La influencia universal de la prensa en español Pedro Antonio Martín Marín
Presidente de Hispasat (España)

Agradezco muy de veras la invitación a tomar parte en este panel sobre la prensa en español en el seno del I Congreso Internacional de la lengua española. Ya en su anterior convocatoria en la espléndida ciudad de Zacatecas los organizadores de este congreso supieron ver la importancia que la Sociedad de la Información tenía para nuestra lengua, y el papel decisivo de ese recurso económico que es nuestra lengua en el desarrollo de las nuevas formas de progreso y de globalización que todos esperamos nos lleven a un mundo más abierto, más justo y más prospero, a un mejor entendimiento y a una mayor cooperación entre todas las naciones del mundo.

Suelen decir los especialistas que uno de los tesoros de nuestra lengua es su maravillosa unidad, la capacidad que el español ha tenido para adaptarse a las necesidades expresivas de muy diversos tipos humanos, de paisajes variadísimos, de situaciones y tiempos harto distintos. Toda lengua que crece aumenta sus riesgos de dispersión, de perder su identidad. Al fin y al cabo un español de Huesca o de Gerona y un chileno de casi el Polo Sur están todavía demasiado lejos como para que no hubiera existido un peligro real de cisma en la lengua.

Pero ahora las cosas comienzan a ser distintas, la sociedad de la información, se ha dicho ya muchas veces, acaba con las distancias, tritura los tiempos, nos permite vivir en un estado de continuo presente y ésta es una oportunidad espléndida para la lengua de todos nosotros.

La prensa comenzó siendo, como lo han subrayado los historiadores, un fenómeno local. El ferrocarril, que lleva entre nosotros más de ciento cincuenta años, permitió a finales del xix que la prensa se fuera haciendo nacional. Hoy día la prensa conserva mercados locales, pero tiene una influencia universal: cualquiera puede acceder a las noticias de La Nación, El Mercurio, El Nacional, El Mundo, La Razón, La Vanguardia o Expansión, por citar a los periódicos que ahora nos acompañan, en cada uno de los rincones del planeta. Muchos lo hacen, desde luego, y eso permite que la información, la opinión y la reflexión se desplacen a la velocidad de la luz. Apenas hace un mes pudimos reposar nuestra impresión de unas imágenes espantosas leyendo los periódicos que en sólo unas horas podían darnos ese primer minuto de calma y de balance en una tarde terrible.

Muchas de estas posibilidades tienen que ver con el satélite, con la actividad que despliega la empresa que presido. Los satélites son bastante más jóvenes que la prensa, pero están haciendo mucho por ella, están ayudando a que la prensa pueda dar un servicio más inmediato, de mayor alcance y más completo. Los satélites aparecieron en la escena hace ya casi medio siglo, fueron una de las primeras señas de que la ciencia ficción empezaba a ser verdad. En 1957 el mundo se conmovió al encontrarse en las portadas de los periódicos con que la Unión Soviética había colocado en órbita el Sputnik. Aquella novedad de aspecto amenazador se ha convertido hoy en algo inmensamente útil para la mayoría de las personas. Cada vez que leemos la prensa, hablamos por teléfono, oímos la radio, vemos la televisión o nos sentamos a navegar por la red estamos usando nuestros satélites, un electrodoméstico que tenemos a cuarenta mil kilómetros sobre nuestras cabezas y que es el más cómodo y silencioso de todos ellos.

Permítanme que, con la brevedad que la ocasión reclama, les describa someramente algunos de los servicios que el satélite está prestando a la prensa y, a través de ella, al interés de la lengua que es el más común de todos nuestros mejores intereses.

La primera de las funciones en que el satélite se ha hecho imprescindible y difícil de mejorar es en la transmisión de noticias. En lo que se refiere a la prensa escrita, las noticias que se conciben en español pueden llegar a nuestro través a cada uno de los rincones de Europa y América. No sólo las noticias, por supuesto, también esa magnifica literatura de cada día que son las columnas y las colaboraciones de tantos escritores y periodistas que el público está deseando leer llegan a merced a nosotros a cualquier parte. Las agencias de noticias han encontrado en el satélite un canal inmejorable para difundir lo que interesa a la gente, lo que se quiere saber y leer.

El segundo gran servicio que prestamos a la prensa es el de la teleimpresión. Con ello permitimos que la redacción de un periódico se deslocalice, que el periódico pueda ir a manos de los lectores con tinta fresca en los puntos más cercanos a su distribución física. Estamos ayudando a la prensa a seguir siendo local, pero a serlo a la vez en muchos sitios diferentes, a que cada población importante pueda disponer de su periódico de preferencia adaptado a la óptica informativa de su entorno, con esa mezcla de lo cercano y lo remoto que todos queremos ver cada mañana en las páginas impresas.

El satélite constituye un puente virtual que une todos los rincones de este planeta de mil maneras distintas, a petición de los usuarios, con una flexibilidad cada vez mayor y con una eficiencia máxima gracias a los continuos esfuerzos para mejorar nuestras tecnologías de transporte de datos y de difusión punto a punto.

El satélite es nuestro mejor puente aéreo entre la península y las islas, entre Europa y América. Ahora mismo podemos usar este puente para mandar por satélite la información contenida en 1000 CD-ROM, de 640 Megabytes cada uno, de modo que se trasmita aproximadamente en 2 minutos y con un coste de transmisión de apenas veinte dólares. Además, estos costes, en los que el valor por unidad trasmitida tiende a decrecer, no tendrían por qué verse afectados por el aumento del número de destinatarios y no requieren infraestructuras de recepción muy complicadas por lo que es posible atender fácilmente regiones en las que el desarrollo en infraestructuras es aún limitado.

Son muchos los periódicos que caben en estos paquetes de datos. No está lejos el momento en que podremos consultar las hemerotecas desde cualquier lugar del mundo de manera que la memoria instantánea que es la prensa estará más viva que nunca en nuestra visión del pasado y del presente.

La lengua española, se repite una y otra vez, es uno de nuestros mayores capitales. Nos encontramos ante una oportunidad única para fortalecer la presencia de nuestra lengua y cultura en el futuro inmediato, dadas las posibilidades de expansión que el español tiene respecto a otros idiomas, que tienen un horizonte menos prometedor. La prensa tiene un papel esencial que jugar en la definición de ese nuevo mundo de libertad y de mutuo conocimiento y el satélite está a su disposición para hacerlo posible económica y tecnológicamente.

El ámbito iberoamericano debe constituir nuestro principal marco de referencia. Los lazos de unión, históricos y culturales, justificarían por sí solos esta vocación pero, a nadie se le escapa, que nuestro interés común en Iberoamérica está dictado también por el magnífico mercado informativo y de bienes y servicios que podemos desarrollar con mayores ventajas que otras naciones. Podemos y debemos avanzar, pues, hacia una mayor integración real de nuestro mundo común, hacia un mundo cada vez más abierto, en el que la tecnología posibilitará que todos los ciudadanos, sin el impedimento de la distancia, tengan una mayor facilidad de acceso a la información y a cultura, a la educación, a la salud, al ocio y también, por qué no decirlo, al disfrute de una infinita variedad de posibilidades de consumo.

Este cambio en la capacidad de acceso a la información y la disponibilidad de los nuevos medios tecnológicos, está desencadenando una serie de procesos de transformación que, de uno u otro modo, acabarán mejorando, las formas tradicionales de organización de la sociedad en su conjunto. Estos cambios darán también lugar a la aparición de nuevas formas de actuación empresarial mucho más eficientes e imaginativas, sin el peso tradicional de las distancias y la escasez, sin fronteras territoriales. Ancha es Castilla, decían nuestros clásicos del xvi y el xvii . Mucho más ancha es la realidad común a nuestros dos continente en la que vivimos y en la que nos movemos con facilidad gracias al tesoro de nuestra lengua.

Estoy convencido que la prensa, que es la institución privada más importante en una democracia, y que viene haciendo que las libertades de todos sean una realidad cada vez más rica y más compleja, sabrá aprovechar las posibilidades que le brindan una tecnología generosa y una lengua común para dar un impulso cada vez más poderoso y sostenido a la consolidación de nuestra comunidad iberoamericana, a la consecución de una sociedad más próspera, más justa, más culta y más libre.