Los géneros parlanchines de la televisiónAlicia A. Poloniato
(México)

Es un hecho reconocido que la televisión ha propiciado el incremento social del uso de la lengua hablada parejo al de la imagen en movimiento. ¿Cuál es la situación del español en ese entorno? La respuesta es hasta cierto punto obvia.

Si la «institución televisiva» ha conformado un discurso dominante en el mundo, éste tiene características similares en el ámbito de habla hispana (González Requena, 1988). Ahora bien, si ésta es una condición general del discurso televisivo ¿qué especificidad puede encontrarse en los que desde ahora llamaré géneros parlanchines? Y, además, ¿cuál es el uso del español que en ellos se implanta?

Con la denominación de géneros parlanchines, —término que acuñó, hasta donde sabemos, Lorenzo Vilches (1989) para referirse a los géneros informativos de la televisión española—, me permito acoger una gran variedad de géneros particulares involucrados así en una supercategoría. Se asemejan entre sí por el hablar mucho, demasiado —casi como en la radio—, con énfasis particular en el sobreabundamiento de pautas propias de las interacciones cotidianas. Sin embargo, de manera contraria a lo que pudiera pensarse, no contravienen la norma del lenguaje audiovisual puesto que «la imagen lo es casi todo para el espectador», según apunta también Vilches (Idem: 9).

En la programación televisiva actual de México y del mundo hispánico en general coexisten diferentes modalidades parlanchinas. Éstas dan cuenta de estilos y géneros distintos así como de dos épocas televisivas —pasado y presente— que se recortan, superponen e hibridan. A continuación, distinguiremos pues entre los géneros parlanchines de primera y los de última generación.

Pasaremos brevemente la caracterización de los primeros pues el uso de la lengua y los propósitos que les subyacen son ampliamente conocidos. En cambio, dedicaremos más atención a los segundos por varias razones.

Los parlanchines de última generación ingresan en la categoría también muy amplia de talk shows declarados y disfrazados, donde los intercambios lingüísticos conforman, de una u otra manera, el verdadero espectáculo.

Llama la atención tanto el hecho de su proliferación cuanto el de la gran circulación e intercambio en diferentes áreas geográficas del mundo hispánico, que resulta mayor y más destacada que la de cualquiera de los parlanchines de primera generación. Si se atiende al fenómeno desde un punto de vista positivo, la circulación incrementada da lugar a la convivencia de diferentes normas lingüísticas dialectales del español; desde otro, en cambio, que ya no nos atreveríamos a calificar de positivo, parece producirse una suerte de unificación de concepciones del mundo y valoraciones por ese centro de poder que es la «institución televisiva».

Los géneros parlachines de primera generación

Las noticias o telediarios, como lo ha demostrado Lorenzo Vilches, entran en esta categoría. Largos o breves espacios de tiempo, distribuidos en diferentes horarios diarios, desgranan en acumulativa presentación breves narraciones de actualidad, cita de declaraciones, declaraciones directas, comentarios en off en particulares escenificaciones de uso de la palabra.

Aunque el género se reclama y siente como una ventana al mundo, cada vez es «mayor la utilización de la pantalla como soporte abstracto de visualización […] mediante efectos especiales e imágenes generadas por ordenador» (Vilches, idem: 9). No es ajena a esta característica, que termina en una excesiva fragmentación, el ser parlanchines. La palabra cumple más la función de relleno que de anclaje y relevo.

Por otra parte, no es una novedad decir que la telenovela hispanoamericana en sus modalidades tradicionales cuanto modernas, da cuenta de acciones, situaciones y caracteres de personajes sosteniendo lo sustantivo de la construcción dramática en los intercambios lingüísticos. Sin restarle eficacia a las imágenes, en su consecuente «magia del ver», el lenguaje verbal cotidiano (o pseudocotidiano) parece ser el enlace afectivo y efectivo con las audiencias hispanohablantes, para las cuales la oralidad contiene un valor emotivo muy fuerte.

Por fin, hace falta mencionar un tipo de programas que brinda información «en directo» sobre personas del mundo del espectáculo, el deporte, los negocios y hasta la política, pero cuyo propósito es el entretenimiento. Aunque en los canales de los Estados Unidos recibiera la asignación de «noticias», dado su propósito y su forma de presentación se conocen como shows de personalidades (Baggaley y Duck, 1982). Son de particular importancia por haberse conformado en gérmenes de los futuros talk show, los que a su vez los han influido.

Los géneros parlanchines de última generación

Francesco Casetti y Roger Odin (1990: 12), en un artículo cuya preocupación central es la indagación sobre nuevas modalidades televisivas, dicen: «el espacio por excelencia de la neotelevisión, es el talk show; talk shows declarados, talk shows disfrazados de variedades o de magazines; son escasas la emisiones que no flirtean con esta estructura».

Una breve muestra de programas de la TV mexicana (que no agota todas las emisiones del género), da cuenta de talk shows declarados, como de muchos otros disfrazados de otra cosa. En la muestra coexisten los importados de los EE. UU., en español, con los de producción nacional pero, de haber ampliado aquélla también encontraríamos de otras procedencias. Entre los declarados, el importado, Cristina (Televisa, 9) junto con algunos de producción local: Intimamente Shanik, Televisa, 9; El calabozo, (Televisa, 5); ¡Pácatelas! (Televisa, 2). Disfrazados de magazine de noticias e importados, Ocurrió así, Multivisión, AS; Primer Impacto, Televisa, 9; de producción local, Ciudad Desnuda, Azteca, 13, entre otros.

¿Qué tienen en común todos ellos a pesar de sus diferencias? En todos, lo esencial es hablar; «no es cuestión de transmitir un saber sino de dar libre curso al intercambio y a la confrontación de opiniones; las afirmaciones ceden el lugar a las interrogaciones, el discurso institucional al discurso individual» (Casetti y Odin, Idem: 12-13). La palabra escenificada y polifónica ocupa el centro del programa.

La puesta en escena discursiva

Todo discurso configura teatralizaciones, puestas en escena por las cuales se vinculan los enunciadores, los textos producidos y los auditorios. En los medios audiovisuales —cine y televisión— el trabajo sobre la puesta en escena discursiva aparece con más evidencia, pero sobre todo en la televisión, ya que es el factor decisivo para distinguir la estructura del proceso de comunicación instaurado.

¿Cuál es la estructura de la puesta en escena de estos géneros parlanchines por excelencia? Ésta sostiene una relación triangular que conecta a enunciadores / enunciatarios («actores» en presencia), el texto que producen y la teleaudiencia.

Veamos como funciona esa estructura:

—Enunciadores/Enunciatarios. El talk show presenta muchos emisores que, aunque con niveles jerárquicos diferentes, intercambian papeles de manera continua y explícita algo así como en las pláticas cotidianas: conductor o conductores, invitados de diferente naturaleza y función, auxiliares del conductor —cuando los hay—, y por fin, en la eventualidad, la platea. A pesar de las jerarquías, se produce un borrado de fronteras que hace indistinto en el proceso a los sujetos que emiten de los sujetos que interpretan.

—Producto de los intercambios comunicativos múltiples es el Texto. Texto polifónico que orquesta las variadas y múltiples voces de los sujetos que emiten e interpretan; variadas en acentos, opiniones, informaciones; en jerarquías como clases sociales.

—Por fin, forma parte de la puesta en escena, el vínculo, explícito y reiterado con el auditorio o sujeto que interpreta. Un arsenal de estrategias de simulación de contacto, y de creación de relaciones de proximidad del texto polifónico, funda el vínculo. Las últimas cimentadas primordialemente por el modo «cotidiano» de tratamiento de los referentes, y por la presencia de «actores» que, en diversas circunstancias, pueden ser considerados representantes del auditorio.

La palabra en la escena

La estructura básica que acabamos de presentar determina los intercambios lingüísticos múltiples en la escena y con las audiencias y la transformación espectacular y especular de la palabra.

Si bien hay tantos interlocutores, el conductor es el único que manifiesta y reitera su jerarquía respecto de los demás. No sólo por ocupar el centro de los planos en innumerables ocasiones sino por su ejercicio verbal.

El o ella concentra avisos y anuncios a los presentes y al telespectador; presentaciones de los diferentes participantes (sean auxiliares o invitados); concede las autorizaciones para hablar, o por el contrario, las órdenes para abreviar o terminar. En sus alocuciones, caracterizadas por la euforia y la velocidad, «traduce» para el telespectador, repite, reitera: la cuestión es no dejar de hablar.

Aunque en sus intervenciones el conductor no construye un discurso argumentado, editorializa: mediante toda suerte de modalizaciones instituye una manera de control muy próxima a la de quienes lo ejercen en las charlas cotidianas. Con las categorías de la aserción, especula sobre todo con afirmaciones e interrogaciones; se presenta casi como el dueño de las preguntas, sean retóricas o no. Mediante las categorías verbales de veredicción dictamina sobre lo supuestamente verdadero, falso y hasta lo dudoso. Por fin, con modalizaciones apreciativas el conductor se alegra de que…; se preocupa por…; se extraña de que… .

Si los auxiliares son inprescindibles en los magacines de noticias, su presencia es facultativa en los talk shows declarados.

De éstos últimos nos referiremos al caso de ¡Pácatelas! que, por lo demás, resulta ser interesante y significativo. Los auxiliares —presentados como parte del personal técnico— sirven de blanco de las bromas del conductor pero prácticamente tienen vedada o así lo parece la palabra. En situación similar se halla la ruidosa platea.

En los magacines de noticias, los auxiliares son los reporteros y los encargados de secciones: los primeros acceden siempre por el ciberespacio y los segundos entran por esa vía o comparten el estudio con el conductor. Los diálogos entre éste y aquéllos son continuos, eufóricos y veloces. Si bien manifiestan familiaridad, se mantiene la observancia de la jerarquía.

Los reporteros ejercen a su vez autoridad, encubierta o manifiesta, sobre las personas que ingresan al programa por su intermedio. Éstas funcionan como una suerte de «invitados» por ser los actores (tanto sociológicos como televisivos) de las historias. En función de acentuar efectos de real son solicitadas para testimoniar experiencias, emitir opiniones y deseos, manifestar dudas e inquietudes.

En los programas de procedencia estadounidense en español, conductores, auxiliares e invitados reflejan, por un lado, el mosaico hispanohablante, propio de la inmigración hispana en los EE. UU., y, por otro, el de las diferentes regiones de América Latina que cubre la noticia (con sus modismos, entonaciones y construcciones sintácticas regionales).

Invitados y platea: El talk show declarado incorpora a sus invitados en el estudio junto a una platea. Con ellos se organiza un panel que puede ser bastante formal (Cristina) como aparentar no serlo en absoluto (Intimamente Shanik). La correlación entre invitados, platea y teleaudiencia puede ser sólo o principalmente visual (Intimamente), o bien de forma equilibrada verbal y visual.

Estas diferencias tienen que ver con el propósito que se atribuye al programa en cuestión y su ámbito referencial, al que subordinan invitados y platea.

Cristina conlleva el propósito de develar y compartir con la platea y la teleaudiencia conflictos individuales, familiares y sociales. Sus invitados los han sufrido de alguna manera en carne propia —cuestión que los torna «autorizados»—, y allí hacen sus confesiones, solicitan o dan consejo, etc. Su panel no está hecho de personalidades. En su mayoría lo forma gente común de diferentes estratos sociales. Algo similar ocurre con la platea a la que la conductora ofrece y estimula en más de una ocasión a intervenir verbalmente con experiencia, opiniones, consejos.

El propósito de Intimamente Shanik es divertir al auditorio entre alusiones y elusiones relativas a tabúes sexuales y del cuerpo. Sus invitados forman parte de su mismo mundo del espectáculo, son o aparentan ser sus amigos, y, supuestamente, carecen de inhibiciones. Si son o no «personalidades» en ese mundillo no es una cuestión de peso, si bien el deslinde con la platea, donde está el común, es claro.

Conclusiones

La polifonía de los parlanchines de última generación se afirma, por un lado, en la diversidad de opiniones, interrogaciones, informaciones en un «libre» y carnavalesco juego de intercambios comunicativos en la escena. Libre juego que disimula su naturaleza autoritaria con bastante eficacia.

Por otro lado, su polifonía —sean o no de procedencia estadounidense— se revela en el uso del español y sus dialectos: en los acentos regionales (urbanos cuanto rurales); en la mezcla de hablas de clases y grupos sociales (populares y no tan populares); en la de hablas de los profesionales del medio y las de los no profesionales.

Los programas funcionan lingüísticamente de manera pansincrética: las normas lingüísticas unitarias estallan. Modismos, léxicos y construcciones sintácticas diferentes coexisten.

¿Pero qué estará sucediendo con la comprensión lingüística de las audiencias? Recuerdo al maestro uruguayo Rona cuando afirmaba —contra la opinión de otros dialectólogos— que los dialectos de una lengua no eran total ni necesariamente intercomprensibles para todos los hablantes.

Ahora bien, quizá sea esto lo que sucede con los parlanchines. Es muy probable que la atracción por el talk show no pase en demasía por la comprensión cabal y total de sus mensajes lingüísticos. Por otra parte, no hay que olvidar los muchos niveles informativos que la imagen conjunta suple. Pero, abarcando unos y otros, están los mecanismos globales de puesta en escena que hacen valer más el entretenimiento que la información. Éste, sumado a las sensaciones de directo e inmediato que la comunicación entablada provoca, restaría importancia a las carencias más o menos parciales de comprensión lingüística.

Bibliografía

  • Casetti, Francesco/Odin, Roger: «De la paléo- à la néo-télévision» en Communications, Televisions mutations, 51, Seuil, Paris, 1990.
  • Gonzalez Requena, Jesús, El discurso televisivo: espectáculo de la posmodernidad. Cátedra, Madrid, 1988.
  • Vilches, Lorenzo, Manipulación de la información televisiva. Paidós, Barcelona, 1989.