Las audiencias de la televisión en español en América LatinaJosé Rubén Jara
Director General y Presidente de IBOPE México y grupo DELPHI (México)José Rubén Jara

En junio de 1985, Jorge Luis Borges, hizo esta predicción: «Creo que el Occidente, y quizá el planeta, será bilingüe; el español y el inglés, que se complementan, serán el habla común de la humanidad».

Hace unos días, Don Camilo José Cela declaró al periódico Excélsior que los idiomas que se hablarán en todo el planeta son el inglés, el chino, el árabe y el español, el cual es hoy lengua común de más de 350 millones de seres humanos.

Carlos Fuentes, por su parte, considera que en el futuro, los casi 30 millones de individuos hispanohablantes que viven en Estados Unidos de América, determinarán directa o indirectamente que 100 millones de norteamericanos acaben hablando español.

Las citas anteriores hacen ver que los millones de personas, la cantidad de individuos que hablan una lengua, son algo que debe tomarse en cuenta de manera positiva para avalar su vitalidad, su importancia, su pujanza y su capacidad de sobrevivir y perdurar, gracias a la previsible multiplicación de los hablantes. En este sentido, como lo señaló Marshal McLuhan en la década de los sesenta, el idioma inglés o el español constituyen un medio de comunicación de masas, sin que en el caso de estos códigos lingüísticos la denominación tenga matiz peyorativo.

De hecho, debido a su importancia cultural y económica, las lenguas ya han sido consideradas como parte de las industrias culturales; no sólo porque aparecen como fundamentales en la industria editorial de libros, o en la informativa periodística, sino porque son la materia prima de los medios audiovisuales y electrónicos, así como de las nuevas tecnologías de información y comunicación.

En América Latina, región en la que ocho de cada diez personas tienen menos de cuarenta años y casi la mitad menos de 18, es fundamental observar que los televisores permanecen encendidos en el hogar el tiempo equivalente a una jornada de trabajo diaria y en promedio, las personas dedican casi tres horas del día a ver televisión.

Por otra parte, más del 90 por ciento de los hogares de la región cuentan con al menos un televisor funcionando y uno de cada seis tiene el servicio de televisión pagada o por suscripción.

Todos los días nueve de cada diez personas dedican al menos unos minutos a la televisión, y en los horarios estelares de la noche llegan a estar encendidos los televisores del 75 por ciento de los hogares.

Si analizamos los programas con mayor rating o índice de audiencia de algunos países de América Latina podemos observar que son producciones locales o bien importadas de otros países de la región, lo que en términos del lenguaje habla de un nutrido intercambio de voces y acepciones, modismos y giros lingüísticos.

Aún los programas que se importan de Norteamérica solamente alcanzan altos índices de audiencia cuando son doblados al español. Este fenómeno también se observa en los servicios de televisión por suscripción en los cuales podemos observar que los canales más exitosos son aquellos que muestran producciones nacionales o bien producciones extranjeras dobladas.

En cuanto a los géneros de programas que más gustan podemos observar que son básicamente tres: telenovelas, deportes y películas.

Las más exitosas telenovelas de la región son las mexicanas. En última instancia, puede afirmarse que estas son comprendidas y comunican, en buena medida gracias a que junto a la diferenciación regional y hasta local del español moderno, hay elementos estructurales, profundos, de unidad entre las realizaciones particulares de los hablantes del castellano en las diversas regiones del planeta.

Esta unidad, que no es identidad ni uniformidad, está dada por el sustrato común a todas las realizaciones y hablas del español. Es, como lo expresó espléndidamente Ángel Rosenblat, en El castellano de España y el castellano de América:

La unidad del sistema fonémico, morfológico y sintáctico. Es decir, el vocalismo y el consonantismo, el funcionamiento del género y del número, las desinencias personales, temporales y modales del verbo, el sistema pronominal y adverbial, los moldes oracionales, el sistema proposicional, etc.1

En relación con las películas habladas originalmente en español, que transmite la televisión en las diferentes naciones que lo tienen por lengua común, debe señalarse que muchas de ellas, producidas hace décadas, siguen siendo un poderoso imán para telespectadores de todas las edades. Las clásicas, de la llamada «época de oro» del cine mexicano, tienen en nuestro país una popularidad que no decae con el paso de los años, particularmente entre los telespectadores de los grupos sociales marginados y de las áreas rurales, así como entre la clase media urbana.

Cantinflas, Pedro Infante, Jorge Negrete, los Soler, María Félix, Dolores del Río y una numerosa pléyade de estrellas mayores y menores, son garantía de ratings más que aceptables, cuando no excelentes, con la ventaja de que la audiencia de televisión vuelve a ver sus películas varias veces, año a año y lustro tras lustro.

Es obvio que el escuchar la lengua materna constituye uno de los atractivos de estas películas, muchos de los cuales pertenecen al género melodramático, a la comedia de enredos, al drama campirano y costumbrista, y no pocos están salpicados de canciones. Con matices, lo dicho sobre el español de las telenovelas se aplica al de las películas.

El rubro de deportes, que goza de las preferencias habituales de millones de telespectadores en el mundo de habla hispana, mantiene índices de audiencia constantemente altos. Aquí la labor de los comentaristas, cronistas y narradores especializados del fútbol, beisbol, fútbol americano y basketball o baloncesto, por citar sólo los deportes que pueden considerarse más importantes por su capacidad de atraer multitudes a los estadios y a las pantallas de los televisores, requiere una capacidad de verbalización sobresaliente que debe ejercerse con frecuencia a altas velocidades y que no pocas veces provoca colisiones con el bien decir.

Pero en estos asuntos hay que hilar fino, porque se trata de analogías sobre fenómenos complejos. El alto rating o índice de audiencia conseguido por la serie de televisión Cosmos, del fallecido Carl Sagan; el que haya seducido a una gran masa de telespectadores en todo el mundo, es indicador de su calidad y de sus atributos positivos, entre los que destacan la claridad y sencillez lograda en la descripción y explicación de una temática complicada; la excelente producción televisiva y la magistral adecuación de ésta al noble propósito de la divulgación científica.

Reconocer la poderosa influencia del inglés en el español de hoy, en campos tan diversos como la informática, las telecomunicaciones, la economía y las finanzas, la política y los deportes, no impide reconocer también la responsabilidad que tenemos todos los hispanohablantes, en especial los profesionales de los medios de comunicación de masas y muy en particular los de la televisión, de conocer cada vez mejor nuestro idioma, de enriquecer nuestro vocabulario, de aprovechar creativamente esta herramienta dúctil y extraordinariamente rica en posibilidades de comunicación y de expresión.

Aquí es oportuno reflexionar sobre la capacidad de la lengua para generar el pensamiento, lo que implica que en buena medida el hombre esté formado o conformado por su lengua. En ella se reflejan la historia, los sentimientos y la visión del mundo de los grupos de hablantes. La cultura toda de nuestros pueblos se filtra y expresa a través del español.

Ésta es una de las razones para oponernos a la dicotomía entre divertir, entretener y educar. Cuando entretienen y divierten a millones de personas, cuando agradan, los medios de comunicación de masas enseñan de modo efectivo; educan y proponen formas de conocer, de hacer y de ser. La valoración y el uso del idioma español que se difunde en aquellos programas con altos índices de audiencia, tiene repercusiones en los telespectadores y puede contribuir, a que haya emulación y sana competencia basada en la sensatez, el conocimiento y el buen sentido en el uso de la lengua española, preferentemente a que se compita por la audiencia a base de rebajar el nivel de conocimiento promoviendo la improvisación, la ramplonería y el halago a quienes no se ocupan de cuidar nuestra lengua, medio imprescindible, de «adquirir conciencia, tener identidad y ser personas de palabra», según la sabia fórmula de la maestra y poetisa zacatecana, Dolores Castro.

Notas

  • 1. Rosenblat, Ángel, El castellano de España vs. el castellano de América, Universidad Central de Venezuela, Facultad de Humanidades y Educación, Caracas, 1965, p. 46. Volver