Raúl Ávila

Televisión internacional, lengua internacionalRaúl Ávila
Profesor del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios del Colegio de México

La televisión ha ido ampliando su espacio. De las grandes ciudades ha pasado a las pequeñas, y de éstas a los pueblos. Penetra en casas de todos los estratos sociales, bajo la única condición de que cuenten con corriente eléctrica.

En América —y con esto digo Hispanoamérica, para que no se apropien del nombre otros países—, incluso las minorías étnicas escuchan televisión en español en sus aldeas, casi siempre situadas en lugares de difícil acceso.

Todo esto ha sido posible gracias a la capacidad de conexión y difusión de la televisión y de los medios en general. Las comunicaciones electrónicas han rebasado los límites nacionales1 y han hecho realidad —especialmente la televisión— la idea de la aldea global, en la cual —como ya planteaba McLuhan2— cada individuo se encuentra presente en cada rincón del mundo. En ese espacio sin límites todo parece ser parte de nuestra cultura y, dentro de ella, la lengua es fundamental. Mediante ella comentamos e interpretamos todos los demás productos culturales, incluida la propia lengua. Además, una lengua une a todos los que la hablan, los identifica como miembros de la misma comunidad lingüística.

La lengua española es el vehículo de comunicación de casi 380 millones de personas.3 Cuando uno viaja por los países hispanohablantes confirma lo obvio: aunque no conozcamos a la gente, conocemos sus palabras, y conocen las nuestras. Esa es la condición básica de la comunidad idiomática: la posibilidad de establecer la comunicación no sólo con los conocidos, sino también con los desconocidos. Las preocupaciones sobre la posible diversificación del español que surgieron en el siglo pasado, difícilmente se sostienen en la actualidad.

El analfabetismo se ha reducido considerablemente, lo que permite que cada vez más personas lean libros, revistas y diarios. Además ahora son frecuentes los viajes por diferentes medios y tenemos comunicación instantánea por teléfono, fax, oredenador, radio y televisión. Todos estos hechos se sustentan en una lengua que facilite la comunicación oral y escrita. Por eso —de manera consciente o inconsciente— todos deseamos y buscamos mantener una lengua estable, que se enriquezca y modifique, pero sin perder su unidad esencial.

La televisión, el español y los críticos

La televisión divierte, informa y preocupa. En la actualidad la gente está informada de bailes y bodas, de héroes o villanos de telenovelas, del mercado de valores de diferentes ciudades, de guerras y secuestros, o de quién ganó en las elecciones. Además, recibimos ese caudal de información en nuestros propios hogares, de manera casi instantánea en relación con los acontecimientos. Por eso la televisión preocupa, tanto por el contenido de los mensajes —que sale del ámbito de este texto— como por el lenguaje en el que se expresan.

En cuanto al lenguaje, la actitud más general parece ser la de crítica. Un erudito mexicano considera que «la televisión, en efecto, es el punto en que confluyen todos los elementos contaminantes del habla cotidiana, todos los giros vitandos, todas las vulgaridades».4 Y continúa con una advertencia sobre «el peligro que corre, no sólo nuestra lengua en bocas que no tienen interés alguno en conocerla mejor, sino el público que recibe, casi como una comunión, los mensajes que se le quieren trasmitir. A mayor influencia de personas mal preparadas, corruptoras del lenguaje, mayor riesgo de infección en el habla de los telespectadores».5

La televisión española parece ofrecer un panorama semejante, pues en su lenguaje se han encontrado «violencias, anomalías, deformaciones, barbarismos, neologismos, alteraciones, extranjerismos, etc.»6 e incluso se han escrito libros, como Teleperversión de la lengua, cuyos autores se quejan de «la incompetencia lingüística de los periodistas, especialmente de los que trabajan en la televisión», ya que «una vez cometido el error ya no hay manera de enmendarlo antes de que llegue a oídos del oyente o telespectador».7 Y algo semejante se dice de la televisión venezolana, en un libro cuyo título es suficientemente explícito: El pobre lenguaje de la televisión.8

Todas estas actitudes, por supuesto, se explican en la medida en que la lengua es de todos, y como consecuencia todos tenemos derecho a opinar sobre su uso. Afortunadamente hay personas sensatas que matizan sus opiniones.9 En todo caso, la crítica se justifica, además, si se considera la influencia de la televisión y el hecho de que —para bien o para mal— promueve y difunde los usos del lenguaje.10

Sin embargo, los excesos en la búsqueda de un purismo sin bases pueden causar inseguridad en quienes —de una o de otra manera— utilizan el español en los medios. Esa actitud, casi de angustia, es la que parecen reflejar las palabras de un periodista colombiano. En su país, dice, «nos agobian los purismos, los arcaísmos, los barbarismos, los galicismos, los anglicismos, los cultismos, que centenares de espontáneos con ojos de lince y lupa de Sherlock Holmes persiguen, acosan, cazan y, por último, exhiben como trofeos». Y continúa señalando que, ante esa situación, mejor sería no hablar ni escribir: «en boca cerrada no entran moscas. Pero resulta que nuestra tarea es mantener la boca abierta —y bien abierta— para comunicar hechos e ideas».11

Lo anterior muestra la necesidad de ubicar la posición de los críticos. Sus opiniones enfrentan varios problemas en relación con los usos que consideran desviantes —o divergentes, como prefiero llamarlos. El primero de ellos consiste en que, cuando se habla de usos divergentes, no se dice explícitamente con respecto a qué modelo. Cuando se dice, se toma como referencia la norma castellana, lo que implica un nuevo problema, pues esa variante no es la única e, incluso, resulta minoritaria desde el punto de vista demográfico.

Los modelos son otros en la realidad. Habrá que considerar la norma general o hispánica12 —que se construye entre todos, especialmente a través de los medios— y plantear las convergencias o divergencias en relación con ese modelo.

A partir de la norma hispánica es necesario considerar como divergentes, entre otros, no sólo los mexicanismos, colombianismos o argentinismos —lo que ya se hace— sino también los españolismos —vocablos de uso exclusivo en España, que no se indican en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE).13 La idea —que he planteado en investigaciones anteriores14— no es sólo mía. La ha propuesto también un colombiano, el expresidente Belisario Betancurt, quien —en una discusión privada, según cita Gossain—15 «exigió que en lo sucesivo el diccionario ponga también una señal que diga españolismo, cuando se trate de palabras que sólo se emplean en España».

Esto evitaría la posición glosocéntrica del DRAE, que considera de uso general palabras como piso, que convive con las más generales departamento o apartamento; o americana,16 que está en desventaja, desde el punto de vista demográfico, frente a chaqueta o saco.17 Esa actitud glosocéntrica lleva a comparaciones que consideran arcaísmo la forma mexicana jalar —que en otras partes se dice halar o tirar de— pero que, en cambio, no clasifican de igual manera vosotros cantáis. En América esa forma de segunda persona plural está en desuso y, comparativamente, además de españolismo, sería un arcaísmo de España.18

Otro problema que se presenta en relación con la bibliografía que he citado al respecto, es que ninguno de los investigadores ofrece un método confiable para decidir en qué medida el lenguaje de la televisión es pobre o desviante.19 En general esas investigaciones se basan en datos recogidos al azar con el propósito de encontrar errores, pero no aciertos —divergencias pero no convergencias.20 Por ejemplo, un investigador encontró 500 errores en el lenguaje de la televisión de Venezuela.

Para encontrarlos, nos dice, «se ha utilizado en todos los casos la observación directa y casual de los programas de toda índole trasmitidos por las diferentes televisoras, sin una metodología preestablecida».21 Otro investigador, en relación con las violencias de la televisión española, considera suficiente decir al lector que «todo el material que aquí traemos a colación lo hemos recogido durante los diez últimos años, aproximadamente, un tanto al azar».22

Noticias internacionales: convergencia y divergencia

Frente a las opiniones que he comentado, los hechos parecen ser diferentes. En 1993 se presentó el proyecto «Difusión Internacional del Español por Radio, Televisión y Prensa» (DIES-RTP), durante el X congreso de la Asociación de Lingüística y Filología de América Latina (ALFAL).23 Dentro de ese marco, las investigaciones se sustentan en métodos estadísticos mediante los cuales se recogen de manera aleatoria muestras de cada tipo de programa.

En México hemos investigado los programas informativos o noticiarios de televisión de difusión internacional en español que difunden CNI,24 Eco y NBC.25 Por otra parte, en España se analizaron los de TVE 1.26 De cada uno de esos cuatro informativos se recogieron, mediante un procedimiento aleatorio, más de 10.000 palabras gráficas, lo que nos permitió formar un corpus de casi 50.000 palabras.27 A continuación se obtuvieron mediante un programa de cómputo28 los vocablos o entradas de diccionario que se utilizaron en cada informativo.

Esos vocablos se clasificaron, de acuerdo con las fuentes consultadas,29 en dos grandes grupos: a) sin filiación o sin marca, es decir, vocablos de uso general hispánico; y b) con filiación o marcados, es decir, hispanoamericanismos, mexicanismos, latinismos y helenismos, y otros vocablos que no encontramos en las fuentes, o no documentados. Los resultados muestran lo siguiente:30

Los vocablos sin filiación o de uso general hispánico31 iban del 98,7 por ciento (CNI) al 99,5 por ciento (Eco). Complementariamente, los vocablos con filiación iban de un máximo de 1,3 por ciento a un mínimo de 0,5 por ciento. Estos datos se refieren al nivel de la lengua, y no del discurso o del texto, y suponen darle igual peso a cada uno de los vocablos. Si, en cambio, se ven las frecuencias de uso —el número de apariciones de los vocablos y sus variantes en los textos, es decir, las palabras gráficas— los porcentajes cambian. A nivel de discurso, las palabras marcadas o no generales más las no registradas en las fuentes van de 0,12 por ciento (Eco) a 0,27 por ciento (CNI). Eso quiere decir que, si uno escucha Eco, encontrará apenas 12 palabras en cada 10.000 que no corresponden a la norma hispánica.

Muchas de esas palabras marcadas, además, son de uso general, como zapatista —relacionado con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, que surgió en México en enero de 1994—. Esa palabra es mexicanismo sólo por su origen, pues se usa incluso en alemán, francés, inglés y otras lenguas, y es el único que encontramos en las muestras. Las voces de uso regional son, en realidad, muy pocas. Entre ellas encontramos los hispanoamericanismos desocupación, dirigencia, panel, piocha, rubro, varado (CNI); zacate y refresquería (Eco); bordo, chaparrón, falencia32 (NBC). También apareció berza (en TVE 1, en lugar de col, palabra de uso más general), que puede considerarse un españolismo. Todos esos vocablos están registrados en el DRAE o en otros diccionarios generales del español, de manera que es posible consultar esas fuentes para saber los significados.

Otras voces, como los adverbios adecuadamente, supuestamente y posiblemente están bien formadas, aunque no aparezcan registradas en las fuentes que consultamos. Tampoco aparecen registradas las palabras incosteable, irrestricto, narconacionalismo. Por otra parte, en TVE 1 se encontraron coche bomba, antiterrorista e ilegalizar, términos no registrados en el DRAE. Todos estos vocablos están formados dentro del espíritu de la lengua, y se pueden comprender sin problema. El conflicto se presenta por el hecho de que en español —según parece— está prohibido crear neologismos —lo que no sucede en otras lenguas como el inglés, el alemán o el sueco.

Los extranjerismos, finalmente, se reducen a unos pocos, casi todos dentro del ámbito deportivo. Si se consideran sólo los no incluidos en el DRAE, los que recogimos fueron: grand prix, look,33 manayer, nocáut, oquear, ring y rugbi (CNI); raid (ingl. ride)34, okey (Eco), fast track,35 faul, jit y rankin (NBC); pénalti (CNI, Eco); rock (CNI, NBC) y set (Eco, NBC). Si, por otra parte, no se consideran —por ser usuales— los extranjerismos que se incluyen en otros diccionarios generales del español, como los anteriores,36 sólo quedarían okey, que es prácticamente universal; grand prix, expresión francesa que puede considerarse como nombre propio; fast track, que se utilizó de manera especializada y se traducía con frecuencia al español (v. n. 35); raid , que está registrado,37 jit, término del beisbol,38 y look .

En cuanto a la pobreza del lenguaje de la televisión, nuestras investigaciones muestran, de nuevo, una situación distinta. La densidad de los programas informativos llega, en promedio, a casi 69 palabras diferentes por cada 100 de texto.39 Si se proyecta esta densidad y se considera un texto de 100.000 palabras gráficas, se obtienen cerca de 5000 vocablos.40 Esto indica una riqueza léxica activa del emisor y no del receptor muy alta, y cercana a la que se puede encontrar en ensayos de escritores de prestigio. Además, la televisión no debería aumentar esa densidad en sus textos: una densidad más alta haría difícil la comprensión por parte del auditorio.

En lo que respecta a la pronunciación,41 hay básicamente tres normas hispánicas, que llamo a , b y g . Se pueden diferenciar suficientemente a partir de la ausencia o presencia de los fonemas /z/ y /s/.42 De acuerdo con esto, en la norma a no se pronuncia el fonema /z/, pero sí el fonema /s/ en toda posición, como en /sapátos/; en la norma b no se pronuncia el fonema /z/, y el fonema /s/ se aspira en posición final de sílaba o de palabra, como en /sapátoh/; y en la g se pronuncian /z/ y /s/ en toda posición, como en /zapátos/.

Dentro de cada una de esas normas hay otros aspectos que a veces se escuchan por televisión y que, a grandes rasgos, describo a continuación. En la norma a se relajan las vocales, aunque con muy poca frecuencia, sobre todo en contacto con /s/, como en /sapátos/. En la norma b la aspiración de /s/ es menos frecuente que en el habla cotidiana; el fonema /j/ 43 se pronuncia un poco abierto, como en /káha/; y el fonema /d/ en terminaciones cono /ado/ se relaja o se pierde: /kansádo/; y en los programas de algunos países se escuchan sonorizaciones ocasionales de consonantes, como en /sapátoh/.44 En la norma g, como en la b , se relaja la consonante en la terminación /ado/; y se simplifican en ocasiones algunos grupos consonánticos, como /ks/ experto, por ejemplo, se pronuncia /espérto/, y concepto suena en ocasiones /konsékto/. Por otra parte, el fonema /y/ es tenso en algunas variantes de g , sin llegar al ensordecimiento que se escucha en el habla cotidiana de algunos países de Suramérica.45

En resumen, la pronunciación de las tres normas sigue esencialmente el modelo escrito, con excepción de la letra v, que suena igual que la b, tal como la pronuncian los hispanohablantes nativos.46 la letra ll , que se pronuncia como /y/; y el fonema /z/, que no se pronuncia en Hispanoamérica.

En lo que respecta a la sintaxis, las investigaciones apenas se inician. En todo caso, un ejemplo de lo que podría encontrarse es el de Colombia.47 En los informativos de ese país se encontró con cierta frecuencia el hipérbaton como recurso expresivo. También se detectaron, con menos frecuencia, algunos usos no académicos de preposiciones y pronombres, concordancias inadecuadas y casos de falta de cohesión, sobre todo por elipsis.

En nuestras propias investigaciones hemos analizado, en cambio, la longitud de los enunciados, de acuerdo con en el número de palabras que contiene cada uno.48 Esta longitud se correlaciona con la mayor o menor complejidad de la oración, y puede dar una idea en ese sentido. La longitud promedio de los que encontramos en los programas de noticias iba de 18,5 palabras gráficas en CNI, a 29,5 en Eco y NBC. Entre estos valores se situó TVE 1, con 24,4 palabras gráficas en promedio por enunciado.

Un enunciado extenso implica un mensaje más difícil de comprender. Los resultados anteriores —aunque todos están dentro de lo aceptable para este tipo de texto— muestran que algunos informativos deberían reducir la longitud de sus enunciados,49 pues así lograrían una mejor comprensión por parte del auditorio.

Variación y alternativas

Como toda lengua viva, el español que, además, se extiende por una amplia geografía tiene variantes que se reducen en la punta de la pirámide social y en los medios de comunicación y se hacen mayores en la base. Los viajeros saben bien que siempre es posible establecer la comunicación cara a cara, bajo la condición de aprender un poco y adaptarse al país donde vayan.

En cambio, los escritores y todos los que se dirigen a un público internacional desde sus oficinas o estudios no tienen la posibilidad de recibir una retroalimentación inmediata. Son ellos los que tienen la necesidad y la responsabilidad de utilizar un lenguaje que comprendan sus lectores o su auditorio.

Las decisiones que puedan tomarse en cuanto a la variación del español deberían hacerse no sólo a partir de los diccionarios basados en la modalidad castellana. Se trataría de utilizar la norma hispánica o general, que se sustenta en el uso de toda la comunidad hispanohablante. Los medios de alcance internacional podrían basarse en datos demográficos para decidir, en el caso del léxico, qué palabra es la más usual en los países hispánicos.

Se ha planteado recientemente la posibilidad de hacer un análisis demolingüístico que supere la pura descripción del léxico y considere el auditorio potencial en un país, una región o un grupo de países. La demolingüística, además, incorpora criterios de distribución de los vocablos en los países hispanohablantes.50 Las variantes que presento a continuación ejemplifican esta posibilidad:51

auto (11: 36,49 %CR, PN, CU, RD, PR, PE, BO, PA, UR, CH, AR); carro (10: 60,19 %MX, GU, CR, PN, CU, RD, PR, CO, VE, PE); coche (4: 51,37 %ES, MX, PA, AR); máquina (2: 5,81 %CU, RD).

dirección (1: 24,85 %MX); guía (2: 3,32 %RD, PR); manubrio (3: 22,19 %VE, CH, AR); manivela (1: 0,93 %CR); timón (7: 28,57 %GU, EL, PN, CU, RD, CO, PE); volante (12: 79,78 %ES, MX, RD, PR, EC, VE, PE, BO, PA, UR, CH, AR).

chapa (4: 17,27 %CU, PA, UR, AR); matrícula (6: 33,75 %ES, CU, PR, VE, PE, UR); patente (3: 16,68 %UR, CH, AR); placa (13: 65,59 %MX, GU, EL, CR, PN, RD, PR, EC, CO, VE, PE, BO, UR); tablilla (1: 1,19 %PR).

Como puede advertirse en el primer ejemplo, auto (o automóvil) es utilizado en 11 países —es el término mejor distribuido—, con 36,49 por ciento de la población. Le siguen carro, que se usó en 10 países, aunque con más población (60,19 por ciento); coche y, por último, máquina. La opciones serían auto, por su mejor distribución y porque, aunque resulta de uso formal en otros países como México, no tiene problemas de comprensión; y a continuación, carro52 o coche.

En el segundo ejemplo, la selección clara es volante, y no dirección, guía, manubrio, manivela o timón. Volante se usa en 12 países (79,79 por ciento de la población). Sin embargo, aunque se pudiera comprender en los demás países, resultará —de nuevo— rebuscado, por su poca frecuencia. El término que sigue en dispersión y población, timón, en países como México tiene un sentido especializado, pues sólo se usa para el de lanchas o barcos.

La placa o la matrícula resultan las mejores alternativas en el tercer caso, tanto por distribución como por población. No obstante, cabe señalar que cualquiera que sea la selección, puede tener consecuencias para la interpretación en los países donde no se usa.53 Por ejemplo, placa en La Habana significa 'losa de concreto', y por eso la del carro se llama chapa, que en México hace referencia a la de la puerta —la cual se conoce como yale en La Habana—.

A partir de estos planteamientos se podrían tomar decisiones con bases objetivas.54

Sin embargo —como he mostrado—, la complejidad de la lengua hace necesario considerar también los valores denotativos y connotativos de las voces en cada país, y sus consecuencias en la interpretación del auditorio. Por eso considero que la televisión sólo puede aspirar a que las voces que seleccione o difunda sea comprendidas —no necesariamente usadas— por el auditorio, de manera que formen parte de su léxico pasivo.55

En cuanto a la pronunciación, si se considera el número de producciones y doblajes que la utilizan, la más difundida es la norma a /sapátos/, seguida por la b /sapátoh/. Estos dos tipos de pronunciación son, además, los predominantes desde el punto de vista demográfico en los países hispánicos. La norma g , como sabemos, sólo se utiliza en programas producidos o doblados en España y resulta, demográficamente, la minoritaria. En todo caso, esas tres variantes fonéticas son válidas y aceptables, en mayor o menor grado, por el auditorio hispánico. Lo que importa es que —como dijo un lingüista— cuando uno escucha a alguien hablar por televisión no sabe a veces de dónde es.

Esto muestra que los profesionales del medio se esfuerzan por evitar los matices regionales, lo que favorece la comprensión, la aceptación y la unidad de la lengua. Aparte de esto, en las tres normas se presenta con frecuencia la dislocación acentual. Este recurso, que sirve para enfatizar las palabras importantes, deja de funcionar si se utiliza en exceso.56

Por lo que toca a la sintaxis, he señalado que algunos informativos utilizan enunciados un poco extensos, que convendría reducir en cuanto al número de palabras. Por otra parte, la variación sintáctica es muy poca. Ciertamente hay casos en los que se observan usos alternativos. En esas circunstancias las decisiones podrían tomarse a partir de dos criterios: el primero sería citar las fuentes que describen el estado de lengua con respecto al cual una determinada expresión es divergente. Esto, sin embargo, favorecería a la modalidad castellana, ya que es la mejor descrita. Además, ese modelo no lo es ya en la actualidad para todo el mundo de habla española, como lo han señalado incluso varios lingüistas españoles.57

El segundo criterio se basa en el uso actual y general. Ante dos variantes, habría que decidir —como en el caso del léxico— cuál es la más frecuente y más extendida. De esta manera, por ejemplo, si la mayoría «piensa que…», y la minoría piensa de que…», habría que seguir pensando que tiene mayor aceptabilidad no usar la preposición.

He tratado de mostrar que las opiniones de la mayoría de los críticos no parecen tener sustento objetivo. El vocabulario de los programas de noticias internacionales de la televisión está dentro de la norma hispánica general. Las voces que podrían considerarse marcadas o con filiación son muy pocas. En lo relativo a la pronunciación, argumenté que las tres normas que se escuchan en los informativos son adecuadas y corresponden al uso culto del lenguaje cotidiano de las áreas donde se emplean. En cuanto al texto mismo, consideré que hay pocas divergencias en lo que se refiere a la sintaxis.

También comenté que en algunos casos los enunciados podrían resultar demasiado largos para la comprensión por parte del auditorio. Además propuse que, en cualquier caso de variación, se tomen decisiones a partir de fuentes bibliográficas explícitas; o que se considere la difusión y el peso demográfico de cada variante. De esta manera se evitarían las opiniones ideologizadas o glosocéntricas.

He argumentado que la televisión busca, por sus propios intereses, utilizar un lenguaje que pueda ser comprendido por el auditorio internacional. Por eso no parece necesario exigirle que lo haga. La idea es otra: se trata de apoyar a los medios en la toma de decisiones en cuanto al uso del español. Al mismo tiempo, es necesario insistir en la responsabilidad que tienen en ese sentido.

La norma hispánica —como he comentado— se tendrá que hacer entre todos, sin predominio de ninguno. Esa norma general siempre tendrá variantes —mayores en el habla cotidiana que en el lenguaje de los medios— y, como en toda lengua viva, se modificará para adecuarse a las nuevas realidades, que no son las mismas para todos los países hispánicos. Por eso, en vez de pensar en una norma unitaria, habría que promover la unidad esencial dentro de la variedad. Los modelos del bien hablar están dentro de cada país o cada región.58 Esos modelos son el sustento de la norma general, los que la nutren y fertilizan.

Será necesario ampliar nuestras investigaciones para abarcar todos los demás tipos de programas, sobre todo los que se basan en improvisaciones, ya que en ellos podría encontrarse una mayor divergencia lingüística. En todo caso, la variación es inevitable y —como he dicho— enriquecedora. Incluso sería conveniente que la televisión utilizara un lenguaje más variado. Esto podría lograrse si se recurre a la sinonimia, pero no sólo a la tradicional, la que aparece en los diccionarios de sinónimos.

La idea es que se utilicen los sinónimos relacionados con la variación geográfica, como los que he mostrado antes. También sería deseable que —como Luis Buñuel en sus películas— las telenovelas y otros programas mostraran la variación social del lenguaje. De esta manera el auditorio ampliaría su conocimiento de la lengua, y advertiría que su complejidad supera las recopilaciones o los diccionarios convencionales.

No debería ser motivo de sorpresa el que la televisión utilice y difunda un lenguaje homogéneo en su cobertura internacional. El italiano se extendió por todo el país gracias a ese medio, que logró lo que no pudo hacerse mediante los textos impresos o la radio. La televisión, al difundir y consolidar el italiano como lengua nacional,59 coincidió con los intereses del Estado.60 En la actualidad la televisión y otros medios de difusión masiva han rebasado esos límites. Ahora sus intereses lingüísticos —para ceñirme al tema que me ocupa— coinciden con los de un grupo de países. Por eso la televisión en español requiere no sólo una lengua común, sino también de una norma hispánica estable —y la fomenta, a veces sin pretenderlo—.

Se ha discutido mucho la herencia que dejó España en América. Lo único que no se ha discutido es la lengua, mediante la cual se discute todo lo demás. Desde el siglo pasado, tras la independencia de los países hispanohablantes, se planteó la necesidad —y además el derecho— de aceptar la herencia de la lengua, bajo la condición de que fuera una lengua emancipada cuya unidad y transformación se hiciera entre todos. Se buscaba el consenso, y no la imposición de un solo modelo.61 Superada la divergencia inicial, se buscó, a fines del siglo xix y principios del xx, la convergencia lingüística,62 época en la cual —específicamente en 1898— dejó de haber colonias españolas en América.

Esa es la situación en la actualidad, y se comprueba en el uso del español en los medios. Por eso habría que insistir en que la televisión tiene muchas posibilidades de promover una lengua uniforme en lo esencial que, a la vez, continúe en desarrollo para incorporar los cambios necesarios para expresar las ideas nuevas. De esta manera, las veinte naciones hispánicas podrán mantenerse unidas a través del español. Quizás, recordando el anterior año 98, podría pensarse en 1998 como el año de la lengua española, y del primer centenario de la comunidad hispánica.

Notas

  • 1. Véase lo que dice en ese sentido G. C. Staple en su art. «Bitlash: the new digital ecology - protecting local information space in a borderless world» (26th Annual Conference, International Institute of Communications, Osaka, Japón, 12 - 14 sept. 1995), p. 2. (Fotocopia). Volver
  • 2. McLuhan, Marshall, The Gutenberg galaxy —The making of typographic man (New York, The New American Library, 1969), p. 43. Volver
  • 3. De acuerdo con los datos que ofrece el «1996 cuadro de la población mundial del Population Reference Bureau, Washington, 1996 [junio]. Volver
  • 4. De la Peña, E., «El lenguaje de la televisión», en La política lingüística de México, 2.ª parte (México, Comisión para la Defensa del Idioma Español, 1982), p. 21. Volver
  • 5. Dela Peña, art. cit., p. 22. Volver
  • 6. Fernandez, J. A., «La fonología en la televisión española: violencias fonéticas», Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, 1988, n.º 43, p. 249.Volver
  • 7. Fontanillo, Enrique y Ma. Isabel Riesco, Teleperversión de la lengua, Barcelona, 1990. Lo que cité arriba está en el prólogo, escrito por V. Romano.Volver
  • 8. Gonzalez, Eddie, El pobre lenguaje de la televisión, Maracaibo, Editorial Maraver, 1988.Volver
  • 9. Entre otros, Alvar, Manuel, «Medios de comunicación y lingüística», Lingüística Española Actual, XII (1990), pp. 151-173. Me parecen asimismo adecuados los planteamientos de Manuel Casado Velarde en su art. «El lenguaje de los medios de comunicación» (en M. Seco y G. Salvador, coords., La lengua española, hoy, Madrid, Fundación Juan March, 1995, pp. 153-164). Sin embargo, no puede evitar el juzgar desde su propia modalidad idiomática cuando critica la pronunciación de la x como ks antes de consonante: «Como es sabido, [?] la pronunciación normal culta de los dos fonemas representados por esa letra (k y s) sólo se realiza en posición intervocálica o final: examen [eksámen], fax [faks], mientras que se reduce a un solo fonema, /s/, cuando precede a una consonante: extorsión [estorsión]». Conviene señalar que en la norma culta de otros países, como México, la x se pronuncia ks ante consonante, como en [ekspérto]. La reducción, en cambio, resulta de uso popular o rural. Volver
  • 10. Por ejemplo, en Cuba se usa el término mexicano merolico (vendedor callejero que se ubica en un sitio y pregona su mercancía ante la gente que lo rodea), popularizado por una telenovela mexicana. También se utiliza la (o el) paladar para designar a los restaurantes de quienes trabajan por su propia cuenta, por influencia de una telenovela brasileña (doblada al español). Volver
  • 11. Son las palabras de Darío Arizmendi Posada, director del Servicio Informativo Caracol, en su intervención en la mesa redonda «La lengua española y los medios audiovisuales», Actas del Congreso de la lengua española, Sevilla, 1992 (Madrid, Instituto Cervantes, 1994), p. 156. V. asimismo los comentarios de Juan Gossain en la misma mesa redonda (p. 167), quien reitera otras opiniones sobre lo que considera el pobre lenguaje periodístico.Volver
  • 12. El planteamiento de una norma lingüística hispánica también ha sido hecho por J. M. Lope Blanch en su art. «El español de América y la norma lingüística hispánica», en su libro Nuevos estudios de lingüística hispánica (México, UNAM, 1993), pp. 127-136.Volver
  • 13. Real Academia Española, Diccionario de la lengua española, 21.ª ed., Madrid, 1992.Volver
  • 14. Véanse mis artículos: «La lengua española en América cinco siglos después», Estudios Sociológicos, El Colegio de México, X: 30 (1992), p. 690; y «La lengua española en el quinto 92 y el primer 98», Actas del IV Congreso Internacional de «El español de América», 7 al 11 de diciembre de 1992, t. 1 (Santiago de Chile, Universidad Católica de Chile, 1995), p. 496: allí hablo de castellanismos o iberismos. Volver
  • 15. En su intervención en la mesa redonda que hubo en Sevilla sobre los medios audiovisuales (ver nota 11), p. 169. El mismo Gossain cita a «los especialistas de Bogotá», y a G. Haensch —lexicógrafo alemán que ha hecho estudios muy extensos sobre el español de América— quienes tienen una posición similar. Haensch considera que en esa actitud de la Academia «aún subsisten residuos de ideología eurocentrista» (Gossain, ibid.). Volver
  • 16. El DRAE remite en americana a chaqueta, lo cual indica que esta voz es más general, pero —reitero— no señala que americana sea un españolismo. Volver
  • 17. He hablado más extensamente de esto en mi artículo citado «La lengua española en el quinto 92…», p. 690. Volver
  • 18. En América, como es bien sabido, sólo se usa vos cantás, que corresponde a la segunda persona del singular. Este tipo de expresiones tiene también variantes, y se extienden desde Argentina hasta el estado mexicano de Chiapas. Por otra parte, cabe señalar que un arcaísmo no lo es para quienes lo usan. Volver
  • 19. He comentado esto en detalle en mi artículo «El lenguaje de la radio y la televisión: primeras noticias», II Encuentro de Lingüistas y Filólogos España - México, Salamanca, 1991 (Salamanca, Junta de Castilla y León - Universidad de Salamanca, 1994), pp. 101-117. Volver
  • 20. La excepción, aunque sólo para el lenguaje de diarios impresos, es B. H. Hernando, «Lexicometría del lenguaje periodístico», Lingüística Española Actual, XII (1990), pp. 215-241. Volver
  • 21. E. González, op. cit., p. 118. Volver
  • 22. J. A. Fernández, art. cit., p. 250. De todo esto he dado noticia previamente, en mi art. cit. «El lenguaje de la radio y la televisión…». Volver
  • 23. La coordinación general del proyecto, a mi cargo, se realiza en El Colegio de México. Actualmente están asociados, a través de instituciones universitarias, los siguientes países o regiones: Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, España (nacional, Andalucía y Canarias), EE. UU. (California), México, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. Recientemente, en febrero de este año de 1997 Panamá decidió asociarse al proyecto, a través del Círculo Lingüística Ricardo J. Alfaro. Véase además mi art. cit. «El lenguaje de la radio y la televisión…». Volver
  • 24. Con información de CBS. Volver
  • 25. Las muestras, de las que hablo más adelante, fueron recogidas en las siguientes fechas: Eco, enero de 1995; NBC, julio de 1995; y CNI, mayo de 1996. Volver
  • 26. Los resultados que ofrezco sobre los informativos de TVE 1 fueron obtenidos por la Profesora Loreto Florián, de la Universidad de Alcalá de Henares, asociada a DIES-RTP. Las muestras se recogieron en enero de 1992. La Profa. Florián estuvo en El Colegio de México como investigadora visitante a fines de 1996. Los programas de TVE 1 que se grabaron son de difusión nacional. He utilizado sus datos por ser los únicos disponibles y porque en las transmisiones internacionales de España se utilizan también las noticias de TVE 1. Parto de la suposición de que no habría gran variación entre las transmisiones nacionales y las internacionales. Volver
  • 27. De cada noticiario se recogieron aleatoriamente 10 unidades de texto de 1000 o más palabras gráficas. De esta manera, para cada informativo se recogieron 10.000 o más palabras. Volver
  • 28. El programa Exegesis (IBM de México - El Colegio de México, ed. actualizada, 1997). El programa lo utilizan todos los investigadores asociados al proyecto DIES-RTP. Así aseguramos un tratamiento homogéneo de los datos lingüísticos, y una comparación adecuada de los resultados. Volver
  • 29. Además del DRAE, se utilizaron otros diccionarios generales del español, así como diccionarios de americanismos y otros especializados, e incluso diccionarios de otras lenguas. Para una bibliografía completa, ver mi art. cit. «El lenguaje de la radio y la televisión…». Volver
  • 30. El análisis léxico y estadístico fue hecho por Gerardo Aguilar Zéleny, lingüista de El Colegio de México, que colabora en DIES-RTP. El procedimiento de análisis y recopilación de muestras está descrito en mi art. cit. «El lenguaje de la radio y la televisión…». Volver
  • 31. No cuento con los resultados de TVE 1 al respecto, ya que es necesario previamente delimitar los españolismos o regionalismos de uso exclusivo en España. Volver
  • 32. Falencia, en el sentido del contexto, es un argentinismo: «Las oportunidades se sucedieron, sacando a relucir las falencias del cuadro [de futbol]». Corresponde a la acepción tercera del DRAE. Volver
  • 33. Apariencia: «Eligió un look estilizado para el otoño». Volver
  • 34. La voz inglesa ride se pronuncia comúnmente [raid] en español, en el sentido de 'llevar a alguien en un vehículo gratuitamente'. Volver
  • 35. En español, vía rápida, en relación con el Tratado Norteamericano de Libre Comercio que se estableció entre México, Estados Unidos y Canadá en 1993, y la forma en que se aprobó, mediante el fast track. Volver
  • 36. Todos aparecen registrados en ALONSO Martín, Diccionario del español moderno (Madrid, Aguilar, 1982), bajo las voces fault, noc-aut, manager, noquear, penalty, rock and roll, ranking, ring, rugby y set (de tenis). Y o usé una transcripción mas apegada a la pronunciación y a la ortografía españolas. Volver
  • 37. Santamaría, F. J., Diccionario de mejicanismos (Porrúa, México, 1959), bajo la voz raid. Volver
  • 38. En Santamaría, op. cit., no aparece jit, pero sí jitazo en el sentido de 'dar un batazo', lo que equivale a 'dar un jit'. Volver
  • 39. Incluyo aquí los datos de TVE 1, que no consideré en el análisis de regionalismos. Volver
  • 40. Véase Avila, R: «Lengua hablada y estrato social: un acercamiento lexicoestadístico», Nueva Revista de Filología Hispánica, México, t. 36 (1988), especialmente pp. 144 a 146. Volver
  • 41. Me baso en la serie de programas «Cadena de las Américas», que se transmitió en 1992 a lo largo de seis meses, y en la cual participaron todos los países hispánicos con excepción de Cuba. Para este país me apoyo en los que he escuchado yo mismo en la ciudad de La Habana, y en los comentarios de colegas de las facultades de Comunicación y de Artes y Letras de la Universidad de La Habana. Para España me baso también en mis propias observaciones de otros programas.Volver
  • 42. Por limitaciones tipográficas, y para hacer más asequible la información a los lectores no especializados, no utilizo la transcripción fonológica técnica. En el caso que menciono arriba, el fonema /z/ se escribe con c antes de e, i, y con z en los demás contextos. El fonema /s/ en Hispanoamérica —como sabemos— corresponde a las letras anteriores y a la s. Volver
  • 43. Fonológicamente se escribe /x/. He decidido en este texto utilizar /j/ para evitar confusiones. Volver
  • 44. De nuevo, por limitaciones tipográficas no he ofrecido la transcripción adecuada. La pronunciación sonorizada de las consonantes sordas /p t k/ las acerca al de /b d g/, pero no llega a la sonorización total en la televisión. Los países donde se escuchan esas sonorizaciones son, sobre todo, Chile y Cuba. Volver
  • 45. En Argentina o Uruguay se llegan a escuchar, sobre todo en el habla no cultivada, pronunciaciones sordas de las letras y, ll , como en la palabra calle, que se escucha [káshe]. Este tipo de pronunciación difícilmente se escucha en los programas de televisión de esos países. Volver
  • 46. Con la excepcion de algunos locutores, enajenados por el fetichismo de la letra y por la suposición de que, si la v se pronuncia en otras lenguas como el inglés, el francés, el italiano o el portugués, debe pronunciarse también en español. Cabe señalar, además, que en inglés la diferencia entre b y v no es siempre labial versus labiodental, sino tensa versus floja. Por eso en inglés se escribe Havana y no Habana, pues se acerca más a la pronunciación normal de la b en español: fricativa bilabial. Volver
  • 47. Ver el resultado de las investigaciones que hizo Marina Parra en colaboración con Carolina Mayorga, en el documento Difusión internacional del español por radio, televisión y prensa (Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Centro de Estudios Sociales, 1995), pp. 151 ss. Volver
  • 48. Un enunciado, para nuestros propósitos, es un segmento de texto autosuficiente semánticamente. Está delimitado por puntos, signos de interrogación o de exclamación, y siempre empieza con letra mayúscula. De acuerdo con esto, el enunciado puede o no coincidir con la oración gramatical. Este tipo de análisis se hace automáticamente, mediante el programa de cómputo Exegesis, ya citado. También puede hacerse mediante un procesador de textos, como Word Perfect. En ese programa al enunciado le llaman sentence en inglés, y oración en español. Mi texto completo —sin las notas— tiene un promedio de 21 palabras por enunciado, y una densidad promedio de 71 palabras diferentes por cada 100. Volver
  • 49. Compárense con lo que obtuvimos en Tiempo nublado, de Octavio Paz. En ese ensayo la longitud promedio del enunciado fue de 30 palabras. Esto es adecuado para un texto escrito, que se puede volver a leer cuantas veces uno desee, pero no para un texto que se va a escuchar. Volver
  • 50. Comenté con el Profesor Hiroto Ueda sobre esta posibilidad en el verano de 1996. Ueda me hizo ver que estaba desarrollando la idea. Más adelante me envió un artículo sobre el tema, por correo electrónico. La idea, de acuerdo con Ueda, es «realizar un análisis demolingüístico de la variación léxica con el fin de determinar el grado de representatividad de cada variante. Se trata de comprobar la amplitud de uso de cada voz dentro de la comunidad total de la lengua española. Este análisis se basa en la distribución de las voces por una parte, y los datos demográficos, por otra. El grado de uso de una voz determinada puede ser concebido como el porcentaje de sus usuarios dentro de toda la comunidad de la lengua». Cf. H. Ueda, «Análisis demolingüístico del léxico variable español» (no publicado). Volver
  • 51. Las voces están ordenadas alfabéticamente. Entre paréntesis aparece el número de países, el porcentaje en relación con la población hispanohablante, y la sigla de cada país. En ocasiones aparece el mismo país en diferentes voces, ya que se tomaron en cuenta las segundas respuestas, o las de varias ciudades. Tomé los ejemplos de VARILEX: Variación Léxica del Español en el Mundo, coord. por H. Ueda y T. Takagaki (Tokio, Univ. de Tokio, 1993); y del art. cit. de H. Ueda, «Análisis demolingüístico…». Soy asesor científico de ese proyecto y por eso señalo, junto con los coordinadores, que los datos que se ofrecen forman parte de un informe, y no de una publicación definitiva. Las siglas corresponden a los siguientes países (entre paréntesis, en orden alfabético): AR (Argentina), BO (Bolivia), CO (Colombia), CR (Costa Rica), CU (Cuba), CH (Chile), EC (Ecuador), EL (El Salvador), ES (España), GU (Guatemala), MX (México), PA (Paraguay), PE (Perú), PN (Panamá), PR (Puerto Rico), RD (República Dominicana), UR (Uruguay), VE (Venezuela). Volver
  • 52. Cabe advertir que carro tiene un valor general y puede designar incluso al camión: «Ya llegó el carro de la basura» se escucha tanto en la ciudad de México como en la de La Habana. Volver
  • 53. He expuesto ampliamente este tipo de problemas en mi art. «Variación léxica: connotación, denotación, autorregulación», Anuario de Letras, México, 1997. (En prensa). Volver
  • 54. He iniciado, junto con Hiroto Ueda, el diseño de un programa de cómputo que incluirá los datos de la variación léxica que he ejemplificado. Los medios tendrán así información inmediata para ponderar qué vocablo es el conveniente. Volver
  • 55. Por otra parte, el conocimiento de otros usos puede conducir a cambios en un país. Por ejemplo, en México se dice camión por autobús. Actualmente los locutores de radio y televisión —por influencia de los programas de otros países— fluctúan entre camión, camión de pasajeros, autobús e incluso autobús de pasajeros (frente a camión, y también camión de carga). Probablemente se estabilicen en autobús (de pasajeros, como en los demás países hispánicos) y camión (de carga). Volver
  • 56. Por ejemplo, mis enunciados anteriores se leerían así: «… en lás tres nórmas se présénta cón frécuencia lá díslocación ácentual. Este récurso, que sírve para énfatizar lás pálabras ímportantes…». Volver
  • 57. Cf., entre otros, ALVAR, M., «Prolegómenos a unas lecciones sobre las lenguas de España», en M. Alvar (coord.), Lenguas peninsulares y proyección hispánica (Madrid, Fundación F. Ebert, 1986), pp. 13-14; y G. Salvador, Lengua española y lenguas de España, 2.ª. ed. (Barcelona, Ariel), pp. 124-125. Véase también lo que dice J. M. Lope Blanch en su art. cit., p. 131: «Aún hoy no falta quienes ven en la norma castellana la modalidad superior de nuestra lengua […] Pero no es ésta la opinión de los más; muy por el contrario, la mayoría de los hispanohablantes —ilustres filólogos entre ellos incluidos— tienen ideas más democráticas»: «No hay más remedio que admitir que el habla culta de Bogotá, de Lima, de Buenos Aires o de México es tan aceptable como la de Madrid. La realidad lingüística postula, para la lengua hablada culta, una pluralidad de normas», ha escrito, muy sensatamente, Angel Rosenblat». Volver
  • 58. Coincido con lo que dice J. M. Lope Blanch en su art. «La elección de una norma lingüística válida para los medios de comunicación», en su libro Nuevos estudios de lingüística hispánica (México, UNAM, 1993), p. 119: «Ninguna de ellas, por alto que sea el prestigio de que goce, podría tener la pretensión de identificarse con esa norma hispánica ideal. Ninguna de las normas existentes, en efecto, es 'ideal', o sea, perfecta desde el punto de vista de la historia y de la lógica gramatical. Ninguna podría, en consecuencia, aspirar a imponerse a las demás». Volver
  • 59. En Italia había —y hay, aunque en menor número— muchos dialectos e incluso varias lenguas. El italiano como lengua nacional, de acuerdo con Tullio de Mauro, sólo consigue extenderse por todo el país gracias a la televisión: «I modelli linguistici irradiati dalla televisione raggiungono una forza di immediata penetrazione ignota ad ogni altro tipo di transmissione e fissazione di segni linguistici». Véase su libro Storia linguistica dell'Italia unita (Roma, Editori Laterza, 1983), p. 121. Volver
  • 60. He planteado esto en forma más extensa, en relación con Italia y otros países, en mi art. «A rádio e a televisão e o desenvolvimento de normas linguísticas nacionais e internacionais», que se publicará en la Revista Internacional de Língua Portuguesa, Lisboa. Allí también me refiero a la importancia de la televisión para difundir una o varias lenguas en diversos países de Europa, Asia y África. Volver
  • 61. Los planteamientos fueron hechos por Esteban Echeverría en 1847, de acuerdo con la cita que hace G. L. Guitarte en su art. «Del español de España al español de veinte naciones: la integración de América al concepto de lengua española», en El español de América. Actas del III Congreso Internacional sobre el español de América, Valladolid, 3 a 9 de junio de 1989 (Salamanca, Junta de Castilla y León, 1991), p. 76 Volver
  • 62. Véase, en ese sentido, el art. cit. de Guitarte, pp. 80 y ss. Volver