Al ser invitada a participar en este panel en compañía de tan distinguidos colegas, me pregunté en qué podía contribuir al tema sobre la formación de profesores de español/LSE en el caso de Puerto Rico, cuando en mi país son relativamente escasos los esfuerzos públicos o privados dirigidos a la enseñanza de español como lengua segunda o extranjera y mucho menos a la formación de profesores en esta área.
Algunas de las razones son evidentes: no compartimos fronteras geográficas con ninguna otra región; el 96 % de los habitantes son hablantes de español, según el censo de 2010 (3.725.789 en 2010);1 y no hemos convivido con grandes grupos de hablantes de otras lenguas en nuestro territorio por períodos prolongados, aunque históricamente se ha documentado la presencia de catalanes, mallorquines, gallegos, franceses y corsos, además de hablantes de inglés de origen británico, irlandés, jamaiquino y, por supuesto, norteamericano (Álvarez Nazario, 1992). El contacto con estos grupos lingüísticos se debió principalmente a la actividad mercantil y comercial y a los movimientos migratorios del siglo xix. Asimismo, aumentó en el siglo xix el contacto con el inglés, ya que para ese entonces Estados Unidos se habían convertido en el país de mayor comercio con Puerto Rico (Torres, p. 68). De igual modo, se dio el intercambio académico de unos pocos puertorriqueños privilegiados que viajaron a formarse en instituciones académicas europeas y norteamericanas. A partir de mediados del siglo xx el intercambio académico se ha diversificado, especialmente con instituciones norteamericanas.
Sin embargo, en las últimas décadas ha habido un incremento de pequeñas comunidades de hablantes de otras lenguas que requieren servicios de enseñanza de español/LSE. Estos giran en torno a dos núcleos primordiales: la migración de retorno de la diáspora puertorriqueña, a quienes dan servicio primordialmente las escuelas públicas, y los empresarios en las multinacionales, cuyos hijos son atendidos en las escuelas privadas. En el caso de los adultos, algunos reciben servicios en las universidades y en centros privados, además de tutores personales independientes.
Anualmente hay en Puerto Rico alrededor de 1300 alumnos en el sistema público cuya lengua vernácula no es el español. Están ubicados en cerca de 600 de las 1466 escuelas públicas del país. En su mayoría pertenecen a la migración puertorriqueña de retorno. En el año académico 2011-2012 se reportaron 1211 alumnos con limitaciones lingüísticas en español.2 En su mayoría, estos alumnos presentan limitaciones lingüísticas tanto en las destrezas de comprensión y expresión oral como en la escrita en español.
Al llegar al sistema educativo, a estos alumnos se les administra la prueba LAS Links,3 que los ubica en cinco niveles y pasan a formar parte de lo que se denomina Programa de Instrucción en Lenguas para Estudiantes Inmigrantes y con Limitaciones Lingüísticas en Español, un subgrupo dentro de la ley No Child Left Behind, que en adelante denominaré el «Programa». Se considera que estos niños están en un programa de inmersión pues permanecen en el salón regular y se les brinda instrucción individualizada. El distrito escolar tiene la responsabilidad de ofrecerles entrenamiento y apoyo a los maestros y, a través de los fondos Título III del Gobierno Federal, que cobija al «Programa», se adquieren libros, recursos didácticos y equipo tecnológico dirigidos al desarrollo de las artes del lenguaje.
Hasta que no completen un año académico de escolaridad en español, dichos estudiantes están eximidos de realizar las Pruebas Puertorriqueñas de Aprovechamiento Académico (PPAA) en el área de español; sin embargo, realizan las pruebas de matemáticas e inglés que se administran a todos los alumnos del sistema público de tercero a octavo grado y en undécimo grado.4 Permanecen en el Programa hasta que logren nivel proficiente en las PPAA y en las pruebas LAS Links, entre otros requisitos.
Para el año académico 2011-2012 el porcentaje de estudiantes del «Programa» que obtuvo nivel proficiente en las PPAA en español estuvo diez puntos porcentuales por debajo de los estudiantes en los programas generales en español (36,27 % frente a 46,86 %); veintiún puntos porcentuales por encima en inglés (63,14 % frente a 42 %); en matemáticas superaron por uno a cuatro puntos porcentuales a la población general en todos los grados, excepto en undécimo, en que el porcentaje fue idéntico.
En las pruebas LAS Links, que se les administra anualmente a los estudiantes del «Programa», demostraron un progreso con relación al año anterior pero el porcentaje de estudiantes que alcanzó el nivel proficiente fue menor al esperado, por lo que lo usual es que los alumnos permanezcan en el «Programa» más tiempo del término meta de un máximo de tres años.
Cabe destacar que la mayoría de los cursos de español/L1, inglés/LSE y matemáticas son dictados por profesores catalogados como altamente cualificados en cada disciplina (93,36 % de los cursos de matemáticas; 94,04 % en el caso de español L1; 8,17 % en el caso de inglés/LSE, y 100 % en el caso de lenguas extranjeras, entre las que no se incluye la enseñanza de español/LSE, ni de inglés/LSE). Esto nos lleva a cuestionar si el aprovechamiento en español de los estudiantes del «Programa» sería diferente si la formación se la impartieran profesores formados en la enseñanza de español/LSE.
En el caso del sector educativo privado la mayoría de niños no hablantes de español asisten a escuelas internacionales, conocidas en Puerto Rico como «escuelas americanas», que tienen como lengua vehicular de enseñanza el inglés. Algunas se autodenominan escuelas monolingües en inglés. En sus inicios atendían casi exclusivamente a la población extranjera, sin embargo, hoy día tienen una proporción de 75 % puertorriqueños hispanohablantes y 25 % extranjeros. Los niños no hispanohablantes asisten a clases de español/LSE con miras a que puedan integrarse al curso de español regular después de dos a tres años. La inmensa mayoría lo logra aunque algunos permanecen en el grupo de español/LSE y se preparan para realizar los exámenes de ubicación avanzada de lengua española (AP o Advanced Placement Tests). Los que optan por esta alternativa compiten favorablemente en los exámenes de AP de español, reconocidos en la mayoría de las universidades estadounidenses.
Las dos escuelas internacionales que reciben la mayor cantidad de alumnos no hispanohablantes en el área metropolitana de San Juan reportan datos anuales de entre 15 y 30 alumnos en el nivel secundario, y entre 12 y 15 en primaria. La lengua materna de estos estudiantes es muy diversa: francés, holandés, árabe, mandarín, ruso, entre otras, aunque la mayoría proviene de Estados Unidos o tiene cierto dominio del inglés oral y escrito.
Cada escuela tiene su propia política de ubicación. En uno de los casos se les administra la prueba de clasificación AVE y se ubica a los estudiantes por niveles siguiendo el Marco común europeo de referencia para las lenguas (A1, A2, B1, B2, C1). En otros casos dependen de pruebas informales y entrevistas realizadas con los maestros. Los ubican en cinco niveles según el criterio siguiente:
La instrucción es en grupos pequeños, entre uno y seis estudiantes en primaria y entre cuatro y quince en secundaria. Aunque tratan de agruparlos por nivel, en la práctica esto está condicionado por el horario del resto del currículo del estudiante. Cada una de estas escuelas cuenta con un profesor con formación de posgrado en la enseñanza de español/LSE, pero la mayoría son maestros con bachillerato universitario o máster en Educación y en algunos casos tienen formación en la enseñanza de inglés/LSE (ESL o English as a Second Language).
No quiero dejar de mencionar un tercer núcleo, la enseñanza postsecundaria que sirve a la población adulta. Al momento de realizar la investigación, no logramos identificar ninguna universidad en Puerto Rico que tuviera programas de enseñanza de español/LSE. Los cursos que ofrecen son parte de los programas de extensión, no conducentes a grado académico. Quiero destacar, sin embargo, un programa que se inició en el 2003 y que se ha ofrecido en varios de los recintos de la Universidad de Puerto Rico. Se trata de Iniciativa Bilingüe. Está dirigido a reclutar estudiantes de la diáspora hispana en Estados Unidos para atraer talento a la universidad y ofrecerles la oportunidad de obtener un grado universitario, ya que el porcentaje de jóvenes puertorriqueños en Estados Unidos que obtiene grado universitario es aproximadamente del 10 % frente a un 25 % para el joven puertorriqueño que reside en Puerto Rico. En términos de la lengua, la idea es que adquieran el nivel de dominio necesario en español para poder competir efectivamente y obtener el grado en cualquier disciplina que seleccionen. Los profesores de dicho programa no cuentan con preparación formal en la enseñanza de español/LSE.
Como sabrán, nuestra experiencia principal en la enseñanza de lenguas extranjeras se ha concentrado históricamente en el inglés, por lo que los datos sobre la formación de profesores de español/LSE en Puerto Rico son limitados, no así los vaivenes en la política lingüística y educativa con relación al idioma y al bilingüismo.
En Puerto Rico está vigente la Ley Núm. 5 del 5 de enero de 1993 que establece que el español y el inglés son indistintamente los idiomas oficiales.5
De igual modo, está vigente La Ley Orgánica del Departamento de Educación de Puerto Rico de 1999, que en el artículo 5.06 dispone que «la enseñanza se impartirá en español y/o inglés en las escuelas del Sistema». Mantiene entre sus objetivos el desarrollo de las destrezas de la comunicación oral y escrita en ambos idiomas.
La Ley Orgánica del 1999 es cónsona con el «Proyecto para formar un ciudadano bilingüe» del Departamento de Educación, aprobado en 1997. Con este proyecto se retractó la política escolar establecida por el comisionado de Instrucción, Mariano Villaronga, mediante la Carta Circular Núm. 10 de agosto de 1949, que declara el español como vehículo de enseñanza en todos los niveles del sistema público escolar pero dando especial atención al inglés como asignatura preferente. La política lingüística escolar de Villaronga marcó un hito en la política lingüística educativa del país.
Los defensores del «Proyecto para formar un ciudadano bilingüe» recalcan que lo que pretenden es formar ciudadanos con destrezas comparables en ambas lenguas, «capaz de usar una u otra en cualquier momento» (Albino Serrano, p. 47). En principio, algo deseable para los que apoyamos el plurilingüismo, pero que a su vez creó suspicacia en cuanto a posibles motivaciones subyacentes que nada tienen que ver con la formación lingüística de los niños, ni con los esfuerzos de capacitación de maestros.
Puerto Rico ofrece un terreno muy fértil para la investigación y un gran potencial de desarrollo en el área de español/LSE. Hay una gran necesidad de:
En el caso de Puerto Rico no cabe duda de que el español ha adquirido una profunda y conflictiva dimensión como patrimonio cultural y esto conlleva grandes retos para el desarrollo de programas efectivos de formación de alumnos y de profesores, tanto en español como en inglés.
Roamé Torres en su libro Idioma, bilingüismo y nacionalidad (2002) propone, respecto a la convivencia del inglés con el español en Puerto Rico:
[…] que las luchas centenarias en torno a los idiomas han contribuido a elevar de manera significativa el grado de conciencia lingüística de los puertorriqueños y con ellos su percepción politizada del contacto lingüístico anglohispano. Esto de por sí no ha favorecido mucho el que se pueda discutir o planificar con buena fundamentación científica y pedagógica el futuro lingüístico, bilingüe o multilingüe del país.
(R. Torres, pp. 345-346).
Sin embargo, no tenemos evidencia contundente para poder determinar el efecto que los marcadores de identidad hayan tenido en el aprendizaje y adquisición de lenguas, ni el efecto de la actitud y motivación individual y colectiva en torno al aprendizaje, aunque esto parezca indicar que hayan sido un elemento de escisión en los procesos de planificación lingüística en el país. Mucho menos tenemos evidencia para determinar el efecto que estén teniendo en la población de estudiantes no hablantes de español.
En el Puerto Rico del siglo xxi, el acceso a la multiplicidad de recursos tecnológicos, Internet, el cable TV, algunos de los efectos de la globalización, así como un mayor contacto con la diáspora puertorriqueña y una mayor movilidad, parecen estar en proceso de modificar la actitud lingüística y todo parece apuntar a que los márgenes rígidos identitarios entre lengua e identidad cultural e ideales políticos se estén suavizando, en beneficio de una mayor apertura al aprendizaje de lenguas, al margen de diferencias ideológicas o culturales tajantes; pero queda por estudiarlo sistemáticamente.
Las preguntas siguen siendo las mismas que se han formulado por décadas, pero hay que actuar y ofrecer soluciones concretas, modelos que pudieran ponerse a prueba. Sin entrar en discusiones teóricas sobre lo que se entiende por ser bilingüe, hay que ofrecer definiciones y soluciones operacionales y funcionales que nos permitan delimitar y lograr nuestros objetivos:
Lo cierto es que al margen de los vaivenes históricos, culturales, sociales y políticos, es imperante la necesidad de atender los asuntos de planificación lingüística con buena fundamentación científica, lingüística y pedagógica. En Puerto Rico urge estimular el desarrollo de programas de enseñanza de lenguas y con ello la investigación y los programas de formación de profesores de español/LSE.