El 3 de septiembre de 1934, hoy hace exactamente sesenta y siete años, se crea el Fondo de Cultura Económica bajo el liderazgo de Daniel Cosío Villegas, quien para entonces ya había contribuido a la fundación de la revista El trimestre económico, y madurado su gran proyecto editorial durante el viaje que en el año de 1933 realiza a España para impartir cursos sobre la reforma agraria mexicana en la Universidad Central de Madrid. Egresado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de México y estudiante de Economía en diversas universidades norteamericanas y europeas, Cosío Villegas se percata de la necesidad de que los estudiantes mexicanos de la flamante Escuela Nacional de Economía, nacida en 1933 de la Facultad de Derecho, cuenten con los textos propios de su disciplina, a la sazón inexistentes en lengua española. Como su nombre lo indica, el Fondo de Cultura Económica empieza su labor editorial, pues, con la publicación de títulos de economía, que habrán de satisfacer las demandas académicas no sólo de México sino de toda América Latina, porque, desde sus inicios, la casa editorial estuvo animada por la entusiasta vocación hispanoamericana que don Daniel le imprimió, la cual nuestro fundador había adquirido cuando participó, como presidente, en el I Congreso Internacional de Estudiantes, celebrado en el temprano año de 1921. «La América Latina —declaró años más tarde— integra un continente de magníficas posibilidades y de grandes reservas espirituales; no estamos gastados, en cambio poseemos marcada tendencia a dejarnos dominar por la influencia extranjera, y esto es lo que debemos combatir, no desdeñando, por supuesto, esa cultura de carácter universal que tiene un valor único, sino dando forma concreta a nuestras legítimas aspiraciones de llegar a poseer un plantel de intelectuales que ahonden en la psicología americana, tan rica en matices, y vuelquen en el libro los contornos precisos de nuestra verdadera personalidad latinoamericana».
Durante sus primeros quince años de vida, bajo la dirección de Cosío Villegas y con el decidido concurso de numerosos intelectuales procedentes del exilio español republicano —Enrique Díez-Canedo, Wenceslao Roces, Joaquín Xirau, entre muchos otros—, el Fondo de Cultura Económica fue ampliando muy considerablemente el espectro de su catálogo al publicar títulos fundamentales de las ciencias sociales y de las humanidades: se tradujeron y publicaron desde entonces obras de ciencia política, historia, sociología, filosofía, psicología y psicoanálisis, antropología, lengua y estudios literarios, y surgieron las grandes colecciones que todavía siguen vivas en nuestros días, como «Tierra firme», «Tezontle», «Biblioteca Americana», «Breviarios». Para cada área y colección se contó con la participación de los más notables eruditos del momento, entre los que cabe mencionar a Silvio Zavala, Francisco Giner de los Ríos, Eduardo García Máynez, José Gaos, Erich Fromm, Alfonso Caso, Raimundo Lida, Pedro Henríquez Ureña.
Entre 1948 y 1965, el editor argentino Arnaldo Orfila Reynal, quien sucedió a Daniel Cosío Villegas en la dirección del Fondo de Cultura Económica, continuó el proyecto de su antecesor y tuvo la gran visión editorial de publicar numerosas obras que con los años adquirieron valor paradigmático e incidieron determinantemente en la formación de los estudiantes universitarios de todos los países de habla española. Al mismo tiempo se dio cabida a la expresión del pensamiento original en nuestra lengua, de manera que se estableció un diálogo permanente entre la cultura iberoamericana y la cultura universal, como quería Alfonso Reyes. Con él empezaron las colecciones «Letras mexicanas» e «Historia de las ideas en América» y la «Colección Popular», inaugurada por Juan Rulfo. En ese tiempo se fundó La Gaceta, publicación periódica del Fondo que sigue apareciendo mes a mes para dar noticia principalmente de nuestras nuevas ediciones, y se abrieron las filiales de la editorial en Madrid y Santiago de Chile, con las que dio inicio la presencia de nuestra casa en los países de habla española, las cuales, con los años, habrían de multiplicarse para fungir como embajadas culturales de México en el orbe de nuestra lengua. Directores tan destacados como José Luis Martínez —hoy día director de nuestra Academia Mexicana— y Jaime García Terrés enriquecieron muy significativamente el catálogo. El primero emprendió la gran tarea de editar en forma facsimilar las revistas literarias mexicanas modernas, y el segundo impulsó nuevas colecciones, entre ellas, la de divulgación científica, que hoy es conocida con el nombre de La ciencia para todos y que ha representado un mayúsculo esfuerzo de los científicos mexicanos, quienes, en aras de la soberanía cultural, han puesto al alcance del lector no especializado los conocimientos de las más diversas disciplinas —de la fisiología celular y la oceanografía a las matemáticas y la física cuántica— en obras originales, que hoy día tienen gran circulación en toda América Latina. Con Enrique González Pedrero se publicaron ediciones facsimilares de los antiguos códices mexicanos y con Miguel de La Madrid se abrió una nueva línea editorial, que ha tenido muy feliz acogida: la literatura para niños y para jóvenes, que le ha permitido al Fondo incidir en la formación de lectores desde las edades más tempranas, actividad sin duda meritoria y esperanzadora en un país como México donde los índices de hábito de lectura son dramáticamente bajos.
En la actualidad, el Fondo de Cultura Económica cuenta con un enorme patrimonio editorial cercano a los ocho mil títulos, de los cuales más de cinco mil se encuentran en circulación, ya que el Fondo ha asumido una política de reimpresión constante habida cuenta de la demanda que, sobre todo en el ámbito de la educación superior, siguen teniendo muchísimos títulos que conservan su vigencia y son estudiados como textos clásicos. El mérito de los directores anteriores, a los que he hecho referencia, fue precisamente el de descubrir con anticipación los textos que habrían de perdurar en las diferentes ramas del conocimiento. El número de títulos se corresponde con el de 90 millones de ejemplares editados a lo largo de estos 67 años de vida de la editorial.
El incremento en el ritmo de publicación ha sido notable. Hoy día, el Fondo de Cultura Económica, como muy pocas editoriales en el mundo, publica dos títulos diarios. Efectivamente, salen a la luz más de 700 títulos al año, de los cuales cerca de 250 son primeras o nuevas ediciones y el resto reimpresiones, de acuerdo a la política de mantener vivo más de las dos terceras partes de nuestro catálogo histórico. De ellos, más de 100 se publican en las filiales que el Fondo tiene en nueve ciudades correspondientes a otros tantos países del mundo de lengua española o muy cercanos, por población o por interés, a nuestro idioma, y a las que me referiré más adelante. Tales cifras se corresponden con más de dos millones de ejemplares anuales (un promedio de 3000 ejemplares por título), que se distribuyen selectivamente en el mundo de habla española, y de manera exhaustiva en las librerías que el propio Fondo ha establecido durante los últimos años en nuestro país. En la ciudad de México nuestra casa editorial tiene cinco librerías propias donde exhibe la totalidad de su catálogo vivo, que, por su extensión, difícilmente podría tener cabida en otros puntos de venta. En la mayor parte de ellas manejamos también otros fondos editoriales, de la misma manera que nuestros libros se encuentran prácticamente en todas las librerías del país. Contamos además con delegaciones en las dos ciudades más importantes del interior de la República, Guadalajara y Monterrey, y, como decía antes, con filiales en nueve ciudades extranjeras. En efecto, el Fondo cuenta con sedes filiales en Madrid, San Diego California (Estados Unidos), Guatemala, Caracas, Bogotá, Lima, São Paulo (Brasil), Santiago de Chile y Buenos Aires. Desde estos puntos distribuimos nuestros libros en todo el mundo de habla española y aun en los Estados Unidos y Brasil. La relación con esos países no es unilateral como podría pensarse, sino que merced a esta presencia directa, el catálogo del Fondo se ha enriquecido enormemente con la participación editorial proveniente de esos países. Gracias a ello, nuestra editorial conserva la profunda vocación bolivariana con la que fue creada.
El Fondo de Cultura Económica es, en nuestros días, un organismo descentralizado del Estado mexicano y tiene personalidad jurídica propia. Un poco más de la mitad de su presupuesto proviene del subsidio del Gobierno Federal y un poco menos de la mitad proviene de ingresos propios. La marcada tendencia de incremento de los ingresos propios en los últimos años permite augurar que en muy poco tiempo estas proporciones se invertirán y acaso al final de este mismo año los ingresos fiscales lleguen a ser minoritarios con respecto a los generados por la comercialización de nuestros productos.
No obstante el subsidio proveniente del Gobierno Federal, el Fondo de Cultura Económica ha gozado a lo largo de sus casi siete décadas de vida de autonomía editorial, que se refleja en la pluralidad de un catálogo donde lo mismo se encuentra Adam Smith que Carlos Marx, Hegel que Kant, Erich Fromm que Carl Gustav Jung, por citar sólo unos ejemplos.
No hay intelectual de habla española de estos tiempos que no reconozca haberse formado, así sea parcialmente, en los libros del Fondo de Cultura Económica. En un catálogo tan extenso como el nuestro es difícil elegir algunos textos que den cuenta de la pluralidad y de la importancia que esta casa editorial ha tenido en la formación de las sucesivas generaciones de estudiantes de los últimos setenta años. No puedo, sin embargo, dejar de recordar, a guisa de ejemplo, algunas de nuestras obras clásicas. Leviatán de Thomas Hobbes, Utopías del Renacimiento de Tomás Moro, Paideia de Werner Jaeger, Historia económica general o Economía y sociedad de Max Weber, La rama dorada de James George Frazer, Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero de John Maynard Keynes, El Capital de Carlos Marx, Popol Vuh, Erasmo y España de Marcel Bataillon, La invención de América de Edmundo O'Gorman, Mimesis de Erich Auerbach, Historia de las Indias de Bartolomé de las Casas, las obras completas de Juan Ruiz de Alarcón, Sor Juana Inés de la Cruz, Alfonso Reyes y Octavio Paz, El llano en llamas y Pedro Páramo de Juan Rulfo, La región más transparente y La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes, Ética y psicoanálisis de Erich Fromm, El hombre y lo divino de María Zambrano, El pensamiento salvaje de Claude Lévy-Strauss, Historia de la locura de Michel Foucault, la mayor parte de las obras dedicadas a la imaginación poética de Gaston Bachelard, los aforismos de Kafka y los de Lichtenberg, Ensayos sobre literatura de Günter Grass, Pensadores rusos de Isaiah Berlin, El camino a Eleusis de R. Gordon Wasson, Albert Hofmann y Carl A. Ruck, y un larguísimo etcétera.
En estos tiempos en que la rentabilidad comercial rige el quehacer de los grandes consorcios editoriales y en que las casas editoras pequeñas se ven cada vez más imposibilitadas para subsistir con criterios de independencia y de calidad editorial, el Fondo de Cultura Económica, gracias al subsidio que le otorga el Gobierno Federal, puede publicar obras que no se subordinan a criterios de rentabilidad comercial y que son de primerísima importancia en términos culturales.
En los días críticos que corren para la publicación de las obras que pudiéramos llamar imprescindibles, la labor primordial de nuestra casa no es otra que la de defender y revitalizar sus objetivos primigenios porque, como dijo Octavio Paz, «la búsqueda de un futuro termina siempre con la reconquista de un pasado». El Fondo no es sólo una editorial; es, sobre todo, una institución, cuyo cometido es preservar nuestra soberanía cultural, poniendo a disposición de los lectores de habla española los textos más importantes de todas las áreas del saber humano, independientemente de su viabilidad financiera. Así como ha sido garante de la continuidad del pensamiento hispánico en momentos asaz difíciles de las historias de nuestros países, desde la guerra civil española y el franquismo hasta las dictaduras militares de Chile y Argentina, el Fondo de Cultura Económica ha contribuido, como muy pocas instituciones y con un espíritu verdaderamente anfictiónico, a evitar la balcanización de los países hispanoamericanos. Tan trascendente misión comenzó con el propio Cosío Villegas, quien, animado por su amigo y maestro Pedro Henríquez Ureña, dio a conocer en diversas obras, particularmente en las publicadas dentro de la colección «Biblioteca Americana», nuestra insospechada riqueza cultural.
Al comienzo de un nuevo siglo, el Fondo de Cultura Económica habrá de adecuarse a las nuevas necesidades de los lectores y del mercado, pero sin desviarse de los principios que le dieron origen. Deberemos enfrentar la competencia de los consorcios editoriales con mecanismos de edición, difusión y comercialización más afinados, como un corporativo iberoamericano cuyo valor ha de buscarse en el capital cultural resultante más que en las ganancias pecuniarias.
El activo de la lengua española tiene en el Fondo de Cultura Económica una muy buena parte de su expresión y de su potencia. Tendremos que sortear las dificultades para mantener e incrementar un catálogo que, en alternancia con el pensamiento y la cultura universales, le da unidad y fuerza a nuestra lengua y a la cultura que ella expresa y configura.