A lo largo de las últimas décadas, el paradigma comunicacional ha sido el hegemónico en la enseñanza de la lengua. Este paradigma introdujo cambios en la concepción de la lengua y de su enseñanza, incluyendo conceptos y métodos de diferentes ámbitos lingüísticos y extralingüísticos. Los cambios introducidos tuvieron por objetivo la enseñanza de la lengua en uso, con la complejidad, diversidad y el dinamismo de los hechos comunicativos en contextos y situaciones reales, para ello se puso la mirada en la comunicación y en unos de sus productos: los textos. Alcanzar esta meta implicó varios desplazamientos: el texto ocupó el lugar de las oraciones; mientras que la comprensión textual, las funciones comunicativas y pragmáticas, las tipologías textuales y las variedades sociolingüísticas reemplazaron, o al menos relegaron a un segundo plano, a los análisis gramaticales que fueron el eje principal de la enseñanza de la lengua hasta la década del ochenta. Sin embargo, la implementación de esta perspectiva no parece haber alcanzado los resultados esperados. Una de las consecuencias del abordaje comunicacional es la fragmentación del objeto de estudio por la falta de una perspectiva que integre los diferentes niveles y dimensiones de análisis. Nuestra intención es reflexionar acerca de las posibilidades de unificar el objeto de enseñanza, articulando sus diferentes niveles de descripción y funciones. Diferentes teorías que se desarrollan en el ámbito científico académico pueden aportar a este objetivo (Lingüística Sistémico Funcional, Gramática Generativa, Lingüística Cognitiva, etc.). Presentaré acá alguno de los aportes derivados de los planteos de la Gramática Generativa. Lo interesante de esta perspectiva es que su transposición a la enseñanza no se materializaría tanto en contenidos nuevos para el área, sino en cambios en la concepción del objeto de enseñanza y por lo tanto en la manera de realizar su abordaje didáctico. Este cambio pretende visibilizar lo invisible en el conocimiento de la lengua, y construir a partir de ahí los nuevos conocimientos. Por lo tanto, afecta directamente a la formación de maestros y docentes en el área.
Para ejemplificar lo que generalmente no se ve de la lengua cuando se enseña, vamos a tomar un texto al azar, entre 81 recogidos, escrito por un niño de 7 años que va a segundo grado de una escuela rural:
havia una vezun leon muy feroz que (e) se callo a un poso muy profundo (e)rujio y (e)rujio un elefante lo escucho y(e) cintio pena entonses (e)puso un troco de un arbol y (1) el leon se tiro encima del tigre y(e) lo mordio. y el tigre salio ullendo. y el elefante y el leon se fueron como grandes amigos.
En este texto se recrea un cuento que estuvieron trabajando en clase. Como se puede apreciar, más allá de los aspectos ortográficos y de la ausencia de signos de puntuación, se pone de manifiesto el manejo del sistema alfabético, aunque con cierta inestabilidad y dificultades en la producción escrita (Defagó, 2018).
El texto se construye como una secuencia de eventos que se enlazan entre sí con escasos recursos lingüísticos: utiliza 7 nexos copulativos y un nexo consecutivo. Sin embargo, no utiliza ningún recurso lingüístico (más que la yuxtaposición) para marcar un cambio de dirección en los eventos y tampoco recupera lingüísticamente la causa que da lugar a estos. Esta producción, como el resto de las analizadas, presenta una secuencia de eventos conectados preferentemente por su sucesión temporal, tal como se los almacenó en la memoria, sin más organización interna.
Este es el tipo de análisis que generalmente se realiza, poniendo particular atención en lo que le falta, e ignorando todo el conocimiento que se pone de manifiesto en esta producción. En el ámbito escolar, es común construir los nuevos conocimientos partiendo de la suposición de «desconocimiento». Esto no permite ni advertir, ni apreciar todo lo que los niños ya saben, particularmente acerca de la lengua, desde antes de alfabetizarse. Estos conocimientos no suelen ser percibidos como tales y menos aún aprovechados para construir «aprendizajes significativos».
¿Cuál es el conocimiento que es posible apreciar a partir del ejemplo presentado? El texto se compone de 10 oraciones bien construidas1 —tanto simples, como subordinadas—, utiliza muy bien pronombres clíticos,2 a pesar de la dificultad que su uso implica, y utiliza con maestría el recurso de elidir (e) o explicitar los sujetos oracionales según los contextos lingüísticos de cada oración. Detengámonos en una secuencia:
1-el leon se tiro encima del tigre y
2-(e) lo mordió. y
3-el tigre salio ullendo
En esta secuencia se presentan tres eventos, en la primera se expresan explícitamente los dos participantes, en la segunda se elide el sujeto oracional (que coincide con el de la primera) y se pronominaliza (a través de clítico) el otro participante (SN complemento de un SAdv en la oración anterior). En la tercera, ni se elide ni se pronominaliza el sujeto oracional, aunque el referente ya había sido expresado en oraciones anteriores. De haberlo elidido se generaría ambigüedad semántica puesto que el sujeto oracional de la (3) no coincide con el sujeto de la oración anterior. Como podemos apreciar, la selección de recursos lingüísticos realizada es eficaz y muy económica.
Esta experticia en el manejo de los recursos formales de su lengua es producto del desarrollo cognitivo de los niños en contacto con el habla. No es algo que dependa de la calidad y cantidad de los estímulos que los rodean y forma parte de los conocimientos previos que todos los niños tienen de su lengua al ingresar a la escolaridad. El desarrollo de este conocimiento no varía demasiado a pesar de los diferentes entornos socioculturales. En una investigación en curso que estudia las habilidades lingüistas orales de niños de primer grado de tres instituciones muy diferentes en cuanto a la población estudiantil que reciben (medio alto, medio y bajo), se aprecia que no existen diferencias en cuanto al manejo de los recursos oracionales, aunque sí en los aspectos léxicos y fonéticos. Por ejemplo, los niños pertenecientes a una de las escuelas públicas y que no se encontraban todavía alfabetizados utilizaron expresiones como estas:
- Es que nosotros tenemos que ir al fondo
- Yo esta semana no voy a estar, me voy a Santiago
- Hoy no viene el que toca la guitarra
- Yo estoy empezando por la mariposa
- El que está al lado mío ya terminó
- Yo me olvidé cómo se escribe eso
- Seño, vos sabés que comí una comidita que estaba muy rica
- Para mí no va a ser dificil hacer todos esos dibujos
- Es que a mi no me gusta separarme de mi hermana porque yo la extraño
Como es posible observar, los niños utilizan complejas estructuras oracionales con subordinadas de diferente tipo, frases verbales, distintas clases de pronombres y correctas anteposiciones de sintagmas topicalizados.
Pero observemos cómo cuenta por escrito sus vacaciones un niño de sexto grado3 de una escuela urbana marginal de la misma ciudad:
llome fui al rio con
mi flia me gusto
El rio y aBia
MUCHa gete
Era El rio DE VialE
Más allá de los aspectos gráficos, ¿cómo es posible que todo el conocimiento puesto de manifiesto en las producciones orales no se traslade a sus escritos?¿Qué ocurrió en la enseñanza de la lengua desde primer a sexto grado? Además de los diferentes aspectos socioculturales involucrados, lo que ocurre es que la enseñanza de la lengua no aprovecha los conocimientos que los niños tienen acerca de ella. Conocimientos que si bien no son concientes, solo se requiere su explicitación para convertirlos en saberes metalingüísticos y ponerlos al servicio de la producción de textos propios.
La coincidencia de los distintos grupos en cuanto al desarrollo en las producciones orales de los recursos formales oracionales evidencia lo que desde la década del 60 Noam Chomsky llamaba «competencia lingüística» (Chomsky [1965] y Berwick y Chomsky [2016]). Este investigador sostiene que, mientras la competencia, una vez alcanzada, es similar en los hablantes de una lengua, lo que sí cambia es la «actuación lingüística», es decir: lo que hacemos con esa competencia. Es justamente acá, en la actuación, donde se ponen de manifiesto las diferencias de entornos sociales, culturales, escolares y familiares.
La pregunta que sigue es ¿por qué, si todos tenemos la misma competencia lingüística, las producciones escritas son tan pobres y diferentes entre sí?
Antes que nada, vale la pena recordar que la escritura es eminentemente metalingüística, por lo que no basta con la competencia lingüística. Es necesario hacer consciente el conocimiento que los individuos tienen de su lengua para poder aprovecharlo productivamente en la escritura de textos. Pero para que estos sean más que una simple «presentación del mundo» y se transformen en una «representación del mundo» (Reuland 2010), es necesario también el desarrollo metacognitivo. Reconocer la diferencia entre conocimiento metalingüístico y metacognitivo es fundamental para generar estrategias de enseñanza. Para ello debemos darnos cuenta de que no alcanza con que los docentes sepan hablar la lengua que enseñan, sino que deben saber acerca de ella y de su funcionamiento cognitivo para potenciar sus usos sociales, comunicacionales y representativos (Belinchón, Igoa y Riviere [1992], Karmiloff-Smith [1994]).
El paradigma comunicacional tal como llega a las aulas analiza la «actuación» a partir de lo visible, desconociendo lo invisible que le da sustento y organicidad. Incluir la perspectiva cognitiva dentro del paradigma articulará y dará unidad al objeto de enseñanza. Pero, para hacerlo, hay que diseñar puentes entre las investigaciones científicas y la enseñanza, ya que el aplicacionismo de contenidos desarrollados con otros propósitos puede llegar a ser muy contraproducente.