Seguramente muchos de ustedes saben que, de acuerdo con Crovi (2013), la expresión de «industria cultural» fue empleada por primera vez por algunos integrantes de la Escuela de Frankfurt, en particular Adorno y Horkheimer, en la década de los cuarenta del siglo pasado, con el objeto de analizar el cambio que estaba ocurriendo en el terreno social que ocupaba la cultura.
Además, no me equivocaría al pensar que ustedes conocen que dentro de las industrias culturales han aparecido otras denominadas «industrias creativas» que, según Toussaint (2013), no las sustituyen, sino que se sirven de ellas en el plano político, económico y de desarrollo social para obtener los mismos beneficios y subsidios.
No obstante, en el marco de las industrias culturales y las industrias creativas mencionadas, se inscribe un tipo de industria que tiene un referente directo con el objeto de estudio que nos ocupa y es el de la industria del lenguaje, industria lingüística o industria de la lengua cuyo origen es más bien remoto, si tomamos en cuenta la definición que la Asociación de Industrias de la Lengua en el País Vasco (2010) hace de ellas, al considerarlas como el sector de actividad que se encarga de diseñar, producir y comercializar productos y servicios relacionados con el tratamiento de los idiomas.
Sobre estas industrias se ha reflexionado mucho desde la perspectiva económica, ya que conforman cadenas de valor. Asimismo, desde el ámbito de la lengua, se han revisado las implicaciones en actividades relacionadas con la traducción y la revisión de textos, así como las herramientas de tipo editorial e informático.
Lo anterior me lleva a pensar sobre el papel cada vez más imperativo que está asumiendo la tecnología informática en el aprendizaje y enseñanza de las lenguas extranjeras y en particular de la nuestra, ya que también con el desarrollo de las neurociencias y la inteligencia artificial encontramos más investigaciones que involucran el estudio de los procesos cognitivos de adquisición del lenguaje y que se acompañan de mecanismos informáticos para «facilitar» o evidenciar lo que ocurre en nuestra mente cuando hablamos y la forma en la que estructuramos nuestro pensamiento para hablar, tal como lo destaca Vidal (1987).
Como saben, durante el tiempo que va de este siglo se han incrementado las comunicaciones que se refieren a la llamada «singularidad tecnológica», definida de una manera muy elemental, como el momento en el que el proceso evolutivo de los seres humanos será inducido por las tecnologías emergentes, permitiéndole alcanzar a este, de acuerdo con Cortina (2015), una superinteligencia, una superlongevidad y un superbienestar desconocidos por la humanidad hasta el día de hoy.
Dejo este apasionante tema para destacar que es claro que el turismo se puede ubicar dentro del rubro de las industrias culturales. Recordemos que la Organización Mundial del Turismo (OMT) lo define como las actividades que realizan las personas durante sus viajes y estancias en lugares distintos a su entorno habitual por un período de tiempo consecutivo inferior a un año, con fines de ocio, negocios u otros.
Podemos hablar entonces del turismo cultural como la actividad que considera la estancia, el tiempo y la finalidad de un paseante relacionados no solo con el patrimonio histórico y artístico del lugar que visita, sino que abarca otras áreas materiales e inmateriales del mismo, tales como la artesanía, la gastronomía, la música y el idioma; sobre este último es que se desarrolla el turismo lingüístico o idiomático.
La OMT reconoce al turismo idiomático desde 1991 y lo define como «las actividades que realizan las personas durante sus viajes y estancias en lugares distintos al de su entorno natural por un período de tiempo consecutivo inferior a un año con el fin de hacer una inmersión lingüística en un idioma distinto al de su entorno natural».
Partiendo de la definición del turismo idiomático planteada por la OMT, les comparto la contribución práctica de la UNAM al turismo idiomático a través del Centro de Enseñanza para Extranjeros (CEPE), como una expresión de las industrias culturales y también de las de la lengua, ya que en términos editoriales contamos con una cadena de valor que abarca el diseño, la producción y comercialización del material didáctico en formato de libros que emplean nuestros estudiantes.
El CEPE cuenta con una experiencia de casi 100 años en la enseñanza del español como lengua extranjera, en el marco de la cultura mexicana expresada en tres disciplinas: arte, historia y literatura; lo que ha contribuido a través de la enseñanza, de la formación de profesores y de la certificación del dominio de nuestra lengua a su enriquecimiento y, de manera paulatina y a veces no intencional, al crecimiento del turismo idiomático en nuestro país.
Además, tiene una oferta de cursos de español y cultura mexicana para no hispanohablantes que se complementa con un programa de paseos culturales y otro de actividades lúdicas diseñados especialmente para fortalecer el aprendizaje de nuestra lengua. La certificación está integrada al programa de español y cultura, ya que al término de sus cursos los estudiantes se presentan al examen SIELE en su modalidad S1, que mide comprensión de lectura y auditiva. Lo anterior se representa en la Figura 1.
Para fortalecer las acciones educativas de nuestro modelo de enseñanza-aprendizaje del español, hemos desarrollado materiales educativos que son resultado de años de experiencia y vocación docente. Desde hace 30 años, hemos contribuido a la industria de la lengua, ya que, como dije líneas arriba, hemos diseñado, producido, publicado y comercializado cuatro series de libros: «Pido la palabra» (1988), «Estoy listo» (1994), «Así hablamos. Español como lengua extranjera» (2007), y «Dicho y hecho. Español como lengua extranjera» (2014), que es la serie que actualmente utilizamos en nuestros cursos.
Como parte de los servicios de apoyo a sus estudiantes, en el CEPE se ofrece orientación personalizada para que puedan ubicarse y moverse no sólo dentro del vasto campus universitario, sino en la compleja zona metropolitana de la Ciudad de México.
Otro servicio educativo con el que buscamos impulsar el turismo idiomático y atender necesidades específicas que no se puedan cubrir con nuestros cursos regulares es la oferta de cursos a la medida, dirigidos a grupos de 10 a 15 estudiantes, mayores de 18 años.
La intención de nuestra oferta es hacer que quienes estudien español como lengua extranjera en la UNAM, además de beneficiarse de la experiencia de casi un siglo de enseñar español, lo hagan en un entorno que resulte en una vivencia que quieran repetir y en su momento sean promotores de lo que hacemos en México y no solo en cuanto a la enseñanza del español, sino que se vayan enriquecidos con los elementos de la extensa y variada cultura mexicana, además de la experiencia intercultural de haber convivido con estudiantes de más de 80 países de todos los continentes.
En la medida en que cada vez más estudiantes asistan a cualquiera de nuestros cursos, seguiremos contribuyendo, como seguro lo hacen otras instituciones nacionales, al turismo idiomático en México, donde esta actividad económica tiene una regulación muy incipiente para su promoción e incentivación. A través de la serie de libros de «Dicho y hecho» el CEPE también contribuye a promover el turismo idiomático, ya que en ellos se abordan temas que hacen referencia, entre otros, a sitios arqueológicos o de interés histórico de nuestro país, así como museos, costumbres y tradiciones y los lugares donde se llevan a cabo, invitando con esto a los estudiantes a que conozcan México.
El CEPE, como parte de una institución pública de educación superior, no tiene como objetivo crear cadenas de valor que generen ganancias para ningún accionista, no obstante, la masa crítica que se genera como parte del quehacer educativo de sus cuerpos docentes, ante la necesidad de contar con herramientas que faciliten la enseñanza y promuevan el aprendizaje del español, lo han llevado a que el diseño, edición, producción y venta de sus materiales didácticos en formato de libros, sean una cadena de valor que, de acuerdo con las definiciones arriba presentadas, son características de una empresa que se ubica en el terreno de las industrias culturales y de la lengua. Lo anterior debe mantenernos en la reflexión, al menos en las universidades públicas, sobre el papel empresarial que asumen estas instituciones cuando por necesidad, y sobre todo por contribuir al conocimiento, generan cadenas de valor.
Por último, dejo un atisbo de preocupación sobre las consecuencias que en el futuro cercano tendrá el desarrollo tecnológico aplicado a las neurociencias y la inteligencia artificial para la enseñanza y el aprendizaje de las lenguas en el mundo y en particular del español como lengua extranjera, pues, como ya se dijo, existen en el mercado de traductores que son sucedáneos de lo que una persona necesita para comunicarse en nuestra lengua y cada vez son más socorridos en su uso. Tampoco hay que olvidar que empresas como Microsoft están haciendo inversiones multimillonarias que ninguna universidad o gobierno podrán hacer en el terreno de las lenguas, para que los futuros usuarios puedan realizar traducciones simultáneas en casi cualquier lengua.
En fin, aún tenemos mucho que considerar para que integremos la tecnología en los procesos de enseñanza y aprendizaje del español, por lo que debemos apoyar y fortalecer los mecanismos que favorezcan que la experiencia de aprender nuestra lengua por un no hispanohablante sea en presencia de personas con todos los sentidos bien puestos y en condiciones que faciliten esos procesos, amén de que resulte una experiencia agradable.