Los que laboramos para los diferentes medios informativos de los Estados Unidos en idioma castellano, más que cumplir con la misión fundamental de informar, educar y entretener, tenemos la responsabilidad de mantener la pureza de nuestro idioma.
Sobre todo en la ciudad de New York, donde convergen inmigrantes de toda la geografía latinoamericana. Esto ya de por sí se constituye en una barrera entre la comunidad misma.
En esta parte de la unión americana, en la mayoría de los casos nos vemos en la obligación de someternos a dos condiciones fundamentales: el llamado acento neutro y la redacción universal, con las que procuramos hacer más efectiva la recepción de los oyentes.
Pero nuestro mayor esfuerzo al momento de realizar las transmisiones consiste en el manejo que debemos dar al contenido del producto que publicamos, permanentemente bajo la influencia de términos anglosajones. Generando esta situación el llamado spanglish.
Sólo en esta ciudad se hablan aproximadamente 150 idiomas y dialectos extranjeros, siendo el español, después del inglés, el que cuenta con mayor número de usuarios y, por ende, el de mayor importancia a nivel oficial y privado.
Pero lo que nos proporciona una mayor presencia idiomática es la cantidad de medios informativos impresos, radiales y televisivos que poseemos. De las 528 estaciones de radio que transmiten en español en los Estados Unidos, el estado de New York cuenta con seis de éstas, tres canales de televisión y tres periódicos de circulación diaria.
El auge de estos medios y una población latina que ya se acerca a los tres millones de habitantes, ha generado un progresivo acercamiento de la comunidad anglosajona y otros grupos que quieren expandir sus negocios y servicios hacia los hispanos. Esta actitud se observa en el incremento de anuncios comerciales traducidos al español, lo que evidentemente proporciona sólidas ganancias a las empresas en cuestión.
La influencia de nuestro idioma se nota también en las universidades y demás centros educativos de New York; dos de cada tres estudiantes que optan por estudiar una lengua extranjera se inclinan por el español. Una situación similar a ésta ocurre, por ejemplo, en California donde residen once millones de hispanos que cuentan con 116 emisoras de radio; Texas con 6,7 millones posee 128 estaciones de radio y el estado de la Florida con 2,7 millones de hispanoparlantes cuenta con 40 emisoras que tienen como objetivo a la población hispana.
Pero el aspecto comercial de las transmisiones en español sin dudas que le está dejando mayores beneficios a los norteamericanos que a los propios hispanos, si tomamos en cuenta que nuestros empresarios apenas poseen el 25 % de los medios audiovisuales en los Estados Unidos.
Es tan próspero el negocio de la radio en español que las grandes corporaciones aún continúan adquiriendo frecuencias para operarlas en el idioma de Cervantes; esto nos da una idea del número de hablantes y su creciente auge. La interrelación anglo-hispana es un hecho.
Si estas condiciones se mantienen invariables y la comunidad latina no detiene su crecimiento, en los próximos diez años el territorio norteamericano albergará a más hispanohablantes que la misma madre patria. El último censo de población realizado en 2000 reveló que los hispanos en los Estados Unidos ya sobrepasan los 35 millones.
Pero el hecho de que se registre un crecimiento cuantitativo no sería tan importante para el auge de la cultura y el idioma español si no contáramos con representaciones en los ámbitos de la política, el arte, la ciencia, la economía y el deporte. Los valores hispanos que han sobresalido en los últimos años, ocupando puestos de relevancia nacional, han hecho que los norteamericanos depongan su actitud negativa hacia lo hispano, provocando este liderazgo la disipación de ciertos prejuicios raciales.
Las seis estaciones latinas que operan en New York están ubicadas en Manhattan; tres laboran en Amplitud Modulada e igual número en Frecuencia Modulada. Las que transmiten en frecuencia de amplitud modulada mantienen programaciones informativas y de entretenimiento; las de frecuencia modulada se destacan por sus producciones musicales. Mientras que las plantas televisivas orientan sus emisiones a la difusión de noticiarios, telenovelas, deportes y programas denominados shows hablados.
Estos medios, no obstante estar a la vanguardia de la tecnología y producir grandes dividendos, en la mayoría de las veces tienen un contenido pobre y poco o nada aportan a la educación y cultura de nuestra comunidad.
Inclusive podemos decir que la democracia no se practica o simplemente se desconoce en la mayoría de las estaciones de radio y televisión hispanas de esta ciudad, si tomamos como punto de referencia el hecho de que estas difusoras rehúsan difundir la música de contenido social de cantautores latinoamericanos y españoles, llegando algunas al extremo de no aceptar publicidad para promover los espectáculos de muchos de ellos. Esta situación ha generado algún tipo de controversia en más de una ocasión.
El hecho de que se estén realizando programas en español no significa que todo esté marchando en orden en lo que respecta a la labor social que demanda la comunidad. Hace falta una nueva orientación en estos medios que asimile el nivel de incidencia y posesionamiento y que entienda que la espiral comercial debe proporcionar una mejor calidad en las programaciones, más en una ciudad como New York, donde todavía se vive la época romántica de la radio de los años 70. Esto se evidencia cuando se recurre al micrófono abierto, a la interacción con el público, con la gente que hace un ídolo del locutor y la gente que hace de la radio su mejor compañía.
Lo que sucede en New York bien puede ser un reflejo de lo que pasa con este medio en otras ciudades norteamericanas de similares condiciones. En término general en los Estados Unidos diariamente casi 175 millones de personas escuchan la radio.
Esta audiencia es proporcionada por unas 12 853 emisoras aproximadamente, y la tendencia que existe es que más medios en español empiecen a operar en el futuro. Se habla ya de muchas estaciones que transmiten en idioma inglés que orientarán sus programaciones hacia los hispanos.
Esto es lo que demanda la ocasión en un país que alberga a más de 35 millones de personas que se comunican en español y que constituyen una fuerza económica, política y cultural, donde algunos sectores productivos se disputan las estrategias para captarlos como clientes o como socios, ya que ningún otro grupo de inmigrantes es tan numeroso en los Estados Unidos como el hispano. Aunque económicamente no es el mejor establecido, sí tiene la fama de registrar un alto índice de consumo, con un poder adquisitivo que sobrepasa los 348 millones de dólares.
Estados Unidos es una nación donde sus habitantes de doce o más años escuchan un promedio de 1100 horas de programas al año y aunque estas cifras no son específicas en la audiencia que respecta a la población hispana, se tiene por seguro que esta comunidad supera esa cantidad de horas.
Éste es el preciso momento para empezar a crear las estrategias de la expansión del idioma español. No sólo dejando que los medios electrónicos se encarguen de difundirlo, sino facilitando su aprendizaje mediante programas especializados, pues hoy día habría que hacer escasa publicidad para captar estudiantes anglosajones y de otras culturas. Las condiciones están creadas y la voluntad para aprenderlo es evidente.
Sin dudas la radio es el medio que más llega a la colectividad, por la facilidad de recepción y, como tal, está llamada a ser el principal vehículo de enseñanza, pero lamentablemente no es así. A menudo las quejas de organizaciones y particulares contra determinados espacios salen a relucir en los diarios y otras veces llegan hasta la Comisión Federal de Comunicaciones, el organismo oficial que regula las transmisiones en los Estados Unidos.
Estas quejas son motivadas por el uso de términos vulgares en diversos segmentos de la programación. Por lo regular las administraciones de las emisoras hacen caso omiso a este tipo de crítica y la Agencia Federal aún presta menos atención.
Y esto, porque a más contenido de vulgaridad, mayor es la popularidad de que gozan estos espacios. Las encuestas sobre el nivel de audiencia así lo demuestran. Parece haberse abierto una competencia sin cuartel, donde la vulgaridad es el objetivo y la víctima el idioma. Este comportamiento o estilo de comunicar está ganando terreno y generando a la vez grandes divisas entre los productores y patrocinadores de estos medios.
Por esta razón es por la que consideramos que la expansión del idioma español no puede dejarse a merced de la radio hasta tanto los locutores y directores de programación no tomen conciencia de su papel y el respeto que deben dispensar a los oyentes y la sociedad en general. Entendemos que la improvisación y el afán por atraer audiencia va en detrimento de la ética profesional y la calidad del producto en oferta. Hay que cambiar esta imagen. Todos estamos comprometidos.
En este país al personal que labora para las estaciones hispanas no se le exige preparación académica ni licencia para hablar en la radio. Las horas de mayor audiencia están ocupadas por hechiceros, videntes, predicadores religiosos y vendedores de productos naturales, que desconocen la filosofía y ética radial. Son simples comerciantes; su único interés es el de promover y vender las ideas o mercancías.
Pensamos que si se aprovechan los recursos técnicos y económicos de que disponemos en la actualidad y se depuran las programaciones, adaptándolas a las necesidades de la comunidad, esto incrementaría la audiencia y, por ende, motivaría a las empresas publicitarias a invertir sin reservas en los diferentes espacios radiales y televisivos. El panorama exige cambios.
Sin apartarnos de la realidad, entendemos que en una sociedad consumista el criterio económico se sobrepone a todas las circunstancias, y eso ha llevado a la radio a explotar sólo la captación de capitales. Al parecer es lo único que les interesa.
El buen uso del idioma español y los aportes culturales a la creciente comunidad hispana son temas de escasa importancia en los medios que nos ocupan y menos aún para los responsables de las programaciones. La culpa de esta acción recae sobre la responsabilidad de la propia clase hispana que, bajo la creencia de que este estilo de comunicar es el que demandan los nuevos tiempos, ha caído en la vulgaridad casi total. Todo por responder a la espontaneidad.
Tan próspero es el negocio de la radio en español en New York que una de las principales estaciones de esta ciudad con programación musical en inglés alterna con el spanglish (mezcla de inglés y español) en su estilo de animación. Esta modalidad la ha llevado a ocupar los primeros lugares de audiencia en una población mayormente joven y de diversos orígenes étnicos: blancos, afroamericanos, hispanos, asiáticos, entre otras. Su éxito es a costa de adulterar el idioma.
Pero el futuro de la radio en español podría tomar otro derrotero si no se presta mayor atención a la calidad del producto en oferta. Los programadores tienen que ser más cautos. Si observamos las estaciones que operan en inglés éstas disponen de mayor variedad, actualización y dinamismo. Lo que sumado a una población hispana bilingüe en gran proporción, daría como resultado que quienes hablen los dos idiomas se establezcan donde mejor contenido encuentren.
Esta situación está siendo ignorada por los radiodifusores, y con el discurrir del tiempo, el único segmento de la población que va a escuchar la radio en español será el de los inmigrantes hispanos recién llegados y los pocos que no dominen el idioma inglés, una audiencia reducida y con escaso poder adquisitivo.
Se aprecia una acentuada timidez por parte de este sector para aprovechar el idioma español como recurso de producción de capitales. A la expansión de esta lengua en los Estados Unidos no se le ha prestado la atención que merece en el plano comercial.
La iniciativa de otros grupos étnicos por aprender a hablar español no ha recibido la debida importancia, son muchos los que escuchan nuestra radio para aprender a pronunciar, pero escasamente encuentran respaldo; diferente a lo que ocurre con el idioma inglés: para esta lengua la publicidad y la oferta de cursos es reiterativa y en torno a ella existe una empresa sólidamente establecida. Esto debiera hacerse con el español en los Estados Unidos.
Urge la presencia de una visión en la empresa radial que diversifique el contenido y haga compatible la tecnología con la calidad de las transmisiones y que enfoque su oferta hacia el interés colectivo. No podemos seguir jugando con la paciencia y el futuro de la comunidad hispana.
Debe incentivarse a los medios alternativos, las estaciones públicas y de universidades privadas que realizan programaciones sin fines de lucro. Allí existen muchos programas en español que rinden una excelente labor social. Quienes hacen estas producciones por lo regular son profesionales o estudiantes con mucha capacidad; a ellos que lo hacen de forma desinteresada, se les debiera apoyar, mediante múltiples aportaciones para sus programas, ya que ellos tal vez con menos alcance y audiencia realizan la mejor labor radial de estos tiempos.
Ante todo esto queremos hacer del conocimiento de todos que el idioma español como medio que genera grandes capitales en las radioemisoras de los Estados Unidos, no está siendo debidamente utilizado, en aspectos referentes al criterio comercial y a su difusión en términos de proyección futura.