Presencia y desarrollo del judeoespañol en el marco del hispanismo en IsraelRuth Fine
Catedrática y directora del Departamento de Estudios Españoles y Latinoamericanos de la Universidad Hebrea de Jerusalén

El hispanismo y el judeoespañol comparten a la vez una antigua y moderna historia, historia de encuentros y desencuentros que se inicia en el siglo xv y llega con nuevo ímpetu hasta nuestros días. En este trabajo reflexionaré brevemente acerca de la presencia del judeoespañol en el marco del hispanismo en general y del pujante hispanismo israelí, como caso particular y paradigmático. Intentaré ofrecer una mirada que ponga al descubierto el potencial enriquecedor de un renovado diálogo entre ambos campos, el cual comienza a vislumbrarse en Israel.

Algunas reflexiones sobre el hispanismo y su historia de encuentros y desencuentros con el judeoespañol

Como es sabido, la finalidad primordial del hispanismo es el desarrollo y la difusión de los estudios hispánicos. No obstante, es dable hablar de hispanismos y no de un hispanismo:1 los hispanismos nacionales se proponen dar a conocer la vasta labor desarrollada por sus hispanistas, tanto a nivel local como en el exterior. Asimismo, y tal como observó Jean-François Botrel, «el hispanismo de los hispanistas extranjeros sigue obedeciendo a las necesidades y a las tradiciones propias de cada país, pero también ha venido a ser un hispanismo de cooperación».2 En este contexto, ¿qué lugar ocupó y ocupa el judeoespañol en el horizonte del hispanismo, en general, y en el israelí, en particular?

Es dable enfatizar que el judeoespañol ha sido valorado acorde con los parámetros ideológicos a través de los cuales ha sido percibido. Se trata, específicamente, de las posturas monoglósicas, imperantes en el siglo xix y buena parte del siglo xx, como también de las ideologías regeneracionistas, y filosefarditas de la España finisecular.

En tal sentido, dos son los tópicos relativos al judeoespañol que emergen en el marco del hispanismo: el considerarlo como la lengua que se hablaba en la Península a finales de la Edad Media, examinándola con el fin de averiguar las causas de su estado terminal, y el aplicar al conjunto de las hablas judeoespañolas un uniforme lingüístico que oculte su principal característica: el polimorfismo. Ciertamente, el judeoespañol es una lengua de base medieval, a la que se han sumado un conglomerado lingüístico de expresiones de diferentes dialectos de España, así como de las múltiples regiones donde los sefardíes se establecieron después de la expulsión, en especial alrededor del Mediterráneo, desde Viena hasta el norte de África. Por ende, no es una lengua uniforme sino de una gran diversidad, aunque comprensible para todos los ladino-parlantes. Podemos decir, entonces, que el judeoespañol se desarrolló recurriendo a procesos conservadores e innovadores al mismo tiempo, y ello principalmente debido a la pérdida de conexión con la península ibérica.3

Hay, además, dos aspectos que distinguen al judeoespañol como una variedad del diasistema hispano. En primer lugar, están sus particularidades léxicas, entre las que destacan los hebraísmos y arabismos para denominar sobre todo realidades del ámbito religioso y cultural judío, y que como es el caso general de las llamadas lenguas judías, emplea caracteres hebreos para la escritura de sus textos. Asimismo, en su segunda fase de desarrollo, integrará más bien elementos románicos de las lenguas de cultura, en especial del francés.4

A principios del siglo xx se realiza el encuentro o reencuentro entre el judeoespañol y el español, encuentro que les muestra a sus hablantes una vez más las desventajas del ladino: descubren que la suya es una lengua cercana al español, pero que existe un verdadero español en tanto que lengua de cultura, moderna y europea, frente a la cual el ladino es sólo un remedo híbrido e impuro. La figura del senador Ángel Pulido es esencial en este encuentro entre ambas lenguas. El senador promueve una reincorporación al colectivo español de los sefardíes, llamando con tal fin a actuar en dos direcciones: el reconocimiento del ladino como una derivación del español, lengua occidental de cultura y el fortalecimiento de la base afectiva que une a sefardíes y españoles a partir de las raíces históricas compartidas. En otras palabras, la lengua y la patria común fundamentan la reincorporación de los sefardíes a la gran nación hispana.

Es dable afirmar que el momento histórico y definitivo para la representación del judeoespañol y su difusión en el mundo hispanohablante es el descubrimiento del judeoespañol por parte de Menéndez Pidal. En primer lugar, para el estudioso y su escuela, la importancia del judeoespañol reside en el hecho de ser un testimonio «vivo» del castellano medieval, el cual permite documentar el desarrollo de fenómenos del castellano que las fuentes escritas no registran. La escuela pidalina rescata el judeoespañol en tanto que variedad española y reconoce el importante lugar que ocupa en la historia y en la dialectología españolas. No obstante, al mismo tiempo lo relega a la categoría de dialecto vulgar, iliterado y fosilizado, ignorando que el judeoespañol constituye la expresión de una forma alternativa del devenir de la lengua española en otras circunstancias socio-históricas específicas. Asimismo, Menéndez Pidal (como también sus discípulos, entre los que destaca Rafael Lapesa) ve en la existencia del judeoespañol una probable amenaza a la unidad del español en tanto lengua moderna, originada a partir del modelo culto castellano y del que el sefardí se ha alejado. Desde la perspectiva decimonónica monoglósica, los préstamos lingüísticos eran considerados como una amenaza que atenta contra la unidad de la lengua castellana. Consecuentemente, el judeoespañol es estimado como un idioma en proceso de deterioro y se aboga por su re-castellanización.

La recepción del judeoespañol en el hispanismo a lo largo de la segunda mitad del siglo xx ha estado orientada por las anteriores ideas lingüísticas de la escuela de Menéndez Pida, la cual reduce el judeoespañol a un dialecto corrupto, olvidando su condición de lengua de comunicación de los sefardíes durante siglos y su inmensa y rica producción textual a partir del siglo xviii, época de esplendor de su literatura. El judeoespañol es pues considerado como un jargon híbrido, y por tal motivo, y por el bien de sus propios hablantes, destinado a desaparecer. Este discurso influye en la percepción que de la lengua tienen sus propios hablantes, muchos de los cuales reproducirán esta consideración del judeoespañol como una jerga sin prestigio, sistematización ni valor intelectual.

El hispanismo en Israel

La presencia de la cultura española en el moderno Estado de Israel se remonta a los años de la creación del joven país.5 Si bien las relaciones diplomáticas entre España e Israel se establecieron tan sólo en el año 1986, la presencia del universo hispanohablante existió y se incrementó a lo largo de los años previos a dicha institucionalización de las relaciones, y ello a través de la literatura, como también gracias al estudio de la lengua, y no menos a través de la pasión por la música, la danza y el arte españoles.

Desde aquellos primeros avances en del diálogo entre ambas culturas son muchos los cauces recorridos hasta llegar a los últimos decenios. Quienes siguen de cerca la vida intelectual y cultural en Israel no pueden sino observar que el interés por la península ibérica, Latinoamérica y el mundo sefardí ha aumentado de manera vertiginosa en los últimos decenios. Ello se pone de manifiesto no sólo en el elevado número de estudiantes que visitan los cursos de español y de ladino en las universidades, sino también en la demanda que se da en la enseñanza secundaria y el progresivo número de obras literarias traducidas al hebreo. La notable propagación de los estudios hispánicos responde a factores múltiples y diversos. Y en primer término, destaca sin duda la rica herencia cultural sefardí y del judeoespañol, que ha ocupado y ocupa un sitio privilegiado en la conformación intelectual de Israel. Asimismo, la notable propagación de la lengua española en el mundo constituye sin duda un estímulo para el creciente interés por la lengua en Israel, si bien me atrevo a afirmar que el fenómeno alcanza proporciones llamativas en nuestro pequeño país. El Instituto Cervantes ha realizado pocos años atrás una encuesta que ha mostrado que un millón de israelíes poseen algún conocimiento de este idioma, y ello en un país de ocho millones de habitantes, en el cual los hispanohablantes nativos sólo alcanzan el 2,6 de la población total. Finalmente, destaca el interés por el cine, la música, el arte y en especial por la literatura española, reflejado en un incremento progresivo del número de obras, tanto modernas como clásicas, traducidas al hebreo.

Refiriéndome sólo al nivel académico superior, los estudios hispánicos se desarrollan en el presente en los principales centros universitarios israelíes, destacando, por un lado, las áreas del hispanismo que comprenden los estudios relativos a la historia y la filología españolas ligados a los estudios hebraicos, y por otro, aquéllos que no guardan conexión alguna con los mismos, constituyendo hasta hace poco tiempo mayormente dos áreas autónomas.

En este contexto, destaca el estudio y la creación del judeoespañol en Israel, los cuales constituyen durante los últimos decenios una parte del estudio de las lenguas judías y no del hispanismo. Es posible afirmar que Israel es actualmente el orientador principal del ladino. A pesar de una disminución en el número de hablantes el lenguaje ha avanzado, principalmente debido a la creación de la Autoridad Nasionala para el Ladino i su cultura en 1997, con el objeto de ampliar el conocimiento de la cultura judeoespañola en todas sus manifestaciones y desarrollar la investigación y la enseñanza de dicha cultura, tareas a las que se aboca y se ha abocado exitosamente.

Los estudios del judeoespañol se desarrollan en los principales centros académicos de Israel. En la Universidad de Bar Ilán, en el marco del Instituto Salti, en la Universidad Hebrea de Jerusalén, en la de Tel Aviv y en la de Ben Gurión. Periódicamente se realizan coloquios y congresos en torno a temas concernientes al ladino. Además, destacan numerosas actividades no académicas (programas radiales, periódicos, concursos de creación literaria, cursos parauniversitarios, conciertos de música y canciones en ladino, etc. Para concluir, el ladino disfruta de una popularidad sin precedentes, especialmente en Israel, no obstante, insisto, en gran medida disociado del hispanismo y considerado como lengua judía.

La ley de la nacionalidad española para sefardíes: un nuevo impulso

El 11 de junio de 2015 el Congreso de los Diputados de España aprobó el Proyecto de Ley que concede la nacionalidad española a los sefardíes descendientes de los judíos expulsados de España en el siglo xv. El ministro de Justicia, Rafael Catalá, señaló en dicha oportunidad que «hoy concluye la tramitación de una ley que volverá a abrir la puerta para todos los descendientes de aquellos que fueron tan injustamente expulsados». No obstante, esta «ley justa» comete involuntariamente una injusticia respecto del judeoespañol, ya que exige para otorgar la ciudadanía un determinado nivel de conocimiento del español, y en cambio, no reconoce el ladino como lengua que justifica el otorgamiento de la nacionalidad a los que verdaderamente la merecen, como ladino-parlantes que han conservado la lengua a través de los siglos. Esta situación merece una reconsideración. No obstante, es indudable que esta ley promueve de modo significativo el ya marcado interés por la lengua y la cultura españolas y, al mismo tiempo, constituye un avance primordial en el diálogo y mutuo acercamiento entre la cultura sefardí y la hispana.

Otro factor que dará incuestionable impulso al fortalecimiento del estudio del ladino en su contexto hispánico es la creación de la futura Academia del Ladino, según decisión unánime tomada en una conferencia internacional de la Real Academia Española (RAE) celebrada en Madrid recientemente. La Academia Israelí de la Lengua Judeoespañola será parte de las 23 academias del español, promoverá el estudio del ladino y su cultura, y constituirá otro eslabón en el diálogo entre el hispanismo y el judeoespañol, tanto en Israel como fuera de él.

Una mirada al futuro: reflexión final

En múltiples sectores y disciplinas, el estudio, conservación y difusión del judeoespañol exige esfuerzos múltiples, creativos e innovadores. El estudio riguroso permite identificar y analizar lo hispánico y lo extra-hispánico presente en esta lengua: sus arcaísmos, sus elementos dialectales y de otras lenguas de contacto que han entrado en este fascinante fenómeno lingüístico del judeoespañol. En tal sentido el espacio académico israelí constituye, a mi modo de ver, un ámbito ideal para este reencuentro y aun encuentro. El XX Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, que tendrá lugar en la Universidad Hebrea de Jerusalén en julio de este año y dará centralidad a la cultura y a la lengua sefardí, es otro ejemplo de esta nueva tendencia y reencuentro, tendencia que se viene desarrollando en el Departamento de Estudios Españoles y Latinoamericanos de la Universidad Hebrea y en el Instituto Salti de la Universidad de Bar Ilán, tanto en cursos como en investigaciones que promueven la reevaluación del judeoespañol en el marco del hispanismo.

El hispanismo se orienta hoy al acercamiento lingüístico e intelectual entre las regiones y culturas que lo integran, expresión de todo lo mucho que han compartido estas culturas en su pasado, pero también lo mucho que tienen por compartir en su presente y futuro. Israel constituye en tal sentido un ejemplo paradigmático de lo que designaría como puente lingüístico e intelectual entre dos culturas cercanas-distantes, culturas que se hallan hoy en pleno proceso de reencuentro. En efecto, nuestra tarea como hispanistas es lograr la ruptura de la visión maniquea del mundo hispánico, para poner al descubierto su complejidad, ambigüedad, enseñando a leer sus intersticios y a librarse de nociones esencialistas, históricamente consagradas, que afirmaban lo monolítico, lo homogéneo y lo no modificable, reemplazándolas por una visión de mundo que aboga por lo plural, sin tratar de evitar las inevitables contradicciones y paradojas. Hallan en ello eco las palabras de Ángel Rosenblat, quien ha señalado: «Nuestro hispanismo es nuestro humanismo, y no es un coto cerrado, sino vínculo humano de unión y colaboración con las otras culturas del mundo».6

Referencias bibliográficas

  • Actas de los Congresos de la Asociación Internacional de Hispanistas, https://cvc.cervantes.es/literatura/aih/indice.htm.
  • Botrel J.-F. (2005) «De hispanistas e hispanismo», en: Actas del XI Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, Seúl, 17-20 de noviembre de 2004, coord. Chul Park, Universidad de Hankuk, pp. 31-42.
  • Fine, Ruth (2003), «El hispanismo en Israel». Boletín de la Fundación García Lorca XV, 33-34, 107-117.
  • Funes, Leonardo (coord.) (2016) Hispanismos del mundo. Diálogos y debates en (y desde) el Sur, Buenos Aires, Miño y Dávila, 2016.
  • Penny, Ralph (1992), «Dialect contact and social networks in Judeo-Spanish». Romance Philology 46.2: 125-140.
  • Rosenblat, Ángel (1971) Actas del IV Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas, http://asociacioninternacionaldehispanistas.org/actas/AIH_04_1.pdf.

Notas

  • 1. Así lo señala, entre otros, Leonardo Funes (2016), apuntando que el hispanismo constituye un campo intelectual que destaca por su inmensa pluralidad y ello nos lleva a hablar de hispanismos y no de un hispanismo. Volver
  • 2. Botrel (2005). Es importante por ello notar como factor decisivo la conexión que encuentra cada hispanismo local con el mundo hispánico. Volver
  • 3. Penny (1992) observa que las innovaciones que distancian al judeoespañol del español pueden explicarse a partir de la ruptura de las redes sociales existentes en el colectivo hispano-hebreo, y ello como consecuencia de la expulsión. Dicha ruptura propulsó los cambios lingüísticos y las innovaciones que introdujeron rasgos no castellanos en el judeoespañol. Volver
  • 4. A mediados del siglo xix tiene lugar un proceso de apertura del Imperio otomano hacia Europa. En el marco de dicho proceso, el medio de transmisión y divulgación de la modernidad europea entre los sefardíes fue principalmente el constituido por las escuelas judías de la Alliance Israélite Universelle, lo que subraya ante los hablantes las deficiencias del judeoespañol en tanto lengua híbrida, contaminada y sin una sistematización rigurosa, y lleva a considerarla como una jerga.  Volver
  • 5. Para un panorama más exhaustivo del tema ver Fine (2003).Volver
  • 6. Rosenblat pronuncia estas palabras en la apertura del IV Congreso de la AIH, en Salamanca (1971). Volver