Excelentísimo señor Presidente de Castilla y León; ilustrísimo señor Alcalde; señor Director del Instituto Cervantes; señores patrocinadores de este congreso; señores Académicos; queridos amigos:
Resultaría por lo menos pretencioso intentar un balance detallado de lo que ha sido este II Congreso Internacional de la Lengua Española que ahora clausuramos. Nos falta perspectiva: los árboles, numerosos y muy próximos, no dejan todavía ver el bosque, y corremos el riesgo de confundir lo anecdótico con lo sustancial. Sustancial me parece, ante todo, el generoso esfuerzo y el trabajo que cientos de personas de procedencia y profesión diversa han volcado en este congreso movidos por un solo y noble interés, el amor de la lengua española. Hablo de esfuerzo y puede bastar un ejemplo por tantos que podría aducir: periodistas, directores de los grandes medios de comunicación de Hispanoamérica, estaban todavía anteayer en Chicago, en la reunión anual de la Sociedad Interamericana de Prensa; acortaron un día su presencia en la reunión y viajaron durante veintidós horas consecutivas en avión para poder llegar al congreso. Aparte de que me parece impagable, el gesto es bien elocuente. No fueron ellos los únicos. Sin salirme del ámbito de la comunicación, pienso en los líderes de los programas radiofónicos de España, que se reunían por primera vez y que no dudaron en alargar su intervención, hurtando tiempo al escaso descanso. Pero podría hablar de empresarios destacadísimos, de los profesores de setenta universidades de todo el mundo, y de los especialistas punteros en nuevas tecnologías.
Y hablo de trabajo porque, desde que comenzamos a plantear el congreso, el Instituto Cervantes y la Real Academia hemos puesto énfasis en la necesidad de rigor. Al comenzar el congreso estaban ya en Internet la mayor parte de las comunicaciones y de las ponencias. A ellas se han ido añadiendo, gracias a Telefónica y a Televisión Española que han recogido y emitido todo, reflexiones y discusiones sobre numerosos aspectos del español de hoy, de su posición en la Sociedad de la Información, de los retos que afronta.
En sintonía con su título central, El español en la Sociedad de la Información, el congreso ha acumulado una enorme cantidad de información, que, como acaba de decir su Secretario General, no hemos podido todavía procesar. Desde que comenzamos a anunciarlo, el Instituto Cervantes y la Real Academia venimos insistiendo en que este congreso no pretendía llegar a conclusiones precisas, sino abrir vías de reflexión. Llegados al final de las jornadas, tenemos noticias más que suficientes para poder afirmar, sin caer en lo convencional y tópico en ocasiones análogas a ésta de hoy, que, en efecto, quedan abiertas muchas, y algunas muy anchas y concurridas. Baste un concreto ejemplo: en varios de los paneles —no sólo de la cuarta sección, Unidad y diversidad del español, también en los de prensa y radio, y en Nuevas fronteras del español— se ha insistido en que, respetando la rica variedad del español, que, como esta misma mañana recordaba Carlos Fuentes en su formidable intervención, por paradójico que a primera vista parezca, constituye un sostén de su unidad, es absolutamente necesario y urgente que frente a la avasalladora invasión de neologismos la comunidad hispanohablante responda con una propuesta orientadora unitaria. Lo pedían los representantes de la radio, lo pedían los representantes de la prensa y coincidían en la petición los especialistas en lingüística.
En 1956, en el II Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española, decía Dámaso Alonso: «Bienvenido sea un extranjerismo si todas las Academias lo aceptamos a un tiempo, si todos los hispanohablantes lo aceptamos a un tiempo». En el informe sobre las actividades y proyectos de la Real Academia Española y de la Asociación de Academias de la Lengua Española presentado al congreso hemos declarado la gran ilusión que tenemos puesta en el Diccionario panhispánico de dudas, que preparamos con la colaboración del Instituto Cervantes. En la última reunión de la Comisión interacadémica, celebrada en Buenos Aires, se planteó la necesidad de disponer de un instrumento de intervención rápida en esa dirección que, con insistencia, se apuntaba en varios paneles. El Departamento de Lingüística Computacional de la Real Academia Española ha venido trabajando en los últimos meses, en estrecha conexión con las Academias hermanas, en la preparación de la base requerida; la Asociación de Academias, en dos sesiones de trabajo celebradas en estos días en el marco del congreso ha llegado a la siguiente Declaración de Valladolid, de la que doy lectura en nombre de las veintidós corporaciones que la integran:
Asociación de Academias de la Lengua Española
Declaración de Valladolid.
Acuerdo de creación del Observatorio del neologismo.Las veintidós Academias que integran la Asociación de Academias de la Lengua Española, reunidas en sesión extraordinaria en el marco del II Congreso Internacional de la Lengua Española:
Expresan su convencimiento de que, en el medio siglo de vida transcurrido desde su fundación en 1951, la Asociación ha sido un instrumento eficaz al servicio de la promoción y defensa de la unidad del español, su objetivo primordial.
Ratifican su decidida voluntad de continuar trabajando, en la misma línea de relación fraterna, por el perfeccionamiento de los grandes códigos en que esa unidad se sustenta y expresa: el Diccionario de la Lengua Española, que a partir de su nueva edición subraya la autoría compartida con las Academias asociadas; la Gramática oficial, en curso de nueva redacción, y la Ortografía recientemente consensuada.
Manifiestan el propósito de que el Diccionario panhispánico de dudas, en cuya elaboración se ocupan actualmente, constituya el marco para brindar a la comunidad hispanohablante una orientación unificada en los problemas lingüísticos que de continuo se presentan.
Para hacer más eficaz ese servicio, la Asociación de Academias de la Lengua Española acuerda crear de inmediato un Observatorio del neologismo, cuya sede central radicará en la Real Academia Española, en íntima conexión con todas las Academias de la Asociación. Cada una de éstas informará de los neologismos —palabras o construcciones— que en su país vayan apareciendo. Una vez obtenido el consenso necesario, la Asociación ofrecerá lo antes posible su concreta recomendación de uso, y la difundirá ampliamente.
El Observatorio atenderá a los neologismos del habla común y a los que en ella se generalizan provenientes de los lenguajes especiales: ciencia, técnica, economía, comercio, deportes, etc. Las Academias se esforzarán en incorporar a esta tarea a los organismos nacionales competentes en cada caso.
En la Universidad de Valladolid, Palacio de Santa Cruz, a 18 de octubre de 2001.
Es un fruto de este congreso. Pero con este fruto llevamos otras muchas ideas y sugerencias sobre las que hemos de reflexionar.
Quiero añadir al agradecimiento del Instituto Cervantes, el de la Real Academia Española a todos aquellos colaboradores de ambas instituciones que, calladamente, han realizado desde hace meses un trabajo verdaderamente excepcional.
He hablado al principio de esfuerzo y de trabajo. Todo ello tiene un común denominador: aquí nos han convocado y aquí nos han reunido el interés y la ilusión. Dicho sin rodeos, el amor a esa lengua que, más allá de la comunicación, nos une con lazos de familia: el amor al español.