Cuando logró la independencia después de la Segunda Guerra Mundial, Corea no se distinguía mucho de los otros países recién nacidos en Estado menesteroso. Además, durante los tres años de la Guerra de Corea (1950-1953), el país quedó casi totalmente destruido. El actual desarrollo económico que ha alcanzado Corea del Sur, pues, es un logro excepcional, que puede explicarse por varios factores de distinta naturaleza. Uno de estos será, sin duda, el afán fervoroso por la educación que tradicionalmente caracteriza a su pueblo.
En efecto, los recursos humanos de alto nivel han sido decisivos en el resurgimiento de este pequeño país asiático, falto de recursos naturales de gran valor. Durante todo este tiempo, también ha sido, y sigue siendo, esencial el aprendizaje de un idioma extranjero, el inglés, para el pueblo coreano. El inglés es una de las asignaturas más importantes en los cursos del colegio. A la hora de buscar el trabajo, el dominio de este idioma es una condición casi indispensable en la mayoría de los campos. La pasión por el inglés se explicaría por la situación en que se encuentra el país: Corea tiene que buscar contactos permanentes con los mercados internacionales para sus productos. Por cierto, no faltaron voces que pedían prestar mayor atención también a otros idiomas extranjeros, pero el predominio del inglés ha sido absoluto.
En la educación pública de Corea, la presencia del español ha sido muy escasa. Durante mucho tiempo, el inglés fue sinónimo de la lengua extranjera en Corea y aún sigue siéndolo para muchas personas. Mientras tanto, la enseñanza de las otras, llamadas «segundas lenguas extranjeras», se encontraba relegada a un plano accesorio.
Las segundas lenguas extranjeras son asignaturas optativas en la Prueba de Competencia Académica para la Universidad, pero pocos alumnos las eligen para examinarse. Aparte de la importancia otorgada al inglés, sería muy arriesgado optar por una asignatura que lleva poco tiempo aprendiendo en el bachillerato, mientras que las otras asignaturas de la Prueba las vienen estudiando desde la escuela primaria.
De todos modos, el Gobierno tiene establecidas unas directrices orientativas para la educación del bachillerato, que obligan a incluir una de las segundas lenguas extranjeras en los programas de estudio. De esta manera, cada escuela elige un idioma que enseñar y normalmente la elección se hace de acuerdo con la preferencia de los alumnos.
Según la estadística del 2018, un 53,8 % de las escuelas optaron por el japonés y otro 41,6 % optaron por el chino, llegando así al 95 % de los alumnos de bachillerato que han aprendido estos dos idiomas. Ocupa un tercer lugar el francés con una porción de 2,6 %, y el cuarto, el alemán con un 1,2 %. El español ocupa el quinto lugar con solo un 0,7 %.
La abrumadora preferencia por el japonés y el chino se explicaría por dos razones. En primer lugar, la cercanía de la tradición cultural y la relativa accesibilidad idiomática: muchas palabras coreanas comparten su etimología con los vocablos chinos; el japonés, a su vez, tiene un orden muy parecido al del coreano de la construcción sintáctica. En segundo lugar, también son un factor importante las relaciones tanto comerciales como sociopolíticas que tiene el país con estos vecinos de relevante peso en el ámbito internacional.
Por otra parte, la preferencia del francés y el alemán frente al español se debe probablemente a la imagen que se ha tenido de estos países durante mucho tiempo en Corea. Es decir, Francia o Alemania vienen considerándose potencias mundiales y España, un país más bien «exótico». De todos modos, la cuota de estas tres lenguas es tan pequeña que no tiene mucho sentido hablar de prioridad entre ellas. Además, como queda dicho más arriba, en el bachillerato las segundas lenguas extranjeras son como asignaturas extras que apenas tienen cabida en las pruebas para entrar en la universidad. Por lo tanto, es en la universidad donde se realiza el contacto y la enseñanza seria del idioma español.
En Corea es muy importante el prestigio de la universidad en la que uno se educa. A uno le marca y le clasifica casi por toda la vida el rótulo de la universidad donde se gradúa: el nombre de la universidad de procedencia es una etiqueta indeleble de una persona. Se diría que los 12 años de estudios preuniversitarios tienen un solo fin: entrar en una buena universidad.
En este ambiente de dura competición, existe naturalmente una tabla de preferencias por unas carreras. Mientras que el ranking de las universidades no varía mucho, la preferencia de carreras sufre variaciones con el tiempo. Como es de esperar, la posibilidad de encontrar un buen trabajo es el elemento que decide la preferencia hacia unas u otras carreras universitarias. Últimamente muchas universidades coreanas se han mostrado muy sensibles a las tendencias del mercado del trabajo: por una parte, instalan nuevos departamentos como, por ejemplo, el Departamento de Estudios Inmobiliarios o el de Juegos Digitales; por otra parte, van cerrando algunos departamentos con largos historiales como el de Filología Alemana o Filología Francesa.
En el caso del español, se puede decir que goza de buena salud. Antes, durante mucho tiempo, fue visto como el idioma de un país lejano y algo pintoresco, país del extrovertido Don Quijote o del apasionado baile flamenco. Hasta el año 1980 hubo en Corea una sola universidad que tenía la carrera de Filología Hispánica. Pero, a partir de ese año, varias universidades empezaron a ofrecer la carrera de español: nueve universidades en la década de los ochenta y otras cuatro universidades en los años noventa. Así, al término de la década de los noventa, el país llegó a contar con unas catorce universidades que disponen de la carrera de lengua española y su cultura. En 2013 a estas se ha sumado una ciberuniversidad. Además, una treintena de universidades ofrecen a sus alumnos cursos de español elemental como asignaturas optativas en su programa de educación de cultura general.
La atención al español ha aumentado de acuerdo con el interés creciente por el mercado hispanoamericano. La expansión de la enseñanza del español en las universidades se inicia cuando las empresas coreanas se fijan en el mundo hispánico como mercado atractivo. Ahora, entre las carreras de lenguas extranjeras, la del español es una de las que gozan de mayor popularidad. Se presentan, por ejemplo, al examen DELE un número considerable de alumnos cada año. Cuando se implantó el DELE en 1991, se presentaron a la prueba 10 candidatos; en el año 2000, se presentaron unos 408; en el 2018, se llegó a la cifra de 2302 candidatos, número que iguala al de Japón y supera al de las Filipinas.
Esto significa, naturalmente, que los estudiantes de español tienen mejores ofertas de trabajo y, por otra parte, que deben tener notas altas en el bachillerato para optar por esta carrera. Quizá no amenaza el puesto privilegiado del inglés, pero aumenta el número de universitarios que quieren estudiar español como su segunda especialidad, incluso entre los alumnos de Filología Inglesa.
Ahora bien, hay que anotar un pequeño cambio que se observa últimamente en los programas de estudio. Las universidades coreanas pretenden ampliar las asignaturas de estudios regionales que tratan de la situación económica y política del mundo hispánico. Por consiguiente, las clases del idioma se ven obligadas a ser reducidas considerablemente. Esto se basa en el juicio de que las empresas necesitan de los recursos humanos con conocimientos sociopolíticos de la zona y de que el manejo del idioma es secundario. Pero este criterio puede resultar peligroso porque para conseguir información puntual de la zona es necesario que uno esté equipado de una buena capacidad lingüística. Asimismo, debería reconsiderarse la reducción de las clases de la lengua, puesto que la mayoría de los alumnos se ponen en contacto con el español por primera vez en la universidad.
Ya hemos dicho que el interés por el español parece haber llegado ahora a un nivel nunca antes visto. A ello han contribuido varios factores, aparte de la búsqueda de mercados comerciales de las empresas coreanas. Entre ellos, se destaca el aumento del interés por la cultura del mundo hispánico. Durante los años de su modernización y crecimiento económico, en Corea se importó y se implantó mayormente la cultura y estilo de vida occidental, o sea el estilo americano, como ocurrió en muchas otras partes del mundo. Después, al alcanzar el país cierto nivel económico, los ciudadanos empezaron a abrir los ojos a una visión más amplia y diversificada de la vida. Aunque nunca llegaría a reemplazar a las influencias predominantes anglosajonas, se va extendiendo el afecto por la cultura latina. En este contexto, también cabe mencionar el entusiasmo por la Primera Liga de fútbol española o por los jugadores de origen hispánico.
También ha contribuido a dicho fenómeno el éxito del hallyu (popularidad de las músicas, películas y telenovelas coreanas en distintas zonas del mundo) en el continente hispanoamericano. Es decir, la gente presta atención, a su vez, a la zona cuyo pueblo muestra interés por sus productos culturales.
Sin duda, el boom de los viajes al extranjero está favoreciendo también la difusión del español en Corea. Últimamente muchos coreanos viajan al extranjero y uno de los destinos preferidos es España. Sobre todo, el Camino de Santiago está muy de moda entre los coreanos, y muchos dicen haber aprendido el español elemental para recorrer el Camino.
Por otra parte, para los coreanos España se ha percibido desde siempre como una tierra exótica del vivir apasionado, fruto de la imagen fraguada sobre todo en la literatura romántica. A esta singular imagen atractiva, idónea para seducir a los turistas, se ha sumado una serie de programas de televisión coreanos que se rodaron en España. Por ejemplo, justo en este momento está cosechando un gran éxito de audiencia el programa titulado Albergue español, una especie de reality show con tres actores famosos que han abierto un albergue en la ruta del Camino de Santiago.
Antes se hablaba de la diferencia entre los coreanos y japoneses en sus motivos para aprender español. Mientras que los primeros lo hacían más bien por motivos prácticos o comerciales, en el caso de los segundos eran muchos los que lo hacían por interés personal o como aficionado. Ahora esa diferencia se ha reducido bastante, si no ha desaparecido.
Con todo ello, no será muy aventurado afirmar que el español tiene un mejor futuro en este país asiático. Con un poco más de atención y esfuerzos por parte de las autoridades españolas, se podrán cosechar frutos muy beneficiosos no solo en en el terreno lingüístico-cultural sino también en el económico-político.
En todo caso, tampoco debe olvidarse que el futuro no es del todo de color de rosa. Las empresas coreanas tienen que afrontar una dura competición con las chinas, por ejemplo, en todo el mundo. Si ellas perdieran el mercado hispanoamericano, no van a necesitar de los recursos humanos preparados lingüísticamente para la región. Es necesario que busquemos el modo de sobrevivir o convivir con estos competidores. También deben buscarse las vías de aumentar o, por lo menos, mantener las horas de enseñanza en distintos niveles de educación, y en especial en las universidades, verdadero eje propulsor de la difusión del español en Corea.
Para ello, se necesitará una colaboración aún más fluida y abierta entre los centros docentes coreanos y las autoridades correspondientes del mundo hispánico como el Instituto Cervantes o las delegaciones diplomáticas en Corea. Corea cuenta con un Aula Cervantes en Seúl y su apertura ha resultado un gran éxito, visto el número creciente de los candidatos al examen DELE. Sin embargo, a nuestro entender, el Aula deberá ir ampliando sus actividades en otros terrenos, y no limitarse solo a administrar el DELE u ofrecer unos cursos de idioma. La Asociación Coreana de Hispanistas está permanentemente abierta a dialogar y ayudar a cualquier institución para promover la difusión del español en este país dinámico y entusiasta. Así estamos seguros de que la pronta apertura de un Instituo Cervantes en Seúl resultará muy beneficiosa tanto para España como para Corea.