La presentación trata de un lenguaje que no usa palabras pero que es elocuente porque refleja quiénes somos, nuestra historia, de dónde venimos, es el caso del patrimonio tangible.
En la Comisión Nacional de Monumentos Históricos de Argentina nos ocupamos de la conservación de la materialidad del patrimonio arquitectónico y artístico de todo el país.
Entre todos los patrimonios (natural, inmaterial, mueble e inmueble) el patrimonio edificado es el que plantea los mayores desafíos. Paradójicamente, aquel que fue construido sobre la base de los avances tecnológicos desde la prehistoria, en la actualidad parecería asediado por el cambio tecnológico vertiginoso e indomable.
El patrimonio cultural inmueble es un lenguaje universal, es la «historia congelada en el espacio». Y de esta manera irradia siempre todo tipo de mensajes (estéticos, políticos, religiosos) inteligibles para todos los seres humanos.
Resulta interesante comprobar que la moderna «gramática», es decir las reglas de la conservación del patrimonio cultural inmueble (en clave occidental) fue definida y consolidada justo en la época en que se dispara la aceleración del desarrollo tecnológico durante el siglo xix e inicios del siglo xx con los aportes fundamentales de John Ruskin, Viollet Le Duc, Camilo Boito o Alois Riegl.
Y a lo largo del siglo pasado tanto ese patrimonio como la doctrina de su conservación fueron puestas en jaque por las dos guerras mundiales y el denominado «fin de la historia», donde se conjugaron cambios tanto ideológicos como tecnológicos.
Al mismo tiempo se fue dando el fenómeno de demanda de la sociedad respecto de que el patrimonio es un tema importante. Nos encontramos con 1250 monumentos declarados y muchos ellos degradados y casi todos ellos necesitados de una puesta en valor.
Este patrimonio es un puntal fundamental de nuestra identidad pero además una gran fuente de recursos. Y en la gestión del mismo necesitamos del apoyo de los políticos para tener los recursos para la puesta en valor. Para ello es fundamental el apoyo de la sociedad. Necesitamos hacer el patrimonio atractivo para todos, en especial para los jóvenes y es allí donde la tecnología tiene un papel fundamental.
La tecnología entonces contribuye en proyectos inclusivos que abarcan no solo la identificación, localización, caracterización y estado de conservación de los bienes que la Comisión de Monumentos debe tutelar sino que además contribuye en la comunicación y difusión de sus valores a través de información y datos que se difunden en distinto tipo de aplicaciones que la hacen accesible a todo tipo de usuarios (fig. 1).
En otros casos la tecnología contribuye con la puesta en valor de conjuntos de modesto valor material pero de valor patrimonial fundamentalmente histórico e intangible a nivel internacional como en el caso de Pueblos Históricos como las Colonias Judías de Avigdor y Moisés Ville, que entrañan el antecedente de organización social que se realizaría en el futuro Estado de Israel. La utilización de sistemas de realidad virtual inmersiva permiten la decodificación de los componentes tangibles y la apreciación de los valores históricos y culturales del lugar. (fig. 2 y 3).
De todas maneras, aquí se hace presente siempre el desafío de que la realidad virtual no reemplace a la materialidad. Por eso es muy importante en el campo del patrimonio cultural que estos sistemas, muchas veces con un énfasis demasiado lúdico, no vayan en desmedro del testimonio físico que debe ser conocido y revalorizado por los distintos estratos de la sociedad. El límite es muy borroso y escurridizo y así, por ejemplo, los mismos monumentos culturales o naturales son mediatizados por los visitantes para sí mismos y para las redes a través de las pantallas de los celulares tanto en la versión foto como la selfie. La tecnología compite allí y pareciera ganarle a la realidad. Es muy necesario calibrar el uso de la tecnología que muchas veces se transforma en un fin en sí misma. Así como el artista tiene que saber cuándo su pintura está lista y no pasarse. El restaurador tiene que saber cuándo la intervención ya está, cuándo el color ha sido reintegrado, cuándo se recupera la obra perdida. Y la gestión del patrimonio tiene que saber cuándo detenerse, y que la realidad virtual no reemplace lo material. La tecnología aparece hoy también como una herramienta privilegiada para agregarle valor de modernidad al patrimonio, para conectar lo antiguo con las generaciones hipertecnologizadas.
En otros casos la tecnología muchas veces resulta completamente invasiva y se sobrecargan los monumentos y los sitios tanto de información como de efectos, resultando en una verdadera degradación de la integridad y la autenticidad del monumento (fig. 4).
Desde otro punto de vista, la tecnología combinada con el talento puede contribuir a la recreación, resignificación y reapreciación de patrimonio consagrado. Y generar mayor atención a gran escala de diversos públicos. Tal es el caso de la instalación mediática reinterpretativa a gran escala de obras icónicas de Vincent Van Gogh realizada recientemente (fig. 5). En otros casos la tecnología es decisiva en la creación artística. Tal es el caso de la exposición de Leandro Erlich, que se exhibe contemporáneamente en Córdoba, quien trabaja gracias a la tecnología sobre la ambigüedad de la percepción creando situaciones poéticas (fig. 6).
Por otra parte sucede que el patrimonio cultural inmueble, como también el patrimonio natural, solo pueden ser aprehendidos, experiencializados, disfrutados por los visitantes a través del contacto directo con la estructura, el organismo, el espacio, en definitiva, la asimilación sinestésica completa de la materialidad y la espiritualidad del monumento.
Lo material es portador de una energía, de una mirada para todos lados, de un sentir el lugar, de respirarlo y eso la tecnología no lo da. La tecnología está aún lejos de reproducir, transmitir y hacer sentir todo ese bagaje tangible e intangible de ese patrimonio en toda su expresividad.
Podría decirse que hoy se plantea un elogio de la materialidad que evidentemente refleja algo de lo inmaterial que es la identidad cultural y también la identificación de cada persona con ese patrimonio. Son las acciones de conservación de lo tangible las que logran hacer que algo que estaba degradado se ponga en valor, que algo que estaba escondido salga a la luz, como en el caso del cine teatro La Piojera recientemente restaurado en la ciudad de Córdoba (fig. 7 Y 8).
En otros campos de la preservación del patrimonio, en cambio, la tecnología es una importante herramienta en la preparación de los proyectos de conservación y rehabilitación como así también de comunicación de los resultados esperados y de los procesos realizados, una suerte de creación de expectativas que conecta al monumento con la sociedad. Por otro lado, se ha avanzado mucho en los sistemas de relevamiento físico de los monumentos de una manera similar a los de materialidad de los organismos vivientes. Sin embargo, como en el campo de la medicina, aún no se ha logrado que la inteligencia artificial pueda procesar las detecciones de las patologías y establecer procedimientos e intervenciones de conservación y restauración. De la misma manera, tampoco puede determinar valoraciones ni de todo ni de las partes de un conjunto.
Resulta interesante señalar que la sede principal del CILE, el Teatro del Libertador General San Martín, es un notable ejemplo de integración de patrimonio y tecnología. En los dos últimos años, este Monumento Histórico Nacional fue objeto de un proyecto y una obra de restauración, renovación y puesta en valor donde se combinaron avanzadas técnicas. Así, por ejemplo, en la fase de proyecto, el relevamiento y el diagnóstico de éstas dieron precisión y aceleraron los tiempos (fig. 9). En el escenario se decidió conservar la maquinaria teatral original de madera y conciliarla con la nueva tecnología escénica. Y funcionan las dos de manera complementaria: algo único en el mundo (fig. 10). La tecnología permitió además acelerar los tiempos de obra para renovar la infraestructura y dar soporte al trabajo artesanal de las restauraciones, los tiempos lentos… (fig. 11). Y finalmente, esa tecnología se incorporó de manera potente y sigilosa en todo el tejido histórico del edificio para concretar las instalaciones de iluminación, sonido, seguridad contra incendios, datos, monitoreo. Esa talentosa conciliación entre patrimonio y tecnología fue llevada hasta la misma estrategia de comunicación de los valores del conjunto edilicio, del proyecto y de la obra, como así también de los resultados que han sido motivo de orgullo para los cordobeses y los argentinos (fig. 12).
Y esto se hizo en dos años, con conocimiento y talento se pudo conciliar patrimonio y tecnología. Y es un orgullo para los cordobeses y para todos los argentinos.