Pácatelas o las lecciones del maltrato verbalRosa María Aponte
(México)

La lingüística ha continuado, por tradición, considerando el lenguaje únicamente como medio de expresar las ideas, y ha olvidado que él es, ante todo, un medio de acción y que el imperativo es la forma verbal por excelencia.

A. Meillet.

Desde sus orígenes, la televisión mexicana ha transmitido programas de entretenimiento en vivo, particularmente los llamados cómico-musicales.

Dentro de ellos pretende inscribirse ¡Pácatelas!, como lo intentaron sus antecedentes Llévatelo y Ándale también presentados por Francisco Stanley. ¡Pácatelas! pareció en su comienzo un remedo del Club del Hogar, cuyos presentadores mantenían un diálogo cómico para enmarcar la demostración de productos domésticos, pero ¡Pácatelas!, en breve, definió un carácter mucho menos pacífico.

Iniciado en 1995, el espectáculo televisivo ¡Pácatelas!, producido por Televisa y protagonizado por Francisco Stanley, consiguió, en poco más de un año, una impresionante popularidad dentro de los ámbitos familiares; esto, en buena parte debido a su estratégico horario de 15:00 h a 16:30 h, coincidente con la hora de la comida, donde actuaba como un comensal virtual o un telón de fondo que acompañaba con una regocijante sensación de cotidianeidad, en la que al parecer no pasaba nada.

Pero, ¿qué comicidad? ¿en qué radicaba el chiste, el contenido de este programa que a lo largo de sus dos horas, otorgó aproximadamente un 70 por ciento del poder visual y verbal a su presentador, y el restante por 30 ciento lo alternaban cápsulas de reportaje, casi siempre de autopromoción de Televisa, y segmentos publicitarios?

Trataremos de responder a estas preguntas, valiéndonos de la aplicación del modelo de análisis sociocomunicativo de los intercambios lingüísticos de Patrick Charaudeau.1

El dispositivo comunicacional

Para intentar el análisis lingüístico, de esta emisión presentada bajo un seductor disfraz de colorido, luces, y carcajadas, recurriremos a una metodología que nos ayude a esclarecer los fugaces mensajes verbales configurados en esta porción del macrodiscurso televisivo.

Patrick Charaudeu define el acto de lenguaje como una puesta en escena que une dos espacios de significación, el de los emisores y el de los receptores, representados en cuatro sujetos repartidos en cada uno de esos espacios. Los denominados Socios: sujeto que comunica —en este caso Francisco Stanley y su equipo— y sujeto que interpreta —público del estudio y televidente—, actores sociales ubicados en el circuito externo; y los Protagonistas —sujeto enunciador (Paco, Mayito, Alvarito,…) y sujeto destinatario (público domesticado)— , seres de discurso situados en el circuito interno.

Este modelo descriptivo del funcionamiento de la comunicación, permite dar cuenta de la dinámica de los intercambios lingüísticos, como el juego a nivel sociocomunicativo del cálculo que los socios hacen el uno del otro para establecer el puente de la comunicación. El reconocimiento de los socios del acto de comunicación, se lleva a cabo con base en un principio de pertinencia de sus diversas habilidades lingüísticas, en el caso de Stanley se despliegan enunciados performativos y en el del público, aquellos que implican aceptación y obediencia. Del reconocimiento de ambos se origina un Dispositivo lingüístico, que representa los diferentes dominios de la escenificación comunicativa y un marco de descripción general para el análisis discursivo.

Con este dispositivo se puede distinguir, en un análisis de discurso: un nivel situacional, un nivel de comunicación y un nivel discursivo.

La escena

El nivel situacional es el ámbito donde se construye el espacio de intercambio de los actores sociales, éste representa las condiciones situacionales —psíquicas e imaginarias— de producción y recepción.

En ¡Pácatelas! este nivel se manifiesta en la elaborada presentación de la emisión, la yuxtaposición de elementos escenográficos (a base de múltiples movimientos de cámara en el panel en medialuna, —cuyo centro es ocupado por el animador—, donde se dispone la escena frente al público). También la luz, la música y el silencio que acompaña a las intervenciones de Stanley, juegan un papel determinante.

Esta emisión, transmitida de lunes a viernes, tenía: un horario récord, que se amplió a dos horas; recursos de tecnología digital de primera magnitud; y un equipo encabezado por: F. Stanley, presentador; Mario Bezares, comparsa; Alvarito y Fello, camarógrafos; Chupitos, Balta, Aguacatote, Ricardito, José Luis y Liz, músicos; cinco edecanes y los comentaristas que están fuera del estudio: Liliana Amorós, Lillien Elizalde y Dan Janozón.

El componente de interacción de este nivel situacional se caracterizó también por el exceso de presencia del animador/dominador de la pantalla y de la palabra —Stanley—, lo cual inhibía la participación de los demás. En este nivel, cabe caracterizar los contratos de interacción; en general, Stanley ejercía la interacción monolocutiva, cediendo por breves momentos a una interlocución : en las entrevistas a los invitados —todos ellos «sus queridísimos amigos»—, acaparaba la palabra presumiendo conocer el tópico sea cual fuera. Por otro lado, al sostener diálogos con su equipo o el público, al único que se escuchaba era a su comparsa Bezares, reduciendo a los demás al silencio. La repartición de turnos de la palabra era casi inexistente. Sin embargo, daba la impresión de que Stanley con quien intentaba establecer el diálogo, era con el televidente: «Pues ya le digo a usted…, no crea nada, luego le platico…, cheque usted…».

Otro de los componentes de este nivel situacional es el referente a la identidad de los socios y a la relación de fuerza. Así, Stanley se manifiestaba en varias figuras dominantes: el padre castigador, el profesor regañón, el juez sentenciador, el verdugo, el macho, el director, el omnipotente, mientras que sus interlocutores estaban en posición desventajosa, incluido su replicante Bezares, quien al ser regañado se iba plegando ante el reproche de Paco, hasta reducir su tímida protesta a una expresión infantil. Cabe mencionar que, si bien todo el séquito estaba en posición de debilidad, esta situación era más marcada en el caso de las mujeres.

Así pues, las condiciones que enmarcaron la interacción verbal en este programa estaban dadas por la relación dominante-dominado, expresada a través de un evidente maltrato verbal, como veremos después. Los intercambios lingüísticos en escena se acompañaban de otras formas de comunicación para-verbales: gritos, gruñidos, muecas, brincos, bailes, despojo de prendas, etc., con un ritmo y velocidad desaforados.

El contrato

El nivel comunicativo es donde se construye el contrato de habla que atribuye a los socios los lugares que deben ocupar en función del contrato situacional. Aquí se establece un puente entre el espacio exterior y el interior del acto de locución.

En este horizonte toca caracterizar el cómo se desarrolló el intercambio lingüístico. ¡Pácatelas! jugó con una fuerza ilocutiva mediante el abuso del imperativo en la voz de Stanley : «¡Cállate, ya salte de aquí!, fuera!». Como consecuencia de este abuso, el aspecto perlocutivo se cumplía, los interlocutores siempre acataban las órdenes del amo Stanley (se callaban, bailaban, repetían, se agachaban, aplaudían). También se cedió espacio a los enunciados constativos de halago: «Estuvo sensacional…, Soy un galanazo»; y de descalificación: «Ya la regaste».

Las estrategias

En cuanto al nivel discursivo —que es donde se realizan los comportamientos derivados de los contratos situacional y de comunicación— este se muestra en las estrategias del discurso desplegadas por los protagonistas y son, por parte del animador de esta emisión, las siguientes:

—La presentación del programa se hacía con expresiones como: «Gracias a Dios estamos juntos», «Gracias por haber venido».

—El anuncio de las «sorpresa» que tendría el programa en cada ocasión: «Hoy, aquí…Sistema», «Hoy ten m'chas cosas», «regalo sorprais».

—La introducción y entrevista a los invitados, a quienes Stanley siempre restaba importancia: «Cuando Borja ya era goleador, yo estaba chiquito».

—La explicitación de los cortes: «hay…regreso».

—El desempeño de Stanley en la escena se circunscribía al siguiente campo del decir: la comida y bebida mexicanas, el cuerpo, la personalidad, la conducta, la vida íntima y privada, Televisa, el fútbol, el dinero, la familia, la diversión, la transgresión de la moral, y sobre todo, a sí mismo.

Todo ello, desde su identidad de poder que le permitía mofarse de los presentes: «pareces pericote», «la de Alvarito no es solitaria, es anaconda», «lo pelan con bacinica»; juzgar: «champurrado, eso es lo que eres»; sentenciar: «lo voy a rapar para quitarle lo soberbio»; provocar: «¿qué o qué?»; reclamar: «¡me vas a sacar un ojo con la cámara!»; insinuar: «si hay, y…bien».

En esta serie de estrategias, se pueden identificar recursos lingüísticos tales como:

—Onomatopeyas : «richipú», «guácatelas», «¡pácatelas!»

—Interjecciones: «¡aj!», «¡ash!», «¡pssss!»

—Barbarolexis: «Out», «chans», «cheque usted», «sorpráis»

—Elisiones: «buenas pa'l lavadero», «tá tocadito a Mario», «nosestreno»

—Adjetivos: «inútil», «idiota», «transformer» (gay), «albóndiga con lentes» (al camarógrafo)

—Hiperbóles: «¡Por piedad!», «¡Oh no, oh no!», «Harta enjundia»,

—Lenguaje infantil: «lele a poquito», «a malito a pancita», «pumpleaños», «calorcetito», «hambretetita», «dietetita».

Las frecuentes rupturas del discurso de Stanley provocaban series de incoherencias en la estructura sintáctica de las frases: «Ay Paulina, hoy ten…ten m'chas cosas…Ya, ya, Já….Aj».

La figura retórica más característica de las diatribas de Stanley era también la ironía, en sus diferentes clasificaciones: micterismo «¡Bien, la Gorda!», el sarcasmo: «Ese sí es músico», «¿Por qué no platican mientras estoy trabajando?», «Nunca ataco, no veo por qué me atacan» y la autoironía: «miren la porquería de mano que tengo». A este respecto, es ilustradora la definición de Helena Beristáin, cuando dice que «la autoironía ofrece una impresión paradójica, ya que parece orientada a causar el propio daño por lo que sólo se emplea cuando se tiene asegurado el éxito de la propia opinión».2

Además, es usual en boca de Stanley, la interrogación retórica que consiste en fingir un diálogo, despojándolo de su función dialógica y reafirmando lo que él expresa.

Finalmente, la estrategia eje del programa es el enunciado imperativo, dirigido tanto a su equipo, como a su público, como al televidente: «¡A mí no me gritas!», «¡Váyanse!».

El dominio

Aunque probablemente este análisis se presta a abundantes conclusiones, nos concretaremos a responder a nuestras preguntas iniciales: ¿Cuál comicidad?, ¿En qué radica el contenido de este programa?.

En definitiva, en ¡Pácatelas! la comicidad fue inexistente, y lo que en su lugar se dió es el choteo manipulado a placer por Stanley; el regocijo parece radicar en verlo someter —mediante la palabra— a todos los que lo perciben.

El contenido del programa se reducía a la reiterativa violencia verbal que veíamos hacer a Stanley programa tras programa, vituperando, desviándose de las normas, incitando a la transgresión per se y en fin, al despliegue de su personalidad sádica y acaparadora en un continuum desordenado.

La voz con que ¡Pácatelas! hablaba a la familia era una voz de mando que se regodeaba en desfigurar la lengua y el ánimo de sus interlocutores, ya estigmatizados con los apodos, de tal modo que no existía la posibilidad de réplica o de desobediencia a sus mandatos.

Finalmente, en este tipo de programas se presenta una realidad lingüística con poca comicidad, nada de imaginación ni creatividad. Estos ingredientes parecieron ser sustituidos por la violencia verbal del conductor de la emisión.

Notas

  • 1. Autor de Langage et discours. Eléments de sémiolinguistique, Hachette-Université, Paris, 1983, y de Aspects du discours radiophonique, Didier Erudition, Paris, 1984; así como otras colaboraciones en la revistas Langages y Verbum.Volver
  • 2. Diccionario de retórica y poética, Quinta edición, Ed. Porrúa, México, 1995Volver