Resulta en verdad difícil abordar un tema tan complejo como la situación del español, ante un fenómeno de la potencia y versatilidad de Internet del que se ocupan brillantemente los especialistas que me acompañan en esta mesa, que servirá para dar paso a un debate, sin duda apasionante, sobre el presente y futuro de nuestro idioma en la Red universal. Ellos demuestran la necesidad de un planteamiento mutidisciplinario para tratar con acierto un tema al que no son ajenos lingüistas, economistas, comunicólogos, sociólogos e investigadores de todo tipo que se esfuerzan en hallar los ocultos hilos conductores que relacionan sus campos de actuación, tanto en Internet como en el mundo que la Red refleja.
En Internet y su entorno los cambios se producen a ritmo vertiginoso en el que se relacionan tecnología, economía, información, técnica, cultura, educación y prácticamente todas las actividades humanas, que hoy tienen presencia en la Red Por otra parte, estamos en una época en la que la información actúa como organizadora de las demás actividades, principalmente la económica. Dada la naturaleza de Internet, parece que una de sus principales posibilidades es la de descubrir nuevas relaciones entre comunidades, superponiendo ambas culturas, la real y la virtual, utilizando para ello el medio lingüístico.
Casi todo lo que sabemos acerca de Internet está sujeto a revisión constante por mor de la propia naturaleza de la Red Hace apenas diez años nadie pronosticaba la mera aparición de un medio que iba a revolucionar la sociedad mundial. Nadie hubiese creído entonces al profeta que hubiese anunciado la inminente aparición de un sistema global donde una persona pudiese lanzar sus mensajes a un número indeterminado y millonario de receptores, y saber exactamente quién los lee y cuándo. Sin embargo esa es la realidad de la Red Pero no hace falta remontarse a tanto: hoy Internet tiene un número de páginas entre 2500 y 4500 millones y la Internet oculta, a la que no llegan los buscadores y está compuesta de bases de datos, es centenares de veces mayor. Además, el crecimiento diario de la Red se estima en 7 000 000 de páginas, que se duplican cada nueve meses. Se calcula asimismo que la base de internautas, que cada vez navegan más tiempo por la Red, es de unos 500 millones, de los que unos 61 millones, hacia 2003, corresponderán a hispanohablantes.
Por otro lado, Internet es un medio de medios, casi desconocido aún, en el que este año se ha experimentado una caída de las inversiones en publicidad cercana al 25 por ciento, lo que ha hecho a las empresas publicitarias plantearse la utilidad de los soportes tradicionales, como los banner, y desplazarse a anuncios multimedia de más volumen. Según ellas, el mercado publicitario en Internet ha caído antes de madurar. No obstante, de modo a primera vista paradójico, los especialistas insisten en que la publicidad, motor económico de primer orden, funciona en Internet, aunque reconocen que les faltan estándares de medición de audiencias y experiencia para aprovechar la interactividad que ofrece el nuevo medio, algo que nadie discute, junto con las enormes posibilidades de personalización que pone brinda a usuarios y anunciantes. En todo caso, el control parece estar más en manos de los usuarios que en cualquier otra parte y este fenómeno coyuntural no hace más que reforzar la confianza en la vitalidad de la Red
Con todo, parece evidente que hay gran dificultad de juzgar un fenómeno proteico y universal como es Internet, así como hemos de reconocer la escasa fiabilidad de los pronósticos concretos acerca de ella que, sin embargo, aparece como conquista o avance irreversible que modula ya todos los aspectos de la vida social, económica, científica, cultural y educativa. Estas características y su magnitud hacen que algunos de los sociólogos estudiosos de los nuevos fenómenos en torno a la Red la califiquen como Galaxia que está cambiando el contrato social hacia un modelo del que aún no se vislumbran los plenos detalles, aunque parece evidente que las redes dentro de Internet tienden a estar compuestas por individuos más que por entes sociales y que esta particularidad no significa el aislamiento de los internautas, sino una forma de sociabilidad de nuevo cuño. Por tanto, al hablar de Internet se habla asimismo en términos económicos —la tan traída y llevada nueva economía— de globalización y de idioma.
Internet provoca debates en todos los ámbitos excepto en uno: nadie duda de que va a permanecer en el mundo y que sobre la Red se está construyendo la sociedad. Las entidades que importan en Internet no son las que la realizan, sino las que trabajan en ella, hasta el punto de que todas estarán pronto integradas en ella. Con Internet, sobre todo con el relativo fracaso de las expectativas que suscitaron los negocios en línea, hemos aprendido una lección: aunque está claro que Internet no produce alimentos, no lo es menos que sin ella no es posible comer, tal como ha establecido el Informe de desarrollo humano de las Naciones Unidas de este mismo año. En él se dice que para lograr el nivel de educación necesario para que las sociedades en vías de desarrollo se incorporen al progreso es imprescindible contar con Internet.
La Red permite grados de comunicación antes inconcebibles. Como todo sistema de gran calado exige tiempos de adaptación, algunos de los cuales pueden ser difíciles, pero no parece que haya posibilidad de marcha atrás, a pesar, como decíamos, de la amarga experiencia de multitud de patrones comerciales concebidos para Internet, de la recesión, el terrorismo o la crisis bursátil. Por eso hay que pensar que el desarrollo de la industria de la lengua en Internet, soporte de los contenidos en cualquier idioma, es aún incipiente. Acostumbrados a medir el éxito o el fracaso de las iniciativas en términos económicos, pasamos a veces por alto matices sutiles, como el reconocer el cambio cultural que suele acompañar toda revolución económica. Así, tendemos en general a menospreciar el papel de la lengua en el comercio electrónico, pues sus ventajas no se suelen medir de forma explícita, aunque prometen ser, según todos los indicios, mucho más importantes de lo que cabría sospechar en un principio.
En el plano de las mercancías y los servicios el aumento de la presencia de un idioma en la Red interesa también para fomentar el progreso de las transacciones comerciales en Internet, el llamado comercio electrónico, pujante, aunque con vacilaciones debidas sobre todo a la actual vulnerabilidad de la Red, que abre mercados y hace necesario vender en diversas lenguas. En este terreno se da un fenómeno de doble efecto: las empresas con idiomas minoritarios respecto al inglés se ven obligadas a convertir sus contenidos a éste y las de habla inglesa han de expresarlos en otros idiomas si quieren que su impacto comercial sea adecuado.
Según fuentes solventes, el e-commerce en la Red supondrá en 2003 unos 23 billones de pesetas en EE. UU. y cerca de 18 billones en Europa. El desenvolvimiento y la expansión de una actividad con cifras tan importantes precisan de herramientas que favorezcan la comunicación global de los mensajes. Esta presión para internacionalizar los mensajes de venta se acusa en las empresas estadounidenses, que no ignoran que la intención de compra de un producto se multiplica por cuatro cuando el cliente potencial accede a los contenidos y servicios en su propio idioma.
Esto ha dado lugar a una industria de localización que se ocupa de adaptar los contenidos al contexto lingüístico y cultural del mercado apetecido. En este caso, una vez más, hay que constatar cierta desventaja de las empresas hispanas, dado que nuestro entorno apenas produce estas herramientas, lo cual subraya nuestra necesidad de crear e impulsar con decisión, desde las instituciones y las empresas, una industria del idioma lo más potente posible.
El mercado actual es global y tiene su paradigma en Internet, con lo que no basta con triunfar en la propia casa, por grandes y prósperas que sean sus dependencias. Las empresas con presencia en la Red no dudan en invertir si existen oportunidades claras de ampliar el mercado, lo cual nos favorece por nuestra posición como consumidores. Además, los productos basados en el software se conciben para su internacionalización, lo que fomenta el desarrollo de los procesos de localización, ya citados, que son parte importante de las industrias de la ingeniería lingüística.
Dejando a un lado los aspectos económicos propios del proceso de adaptación de las empresas a los nuevos mercados, las industrias del idioma comportan consecuencias sociales y de orden cultural. Por ejemplo, el tratamiento automático de la lengua, aún en sus inicios con resultados desiguales, habrá de permitir en el futuro que las sociedades más industrializadas compartan con las demás el acceso a una información que redunde en mayor igualdad de oportunidades. La tecnología, aplicada a los idiomas y con presencia en Internet, es un instrumento que puede favorecer a todas las lenguas: a las dominantes, para mejorar su manejo, y a las minoritarias, a las que brinda la posibilidad de desarrollar recursos lingüísticos adaptados a sus necesidades para no quedarse al margen y no desaparecer.
Internet e idioma son conceptos inseparables de otro: la globalización, en su vertiente de comunicación de mensajes, a la que Internet dota de potencia para llegar a todo el orbe. Con la Red, nuestras palabras llegan a todos, aunque eso no nos garantiza ser comprendidos.
En esta era de la globalización predomina el inglés, que se impone sobre todo por su incalculable potencia económica y porque en este idioma se produce la mayor parte de los avances técnicos y científicos, incluso por parte de los que no tienen el inglés como lengua nativa pero saben que sus mensajes se entenderán universalmente en esa lengua.
En Internet se ha producido un auténtico abismo lingüístico, que constituye un problema para la sociedad y de las instituciones. Ésta es la realidad a la luz incluso de instituciones supranacionales como la Unión Europea, que propugna la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos y el respeto por las diferencias culturales. Por ejemplo, el predominio del inglés en los documentos científicos y técnicos supone una barrera que se traduce en desigualdad respecto al acceso a la información y al conocimiento. El multilingüismo, que sin duda es una riqueza, favorece en Europa la expansión del inglés como idioma internacional, que se ha constituido ya en un bien independiente de sus países de origen y se utiliza como herramienta de comunicación científica y mercantil, tanto fuera como dentro de Internet.
Las lenguas son vehículos de comunicación, pero también mucho más, son en realidad plantillas para concebir la realidad, lentes que ofrecen distintas visiones del mundo. Por eso, cuando alguna de ellas se extingue, y ocurre continuamente, desaparece con ella una concepción del universo con todo lo que ello significa. A este respecto, cabe recordar que estamos viviendo un momento histórico que puede parangonarse a la revolución posterior a la aparición de la imprenta, en la que las lenguas que no supieron a pudieron adaptarse al nuevo medio quedaron sumidas en la oscuridad del pasado. De hecho, se calcula que en un plazo breve de la historia humana, como es un siglo, pueden desaparecer la casi totalidad de las seis mil lenguas actuales. Serán precisamente los medios de comunicación, con su tendencia a normalizarse, los responsables de esta catástrofe cultural, que eliminará las lenguas de las minorías y sólo respetará a las de mayor implantación, que sin duda serán las que tengan suficiente presencia en Internet, y aquéllas —posiblemente las mismas— que puedan hacerse respetar por su compatibilidad con los recursos técnicos de las industrias del idioma, bien se trate de redes, software de traducción asistida y otros dispositivos fruto del desarrollo de la ingeniería lingüística.
Por eso las empresas dedicadas a la ingeniería lingüística poseen un componente social al poder influir en el destino de las lenguas, ninguna de las cuales tiene asegurada su pervivencia por poderosos que sean los medios en los que se sustente.
La aceptación de esta realidad es de importancia capital en cuanto a la presencia del español en Internet. Aun cuando cada lengua tiene su importancia y lugar, no cabe duda, como decíamos, de que el inglés, cuyo conocimiento se exige a todos los profesionales de la nueva economía se impone sobre las lenguas nacionales de forma abrumadora: en Internet, sólo el 4,5 por ciento de los contenidos están en español frente al 47,5 por ciento que suponen los de lengua inglesa, lo que coloca al español sólo un poco por encima del coreano y por detrás del chino, el japonés y el alemán. Estos datos, meramente aproximados, son una fotografía del momento actual; sin embargo, el peso del inglés se multiplica a medida de que la importancia de Internet va aumentando y gobiernos y empresas se esfuerzan, en mayor o menor medida, para producir contenidos idiomática y culturalmente propios.
Sin embargo, no parece que sea fácil ni fiable calcular la presencia de los idiomas en Internet. Ni siquiera está claro que esta cuantificación aclare el papel de cada lengua en Internet. Las infraestructuras de la Red, servidores y dispositivos de conexión, son de por sí neutras y hemos de ser aún prudentes al juzgar los parámetros de la presencia en la Red El idioma es el asiento de lo común, la fibra esencial de una comunidad. Se habla en español, se piensa en español y se siente y se vive en ese u otro idioma. Sin embargo, no son los hablantes de una lengua los que establecen su utilidad y valor, sino los de otras comunidades lingüísticas que demandan los llamados contenidos en forma de libros, documentos, soportes mediáticos y, por supuesto la presencia en la Red, tema que debatimos hoy aquí.
Podríamos decir a este respecto que las menciones a nuestra cultura, literatura o ciencia en otros idiomas de la Red son más fiables que otros factores cuanto a la apreciación del éxito del español.
Por lo dicho, nos movemos en un terreno resbaladizo, en el que tanteamos con elementos de juicio siempre escasos e imperfectos los atisbos de lo que la Red puede llegar a ser en un futuro inmediato, o a medio y largo plazo, y qué importancia pueden tener sus lenguas, y el español entre ellas. Como bases firmes para tomar decisiones nos hemos de basar en verdades que pocos discuten, como la conveniencia de llenar la Red con contenidos de calidad que merezcan prestigio en nuestro idioma e insistir en la promoción de una industria de la lengua que permita aplicar las nuevas tecnologías de la información y la comunicación para lograr productos competitivos.
Ofrecemos al mundo una cultura atractiva, nuestro modo de vida interesa allende nuestras fronteras —y me refiero a las del mundo hispanohablante— y poseemos una lengua internacional y unitaria, con buena salud y un número de hablantes importante, que es demandada como segunda lengua en un buen número de países. El inglés domina, pero el español aguanta bien y se expande en la nación más rica del mundo y en otras muchas.
Esta posición no se corresponde quizá con cierta dejadez en la apreciación de la importancia de la lengua como factor de influencia cultural y económica que ahora hemos de superar ante este nuevo mundo mediático y globalizado en el que este sentir tiene al final elevados costes económicos. Por ello es preciso, sin pesimismo, pero sin caer tampoco en falsos optimismos, ser inconformistas con la situación descrita, relativamente buena, y sumar iniciativas originales para presentar la lengua y la cultura en español. No hay que olvidar que Internet se ha constituido en un zoco universal en el que se venden ideas y productos, por eso hay que disponer en este mercado comercios de calidad que convenzan a los clientes propios y ajenos.
Esta tarea es abrumadora y por ello es arduo saber qué proceso de adaptación a las lenguas van a seguir los contenidos. Pero sí sabemos algo: que los modelos tradicionales de la economía se trasladan a Internet y no al revés. Además, hay sectores industriales que se adaptan mejor a la nueva economía, como el turismo o la tecnología, que se adivinan precursores en esta adaptación.
Las empresas operadoras de telefonía, en un principio, nacieron como transportistas de la palabra, que es igual que decir de comunicación, y con ella sentimientos y conocimientos. Con el progreso de nuestra industria, hoy somos empresas globales de transmisión de la información, cuyo proceso da lugar al conocimiento y éste a la cultura. En Telefónica, como empresa multinacional española que transporta la voz, los datos y las imágenes, nos consideramos un vector del español y su cultura, y hace ya tiempo que nos dimos cuenta de que nuestra actividad nos llevaba a comprometernos con los contenidos que transportamos y dimos un paso hacia su producción creando unidades y empresas al efecto, que hoy tienen rango de grandes productoras, como Telefónica Media.
De esta forma, se unen contenido y continente, idioma, cultura e infraestructuras que hacen posible la comunicación, que a su vez se fomenta y construye mediante la educación, acostumbrando a los usuarios a los nuevos procedimientos de acceso a la información, en este caso en el uso de la Red Como operadora, pretendemos contribuir a la extensión de Internet con el ambicioso programa de instalación de líneas de acceso ADSL que permitan ampliar el ancho de banda de las comunicaciones y por tanto el acceso a la Red a todo el territorio español y en los países en los que estamos presentes. De igual modo, en Telefónica sabemos de la importancia de desarrollar una industria del idioma que permita explotar provechosamente la ventaja estratégica del español.
En este sentido, estamos de acuerdo con los especialistas, algunos de ellos aquí presentes, que sostienen que la necesidad apremiante de crear dispositivos técnicos de tratamiento informatizado de contenidos, es decir, digitalizar nuestros recursos lingüísticos y desarrollar interfaces de voz y herramientas de localización propias, ya que en caso contrario nos veremos obligados a comprarlos a otros pagando por una mercancía indispensable que deberíamos haber creado. Precisamente las industrias de la lengua reciben un importante impulso de Internet, ya que la extensión de la Red soluciona el problema de escasez de corpus, es decir, textos en formato electrónico, que sirvan de base para experimentar nuevos dispositivos. Internet proporciona una biblioteca enorme, global y en distintos idiomas, entre ellos el español, impulsando así esta industria.
Este reconocimiento es muy importante, dado que la economía digital en la que estamos inmersos, basada en productos y servicios, presenta otros valores añadidos que proceden de la lengua y que, según los más destacados investigadores en este terreno, son de suma importancia económica.
En este campo, desde hace años la Fundación Telefónica viene prestando atención al desarrollo de las industrias de la lengua, promoviendo el encuentro de especialistas y las publicaciones al respecto. Conservamos y acrecentamos una colaboración constante con la Real Academia y con el Instituto Cervantes, a los que prestamos los elementos técnicos necesarios para mejorar sus comunicaciones y presencia en la Red, a través del Centro Virtual Cervantes y otras iniciativas en colaboración con instituciones como la Casa de América. De igual modo, se nos encargó y llevamos a cabo la creación e implantación de las infraestructuras de la Red de Interconexión de Recursos Informáticos —REDIRIS— utilizada por las universidades y centros de investigación españoles y que supuso la incorporación de éstos a Internet.
Asimismo, estamos convencidos de que la verdadera política lingüística reside en la educación y de que ésta ha de apoyarse en Internet, ya que la experiencia demuestra que las infinitas posibilidades de la técnica aplicada al campo educativo mejoran los contenidos, amplifican el alcance de los conocimientos y potencian los resultados globales del proceso educativo.
Así, tratamos de servir a la misión de popularizar Internet entre nuestros estudiantes y profesores, para lo que coordinamos y apoyamos decididamente portales educativos como el del programa EducaRed, en el que está presente toda la comunidad educativa española y que cuenta hoy con 10 000 colegios e institutos, más de 350 000 profesores y unos 3 000 000 de alumnos. De igual modo, como medio de promover la lengua y la cultura de los hispanohablantes, ya en el orden universitario, hemos creado el portal CampusRed, concebido como herramienta de comunicación y expresión de las universidades hispanas y lugar de trabajo en común para información, comunicación e investigación. Además, hemos acometido el proyecto de situar en la Red los monumentos del patrimonio histórico-artístico español para que puedan visitarse en tres dimensiones, dentro del programa Ars Virtual, en el que ya hemos digitalizado las catedrales de Valencia, Oviedo y Mallorca, además del Palacio Real de Madrid y el Monasterio del Escorial.
Asimismo, una de las líneas de investigación que nos parece de vital importancia y que entra de lleno en el terreno de la industria de la lengua es el de la creación de interfaces de voz en los que ha trabajado y trabaja Telefónica I+D para automatizar en español las comunicaciones desde el extranjero y que tienen otras aplicaciones muy prometedoras, posibles merced a la creación de un corpus vocal que les sirva de base.
No obstante, no olvidamos que nuestra principal aportación a la Sociedad de la Información es hacer llegar la comunicación a todos los ciudadanos, dentro de nuestra esfera de actuación, facilitando así la ruptura de las barreras que separan a los que tienen acceso a la información y el conocimiento y los desposeídos, que no debemos olvidar son mayoría en un mundo tan bipolar como el nuestro. Para los hispanohablantes, esta comunicación se apoya necesariamente en nuestro idioma que, como manifestaba S. M. el Rey hace unos días, en las circunstancias actuales, llenas de incertidumbre y preocupación, no puede plantearse mejor destino que el de «constituirse en cauce de concordia y tolerancia». El cumplimiento de ese destino pasa por vitalizar todo lo posible las actividades científicas, técnicas y empresariales de nuestra comunidad cultural, y, por supuesto, por trabajar dentro de nuestros sectores con perseverancia y optimismo, sin olvidar que nuestro éxito o fracaso depende de algo que puede identificarse también con el motor que puso en marcha y mantiene Internet y nuestra presencia en ella: la cooperación entre todos los que construimos esta sociedad.