Hacer literatura es darle forma y profundidad a lo que somos, no hacerla implicaría permanecer en una zona de reducida definición y de pobre visibilidad propia, sería como permanecer en un espacio neblinoso en el cual se niegan nuestros propios rasgos o donde se le otorga demasiado autoridad a otras fuerzas que acaban teniendo una ponderación excesiva en nuestra identidad.
En el caso de Gibraltar que como atalaya y puerto, en ese estrecho que lleva su nombre, en la mismísima entrada al mediterráneo, que durante tantos siglos ha actuado como lugar de paso de refugio de exiliados políticos, de asentamiento de comerciantes, de guarnición militar, colonia británica, con estrechos lazos con Marruecos particularmente a través de su comunidad sefardí, etc. Espacio colmado de mitologías y de verídicas peripecias históricas. Columna de Hércules, en el mismo umbral del fin del mundo de los pueblos antiguos.
No debería contribuir todo esto contribuir a una experiencia muy rica y particular para los habitantes de la colonia. Sorprende pues que con este trasfondo y este recorrido particular que no hayan surgido inevitablemente algunas muestras de una expresión literaria propia. Espacio en el que conviven múltiples lenguas y de un bilingüismo efectivo, donde el inglés es la lengua oficial y el español una lengua reservada para el intercambio oral. Es como si atrapados en ese espacio entre dos idiomas, en una encrucijada, allí en este interregno se gestara una literatura que se resiste a nacer.
¿Qué es lo que demora este nacimiento?
¿Qué es lo que prolonga su gestación?
¿Qué es lo que provocará este parto?
La literatura es una de las afirmaciones por excelencia de nuestra condición de seres humanos, negarle su espacio o atrofiarlo, aunque sea de manera involuntaria, es un acto que acaba siendo una mutilación, resulta en una privación. Hacer literatura supone abrir una identidad y cuestionarla.
Para hacer una breve reflexión en cuanto a la ausencia de una tradición en cuanto a una creación literaria local sería útil que repasásemos brevemente la evolución de la sociedad gibraltareña, desde sus albores, con su eje dominante como guarnición militar que determina su existencia a raíz de un valor estratégico a la entrada del mediterráneo su emplazamiento será decisivo para determinar los sobresaltos de su historia.
La ocupación por los arabo-beréberes durante 800 años, la eventual reconquista por la corona española, hasta la toma por la fuerzas inglesas en 1704, fecha en la que la población de aquel momento se ve desplazada y funda un pueblo a unos 12 kilómetros, San Roque. Es entonces que empieza a nacer la sociedad que ahora existe, que arranca puramente como una guarnición militar pero que pronto atraerá a comerciantes de otros puertos del mediterráneo como Malta, Génova, de las comunidades sefardíes y luego más tarde llegaran portugueses e hindúes con los españoles siempre manteniendo su discreta presencia a lo largo de los años. En 1969 con el cierre de la frontera con España durante la última etapa del franquismo y con la consecuente desaparición de la mano de obra española que era la misma savia de la economía gibraltareña, se invitó a que los sustituyeran unos 3000 marroquíes que vinieron a enriquecer esta comunidad ya tan mestiza. Gibraltar actúa como lugar de refugio del sur de la península ibérica siempre que azota alguna guerra o hay alguna persecución, Gibraltar se convierte en lugar de paso para muchos que se encaminan a un nuevo destino aun por determinar.
Gibraltar es una sociedad cuya existencia como guarnición militar ha definido gran parte de su historia. Es probable que una excesiva energía con potencial creador se haya volcado en un sostenido y largo forcejeo político anonadando hasta cierto punto el instinto creador y resultando en un ensimismamiento o un movimiento circular que produciendo una sensación de progreso, es el espejismo por excelencia. quizá usurpando así la posibilidad de desarrollar un espacio literario propio.
Ni siquiera el monólogo alucinado de la gibraltareña Molly Bloom del Ulysses de James Joyce, ni aquel padre gibraltareño de Juanita Narboni en la gran novela del escritor tangerino Ángel Vázquez, La vida perra de Juanita Narboni, han servido hasta la fecha como estímulo suficiente para provocar una creación literaria local de cierta trascendencia. Quizá estos ejemplos de personajes literarios aislados tan sólo representen unos peldaños demasiado resbaladizos y extraños que apenas nos permiten subir a la atalaya de una expresión escrita, titubeante e insegura, con una voz propia, por que la literatura o es un trapecio sin red o no es nada. Todo esto y tanto más no ha producido aun su eclosión literaria.
¿Cuáles son esas voces latentes que se deberían rescatar con la imaginación a través de la creación literaria?
¿Es acaso necesario reinventar una tradición y reabrirla, desafiando así cualquier posibilidad de estancamiento?
¿En ese continuo ir y venir entre dos idiomas que caracteriza al gibraltareño, existirá acaso un espacio muerto que flota sobra este bilingüismo?
¿Es este bilingüismo un lastre para la creación literaria?
¿Moverse entre dos lenguas podría resultar no establecerse en ninguna?
¿Dónde está esa voluntad confabuladora que caracteriza al ser humano y cuál es la causa de esta parálisis literaria?
Entre otras cosas, hacer literatura implica desestabilizar el terreno y moverse a través de él sin sentirse particularmente vulnerable, dejando a un lado ciertos prejuicios y dejándose llevar por otras obsesiones y no temer al otro que se va haciendo visible. La literatura nos brinda esa oportunidad de dejar una huella más profunda, un rastro que surque el tiempo y el espacio desafiando su indiferencia e imperturbabilidad. Sin ficciones y poesía la realidad se torna cada vez mas frágil y menos habitable.
Es este un espacio donde nos apropiamos de las creaciones ajenas, viviéndolas intensamente en cierto sentido nos bastan estas experiencias como si no nos hiciera falta que nos reinventásemos a través de nuestros propios relatos y poemas. Sin una literatura propia nuestro naufragio será quizá más pobre, nuestros pecios carecerán de interés, aunque no cambiemos de rumbo, serán los mismos arrecifes con los que nos tendremos que enfrentar. Si no nos reinventamos nos hundiremos sin dejar rastro en el barro. Sin duda nuestra desaparición será más limpia, más cómoda para la eternidad. ¿Después de todo quién se acercara a la orilla para tropezar con nuestros pecios?
Sorprende acaso que en una sociedad que ha vivido experiencias tan singulares, en la que han convivido una sociedad multicultural con estrechos lazos con el mundo exterior a través de sus comunidades inglesas, sefardíes, hindúes, genovesas, maltesas, españolas, portuguesas, y más recientemente marroquíes, etc. Este ha sido un lugar que repetidamente ha servido de refugio para tantos que huían, donde han recalado tantos. Sorprende entonces que no se haya sentido la necesidad de escribir desde adentro y de expresar así esas experiencias tan singulares. ¿Cómo podríamos explicarlo?
En la pintura o en la música hay menos compromiso aparente, ha habido un cierto dinamismo que ha dado frutos de cierta relevancia que han rebasado el espacio local. Pero esto no se ha visto acompañado por una creación literaria, ni en inglés ni en español, sólo han habido textos de relevancia desde un punto de vista sociológico pero de poca trascendencia literaria.
Mi propia experiencia ha sido la de intentar de romper un aislamiento y establecer un diálogo fecundo con los espacio vecinos, con las múltiples memorias que se extinguen a mi alrededor e intentar establecer diálogos con nuestros antepasados, nuestros avatares, nuestros fantasmas, nuestras obsesiones, sin sentir temor por conocer al otro que también somos. Una poética de apertura desde el estrecho de Gibraltar utilizando esos vasos comunicantes que allí existen a través de la palabra escrita. Este es el único contrapeso que se me ocurre para compensar la compleja realidad político y económica del lugar. Existe la posibilidad de poder expresarse en un lenguaje que no se interprete en clave política. La creación literaria tiene otras fidelidades, otros ejes, otra razón de ser.
Conozco esta experiencia desde adentro a la vez que la contemplo desde otros espacios vecinos como son los de España y Marruecos con los que tengo una muy estrecha vinculación. Como punto de partida entonces mi escritura no se limita a un espacio gibraltareño sino que amplía su dominio a todo el estrecho de Gibraltar incluyendo sus dos orillas. Veo esta como una única oportunidad que se nos brinda para superar unas fronteras físicas y mentales con puentes escritos que desafíen estos obstáculos que son a veces demasiados reales.
En un reciente poema mío esbozo ese intento de esbozar un espacio propiod iciendo:
si borramos algunas huellas
y no otras
si borramos algunas sombras
y no otras
si borramos algunas memorias
y no otras
y nos dejamos seducir por
una arcilla estéril
por un espacio quebradizo
engendraremos una criatura que se mueve sin dejar huella
que se mueve para no dejar huella
que no deja huella para moverse
una criatura que es la huella que no deja
al moverse
o el breve ceremonial de quien sedujo a la sombra errante
para volver a rastras a su madriguera.
Es esta una expresión de la oquedad que se aferra a esa escasez de rastros profundos que es la ausencia de la literatura misma, a esa voluntad que se niega a crear al otro para evitar un enfrentamiento con él. Es este mi intento personal por despertar esa pequeña e incomoda criatura que es la literatura.
Si no nos esforzamos por recrear y conservar aquello que inevitablemente se esfuma, si lo irrecuperable sólo se puede reestablecer si nos reinventamos, no es ese el único contrapeso posible para no caer en el abismo y no dejar de ser lo poco que somos y no lo mucho que podríamos ser. ¿Por qué no hemos sido capaces de reinventar nuestras propias ficciones y poéticas sin depender exclusivamente de las ajenas?
Intuyo que en cada uno de mis versos está esa conciencia profunda de una memoria excesivamente volátil e inestable, tema recurrente y obsesivo en mi poesía. En cada verso está ese empeño que de alguna manera se debe frenar esa perdida de memoria que impone el ciclo de la vida misma y la absoluta convicción que sólo con la creación artística se prolonga y conserva lo más valioso de nuestra memoria. Si no se impone una transparencia absoluta, cada vez mas transparentes acabamos haciéndonos invisibles del todo y ese es el punto de no retorno que la palabra puede superar, ¡al menos durante algún tiempo!
En uno de mis primeros poemas digo:
al saberse espacio
la luz borra los limites de su cuerpo
consciente de que ser nada
es un acto de fe.
Escritura que insiste en como la memoria se transparenta tejiéndosec on la misma materia del abismo.
Quedamos aun por definirnos, habitamos un limbo literario.