoría de los profesores de español que enseñan a nivel secundario o universitario no son hispanohablantes, es decir, no son nativos. Este factor puede condicionar en algunos casos el español que se enseña y se aprende en las aulas.8
También conviene señalar que al estudiante típico del español le interesa sobre todo el idioma y la cultura de los hispanohablantes de Estados Unidos. El estudiante reconoce que vive en contacto con ese idioma y esa cultura. Esto no implica que no sea de interés general el estudio de la civilización y cultura de España, de las grandes civilizaciones indígenas de Hispanoamérica, del mundo hispánico, moderno y vibrante, que constituyen los países de habla española. Este material se presenta, se estudia y se aprende. Sin embargo, es imposible negar la presencia más conspicua de esos 35 000 000 de hispanohablantes que viven en Estados Unidos.
Si el estudiante de español llega a hablar con un hispanohablante que no sea su profesor o profesora, es muy probable que sea con uno de estos 35 000 000 de hablantes nativos. Ahora bien, el español de estos nativos no es para nada homogéneo. Por una parte, hay quienes hablan y escriben un español castizo, perfecto, pulido, porque lo aprendieron en su país natal: uno de los veinte países del mundo cuyo idioma oficial es el español. También es posible que hayan nacido en Estados Unidos y se hayan esforzado por perfeccionar sus conocimientos del idioma dentro del sistema educativo de Estados Unidos. Hay hispanohablantes que son perfectamente bilingües y biculturales.
Por otra parte, sin embargo, una gran fracción de hispanohablantes no se ha graduado en la universidad; tal vez ha tomado cursos básicos del idioma en su país natal o no se ha instruido en lo más mínimo en el español como disciplina académica. Hay quienes no dominan ni el español ni el inglés, cuando dominar es definido con normas académicas. Hay quienes entienden el español, pero lo hablan muy poco o no lo hablan del todo: la consabida tercera generación, que ha perdido el idioma por completo o casi por completo, porque se ha asimilado a la cultura y al idioma mayoritarios.
Estamos comentando una serie de fenómenos lingüísticos y sociales que tarde o temprano van a surtir efecto en la enseñanza del español a los hablantes no nativos en Estados Unidos. De hecho, a nuestro parecer, el efecto ya se nota en el lenguaje de los materiales que se publican y utilizan en Estados Unidos. En los mejores casos, es un español casi neutro que les parece más o menos cómodo —por así decirlo— a los hispanohablantes de todos los países. Sin embargo, el común de los hispanohablantes (sobre todo si son extranjeros) encuentra mucho que criticar en el lenguaje empleado en nuestros materiales.
En mis veintidós años de experiencia como redactora de materiales pedagógicos para el mercado nacional de Estados Unidos, este fenómeno ha sido uno de los más interesantes e instructivos. Es fascinante escuchar los comentarios de un grupo de profesores de distintas herencias nacionales acerca de un libro de texto o de otro. Mientras que a uno le parece perfectamente correcto un uso específico de la lengua, a otro le parece incorrecto o artificial. Todo esto en los mejores casos; es decir, cuando se trata de materiales preparados con esmero, revisados y redactados por editores y lectores hispanohablantes.
En los peores casos, el lenguaje de algunos materiales es un español casi traducido del inglés. O extremadamente simplificado por motivos pedagógicos, lo cual es perdonable hasta cierto punto. Pero a veces es un español escrito según los criterios de la sintaxis de la lengua inglesa, sencillamente porque así es como habla y escribe el autor de los materiales.
Téngase en cuenta que tan sólo nos estamos refiriendo al español que se practica dentro de las aulas del mundo académico. Hay otro español, mejor dicho, otros españoles que se hablan en distintas partes de Estados Unidos, denominados comúnmente como spanglish, es decir, una combinación del español y el inglés, con vocablos inventados, una sintaxis más inglesa que española y regido por el fenómeno del code switching, o cambio de códigos, es decir, una alternación de los dos idiomas según el instinto del hablante.
Hasta la fecha, la actitud hacia el spanglish por parte de la academia estadounidense, o sea el profesorado que se especializa en la enseñanza del español, ha sido muy clara. Se trata de reafirmar el valor del idioma hablado por el individuo al mismo tiempo que se le enseña, con mucho cuidado y siempre respetando su integridad, que «así no se dice en todas partes del mundo de habla hispana», y que es mejor aprender un español más universal.
Los otros fenómenos sociales y culturales que hemos mencionado no son tampoco fáciles de descartar, y van a tener su impacto en la enseñanza del español en Estados Unidos. Conviene repasarlos brevemente, y añadir uno a la lista.
Junto con estos factores, cabe señalar la aparición en Estados Unidos de una literatura auténtica, escrita por autores que viven y se inspiran en esta encrucijada de españoles que es Estados Unidos en el siglo xxi. Algunos escriben primordialmente en español; un español que tiene, a mí oído, otra voz, es decir, otros ritmos, imágenes, tonos y usos que no son los de Cervantes o los de García Márquez. Otros escriben primordialmente en inglés, aunque culturalmente parecen reflejar su hispanidad. Otros más combinan ambas lenguas, no mediante el spanglish, sino expresando, según sus propias palabras, la vida del guión que llevan en Estados Unidos. Es decir, no son sólo hispanos ni sólo estadounidenses sino hispano-americanos, con un guión intermedio, y con cualquiera que sea la combinación: cubano-americano, mexicano-americano, guatemalteco-americano, etcétera.
El desarrollo de esta otra voz en los últimos años coincide con una fase de verdadero interés por las culturas hispánicas por parte de las mayorías culturales de Estados Unidos, tal vez debido al aumento de la población hispánica. Como ya ha sucedido con la cultura china, la cultura irlandesa y otras culturas mundiales que se han establecido en Estados Unidos, la cultura americana está absorbiendo elementos de las culturas hispánicas, y no sólo en las áreas donde hay una gran concentración de hispanos. Lo hispano, o lo latino como muchos lo llaman, se nota en la comida, en la música, en los bailes, sobre todo en los bailes de los jóvenes. Se ve en el cine y la televisión. Y no me estoy refiriendo a los vastos aspectos de la cultura que están relacionados exclusivamente con los hispanohablantes, sino a ciertos aspectos de la cultura americana que se han hispanizado hasta cierto punto, de la misma forma que la cultura estadounidense ha americanizado a la cultura hispana de los que viven dentro de ella. Todas estas características, que a mi parecer describen un verdadero fenómeno cultural son fascinantes, y van a tener un efecto en el español que se habla y enseña en Estados Unidos.
No soy lingüista de profesión, sin embargo, puedo afirmar que una lengua cambia, que las lenguas evolucionan a través del tiempo. En Estados Unidos, en la actualidad, estamos viviendo una época de cambio, de evolución, tal vez de invención de un idioma. Será interesante ver la reacción de las comunidades académicas de los países extranjeros ante estos cambios. Se espera que su reacción sea inclusiva, no excluyente. Si lo que se busca es imponer en Estados Unidos cierto tipo de español, o el español de un área específica del mundo hispanohablante, creo que es demasiado tarde para luchar esta batalla.
Hasta ahora, hemos comentado el contexto académico en que se desarrolla la enseñanza del español en Estados Unidos. También hemos aislado y comentado algunos factores culturales y lingüísticos que pueden ser de interés para quienes ven nuestro sistema de educación desde afuera. Nos queda por comentar otro aspecto del mundo moderno que realmente esta transformando la naturaleza de la enseñanza en este país y en el mundo entero: la tecnología y la revolución cibernética.
En comparación con las otras disciplinas académicas, los profesores de idiomas han estado siempre en cierto sentido al frente de los avances tecnológicos. Hace cincuenta años, el típico libro de español —o de otros idiomas— venía acompañado por una serie de cintas. Más tarde, cuando las computadoras salieron de los laboratorios científicos para hacerse parte de la vida cotidiana, los profesores de lenguas aprovecharon los avances para crear programas sencillos de práctica que facilitaban el aprendizaje de los aspectos formales de la lengua.
Ahora, con los avances tecnológicos que representan el video y la tecnología del CD-ROM, por no hablar ya de Internet o de tecnologías menos desarrolladas, como el speech recognition, o la capacidad de reconocer y ayudar a corregir el habla, es posible sugerir que estamos en vísperas de una verdadera revolución en la enseñanza de los idiomas.
Si es verdad que un idioma es algo vivo, algo vital, las ventajas del uso de la tecnología son fáciles de enumerar.
De momento, hay un factor que verdaderamente limita las posibilidades de idear y desarrollar programas avanzados para la enseñanza del español: el costo elevado de buenos materiales de este tipo, por no hablar ya de materiales superiores. En comparación con los libros de español, el costo de un buen programa de CD-ROM es enorme. El desafío para los creadores es aún más difícil dado que los estudiantes no toleran materiales de baja calidad. Para bien o para mal, los estudiantes están acostumbrados a la alta calidad de los programas cibernéticos comerciales (los juegos de vídeo) y a la calidad sumamente profesional del cine y la televisión.
Finalmente, debo señalar que son múltiples las dificultades que surgen al pretender desarrollar materiales tecnológicos que sirvan a todos los mercados, a todos los ordenadores del país. La realidad es que hay una tremenda variedad en calidad y generaciones operativas de los ordenadores de las escuelas y universidades estadounidenses, por no hablar ya del equipo que tiene cada individuo. La creación de programas que sean innovadores y a la vez sencillos de instalar y de usar para el consumidor típico es realmente uno de los desafíos más grandes del desarrollo de materiales en esta década.
Por eso, porque la inversión de dinero y de tiempo es enorme, es aconsejable que quien se proponga crear materiales multimedia o más tradicionales para el mercado estadounidense pase por un proceso de investigación cuidadosa del mercado. También es necesario que se eduque con respeto a las características especiales del mercado que hemos enumerado, tales como la necesidad de hacer énfasis en las culturas hispanas de Estados Unidos, el nivel relativamente bajo de dominio de la lengua que busca el estudiante promedio, y las variantes de la lengua que se hablan en el país9.