La prensa y la pureza del idiomaBartolomé Mitre
Director de La Nación. Buenos Aires (Argentina)

Es para mí motivo de profunda e íntima satisfacción compartir con las ilustres personalidades que honran este panel la responsabilidad de examinar y valorizar la relación entre el mundo de la información y esa herramienta fundamental de nuestra profesión que es la lengua castellana. Y si digo que me congratulo especialmente de estar hoy sentado aquí es porque, justamente, la defensa de la pureza del idioma ha sido desde siempre una de las preocupaciones centrales de La Nación, el diario de Buenos Aires cuya dirección ejerzo desde hace quince años.

El compromiso de las poblaciones hispano parlantes con la espléndida lengua que heredamos de nuestros mayores tiene un significado particularmente entrañable para todas aquellas personas que ejercemos el periodismo oral o escrito y que nos valemos cotidianamente, por lo tanto, de ese formidable instrumento del discurso intelectual y la comunicación que es el idioma español. Cuidar ese tesoro de la cultura es la manera más clara de consolidar nuestra identidad plural y de fortalecer los lazos que defienden a la comunidad de habla española como un conjunto homogéneo que tiene por delante un destino histórico común.

Quiero resumir el sentido último de nuestro compromiso con el idioma que nos une mencionando tres responsabilidades básicas y esenciales que ningún hombre de prensa debería rehuir.

Al mencionarlas, soy consciente de que se trata de una enumeración muy genérica, cuya utilidad no es otra que la de proporcionar un punto de partida conceptual que ayude a potenciar una acción constante de profundización y perfeccionamiento de nuestro vínculo sustancial con el idioma.

  • La primera responsabilidad que me planteo es la de formar conciencia de que la cultura y la lengua no son dos realidades escindibles, al contrario, son una misma cosa, un mismo fenómeno vivencial. Y que la lengua no es sólo un instrumento de comunicación, sino también —y fundamentalmente— una herramienta para el pensamiento. No sólo hablamos en castellano, también pensamos en castellano. La lengua de Cervantes no sólo es el puente que nos une con los demás seres humanos; es, además, un aro que nos ilumina por dentro.
  • La segunda responsabilidad que propongo es la de asumir la plena conciencia de que formamos parte de una comunidad cultural diseminada por el mundo, pero unida vigorosamente por la fidelidad al idioma español. En el período de globalización que atravesamos, ese sentimiento de pertenencia es un valor que nos reconstruye, que nos integra, que robustece nuestra identidad. Bien se ha dicho que la globalización crea puentes, pero debilita identidades. La lengua cervantina nos proporciona una positiva e inestimable ayuda, en ese proceso, para que nuestra identidad cultural resista mejor los embates sin dejar de enriquecerse con los continuos aportes de cultura global.
  • La tercera responsabilidad sobre la cual considero necesario insistir es la que tiene que ver con esa misión irrenunciable de los medios periodísticos de velar el buen uso del castellano, por evitar la degradación del idioma que nos confiere identidad. A menudo, las reiteradas concesiones al avance de un habla coloquial carente de raíces e hija de circunstancias sociales pasajeras van minando las bases de nuestra lengua común. Esto no significa, por supuesto, desconocer que el castellano —como todas las lenguas— se hace fuerte en la diversidad y se renueva y se nutre permanentemente con las contribuciones de los particularismos idiomáticos. Pero los medios de comunicación deben velar con firmeza y lucidez para que ese proceso de integración se desarrolle en sintonía con la evolución asimilada por los ámbitos culturales y académicos y no de manera desordenada y tumultuosa.

Asumir estas tres responsabilidades primarias significará, en los hechos, ejercer un extenso repertorio de responsabilidades menores que complementan y vigorizan nuestro vínculo de compromiso con la preservación de las riquezas que están en la base del habla que nos une. Creo que al exponer estos puntos esenciales del vínculo entre la sociedad de la información y el idioma que nos sustenta interpreto el pensamiento de los muchos profesionales de la prensa que diariamente hablan, se expresan y piensan desde una misma cultura, desde una misma identidad, desde una misma lengua.