Cosmos y caos en la sintaxis mediática y el trabajo de la Academia Argentina de LetrasAlicia María Zorrilla
Miembro de Número y vicepresidenta de la Academia Argentina de Letras

El saber, que perjudica gravemente a la ignorancia, es una forma de la pasión, y esta, desde el punto de vista etimológico, implica ‘padecer’, ‘sufrir’. Sin duda, «duele» en el mejor sentido de la palabra; es un dolor gozoso, que va trazando el camino intelectual, siempre en busca de la belleza, en el que se involucra, de hecho, la espiritualidad, fuente creadora y regeneradora de reflexión y de valores. Pero saber las palabras no es lo mismo que saber acerca de las palabras, que navegar su savia, que explorar sus raíces, que propiciar su encuentro en oraciones distendidas a fin de que el mensaje sea claro, es decir, que transmita de manera cabal lo que se desea expresar.

Lamentablemente —y la Academia Argentina de Letras está siempre alerta al respecto—, se ha perdido el interés por hablar y escribir con cierto decoro. El uso de la lengua se deteriora en todos los ámbitos; la negligencia se renueva de continuo amparándose en un ilimitado y malentendido derecho a la libertad, que engendra el libertinaje y una cultura lingüística personalizada. Y los que lo hacen no sienten ningún sufrimiento, no toman conciencia de que —como bien dice Salvador Gutiérrez Ordóñez— es «el centro de la cultura», una asignatura de todos, no solo de los profesores de Lengua. A pesar de su indiscutible protagonismo, pues sin palabras no somos, su cuidado ocupa el segundo, el tercero o el cuarto lugar en la escala axiológica de muchos hablantes, que, evidentemente, dedican poco tiempo al trabajo del espíritu, que, según el filósofo francés Jean Guitton, moviliza nuestras profundidades y da orden interior.

Una de las preocupaciones de la Academia Argentina de Letras es, pues, la indiferencia con que se habla y se escribe en los medios de comunicación (radio, televisión, Internet), precisamente, porque ya no se usa una sintaxis fluida, sino inconclusa, quebrada —«con fractura expuesta», diría un médico—, que ni salvan los puntos suspensivos, y, por eso, muchas veces, al decir y al escribir mal, cuando se eligen sin propiedad las palabras, se mutilan los significados o se duplican para que el oyente y el lector elijan el que más les convenga o entiendan lo que deseen. En síntesis, no se repara en que el mensaje debe ser limpio, transparente, llano. Por esta causa, consideramos que no hay soledad más grande que la de la belleza lingüística.

No es raro que, en los zócalos televisivos, aparezcan noticias truculentas, mientras, en silencio, el periodista que conduce el programa se expone ante las cámaras mirando fijamente como si, futuro protagonista de la masacre, promocionara «sus servicios» o confesara sus intenciones: «Mato a seis personas. Tambien asesino a su suegra», o bien «La asalto, la ato y la violo». Más aún: «Ultimo momento. Unico medio donde se encontro el cadaver de la niña».1 La ausencia de tildes, esas pobres condenadas injustamente al destierro en la isla de la opaca ignorancia, transforma, distorsiona la denotación de los mensajes. Además, la necesidad competitiva de ser el primer medio en comunicar la noticia para tener el máximo índice de audiencia lo compromete con el crimen que no se cometió allí, aunque el pronombre relativo donde así lo indica. ¿En cuántos otros medios podía haber estado un mismo cadáver?

En su obra La civilización del espectáculo, Mario Vargas Llosa dice que se ha sucumbido a la frivolidad. Cuando uno se refiere a una persona frívola, la califica de ‘insustancial y veleidosa’; y si se piensa en una cosa frívola, de ‘ligera y de poca sustancia’ y hasta de ‘sensual’. El escritor peruano advierte en esa palabra «una connotación más compleja»: «La frivolidad —dice— consiste en tener una tabla de valores invertida o desequilibrada en la que la forma importa más que el contenido, la apariencia más que la esencia y en la que el gesto y el desplante —la representación— hacen las veces de sentimientos e ideas. […]. Eso es la frivolidad, una manera de entender el mundo, la vida, según la cual todo es apariencia, es decir, teatro, juego y diversión».2 Sin duda, en esta sociedad seudocomunicada del siglo xxi, algunas palabras, convertidas en cosas, vaciadas poco a poco de lo estético y de lo ético, han perdido su cultura, su fortaleza semántica, su rigor sensible, y padecemos gradualmente su decadencia y su insustancialidad. El que habla o el que escribe no se compromete con lo que expresa; practica una indiferencia relajada; no se responsabiliza de lo que dice; deprecia gradualmente el placer de la palabra bien dicha en el contexto que le corresponde:

Brinde a sus televidentes, de manera rápida y exacta, el clima local que desean ver.3

Aunque la oración no está exenta de cierta cortesía, ningún meteorólogo podrá «brindar» un clima tropical, árido, templado, frío o continental, ya que esta voz denota ‘conjunto de condiciones atmosféricas que caracterizan una región’. Además, el clima no se ve ni se toca; se disfruta o se padece.

Sin duda, hay palabras que nos maltratan y palabras maltratadas, como las que aparecen en la traducción de una película:

Tenemos un cadáver que murió dos veces.4

La palabra cadáver debe de tener una atracción especial, pues muy pocos se resignan a concederle el real significado de ‘cuerpo muerto’ y le asignan el de ‘cuerpo vivo’.

Los ejemplos periodísticos, publicitarios, de carteles indicadores corroboran la sentencia: «… nunca por dulces dejaron de matar los venenos».5 Así lo demuestra el siguiente titular:

Toman rehenes en una iglesia y degollan al cura.6

El diario que lo publicó y otros diarios tuvieron la valentía de usar mal el presente de indicativo del verbo degollar. El ejemplo corrobora que ya ni los verbos irregulares gozan en paz de su irregularidad.7 Los más inseguros usaron con prudencia el pretérito perfecto simple de indicativo (degollaron); otros prefirieron evitarlo y emplearon matan, asesinan y hasta decapitan. Por supuesto, no es lo mismo un degüello (‘acción de cortar el cuello’) que una decapitación (‘acción y efecto de cortar la cabeza’). El periodista se sintió acorralado por la duda verbal y escribió lo que consideró más espeluznante, sobre todo, porque primero la noticia rezaba: «… toman iglesia con cuchillos», y, luego, el degüello se llevó a cabo «con una espada». Los «efectos especiales» transformaron las armas como en las películas.

Leamos más celebridades sintácticas:

Todos los fines de semana estamos haciendo accidentes.8

Atentaron contra la tumba de alguien que ya estaba muerto.9

En el Tigre, la vegetación abunda en abundancia.10

Lo vi con una entonación especial.11

Señor Pasajero:
Si no conoce el importe de su pasaje, pregunte al chofer hasta dónde viaja.12

No lamentamos la pérdida de víctimas fatales.13

No sé si a vos te empieza a llover.14

¿Cómo están los daños?15

Balas de goma, camiones hidrantes y piedrazos alrededor del Congreso mientras se trataba la reforma provisional.16

Por favor no pasar
Si no sabe leer pregunte en Boletería
Los Cocos Park. Gracias.17

Pelucas para mujeres permanentes e indetectables.18

El último rinoceronte blanco del norte macho que quedaba en el mundo, llamado 'Sudán', fue sacrificado este lunes tras agravarse significativamente la enfermedad que sufría desde hace varias semanas…19

La jueza de San Martín se arroja la facultad de hacerlo.20

La economía va a seguir continuando creciendo.21

Después de leer estos ejemplos, nos damos cuenta de que, a veces, las palabras se convierten en una mueca intrascendente en el reinado de las máscaras; el desorden sintáctico es parte del teatro, del juego y de la diversión, un juego que, como dice Fernando Savater, es metáfora de la vida. Nosotros agregamos: metáfora del desconcierto en que se vive. Tal vez, las consignas de esta decadencia lingüística de vanguardia sean las siguientes: no hacer esfuerzos ni sacrificios; no preocuparse; no sentir angustia y, sobre todo, no pensar para no llegar a la cumbre de uno mismo. En síntesis, ser para nada o para poco, vivir para la superficie. ¿Es esa la felicidad que buscan las personas del nuevo siglo, que corren, pero nunca llegan; que leen, pero les cuesta comprender lo que leen; que hablan, pero, cuando lo hacen, parece que tratan de esquivar baches porque pocas veces son capaces de expresar una oración completa?

Hoy se ve, pero no se mira ni se desea mirar; se oye, pero no se escucha, o solo se escuchan a sí mismos quienes caminan con el celular en la mano, como diciendo «¡aquí estoy!», «¡existo!», y, cuando escriben «mensajitos», los rematan con un económico y fugaz «tqm», que no es abreviatura ni símbolo; parece que da pudor decir con todas sus letras «te quiero mucho». Se descree, pues, del valor de la intelectualidad, y se rinde culto adictivo y arrollador al teléfono celular, una extensión de la ansiedad que genera hasta el no saber aburrirse. Se evita el diálogo profundo, eclipsado por el monólogo circunstancial, por la necesidad de decirse, de contarse, de mostrarse, en fin, de desnudarse ante los demás para ser más visible, a fin de no ser olvidado ni un instante. Dice el filósofo noruego Jostein Gaarder que se ha fundado «una sociedad de la autopresentación, de la autopromoción», en la que cada uno sigue su «Facebook con más interés que el destino de las víctimas del cambio climático o de cualquier desastre».22 Sin duda, el centro de atención es, sobre todo, uno mismo. Nada más abrumador que el aburrido aburrimiento de aburrirse. Como se advierte, la cacofonía intencionada de esta última oración resume o trata de interpretar el quid de los nuevos días. La vida transcurre, pues, frágil del otro lado de la frontera, entre largos etcéteras; signos de exclamación desbordantes, que pocas veces se abren porque la admiración o el asombro ya no son tan completos, y extensos espacios en blanco que cubre con tristeza el vocablo nada, fiel comodín de la pobreza verbal, tan vacío de todo (Nada… que nunca entiendo nada, es como un don… nada…), y la proliferación elefantina de adverbios en -mente, como absolutamente, ciertamente, llamativamente, maravillosamente, profundamente, totalmente, que lentifican la redacción hasta el tedio. Las palabras apenas caben entre aquellos, casi asfixiadas, prisioneras de anacolutos tiranos o ahorcadas por comas espurias. En general, muchas veces, lo que se escribe no tiene cuerpo, sino huesos descoyuntados:

En la mañana de hoy el secretario de Obras Públicas Eduardo Ortiz, se acercaron a los barrios 40 y 50 viviendas, donde el personal de Servicios Públicos realiza la colocación de ripio en las calles internas de los barrios.23

Recién a los dos kilómetros, cuando chocó contra dos autos y una camioneta en la que dos personas resultaron heridas con 1,26 de alcohol en sangre, su entorno y la Policía ataron cabos sobre esa noche de celos y furia de la que hablan todos en los countries de Pilar.24

Dos mujeres y dos hombres, todos mayores de edad fueron puestos a disposición de la Justicia Federal como así de más de medio millón de pesos y varios elementos vinculados con la causa.25

Se infringe el significado de los verbos, que anclan en el presente, siempre en el presente, aunque se relacionen con un pretérito perfecto simple (Por ello, rápidamente dos funcionarios policiales quienes de forma profesional lograron persuadir y evitar que esta persona tome esa drástica determinación logrando contenerlo);26 los gerundios, siempre de fiesta, escapan de sus normas y prefieren alegremente la posterioridad; las preposiciones se ubican donde la suerte las lleva; los adjetivos vacilan, no se sabe si deben ponerse delante o detrás de los sustantivos; el expresivo Hola!!!!!! es el cibersaludo constante junto al nombre del destinatario, por supuesto, sin coma que los separe para destacar el carácter de vocativo del nombre propio, tanto es así que parece el primer nombre de pila de mucha gente (Hola Jimena! Estás bien? Escribime pronto); y, después, la necesidad imperiosa de que responda en breve el que lo recibe, lo más rápido posible, con errores o sin estos, pues el desasosiego carece de paciencia y vive en el destiempo. El contestar con la celeridad requerida se premia, en general, con un exultante «gracias amiga!!!», que rebosa las letras que lo componen y expulsa, otra vez, la coma.

Se advierte la masificación ya no solo en los peinados o en la ropa, sino también en el uso de la puntuación y de las palabras. La coma intrusa entre sujeto y predicado gana adeptos sin esfuerzo —los descansos sintácticos, ¡son tan necesarios!—, y la que acompaña la fórmula de saludo final en las cibercartas convierte al que las envía en su propio destinatario mediante el uso vocativo de la firma: Un beso grande, Marta; Te mando un cordial saludo, Federico. Por lo tanto, lo que quiere ser una cortesía se convierte, por influencia extranjera o por falta de discernimiento, en un acto de narcisismo o excesiva complacencia en sí mismo.

Desde otro ángulo, la elección del léxico que hace el hablante actual corrobora nuestra afirmación inicial y responde a los tres sustantivos destacados por Vargas Llosa en su valioso ensayo: teatro, juego y diversión. Etimológicamente, la palabra teatro proviene del griego y denota ‘lugar para contemplar’. La necesidad de un escenario y de una audiencia crea el clima propicio para decir y mostrarse; más aún, para sentirse acompañado porque la soledad atemoriza. Se relacionan con este punto vocablos como absolutamente, actitud, diversión, divertido, épico, escándalo, espectacular, hacer, teatro, histriónico, increíble, maravilloso, terror. El adverbio absolutamente se emplea para la afirmación enfática y para negar algo con vehemencia; de acuerdo con su significado (‘en absoluto’), no siempre se usa bien, sino casi como un pleonasmo:

La respuesta a esta pregunta es que es absolutamente cierto.27

No, no hay absolutamente ninguna duda.

—¿Estás sola?
—Absolutamente.

En este último ejemplo, no sabemos si quiere decir o no.

Se emplean con asiduidad voces como bizarro, literal; mal, con el significado de ‘excelente’; pánico; turbio:

—Estoy muerta, mamá. ¡Literal!
—Pero si estás viva… ¿qué estás diciendo?

—¿Cómo te fue en el examen?
—¡Mal! ¡Aprobé!

También yo he visto que vienen tiempos turbios, porque hoy el mundo está lleno de hombres turbios28

La muletilla dale, verdadero tic lingual, se usa con múltiples significados; para muchos es un «sí», pero «con onda»:

—Pasemos a la siguiente noticia.
—Dale.

Llama la atención la búsqueda de voces ponderativas, como el adjetivo épico (del griego épos ‘palabra, poema, historia’), a veces, usado como sustantivo —‘relativo a la epopeya, a la poesía heroica’; ‘grandioso o fuera de lo común’—, que surge en sintagmas aparentemente desafortunados; y decimos aparentemente porque el hablante los carga de una intensidad especial, que no siempre responde a las acepciones del Diccionario académico: «La gente se va a encontrar con el momento más épico de la historia de la banda…»;29 «Le preguntaron por sus debilidades en una entrevista de trabajo y su respuesta fue totalmente épica: “el pastel de choclo”»;30«Maestra humilló de manera épica a la mamá de un alumno»;31 «Es una tormenta de fuego de proporciones épicas»;32 «Le pedían épica, y entonces, cuando los nervios y la tensión parecían ganar la partida, encontró uno de esos goles que, de tan raros e inesperados, se llenan de belleza».33 Se habla de «la locura épica de don Quijote» y de «una carne asada épica»; «El fútbol es arte y épica»; «La vida épica de Michelangelo Buonarroti»;34«Vivir es pura épica».35 También hay épicas bromas; épicas respuestas; épicos puñetazos; errores épicos; fiestas épicas; granizadas épicas; rodillazos épicos; nocauts épicos y hasta besos épicos en la épica intimidad. En otras ocasiones, tiene casi valor literario:

Un viaje épico habla de un viaje grandioso, maravilloso, lleno de lugares de leyenda, aventuras, etc.36

Relacionamos también el vocablo juego —se juega cuidando los descuidos— con el teatro y, metafóricamente, con la construcción de oraciones inconclusas, cojas, como la siguiente prótasis concesiva:

Aun cuando estos científicos se suman a los muchos otros que en el tiempo han tratado de demostrar que esto es falso.37

o con el uso dislocado de algunos verbos («¿*Me compartís los caramelos?»; «¿*Me colaborás con vestir a Vicentito mientras termino el trabajo?»).

El sustantivo diversión procede del latín y alude al ‘apartamiento’, a la ‘desviación’, a la necesidad de desapego y a la manifestación de desagrado. Implica un rechazo —a veces, inconsciente— de la realidad que se vive, un estado de inconformismo permanente y, muchas veces, inexplicable, y el pasaporte a la búsqueda obstinada de otredad, de ser otro, aunque sea durante poco tiempo, y de otro hábitat:

En lo personal hace que sea muy divertido tocar, porque todo el tiempo vamos cambiando, se plantean otros desafíos…38

Por eso, se habla de adrenalina divertida; aperitivo divertido; funeral divertido; pañales divertidos; pelucas divertidas; tomates divertidos; velorio divertido; zapatillas divertidas. No pocos consideran que la diversión se ha erigido en norma, como si esta palabra tuviera el poder de transformarlo todo.

En síntesis, el cosmos, que es ‘orden y armonía’, se convierte, a veces, en caos, que es ‘desorden, abismo, lugar vacío’, para caracterizar la sintaxis mediática, oral y escrita, de nuestros tiempos.

Ante la realidad descripta, la Academia Argentina de Letras tiene, pues, como misión preservar el buen uso de la lengua española procurando que se cumplan las normas que rigen su correcta expresión oral y escrita. Por eso, a través de su Biblioteca, pone a disposición de todos obras gramaticales y lexicográficas actualizadas; desde el Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas, responde, por teléfono o por escrito, a las consultas de los hablantes que todavía creen en que la lengua es un bien que debe cuidarse porque significa su identidad y del periodismo, que solicita con frecuencia entrevistas por el asombro que le despiertan las novedades léxicas que van incorporándose en el Diccionario académico. La Academia trabaja y seguirá trabajando intensamente para concienciar a los hablantes acerca de que las palabras deben habitarse como obras de arte que contienen la belleza esencial del mundo, pues ellas también nos habitan.

Bibliografía

  • Bauman, Zygmunt, El arte de la vida. De la vida como obra de arte. Traducción de Dolors Udina, Buenos Aires, Paidós, 2009.
  • Giraldo Patiño, Paula Andrea, «El vacío existencial y la pérdida del sentido de vida en el sujeto posmoderno: retos para el cristianismo del siglo xxi» [en línea]. http://www.scielo.org.co/pdf/cteo/v41n96/v41n96a08.pdf.
  • Guitton, Jean, Aprender a vivir y a pensar. Breviario del hombre moderno. Traducción de María Angélica Bertho Esteves, Buenos Aires, Editorial y Librería Goncourt, 1968.
  • Gutiérrez Ordóñez, Salvador, Del arte gramatical a la competencia comunicativa. Discurso leído el día 24 de febrero de 2008 en su recepción pública, Madrid, Real Academia Española, 2008. En este trabajo dice: «Si nadie pone en duda la necesidad de conocer la estructura de una catedral gótica, ¿no hemos de estudiar el entramado de la más hermosa catedral que haya construido jamás el hombre, el lenguaje?».
  • Lipovetsky, Gilles, La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo, 3.ª edición, Barcelona, Editorial Anagrama, 1988.
  • Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, Diccionario panhispánico de dudas, Madrid, Santillana Ediciones Generales, 2005.
  • Nueva gramática de la lengua española, Vols. I-II, Madrid, Espasa Libros, 2009.
  • Ortografía de la lengua española, Madrid, Espasa Libros, 2010.
  • Vargas Llosa, Mario, La civilización del espectáculo, Buenos Aires, Alfaguara, 2012.
  • Zorrilla, Alicia María, Diccionario gramatical de la lengua española. La norma argentina, Buenos Aires, Academia Argentina de Letras, 2014.
  •  —Diccionario normativo del español de la Argentina, Buenos Aires, Editorial del Colegio de Traductores Públicos de la Ciudad de Buenos Aires, 2018.

Notas