Inauguramos hoy los actos del II Congreso de Internacional de la Lengua Española en esta histórica ciudad de Valladolid, tan emblemática y cargada de significado para el español, instrumento de comunicación y entendimiento entre todos los aquí presentes. Me alegra y enorgullece a la vez constatar cómo la iniciativa adoptada en 1992 en Sevilla, que se materializó en el I Congreso de Zacatecas en 1997, se consolida con la reunión que hoy comienza, y lo hará aún más en las próximas convocatorias previstas en Argentina y Colombia.
En este sentido, desearía saludar en primer lugar a los Presidentes de México y Argentina, con los que me honra compartir Presidencia de Honor de este Congreso. Mis saludos de bienvenida igualmente a los Presidentes de Colombia y Guinea Ecuatorial, así como al representante de la Presidenta de Filipinas. Su presencia hoy aquí, expresión de la continuidad a la que antes me refería, es la mejor prueba de que la comunidad de naciones que utiliza el español como instrumento de comunicación avanza con determinación y dinamismo, a través de proyectos y realizaciones bien concretos, como resultado de una herencia histórica y cultural hondamente enraizada en nuestros pueblos.
Buena prueba de todo ello es el carácter de este Congreso, auténtica celebración para nuestras sociedades civiles, al ser un foro que asocia a personas procedentes de los más diversos ámbitos: empresarios, periodistas, economistas, académicos, lingüistas, especialistas en nuevas tecnologías, científicos, profesores, y un largo etcétera que cubre actividades profesionales muy diversas.
Deseo también transmitir mi agradecimiento a los organizadores, cuyo trabajo ha hecho posible esta reunión: a la Real Academia Española y al Instituto Cervantes. Y a todos los que tan activamente han colaborado: las Academias de la Lengua Española de Hispanoamérica, Estados Unidos, y Filipinas, la Secretaría de Educación Pública de México y todos aquellos que con su esfuerzo e interés han permitido la organización de este II Congreso Internacional de la Lengua Española. También mi más calurosa bienvenida a todos los participantes en el Congreso.
Esta impresionante movilización de esfuerzos y amplísima participación da idea de la importancia del objeto el Congreso, el idioma español, patrimonio común de más de 400 millones de personas repartidas por el mundo.
Nuestro idioma es el medio en el que se desarrollan los contactos y las relaciones en el seno de esa vasta comunidad de personas. El instrumento que permite y facilita la comunicación y los intercambios mutuamente beneficiosos entre sus componentes, aproximando a gentes y países, aprovechando así las aportaciones de todos ellos en un proceso de enriquecimiento constante. En definitiva, el español es lo que constituye la esencia de la gran comunidad de la que todos formamos parte, unida por la común posesión de gran un legado del pasado y la voluntad de proyectarlo en el futuro.
Por otro lado, junto a lo anterior, el idioma español es cada vez más un elemento que fortalece nuestra posición en las relaciones con el resto del mundo. Efectivamente, en ese idioma común tiene 400 millones de personas su más emblemática y esencial seña de identidad y además una herramienta insustituible para potenciar la comunidad hispanohablante en el concierto de las naciones.
De ahí el especial interés del objetivo que se ha planteado en este II Congreso Internacional de la Lengua: una gran presentación del español en el mundo y, muy especialmente en la denominada Sociedad de la Información.
Vivimos en un mundo en el que el progreso tecnológico ha dado lugar una sociedad conectada a través de sofisticadas redes y medios de comunicación que hacen posible transmitir información de forma masiva e inmediata a todos los rincones del planeta. Pero no podemos olvidar que esa nueva y compleja Sociedad de la Información, el instrumento básico seguirá siendo el idioma, herramienta última de la comunicación.
De ahí la importancia del desafío que para todos nosotros supone la defensa y potenciación del español en el mundo. Quizás ahora más que nunca, la lengua se ha convertido en un poderoso utensilio, cuyo enorme valor debemos aprovechar. De este proceso, el idioma español debería salir enriquecido y reforzado, del mismo modo que los ciudadanos que lo utilizan. Efectivamente, las posibilidades de proyección exterior de nuestra lengua, de su patrimonio, y de su cultura se incrementan de una forma hasta hace poco impensable, mientras que la utilización intensiva de las nuevas tecnologías hace posible una difusión sin precedentes de la educación y la formación. Este nuevo y prometedor horizonte permite contemplar con optimismo las perspectivas de nuestro futuro como comunidad de hispanohablantes.
La lengua española, por tanto, consolida su dimensión de patrimonio común de nuestras naciones. A la hora de fortalecerla, la colaboración y el diálogo entre todos los que poseemos el español en condominio deben ser las herramientas básicas de nuestra labor común.
Del mismo modo el español se afianza en su condición de lengua cultural internacional, en su sentido más amplio. No es únicamente la lengua de los filólogos y lingüistas o de los escritores que la han ennoblecido, elevándola hasta sus cotas más altas, sino también la lengua de la industria, de la ciencia, del comercio y de la investigación. Es un idioma, en suma, que se enriquece con las aportaciones, voces y giros que le aportan los hombres y mujeres que pueblan este inmenso universo lingüístico. El español por todo ello, emerge como una lengua de futuro situada ante una nueva frontera socio-cultural, animada por un dinamismo de enorme potencial enriquecedor. Nuestro idioma, verdadero receptáculo de la experiencia de un pueblo y sedimento de su pensar, en palabras de Unamuno, tiene ante sí una historia larga con páginas prestigiosas aún por escribir.
Les animo a trabajar en la búsqueda de esa nueva frontera con ilusión y entusiasmo, como corresponde cuando se tiene entre las manos un instrumento tan precioso y querido por todos como es el español.
Muchas gracias.