Uno de los fenómenos que aún está por desarrollarse en el español que se habla en la comunidad hispana de Estados Unidos es el que ocurre en la radio expresada a través de Internet. Ya de por sí este nuevo medio protagonista de la globalización, a pesar de haber sufrido una masificación significativa en su uso, vio desplomar el auge con que se levantó gracias a la especulación financiera, al notar los inversionistas que los montos multimillonarios que por concepto de publicidad fueron apostados a la web, poco e inciertamente se traducían en ventas constantes y sonantes.
Por otra parte, la radio comunitaria de la llamada comunidad hispana es exigua, a consecuencia de una incipiente capacidad de asociación civil que existe dentro de las fronteras estadounidenses, por múltiples razones.
Y a ello se suma una cifra reveladora que arrojó el último censo de la nación norteamericana en marzo de este año: sólo el 10,6 por ciento de la población hispanoparlante logra alcanzar un diploma de educación superior, lo cual se traduce en que esta población ejerce un uso de la oferta mediática básicamente relacionado con el entretenimiento, de participación restringida y mayoritario desinterés creativo.
Sin embargo, y paradójicamente, parece ser la radio diseñada para pequeños grupos de latinos un índice certero del desempeño de la cultura hispanoparlante en Norteamérica. Las emisoras de radio que tienen plataforma en Internet son generalmente extensión de una estación radial preexistente.
Las vías para acceder a realizar un sitio sonoro propio en la web, aunque requieren algún conocimiento, son asequibles. No obstante, la radio hispana vía Internet cuenta con plataformas más bien internacionales, como es la experiencia de la radio interactiva de la AMARC (Asociación Mundial de Radios Comunitarias).
Pero más allá de lo institucional, el español de la comunidad hispanoparlante de Estados Unidos, lejos de hacerse espacios con nuevas herramientas, ha empezado a ocupar más bien de manera masiva mucha de la programación de Amplitud Modulada y en menos casos la Frecuencia Modulada. Esa programación tiene, con muy contadas excepciones, interés comercial. Lo cual es una noticia formidable en términos de mercado, pues convierte a los 35 millones de pobladores hispanoparlantes en potenciales consumidores de la radio de California, Texas, Nueva York o Florida, por nombrar los estados de mayor representatividad latina, pero deja el uso del idioma en manos exclusivas de la actividad mercantil y en una población cuyo 90 por ciento de habitantes no ha tenido acceso a la educación superior.
La radio hispana, sea difundida vía Frecuencia Modulada, Amplitud Modulada o vía Internet, está identificada básicamente por la música que programa, que usualmente corresponde a los cánones que la industria discográfica propone como orientación del mercado de acuerdo a segmentos y grupos de diferentes edades.
Valga decir que el español en esta atmósfera comercial sufre dos transformaciones inversas como producto de lo que los técnicos estadounidenses han llamado aculturación, un proceso mediante el cual los individuos, sin perder su visión cultural, al estar alejados de su cultura primigenia, adquieren maneras y visiones de la que les toca. Frente a la atmósfera anglosajona con la que el español convive, los hispanoparlantes han empezado a incorporar frases, palabras claves y modismos anglosajones que son ya naturalmente transmitidos en la radio como parte del español que en Estados Unidos se habla.
Por otra parte, tal como sucede en la relación entre los individuos, la programación —básicamente la de Amplitud Modulada— se segmenta y se parcela en horas específicas para nacionalidades específicas, de manera que hay señales de radio que tienen programación hecha por salvadoreños para salvadoreños, luego de una hecha por venezolanos para venezolanos y antes que una hecha por colombianos para colombianos, como si en el fondo, acentos, jergas e idiosincrasias compartieran sólo el idioma, pero necesitaran estar separados en la realidad. Una situación equivalente a un tema de discusión que recientemente estuvo en la palestra mediática norteamericana, en el cual se analizaba la posibilidad de que parte de la discriminación fuese a veces voluntaria, pues aún los connacionales se buscan entre sí, antes que buscar entremezclarse.
Asimismo, el español que se mantiene en esos círculos, aislado de su hábitat originario, está sometido a muy pocas renovaciones que no sean de origen anglosajón, por lo que el habla deja de actualizarse en la jerga coloquial. Tal como sucede con el francés de Canadá, los hispanohablantes de Estados Unidos continúan hablando con términos que están en desuso en sus países.
La diversidad de orígenes del idioma español en Estados Unidos ha tenido efectos en la estandarización y reducción del lenguaje radial. Así como no hay un español propio de los hispanoparlantes que residen en Estados Unidos, tampoco hay uno que englobe los usos, costumbres y connotaciones de los habitantes o hijos de habitantes que han provenido desde México hasta Argentina, incluyendo los que tienen origen ibérico. Y eso, aunado al bajo nivel sociocultural que tiene el hispanoparlante residente en Norteamérica, resulta en un idioma mediático de muy poco léxico, repetitivo y de poca riqueza en significantes, lo cual representa uno de los valores fundamentales de la lengua española. No obstante, si de mercado se trata, el español espera augurios prometedores. Sólo para nombrar un ejemplo, en el año 2000 la inversión publicitaria en medios de comunicación en español fue de 2400 millones de dólares, una cifra que supera en un 25 por ciento la inversión del año 99. Y aún así, ése es un número que a muchos analistas estadounidenses les parece que ahora le falta por crecer. Si aún resulta precario medir el uso, la efectividad y el alcance de Internet, mucho más difícil puede ser establecer parámetros para la radio vía electrónica.
Por lo pronto conocemos que éste es un camino muy asequible para la organización de pequeños y medianos grupos sociales, y que siempre que ellos representen un nicho del mercado, habrá posibilidades reales de encontrar financiamiento para su realización.
Paralelamente, la radio vía Internet permite la utilización y defensa de los usos y costumbres del habla de cada uno de los orígenes del español, ya que su audiencia es selectiva y puede dirigirse a grupos específicos. Pero para que eso ocurra hay que contar con ciudadanos cuya educación permita tener iniciativas de ese tipo.
Y no sólo eso. Hay que vencer culturas discriminatorias como la que promueve la ley del English Only, que no permite la educación bilingüe para comunidades latinas.
Entre leyes, movimientos migratorios y la industria de los medios de comunicación, parece que habría que preguntarse primero: ¿en manos de quién está el español?