La lengua es un elemento nuclear en el desarrollo del intelecto humano y, por tanto, en el debate de las ideas. De ella depende la forma de comunicamos, así como la generación y la organización de nuestro pensamiento. La lengua aporta siempre información relevante acerca de nuestro origen geográfico, formación, medio social y, en ocasiones, profesional. Además, el lenguaje en la sociedad actual puede ser también una herramienta de control social, un elemento para ejercer influencia o, incluso, una manifestación de poder.
Por otra parte, la influencia de las nuevas formas de comunicación, como las redes sociales o internet, en la generación de pensamiento y opinión, así como en la trasmisión de la información, nos obliga a realizar una revisión acerca de los retos que la Universidad debe asumir en este siglo. Partimos de una realidad social que demanda un nuevo modelo de aprendizaje en el que la comunicación, y por tanto el empleo correcto de la lengua, deben pasar a formar parte del proceso enseñanza-aprendizaje.
A lo largo de la historia se han vivido cambios sociales profundos que han repercutido directamente en el ámbito universitario, incluso, en muchas ocasiones, estos cambios han partido de la propia universidad. Tengo el honor de representar ante ustedes a una universidad que tiene su origen en el año 1293, en los Estudios Generales creados por el Rey Sancho IV y que, en 1499, con el Cardenal Cisneros, puso en marcha un proyecto educativo novedoso, innovador y, podríamos decir, revolucionario para su tiempo. Su proyecto nace en un momento de transición entre la Edad Media y Moderna, un momento histórico de profundos cambios políticos, culturales y de mentalidad de la sociedad europea.
El modelo de Cisneros trascendió, se difundió por Europa y por este querido continente y las Constituciones Fundacionales de la Universidad de Alcalá sirvieron de inspiración para la creación de un buen número de universidades en Latinoamérica, en las que, a día de hoy, nos reconocemos, puesto que siguen activas, como es el caso, entre otras, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, la Universidad de La Habana, la Universidad Central de Venezuela o la Universidad Nacional de Córdoba en Argentina.
Quinientos años después, afrontamos nuevas necesidades y nuevos retos ante un mundo vertiginosamente cambiante. Los importantes cambios sociales y tecnológicos determinan que la universidad tenga graves dificultades para encontrar su rumbo. En los últimos años, la universidad ha centrado sus esfuerzos en formar profesionales dirigidos a realizar actividades laborales concretas y bien definidas. En este momento, es muy difícil predecir cuáles van a ser los estándares de formación. La transformación demográfica y social que se está produciendo, pero sobre todo los drásticos y bruscos cambios tecnológicos, hacen muy complejo imaginar el futuro más cercano. La disponibilidad de información casi ilimitada y de forma inmediata ha cambiado radicalmente nuestro mundo.
La digitalización global, la utilización de la información masiva (big data), el desarrollo de la inteligencia artificial, el internet de las cosas, son algunos de los fenómenos cuyas consecuencias finales somos incapaces de prever. Si algo caracteriza la situación actual es el cambio y su velocidad, así como la incapacidad de predecir el futuro inmediato.
En esta situación ¿Cuáles son los nuevos retos? ¿Qué deben hacer las universidades? ¿Qué papel debe desarrollar la lengua?
—Hoy, más que nunca, la lengua debe adoptar un papel protagonista en la formación universitaria.
—Es imprescindible incluir la lengua en todas sus formas de utilización como una competencia transversal en todas las titulaciones universitarias, incluso si es necesario, desarrollando e implementando materias específicas.
—El uso masivo de la red y su lenguaje propio obliga a la integración de los profesores en el mundo digital. Es muy importante tener en cuenta que en este momento conviven profesores de «formación analógica» con estudiantes «nativos digitales».
—Es preciso que logremos convertir la digitalización global en una oportunidad, un incentivo y un estímulo. Esta nueva realidad requiere una actitud abierta y positiva, pero no deber estar exenta de espíritu crítico.
—Es necesario evaluar todos los procesos e implementar los cambios y adaptaciones curriculares necesarias para adaptarnos a esta nueva realidad.
—Se requiere evolucionar hacia un modelo transversal que potencie en nuestros estudiantes, además de los conocimientos teóricos y las habilidades prácticas, el uso adecuado de otras competencias, entre las que el lenguaje, en todos sus ámbitos, debe suponer un elemento vertebrador, lo que implica el desarrollo del pensamiento analítico y crítico.
—En conjunto, en este momento, la formación universitaria requiere de una mirada interdisciplinar, con una actitud abierta hacia la pluralidad.
—El nuevo paradigma ante el que nos encontramos requiere de un gran esfuerzo para detectar los cambios con la máxima rapidez y de esta forma, lograr una adaptación ágil y flexible.
Hasta hace no mucho, las habilidades de comunicación se consideraban un don innato. Pero, hoy en día, es importante saber utilizar los diferentes registros, comunicar «en distintos lenguajes»; tenemos que ser capaces de que nuestros egresados puedan publicar un artículo o impartir una ponencia, de expresar una idea o todo un pensamiento con absoluta claridad y concreción. Hoy, mediante el lenguaje, debemos lograr una comunicación eficaz y eso se puede aprender y se debe enseñar.
En el ámbito universitario, la comunicación presenta diferentes formas de expresión: realizar un examen, un debate, una presentación, un discurso o una tesis doctoral, y todo ello debe de ser compatible con la comunicación lingüística cuando nos dirigimos a través de las redes sociales o para acceder a una entrevista de trabajo. El lenguaje también nos permite liderar y transmitir valores éticos, generar empatía y credibilidad, promover alianzas eficaces o elaborar estrategias asumiendo responsabilidades y compromisos.
Una educación de calidad requiere incluir expresamente las competencias lingüísticas, porque la lengua, además de un medio de expresión, constituye la herramienta con la que elaboramos nuestros pensamientos. Estas competencias lingüísticas deben contemplar todas sus posibilidades y en el momento actual, de forma muy especial, las del mundo digital.
Las competencias curriculares que tienen que adquirir nuestros estudiantes deben ser sólidas y deben caminar, en la medida de lo posible, en paralelo con las necesidades de un mercado laboral rápidamente cambiante, para que nuestros egresados puedan enfrentarse a este con capacidad de éxito; acceder a esos puestos de trabajo que en numerosas ocasiones están pendientes de definir o que ni tan siquiera existen.
Quiero finalizar mi intervención agradeciendo su atención, así como las reflexiones de las personas que me han precedido en el uso de la palabra y, por supuesto a los organizadores de este evento por la excelente oportunidad que supone participar en el mismo.