Dos poderes en alianza: televisión y lengua españolaMaría Elena Pelly
(Cuba)

Las relaciones políticas, sociales y culturales entre los países que comparten la lengua española se han ido fortaleciendo en las últimas décadas de tal manera que, en mi opinión, existe ya un renovado sentimiento de unidad hispanoamericana.

Este espíritu no ha sido hegemónicamente impuesto, sino nacido con absoluta naturalidad y, por tanto,  hasta en los individuos más alejados de la diplomacia.

Por otra parte, el desarrollo tecnológico de la sociedad contemporánea, en general, y de sus sistemas de comunicación, en particular, ha creado un nuevo producto, cuyos consumidores no tienen que salir a comprar; simplemente llega al más íntimo rincón de la mayoría de los humanos. Es el producto televisivo, que ya no se crea sólo para consumo nacional, sino que forma parte del mercado internacional. La televisión se ha constituido en un poder penetrante que, si bien es parcialmente mal usado desde el punto de vista intelectual, puede servir a causas muy nobles.

Los productos televisivos son de tan variada naturaleza que su clasificación requiere de criterios especializados para distinguir los rasgos precisos de telenovelas, aventuras, series científico-técnicas, policíacas, musicales, deportivas, humorísticas, etc. Pero, sin importar su clasificación, cada uno de esos productos llega al televidente hispanoamericano en lengua española.

Hace ya cierto tiempo algunos lingüistas vienen ocupándose de las características del español que se difunde con estos productos. En este punto es imprescindible distinguir entre el español que resulta de la traducción de otras lenguas y el español propio de una variante nacional con el que nació el producto televisivo. Ello impone dos actitudes distintas al enjuiciar o al establecer normas, pues, como toda traducción, la de los productos televisivos puede ajustarse a normas que establezcan vendedores o compradores; pero cuando se trata de telenovelas, series humorísticas u otros productos que reflejan la vida y costumbres de alguno de nuestros pueblos, su lenguaje se convierte en vehículo de primera importancia para lograr ese reflejo y, por tanto, pretender restricciones en este sentido desvirtuaría su naturaleza.

En este trabajo centraremos la atención en los productos televisivos originalmente creados en lengua española.

En los últimos 15 años hemos visto penetrar en el habla popular habanera la palabra merolico para referir ‘vendedor ambulante’, a partir de la presentación de una telenovela mexicana llamada Gotita de gente. Así también se hace frecuente entre los jóvenes el apelativo tío/tía para dirigirse a personas de más edad por influjo de la serie española turno de oficio. Igualmente escuchamos una noticia internacional en que se hablaba de algo provisorio y no provisional como es usual en Cuba. Desconozco si en otros países hispanohablantes se han producido fenómenos de este tipo.

Pero ciertamente ellos mueven a reflexionar acerca de que el intercambio de productos televisivos constituye hoy una fuente de difusión de variantes dialectales y, en esa medida, permite a grandes masas de población de cada lugar apropiarse pasiva o activamente de rasgos más o menos típicos de otras regiones hispanohablantes. No hay duda de que aprehender a través de la televisión cómo hablan otras gentes de nuestra colectividad hispánica aumenta en cada espectador el conocimiento de su lengua, con lo cual ella se fortalece.

Pero ¿debe la lingüística española dejarlo todo a la espontaneidad? Por el contrario, la razón de ser de cada ciencia es no dejar a lo espontáneo más que lo que le corresponde.

Sería muy útil que los lingüistas nos impusiéramos el propósito de alcanzar un mayor provecho del intercambio de productos televisivos para incrementar el conocimiento y dominio de la lengua española entre sus hablantes. Dificultades no faltarán: desde las deficiencias y errores gramaticales de esos productos hasta las trabas organizativas, económicas y burocráticas, pasando por prejuicios y distintos enfoques en el sistema educativo.

Sin embargo, ninguno de esos escollos deja de ser solucionable o pasajero. Ya existen gobiernos, como el cubano, que no escatiman recursos para la educación y el enriquecimiento cultural de las personas. Más allá de toda eventual dificultad, la difusión de rasgos variacionales entre hispanohablantes gracias al producto televisivo puede y debe ser aprovechable en aras de obtener ventajas para la vida del español.

Las acciones concretas de cada país o región deben, por un lado, conciliar la salvaguarda de su variante lingüística con el necesario conocimiento y reconocimiento de otras variantes nacionales y regionales a las que se acceda por medio de los productos televisivos y, por otro lado, ser resultado de una labor coordinada de lingüistas, profesores de español y especialistas de televisión. Entre otras acciones concretas, proponemos las siguientes:

La inclusión en la clase de español como lengua materna del análisis —según niveles de enseñanza— de rasgos variacionales observables en productos televisivos procedentes de otros países hispanohablantes como telenovelas, series, aventuras, etc. Si se lleva a cabo con criterios científicos modernos, esta tarea, además de vincular la clase a la vida de la lengua, puede contribuir a crear en niños y jóvenes una conciencia de igualdad lingüística respecto a otras formas de hablar el español.

Desde el punto de vista teórico, se trata de reconocer que, si el enfoque comunicativo para la didáctica de la lengua materna exige enseñar la variación situacional y estilística, la historia común y la urgencia de preservar nuestra unidad lingüística, impone la enseñanza de la variación diatópica, aunque sólo sea por medio de escasos rasgos de cada variante nacional. El tratamiento de estos aspectos en la clase de español contribuiría, por demás, a despertar de algún modo entre los alumnos mayor interés por esta clase en específico y por el cultivo de la lengua en general.

Por ejemplo, los productos televisivos de la Península serían un excelente material de estudio para explicar los valores de la segunda persona del plural a los jóvenes americanos que a veces no comprenden por qué deben conjugar las seis formas del verbo si ellos no usan una de ellas; podrían entender mejor que esas formas funcionan como tratamiento familiar en España, pero se han convertido en recurso de tratamiento muy elevado en América.

Una tarea que proponemos en segundo lugar sería la divulgación científica de los resultados investigativos de la dialectología española a través de la televisión. Sin duda es tarea que tropezaría con el muro más difícil de derribar: el muro económico, pues todos sabemos que el más breve espacio televisivo se mide en términos de costo, financiamiento, etc. No obstante, ya la radio ha dado —por ejemplo en España— buenas muestras de interés en ayudar a mantener la salud de nuestro idioma.

Nada de lo anterior empece, sin embargo, para que los lingüistas cobren conciencia de la utilidad que tendría un breve espacio periódico en la televisión que haga llegar a todos amenas informaciones, digamos, entre las principales zonas dialectales de la Península y de América hispana, las subdivisiones de cada país según el modo de hablar, las peculiaridades fónicas o léxicas de las distintas variantes, etc, todo lo cual se podría vincular también con los productos televisivos de otras áreas hispanohablantes. En las relaciones individuales siempre los hablantes de un país han mostrado curiosidad por la manera de usar el español los hablantes de otro país. Esa curiosidad es el germen del interés que podría despertar una labor de carácter divulgativo por parte de los dialectólogos a través de la televisión.

Como parte de las acciones concretas de cada país para sacar el mejor provecho al poder de la televisión —y, en este caso, también la radio— sugerimos, en tercer lugar, una elaboración de textos informativos que contribuya al intercambio lingüístico entre variantes nacionales o regionales. Esto significa que, siempre que se garantice la comunicación más eficiente, no se eliminen de los textos informativos elaborados a partir de cables extranjeros los rasgos lingüísticos propios de otras variantes nacionales del español, sean léxicos, morfológicos o sintácticos.

En este aspecto puede procederse de dos maneras diferentes según el fenómeno y las exigencias del lenguaje informativo: o bien se reproduce el rasgo sin aclaración porque no se daña la comunicación con el televidente, o bien se esclarece el significado sin eliminar el rasgo desconocido.

El primer procedimiento se seguiría en Cuba, por ejemplo, ante el término bananero por platanero, el ya visto provisorio por provisional o la estructuración de aún no se confirmó por aún no se ha confirmado (en Cuba no es usual la concurrencia de aún/todavía con el pretérito). En estos casos nos enfrentamos a formas y construcciones no características del español hablado en Cuba, pero absolutamente comprensibles para sus ciudadanos porque forman parte de su capacidad lingüística pasiva.

El segundo procedimiento se exigiría, si una emisión informativa de televisión incluyera la palabra poroto, la formación fortacho o la construcción trabajan con invernada, pues ante ellas precisarían de alguna indicación que dejara aclarado sus significados.

No pretendemos haber propuesto soluciones fáciles ni perfectas; modestamente aspiramos a fomentar interés por estas acciones en la convicción de que, si la televisión tiene el poder de poner a los hablantes de un lugar en contacto con otras variantes dialectales distintas a la suya obviando el condicionamiento geográfico y la lengua tiene el poder de cohesionar pueblos, los efectos más útiles de propugnar una alianza entre la televisión y lengua española serán la conservación de la integridad de nuestro idioma y el reforzamiento de la unidad lingüística entre los países hispanohablantes.