No es sencilla la discusión y resolución práctica de los problemas del uso de nuestro idioma en los medios, sobre todo por la tendencia tradicional a otorgarles a éstos únicamente la función comunicadora.
Los mal llamados «medios de comunicación» cumplen las más diversas funciones en beneficio de quien los detenta, y reducirlos a funciones comunicativas acorta la compresión de sus reales posibilidades y funciones actuales.
No obstante, aún persisten diversas confusiones y se han configurado muchos mitos alrededor de los medios electrónicos, ya que de manera sistemática y simultánea: informan, entretienen, distraen, educan y, en síntesis, forman.
Por ejemplo, hablar de televisión no es sólo referirse al hecho comunicativo, pues los contenidos de los programas contribuyen a formar corrientes de opinión, condicionan la toma de decisiones y como cualquier otro recurso electrónico, además de comunicar, siempre participa en la formación de los individuos. Son medios que de manera decidida e intensionada participan en el proceso formativo del individuo y de la sociedad, de la consciencia y de la conducta pública.
Al preparar estas líneas he tenido el gusto de revisar, entre otros textos, la Memoria de Salamanca 80, editado por Televisa, con motivo de un encuentro con propósitos semejantes al presente, y en donde también se dio cuenta de la permanencia y profundidad de esta preocupación sobre el futuro de la lengua en relación con los medios, entonces concebidos exclusivamente de comunicación.
Como conclusiones de aquel encuentro, destaco el reconocimiento que se hizo de la televisión como un medio eficaz no sólo para contribuir a la unidad del idioma español, sino como un medio idóneo para fomentar las raíces propias del idioma en todas las regiones en donde es usado como medio de expresión humana.
En la actualidad, y de acuerdo con sus posibilidades, para los medios electrónicos el término «comunicación» resulta limitado. Estamos, como señalé, ante medios formativos del individuo y la sociedad. Por ello, la acepción «medios de comunicación», en el contexto de las enormes transformaciones y usos que tienen en las sociedades contemporáneas, resulta insuficiente, pues la comunicación no es un hecho aislado, inocente o refractario, y ante la explosión y multiplicación de los nuevas tecnologías, se han vivido experiencias inéditas, algunas de encuentro, otras de desencuentro humanos, que van más haya del hecho comunicativo y se dan en el espacio de los propios medios.
También hace unos días, tuve la fortuna de encontrarme con un videocassette que testimonia uno de los programas de Encuentro conducido por el Bachiller Álvaro Gálvez y Fuentes, quien compartía ese espacio reflexivo con Marshall Macluhan, Abraham Moles, Umberto Eco, entre otros pensadores insustituibles profetas que hace más de 20 años profundizaban en lo que se conocía como la sociedad de masas y sus medios masivos o de comunicación masiva. Preveían sus futuros posibles, apocalipsis prematuros, disyuntivas para la libertad, paradojas de la incipiente modernidad, signos, significantes, significados y nuevos códigos para las sociedades de la información en ciernes. En realidad, se enfrentaban apenas a una experiencia exitosa que marca nuestra era: el audiovisual.
Por un lado, el texto impreso y, por el otro, la imagen en movimiento atrapada en el tiempo merced a las tecnologías electromagnéticas, son dos formas complementarias de acceso a la información y al conocimiento. Hoy día, como ustedes saben, se cuenta con muchas formas e instrumentos para acceder a la información: la tradición oral que heredamos de otras generaciones, el trato personal y cotidiano, el texto escrito, la radiodifusión, el cine, la televisión, el vdeo, los sistemas informáticos y una cantidad de recursos y accesos derivados de los anteriores que en su conjunto dan cuerpo al privilegio enorme del hombre contemporáneo: ser herederos del conocimiento de la humanidad y de tales medios para acceder a él.
Este acceso es posible gracias al enorme crecimiento de la capacidad de lectura del ser humano. Tales accesos nos han instalado en esta cúspide de la Historia Universal de la Lectura, en donde se pueden conjugar todos los medios, desde el texto impreso a la comunicación virtual, para potenciar esta enorme capacidad humana que es leer más allá de la lectura misma, leer los hechos y los acontecimientos de la realidad con base en sus expresiones sustantivas, el sonido, la imagen fija, la imagen en movimiento y todas las demás formas hasta ahora creadas para tal fin.
Es en ese contexto en el que desearía que visualizáramos a los medios electrónicos. En particular a los multimedia, al audiovisual en su conjunto y a la televisión y al vídeo en específico. Porque el conocimiento a través del audio y el audiovisual es el rasgo característico de nuestro tiempo.
Todas las eras de la cultura o, debo decir, de las culturas, se caracterizan por la manera particular de producir, circular, transmitir y reproducir el conocimiento. La nuestra está marcada por el audio-audiovisual que viene a complementar a los medios formativos con los que el ser humano a resuelto su crecimiento y su interrelación con la naturaleza en la actualidad.
En este espacio, el idioma cumple una función importante, la de enlazar el pensamiento de los hombres en un mismo lenguaje, que al hacerse colectivo se manifiesta como la expresión de una cultura. Hispanoamérica es por ello una tierra colectiva.
El audiovisual, entendido como la suma de pantallas, que generan la mayor cantidad de encuentros y desencuentros de los hombres entre sí, es hoy día también el espacio en el que la lengua recicla sus sustancias más sensibles y donde crece y se transforma de manera vertiginosa, para bien o para mal.
En los medios electrónicos el lenguaje encuentra un espacio particular de intercambio e influencia inimaginable. Habría que recordar aquí que imperio y lengua han ido siempre unidos como lo desveló Antonio de Nebrija hace ya poco más de 500 años señalando, además, que los imperios crecieron cuando creció el uso de la lengua; y los imperios decrecieron o desaparecieron cuando decreció o desapareció el uso de la lengua.
Ahora, siglos después, la imagen es el lenguaje formativo de los imperios contemporáneos. De ahí que el audiovisual sea un tema particularmente sensible para el abordamiento hoy del futuro de las culturas, las cosmovisiones y las lenguas.
Ciertamente es un mito la idea de que la pantalla es un sustituto del libro o del maestro en el campo educativo. Pero es importante aceptar que hay un desplazamiento creciente y en proceso en esta dirección, no sólo en cantidad sino también en calidad.
Estos hechos hacen que cualquier experiencia formalmente curricular en los medios sea profundamente delicada. Porque el lenguaje a través de los medios es una experiencia completa e integral; la mejor forma de aprender ortografía es leyendo. También la forma más importante de aprender el uso correcto de una lengua es escuchándola constantemente, bien hablada y en todo tipo de escenarios y complejidades para ejercerla igualmente. Esto debe aplicarse permanentemente al audiovisual. En estos términos, una estrategia sustantiva de la imagen, en este fin de siglo, es el audiovisual y sus múltiples pantallas bien usadas tanto, en lo educativo, como en lo cultural y en lo comercial.
Esto es el idioma, el español decifrándonos y conduciéndonos por los misterios de los hechos y cosas, y desvaneciendo las incertidumbres a través de las narraciones sustantivas de imagen y texto del audiovisual.
Por nuestra parte nos corresponde en la Secretaría de Educación Pública darle estructura y funcionamiento a la Red Satelital de Televisión Educativa (Edusat) y utilizando sus seis canales de televisión restringida, atender y contribuir al desarrollo contínuo de nuevas alternativas de educación a través de las pantallas.
La transmisión diaria de esa importante experiencia formativa que representa la telesecundaria, así como los múltiples seminarios, diplomados y conferencias. A través de este sistema audiovisual (Edusat) se consolidarán en el corto plazo, otros proyectos educativos, como la secundaria a distancia para adultos, la Educación Media Superior a Distancia y la apertura de servicios de vídeo en demanda, que permitirá al maestro de diferentes niveles escolares acceder rápida y facilmente a temas, testimonios y narraciones audiovisuales que contribuyan a ilustrar sus necesidades específicas de enseñanza, dentro y fuera del salón de clases.
Edusat transmitirá al año cerca de 40 mil horas anuales de programación educativa y cultural, en español principalmente y en algunas ocasiones en otros idiomas con subtítulos.
En toda esta experiencia audiovisual, el español, estamos seguros, fortalecerá y enriquecerá la mejor de sus potencialidades: su ejercicio, que sin lugar a dudas es su mejor defensa.