Más allá de las palabras Raquel Krawchik
Rectora Normalizadora de la Universidad Provincial de Córdoba (Argentina)

Las palabras. Esa posibilidad de decir, referenciarse, comunicar, denotar, connotar, definir. Entendidas como la máxima posibilidad de simbolizar la realidad, tienen el poder de representar imágenes, conceptos, percepciones, emociones, pensamientos y acciones. En breve, permiten construir una realidad no percibida o modificarla a partir de las experiencias individuales o tomar caminos diversos a través de los lenguajes regionales o los idiomas. Pero siempre nos permiten ser.

En la actualidad, las nuevas tecnologías y la virtualidad, produjeron un cambio sustancial a partir del valor otorgado a las imágenes. Es el lenguaje elegido y dominante. El que construye modelos y paradigmas.

En esta ponencia tomé la decisión de ir al revés, empezar por las imágenes y a partir de ellas percibir, ver, experimentar, qué palabras, qué conceptos, qué pensamientos y comportamientos nos representa lo que estamos viendo. Y pensé proponerles hacerlo alrededor de la problemática de género. Un tema que ocupa y preocupa a las personas y a las instituciones, entre ellas la universidad. Desde mi lugar como rectora de la Universidad Provincial de Córdoba, considero que esta es una problemática que nos atraviesa de diversa manera y en todos los niveles, entre los estudiantes, los docentes y no docentes, pero también atraviesa nuestros campos de conocimiento, las disciplinas y el cotidiano institucional. Es una absoluta problemática vigente. Entendida y percibida exactamente como eso: una problemática. Algo que produce preocupación, que debe resolverse o corregirse. Y toda vez que en la actualidad se habla de «género» se entiende inmediatamente, como género femenino y predominantemente vinculado a la violencia hacia la mujer.

Una violencia objetiva u objetivable. Manifestada en diferentes dimensiones, tanto física como psicológica, económica o social.

Y a pesar de tanto discutido e interpelado, tanto movimiento organizado en la búsqueda de soluciones, sigue siendo una «problemática» sustantivada y presente, en la que las imágenes tienen un rol predominante al que no se puso en los primeros lugares de discusión.

Actualmente la discusión está más centrada en las palabras. La modificación del «machocentrismo» o el desarrollo del lenguaje inclusivo.

Justamente lo que en esta presentación intentaré comenzar a revertir, porque se gastan muchos millones de pesos en producir las imágenes de más impacto, para construir modelos y paradigmas. El estudio que empezamos en nuestra universidad está centrado en el análisis del discurso publicitario vinculado a la representación del rol de la mujer en la sociedad y la familia, que en la ponencia será mostrado a nivel ilustrativo.

Las definiciones que los diccionarios más importantes o consultados presentan para caracterizar al hombre y a la mujer son un muy buen ejemplo de lo que podría concebirse como un «punto de partida».

Definición de hombre en español:

Nombre masculino: Ser vivo que tiene capacidad para razonar, hablar y fabricar objetos que le son útiles; desde el punto de vista zoológico, es un animal mamífero del orden de los primates, suborden de los antropoides, género Homo y especie Homo sapiens.

Persona adulta de sexo masculino. Persona de sexo masculino que tiene la apariencia, el comportamiento o las cualidades que se consideran propias del ser masculino y adulto, como la fuerza, el valor o la sensatez: «Hombre de pelo en pecho»; «es ya un hombre hecho y derecho»; «sé valiente y pórtate como un hombre»; «no entiendo por qué dicen que los hombres no lloran». Coloquial: Marido, compañero o amante de una mujer. «Es mi hombre».

Definición de mujer en español:

Nombre femenino: Persona de sexo femenino con la que está casada un hombre. Persona de sexo femenino que tiene la apariencia, el comportamiento y las cualidades que se consideran propias del ser femenino y adulto. «Con solo 16 años es ya toda una mujer».

Fuente: Diccionario Oxford. Oxford Diccionaries.

Como se podrá ver, la diferencia entre una definición y otra es muy sustancial. No se indican en la mujer capacidades de razonamiento, cierto es que tampoco se niegan, solamente no se nombran. Tampoco se especifican los comportamientos que la caracterizan.

Las definiciones de la Real Academia Española en cambio, definen respecto al vocablo mujer, «que ha llegado a la edad adulta, que tiene las cualidades femeninas por excelencia, esposa o pareja femenina habitual con relación al otro miembro de la pareja».

Un ser humano racional puede ser varón o mujer, y en este sentido se expresa que varón es «la persona que ha llegado a la edad adulta, que tiene cualidades consideradas masculinas por excelencia». Y los diccionarios siempre expresan entre sus conceptos ejemplos de uso de cada uno de los vocablos, aquí se dice por ejemplo «ese sí que es un hombre». «Marido o pareja masculina habitual en relación al otro miembro de la pareja». La diferencia con respecto a las definiciones que nos ofrece la Real Academia Española es que equiparan la definición de hombre y mujer, aunque a un modo acotado y utilizando para cada uno ejemplos que se vinculan a las definiciones tradicionales. «Ese sí que es un hombre, esa sí que es una mujer». Las definiciones de la Academia cambiaron a partir de diferentes movimientos reivindicativos de las organizaciones feministas en España.

No considero que podamos quedarnos satisfechos, de ninguna manera con lo que la Real Academia y los diccionarios de la lengua española nos proponen en relación con las definiciones de hombre y mujer. No se condicen con los reclamos de igualdad, de reconocimiento de la diversidad, ni con los cambios producidos.

Para desarrollar un poco más esta idea he tomado unas imágenes de diferentes anuncios publicitarios en las que se representa a la mujer en un rol que se puede considerar socialmente aceptado. Nadie lo discute, está naturalizado. O, al menos, no se presentaron ni críticas ni menos aún reclamos de modificación.

Se publicitan ciertos productos que en general son de limpieza, desinfectantes o insecticidas, vinculados a este rol establecido para la mujer.

Se pueden ver, por ejemplo, imágenes de publicidad de un insecticida, en el que se hace referencia a «una madre exigente», se muestra también a otra mujer «afilando un cuchillo» en actitud agresiva. ¿Una madre exigente es aquella que mata a los insectos que entran a su casa? ¿El límite que no se debe cruzar nunca en el espacio de una mujer es el de la cocina? Porque dice otra de las piezas publicitarias: «Todo tiene un límite, nunca cruces el de ella», y está la mujer en la cocina. En general la mujer está vinculada a tareas de limpieza o culinarias, y es a través de estas tareas que canaliza sus emociones, que es amada, que resuelve sus problemas. Pero en estos mismos anuncios publicitarios, cuando el problema ya es muy grande, cuando «realmente está todo muy sucio», el que viene a resolverlo es un hombre. Por ejemplo «Mr. Músculo» es el nombre de uno de los productos, o el señor de los inodoros. Aparece también una niña, en otra de las imágenes, que se acerca a su madre y le dice «todavía no has terminado», en actitud de reclamo, a lo que su madre con voz suplicante responde: «Estaba todo muy sucio, menos mal que viene Mr. Músculo».

No es casual esta descalificación permanente y sistemática con la que se nos presenta en la publicidad y a través de las cuales se nos representa. Nadie gasta millones de pesos en publicidad para no «vender su producto», para no obtener un buen resultado. Esto quiere decir que de alguna manera nosotras, las mujeres, hemos incorporado el concepto. Nos vemos en ese rol. Inclusive elegimos esos productos.

Inclusive son publicidades clasistas. Muchas mujeres, gran cantidad de población femenina, están ausentes en esas imágenes.

¿Es que el mensaje es que son productos que elige la población de buen nivel adquisitivo? ¿Que los usan en casas lujosas, con pisos refulgentes, con maridos que vuelven felices de su trabajo y más aún cuando vuelven a una casa tan limpia y con una mujer sonriente y dedicada a él y a su familia? ¿Así en ese orden?

¿Es un mensaje dirigido solamente a esa «persona adulta de sexo femenino» que nos dicen los diccionarios? ¿O se empieza a «formatear» las mentes femeninas desde mucho antes?

Entonces, quiero compartir con ustedes otras imágenes, con las que podríamos terminar, pero que en realidad son un comienzo. Podemos ver imágenes de juguetes, que tienen desde su diseño y posición en góndolas destinatarios claramente definidos. Hay juguetes para nenas y juguetes para varones. Pueden ver que los de nena tienen todos que ver con muñequitas tipo Barbie, con cuerpitos flacos y esbeltos o bien cocinitas con ollitas rosas. O maquillajes. O zapatos de tacos altos y joyas. En realidad, casi todos los juguetes de niña son de color rosa. Y eso que es difícil que en las cocinas reales o en góndolas de supermercados o bazares encontremos ollas para cocinar de este color.

Los juguetes para varones en cambio, sí que tienen que ver con las definiciones de los diccionarios. Representan las características definidas como «varoniles». Autos de alta gama. Muñecos guerreros con armas sofisticadas, grandes músculos y en actitudes agresivas. También, en este mismo sentido podemos ver en los medios de comunicación programas en los que «el Chef» reconocido y que obtiene muy buenas ganancias por ello, es un hombre.

A pesar que en las publicidades la señora de la cocina es una mujer. SU espacio. SU límite. El que no se debe cruzar. Ellos tampoco utilizan vajilla rosada.

También podemos pensar y comprobar que aquellos varones que no se identifican con estos estereotipos no la pasan bien.

Por todo esto es que el escenario de las jugueterías se pueden considerar un punto de partida y de allí se debe comenzar la deconstrucción de estos paradigmas. Si esto no existiera, si estos estereotipos no se instalaran desde temprana edad, tampoco llegaríamos a la publicidad a la que hacíamos referencia antes. Y si no existieran este tipo de anuncios, quizás, a lo mejor, tal vez, tendríamos menos violencia hacia la mujer. Menos feminicidios, ¿por qué no pensarlo? El problema de la mujer no es la violencia contra ella, porque la violencia es una vía final, es a lo que se llega luego de un camino de construcción de representaciones simbólicas naturalizadas que la descalifican.

Estas consideraciones que comparto con ustedes corresponden a un marco conceptual teórico diseñado por el constructivismo y por la psicología cognitiva que nos ofrece una posibilidad de reconocer en los relatos, los discursos y las palabras, la configuración de la mente humana. Los modelos y paradigmas, como se dijo antes, las convicciones, ideas y creencias. La construcción de los esquemas mentales y la organización de los pensamientos. Y a partir de ahí cómo nosotros organizamos nuestras conductas.

En estas imágenes que hemos visto no solamente hay una representación de la mujer, sino que además hay un sistema conceptual que las configura. Un sistema de atribuciones. Se le atribuye a la mujer un rol preestablecido y que muestran la publicidad. Si estas atribuciones son consideradas como valederas por las mujeres, se asumen como parte de su «ser», como parte de su forma de ser.

Considero que en estos congresos, y particularmente en esta instancia en la que debatimos y reflexionamos en torno a nuestra lengua, tenemos la oportunidad de poner en consideración cómo construimos los lenguajes, cómo construimos los conceptos, qué es lo que representan y cuáles son las consecuencias.

Esta es una oportunidad más para deconstruir aquello que pareciera natural e ir hacia nuevas representaciones que se correspondan con el mundo actual, un mundo al que nos forzamos en considerar como igualitario o bien que tiene que marchar hacia la igualdad entre hombres y mujeres.