La lengua indómita1Perla Suez
Escritora (Córdoba, Argentina)

Me gustaría que en este Congreso intercambiemos ideas aceptando nuestras particularidades y diferencias, con una escucha activa y sobre la base del respeto a nuestras autonomías.

Me pregunto qué valor tiene seguir hablando de «comunidad iberoamericana» en relación con la lengua, y si acaso es posible determinar a ciencia cierta el futuro de un idioma cuando la lengua es indómita y escurridiza. Entonces, ¿tiene sentido hablar del futuro iberoamericano del español?

No sería más interesante pensar desde dónde vamos a discutir la lengua. Lo valioso sería partir de nuestras particularidades y modos únicos de cada comunidad, porque toda intención de homogeneizar y uniformar la lengua ha sido y es un despropósito. Creo que tenemos que pensarnos desde las múltiples comunidades en cada territorio haciendo uso de la lengua.

Sabemos que cada comunidad pone en cuestión las palabras, en el habla y en todos sus usos, circulan, se mueven y en cada territorio van tomando un cuerpo diferente, por eso vuelvo a preguntarme qué sentido tiene pensar en un futuro de la lengua española dentro de la «comunidad iberoamericana». Tengo la convicción de que sería uniformar e invisibilizar las riquezas que caracterizan a cada territorio.

Prefiero profundizar en la comunidad de personas que en el hacer están todo el tiempo resignificando y construyendo un espacio propio donde comparten, reconocen sus diferencias y semejanzas e incorporan prácticas y saberes.

En Argentina, por ejemplo, todos los intentos de uniformar la lengua castellana no funcionaron, ya desde la generación del 37 con referentes como Domingo Faustino Sarmiento y Esteban Echeverría. Echeverría decía que había que crear otro sistema de conversaciones distinto a cómo se hablaba en España. Más adelante, el doctor Américo Castro, en el libro La peculiaridad lingüística rioplatense y su sentido histórico 2 de 1941, le cuestiona a Jorge Luis Borges la inclusión en su escritura del lunfardo y otros argentinismos. A lo cual Borges, con ironía y humor responde contundentemente en «Las alarmas del doctor Américo Castro»,3 oponiéndose a las pretensiones de uniformar el idioma de los argentinos. Precisamente eso que le critica Américo Castro es parte esencial de la originalidad de la escritura de Borges.

Muchos años antes, en El idioma de los argentinos de 1928, Borges se refiere a nuestro modo de hablar y dice: «Pienso en Esteban Echeverría, en Domingo Faustino Sarmiento, en Vicente Fidel López, en Lucio V. Mansilla, en Eduardo Wilde. Dijeron bien en argentino: cosa en desuso. No precisaron disfrazarse de otros ni dragonear de recién venidos, para escribir. (…) El que no se aguaranga para escribir y se hace el peón de estancia o el matrero o el valentón, trata de españolarse o asume un español gaseoso, abstraído, internacional, sin posibilidad de patria ninguna».4

Mi deseo es seguir preservando y fortaleciendo la autonomía de la lengua que hablamos, no perder las distorsiones, los regionalismos y los localismos en el campo del idioma. Considerar y poner en valor esta pluralidad es atrevernos a imaginar otros mundos posibles y animarnos a habitarlos. La lengua es un espacio de disputa, no es sólo una cuestión gramatical o lingüística, las definiciones en torno a ésta son una cuestión política y social.

Mi esfuerzo apunta al trabajo con las palabras como una experiencia de poner en tensión el idioma de los argentinos y sus sentidos, abordando lo desconocido, lo diferente, lo oculto, lo ignorado, para concebir otros modos de vincularnos con la lengua y el mundo que nos rodea.

Desde mi oficio de escritora, intento acercarme a personajes y territorios invisibilizados buscando otros modos de escribir la historia que me contaron, pretendiendo romper con el imaginario que nos hicieron creer.

Por ejemplo, en mi novela El país del diablo, la protagonista es Lum, una niña mapuche que acaba de perder a toda su comunidad tras ser asesinada por soldados del ejército argentino. Para ponerme en la piel de Lum necesité leer mucho. Tuve que ir en contra de lo que me habían contado sobre la campaña del desierto, profundizar y entrar por los intersticios que el relato oficial sobre civilización y barbarie nos dejó. No fue fácil entender la cosmovisión de Lum, intenté acercarme a ella respetuosa y atentamente en un procedimiento arriesgado. El riesgo estaba en que desde mi mirada occidental yo vaciara de sentido al personaje, espero eso no haya sucedido.

(…) Yo, Lum Hué, que llevo el número cuatro en mi elemento, el cuatro que es sagrado porque indica la división del universo, el descanso, la lluvia, el tiempo de brotes y de abundancia, también las divisiones de la gente en la tierra y el sol que está en la noche. Tengo la fuerza de una laguna escondida ente otras dos y por eso mi elemento es el agua. Hace catorce años que estoy en esta tierra fértil y en este día seré machi…5

Creo febrilmente que nuestro rol como trabajadores de las palabras es cuestionarnos todo el tiempo, dar vuelta a lo que ya conocemos, y en este sentido, los circuitos alternativos de circulación de la cultura van por ese camino, más que ningún otro ámbito, inclusive están regenerando constantemente la forma de hacer y vivir la cultura.

En este territorio existen espacios de reflexión permanente que lo están resignificando todo. Escritores y editoriales independientes que trabajan por fuera de los grupos editoriales concentrados y generan talleres, ferias, nuevas formas de distribución del libro, librerías y espacios de la literatura que con otros modos van por otros circuitos calando hondo.

En relación con la importancia de estas formas de hacer, el editor y escritor Damián Tabarovsky dice: «Si no existieran las editoriales independientes no existiría más en Argentina la traducción al castellano con inflexión rioplatense, desaparecería esa extraordinaria tradición y solo leeríamos las traducciones españolas, determinadas por decisiones económico-estéticas de orden corporativo y gerencial».6

Con otras improntas estos colectivos están generando nuevas lógicas, nuevos modos profundamente diferentes de compartir el mundo. Son imposibles de detener y quizás en su nuevo imaginario estén los indicios para entrever las derivas que tomará la lengua castellana.

Como ya dije, la lengua es un espacio de disputa y es necesario escuchar otras voces y mirar otros cuerpos. Tenemos que habitar esos espacios alternativos, prestarles atención, aportar desde lo que cada uno sabe, nombrarlos y hacer correr la voz.

Espero que en el futuro, estos fuegos encendidos puedan iluminar cada vez más lejos.

Nosotros tenemos que seguir generando nuestros propios encuentros para discutir y pensarnos desde cada una de nuestras comunidades, para fortalecer la autonomía del idioma que hablamos y nuestra identidad.

Entonces, en el futuro deberíamos encontrarnos desde las autonomías para poder construir y proponer.

Confío en que recuperando y respetando las diferencias vamos a enriquecer nuestro intercambio y así seguir debatiendo y pensando la complejidad de la lengua castellana, en cada una de las comunidades que habitan los diferentes países.

Sé que no digo nada nuevo, pero creo que hay que seguir diciéndolo.

Notas

  • 1. Parafraseando el título del libro de Graciela Montes: La Frontera Indómita. En torno a la construcción y defensa del espacio poético. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1999. Volver
  • 2. La peculiaridad lingüística rioplatense y su sentido histórico. Américo Castro, Buenos Aires, Losada, 1941.Volver
  • 3. «Las alarmas del doctor Américo Castro», incluido en el libro Otras inquisiciones. Jorge Luis Borges, Buenos Aires, Emecé, 1960. Volver
  • 4. El idioma de los argentinos. Jorge Luis Borges, Buenos Aires, Alianza editorial, 1928. Volver
  • 5. Fragmento de El país del diablo (pp. 17-18). Perla Suez, Buenos Aires, Edhasa, 2015. Volver
  • 6. Fragmento de «La lengua se compra y se vende», Damián Tabarovsky. Nota publicada en El País, edición del 13/01/2019.Volver