José Antonio Millán

El español en las redes globalesJosé Antonio Millán
Editor electrónico. Director del Proyecto Centro Virtual Cervantes (España)

En chino World Wide Web se traduce como «la red de diez mil dimensiones en el cielo y en la tierra» (Communications, 1997). Cada lengua reacciona a su manera ante las nuevas realidades que irrumpen en su universo.

En esta intervención voy a referirme a cinco aspectos muy distintos, aunque complementarios. El primero se podría titular «El español sobre la red»: ¿cómo es la lengua española que se usa para hablar sobre la Malla Mundial? El segundo («El español de la red») tratará sobre las posibles variantes del español propiciadas por la difusión en las redes. El tercero («El español con la red») estudia cómo van a influir en el futuro del castellano las tecnologías lingüísticas que propicia la digitalización. El cuarto («El español en la red») trata de la cuantificación. Para acabar, en «El español para la red y una red para el español», indagaré sobre el futuro del español en la Internet. Como conclusión propondré muchas preguntas y un mínimo programa de acción.1

El español sobre la red

Un primer efecto de la Internet sobre el español es común a todas las nuevas tecnologías. Su vocabulario base proviene del inglés, y su inserción en la lengua provoca tensiones ya conocidas. Por empezar por el principio, la denominación inglesa World Wide Web es afortunada en varios aspectos: semánticamente (triunfalista, globalizadora), por su llamativo acrónimo (el zigzag www), y su fácil abreviatura (web). En castellano peninsular se usa con cierta frecuencia la traducción parcial erigida en antonomasia, reforzada por la mayúscula: «la Telaraña», y más infrecuentemente «Telaraña Mundial». Telaraña no tiene buenas connotaciones en español (abandono, poca entidad, ofuscación), pero éstas pueden empalidecer ante el brillo de modernidad y tecnología que proviene del nuevo uso; cosas más difíciles se han visto.2

Pero lo que está más extendido es el préstamo directo web (pronunciado [güeb], y escrito normalmente sin cursiva). Este crudo barbarismo podría fácilmente triunfar: tiene a su favor el prestigio general del inglés en el área técnica, y otro factor nada desdeñable: su brevedad, tanto en tiempo (rapidez de emisión) como en espacio (tipográfico).3

Pues bien: el nombre de la red es sólo el principio. De un total de unas setenta palabras y siglas recogidas entre las que se utilizan en la Internet,4 que incorporé como glosario a un artículo publicado recientemente (Millán, 1996b), un tercio estaban directamente en inglés, entre ellas todas las siglas y acrónimos (URL, módem). Entre las palabras españolas más frecuentemente usadas se contaban muchas cuya traducción más simple es idéntica a la palabra de origen («acceso», «dominio», a partir de access, domain); otras eran calcos semánticos («bajar», «navegación»); en unos pocos casos, usos especializados de palabras usadas en otros ámbitos («portada», «charla»); había algún híbrido de raíz inglesa y desinencia castellana (surfear); por último, estaban las palabras técnicas hace décadas presentes en español («baudio», «bit»).

El problema que se plantea no es distinto en origen al que hubo con áreas como el deporte o con otros campos técnicos: el aluvión de palabras inglesas debe ser digerido de alguna manera por nuestra lengua. Aquí caben todas las opiniones, desde la reacción purista hasta la entrega incondicional. Véase como ejemplo de esta última postura una declaración de intenciones del editorial de una revista española especializada en la Internet:

[…] cómo soluciono la papeleta que se me plantea para hablar de una acción tan cotidiana en la vida del cibernauta como es el linkar (algo así como el zapear para el televidente)? ¿De qué otra manera voy a llamar yo a ese desplazamiento compulsivo del cursor sobre la página web? ¿Enlazar? ¡Seamos serios, por favor! […] Y explíquenme por qué tendría que renunciar […] a buscar parientes del omnipresente «correo electrónico» para no aburrirles a ustedes repitiendo siempre los mismos vocablos. ¿Es que mailear o e-mailear tienen que proscribirse por ser hijos naturales de la lengua de Shakespeare reconvertidos al castellano?

(Web, 1996).

El principal problema viene ahora dado por la capacidad del medio: si la lengua hablada no tiene más influencia que en el círculo de oyentes, si los medios de comunicación tienen por lo general una cierta conciencia lingüística y una toma de postura (aunque pueda ser hacia el barbarismo, según acabamos de ver), lo que ocurre con la red es que —como sabemos— cualquiera puede convertirse en editor en una página web, o en corresponsal en grupos de noticias, listas de distribución, etc. Por otra parte, es bien sabido que uno de los grandes contenidos de la red es el tema de la propia red,5 por lo que podemos prever que estos términos gozarán de muy amplia difusión.

Se ha recalcado muchas veces que en la diferente adaptación de términos extranjeros al español tenemos uno de los factores de divergencia lingüística entre los países hispanohablantes, y en el caso de la red nos encontramos ante un nuevo foco de desigualdades. Por ejemplo, la palabra ingles browser se puede ver recogida como «visor», «explorador», «hojeador», «navegador»…

Las opciones terminológicas nacionales, institucionales o incluso personales pueden multiplicarse, en detrimento de la unidad de la lengua. Ya lo señalaba hace diez años Fernando Lázaro, acerca de cómo adaptar hardware y software:

[…] dado el carácter convencional que poseen las palabras, vale más un mal acuerdo que el desorden y la diversificación. Estamos a tiempo de conseguir, en este punto, una solución aceptable en todo el ámbito del idioma, a poco que ayude la publicidad de los ordenadores, y si los informáticos hispanohablantes cooperan.

(197: 423-4)

Aunque quizás en el mismo medio que causa el problema se pueda hallar la solución: ¿por qué no aprovechar las ventajas de comunicación que son connaturales a la Internet para discutir y poner en común las distintas posibilidades que se abren ante la comunidad hispanohablante?6

El español de la red

Si hasta ahora nos hemos centrado más en las opciones que se abren ante los agentes particulares que se mueven en la Internet, aquí debemos abordar el siguiente problema: ¿qué estrategia lingüística van a utilizar quienes quieran acceder a toda la comunidad hispanohablante? Por su propia naturaleza, la Web es un vehículo de comunicación general (global, como se dice ahora), y quienes quieran llegar a todos los hablantes de español, ya sea para distribuir noticias, vender servicios, transmitir propaganda o cualquier otro fin, van a tomar decisiones que, como veremos, tendrán gran influencia sobre el futuro de nuestra lengua.

Un caso próximo, y que nos acerca a nuestro tema, es el de la lengua que usan programas informáticos y documentación técnica extendidos por todo el mundo:

Cada vez más, los grandes fabricantes de maquinaria, electrónica, informática y productos para el consumo de todo el mercado hispanohablante comienzan a ver conveniente el abaratamiento de costes en la producción de instrucciones y documentación de sus productos mediante el empleo de una sola versión española para todo el mercado hispanoamericano.

(Castro, 1996).

La mencionada versión del español es lo que se suele conocer como «español neutro», y que quizás merecería más llamarse «español común». Cada denominación recalca un aspecto: el propósito del emisor es, efectivamente, que la variante resulte neutra (es decir, no marcada respecto al lugar de procedencia) para cualquier oyente del ámbito hispano; el medio para lograrlo, es escoger los términos que son comunes a las distintas variantes nacionales. Para Pennycook, esta neutralidad no es sino un espejismo:

se considera que una vez que el inglés se ha desprovisto en cierto sentido de sus contextos culturales originales (sobre todo Inglaterra y América) ahora es un medio de comunicación neutral y transparente.

(1994:9).

Por último, tendríamos la denominación «español internacional», que es, por ejemplo, la que usa Unamuno en una declaración de principios sobre la que habría que meditar.

hay que hacer el español internacional con el castellano, y si éste ofreciese resistencia, sobre él, sin él o contra él.

(apud Lázaro, 1997: 166).

La opción de utilizar una variante generalizada no es algo exclusivo del sector informático: por ejemplo, las grandes editoriales norteamericanas que publican libros de texto en español se ven en la misma necesidad. Sin embargo, lo que ocurre en el terreno informático es que las opciones terminológicas que toman las empresas mejor situadas tienen un efecto multiplicador: quienes deseen crear programas y materiales compatibles con Microsoft seguirán también sus propuestas terminológicas. Una de las consecuencias más visibles de esta invisible, pero auténtica, política lingüística de Microsoft es la opción, mayoritariamente extendida en la documentación escrita, de usar los anglicismos mouse o PC en vez de sus equivalentes locales.

[…] en gran parte de Hispanoamérica se utiliza la palabra «computadora», mientras que en España se suele usar «ordenador». Microsoft (que, como es lógico, intenta hacer productos que se vendan en el mayor número de lugares) va a optar salomónicamente por no utilizar ninguna de las dos formas, sino «equipo» o «PC» (las siglas inglesas de «personal computer»)…

(Millán, 1992).

El resultado es que se nos está imponiendo lo que en 1992 llamé «una norma de facto».

[…] podemos pasar por alto lo que diga la Real Academia respecto al uso de un término y optar libremente por no aplicar sus recomendaciones, pero poco podemos hacer si Apple o Microsoft deciden utilizar un término español que nos disguste.

(Castro, 1996).

Hay quien ve en esto un factor positivo, de unidad: «[el español neutro surge de una] intención nada altruista, sino comercial, que, sin embargo, va en beneficio de nuestra lengua y nuestra cultura…» (el mismo Castro, 1996). Pero eso es algo que queda por demostrar…

Este español «dictado» por intereses corporativos es el que tiene las mayores posibilidades de triunfar en la red —como ya ha triunfado en los manuales técnicos y programas—, si no hay algún tipo de intervención editorial o institucional de algún país hispanohablante (o de una unión de varios de ellos) que apoye otras variedades.

El español con la red

La digitalización propicia todo un conjunto de técnicas aplicadas a las lenguas naturales. Mientras que en otros contextos la entrada lingüística debe digitalizarse previamente (en el caso de las emisiones sonoras, textos impresos, etc.), la Web se basa en texto digital. Esto tiene muchas consecuencias importantes.

A continuación examinaremos dos técnicas de base lingüística que amplían y facilitan el uso de la red.

Traducción automática

Existe un número creciente de programas que pretenden traducir directamente páginas de la Telaraña. Aunque su propósito confeso no es dar una «auténtica traducción», sino tan solo pistas para quienes desconocen una lengua, los resultados son frecuentemente deficientes, hasta llegar muchas veces a la caricatura:

Sede de idioma extranjero y Otros Recursos
de Lenguaje sobre el Web

El Web es un grande emplazamiento para encontrar un numero increible de web de idioma extanjero pagina y recursos de lenguaje. Nosotros agregaremos a esta pagina regularmente, tan visita frecuentemente. Usted puede uniforme nos enviar su Web site favorito de idioma extranjero.7

El texto anterior es la «traducción» de:

Foreign Language Sites and Other Language
Resources on the Net

The Web is a great place to find an incredible number of foreign language web pages and language resources. We’ll be adding to this page regularly, so visit often. You can even send us your favorite foreign language Web site.8

¿En qué medida estos programas de traducción automática (que además de traducir páginas pueden también aplicarse al correo electrónico) van a influir de forma significativa sobre la calidad del español en la red? Y otra pregunta: ¿su desarrollo, y el control de calidad sobre nuestra lengua, estarán en manos de países hispanohablantes, o seremos sólo consumidores de estos productos?

¿Cuál será su importancia económica? Por ejemplo, ¿en qué medida van a sustituir a la intervención de agentes humanos?, digamos en el mundo empresarial. Pensemos en la posibilidad de que una empresa confíe su correspondencia en español con empresas españolas o hispanoamericanas a programas de traducción, por línea o en soportes locales. Para la empresa podrá significar sin duda en un abaratamiento del coste; pero muy probablemente a costa de un descenso notable en la calidad de la lengua utilizada.

Agentes inteligentes

La gran extensión de la Internet hace que uno de los sectores estratégicos del futuro inmediato sean los programas para rastrear automáticamente la información. Son los «agentes inteligentes»: los knowbots o softbots 9> que practican lo que se conoce como minería de datos (data mining). El conjunto de tareas que pueden ejercer los agentes es «prácticamente ilimitado: filtrado de información, recuperación de información, gestión de correo, agenda de citas, selección de libros, películas, música» (Maes, 1994).

Alguna de estas tareas exigen una tecnología que depende estrechamente de la lengua, tanto por la entrada de los datos (las demandas explícitas del usuario), como por el universo lingüístico que el agente debe explorar para cumplir con su misión. Son concebibles muy pronto agentes a los que se pueda encomendar la detección de noticias o artículos relacionados con determinados temas. Más allá de la simple búsqueda formal de palabras clave, estos agentes deberán desarrollar finura para acceder a la información pertinente, para resumirla y ponderarla en función de su interés para el demandante. También deberán tener la capacidad de aprender a partir de la acogida que tengan por parte de quien encargó la información.

¿Quién desarrollará estos agentes en español, para que la comunidad hispanohablante tenga a su disposición esta poderosa herramienta? Esto con respecto a nuestros propios usuarios, pero ¿quién se preocupará de que los agentes orientados a un público anglohablante sobrepasen los límites lingüísticos del inglés y tomen en cuenta la información de servidores en otras lenguas, por ejemplo, la nuestra? ¿Cómo lograremos que nuestros contenidos técnicos, científicos, culturales no sean opacos al resto del mundo?

El español en la red

¿Cuánto español hay en la Internet?

La cuantificación lingüística en la red es un campo incipiente, pero tiene gran importancia estratégica. Para conocer el peso de nuestra lengua en la red se podrían explorar dos aspectos: a) el número de personas de una lengua con acceso a Internet y b) el contenido de materiales en esa lengua en la suma de ordenadores interconectados que constituye la red. Un tercer criterio posible, cuántos servidores de Internet se encuentran en países que hablan una determinada lengua, no es muy ilustrativo. Por ejemplo, el pujante francés de Quebec desaparecería, al considerar a Canadá dentro del grupo «inglés». Igualmente, muchas páginas en español radican en servidores situados en Estados Unidos y Canadá.10 El problema de los espejos (ordenadores que replican en puntos de gran demanda —como EE. UU.— el contenido de servidores de otros países) complica aún más la cuestión. Por último, infinidad de máquinas de todos los países presentan contenidos en inglés.

Respecto a los usuarios, se pueden considerar dos factores: el número de máquinas con acceso a la red y el número de usuarios por máquina. Este oscila entre cinco, que sería la media en países avanzados, y hasta treinta (Soler, 1996), como podría ser el caso de muchos puntos de Latinoamérica. Cuántos ordenadores tienen acceso a Internet es un dato sobre el que se ofrecen versiones tan variadas, no sólo para España y Latinoamérica, sino incluso para EE.UU., que carecen de cualquier utilidad analítica, por lo que nos centraremos en la otra posibilidad.

Si nos fijamos en los materiales, el procedimiento de evaluación debería primero detectar contenidos en español. El estudio clásico sobre el tema (Pimienta, 1996) se centró, para el español y el francés, en palabras propias de esas lenguas y con baja posibilidad de hallarse en otras. En segundo lugar, hay que localizar dichas palabras en el conjunto de la red y cuantificar sus apariciones. Pimienta utilizó los servicios del buscador Altavista, la principal fuente de indización de la red, pero que suele dejar sin indexar muchos servidores con contenidos en lengua española.

Para Pimienta (1996) el inglés es usado en la red unas 20 veces más que el francés, y éste dos o tres veces más que el español. Como mucho esto puede suponer que a principios del año pasado un 1,5 por ciento de la red estaba en español (asignando a las otras lenguas un peso igual al de la suma francés más español, lo cual no parece excesivo: véase la estimación inmediata).

En marzo de este año realizamos una encuesta, también vía Altavista. A diferencia de la estadística de Pimienta, que se basaba en palabras de valor cultural, nosotros hemos escogido palabras vacías, más fiables para el tipo de datos puramente cuantitativos buscados, siempre evitando la polisemia con voces de otros idiomas. El resultado11 ofrece un 2 por ciento de español en la WWW (corregible al alza, si es que se confirma el sesgo pro-inglés de Altavista).12 De acuerdo con estos datos, desde el estudio de Pimienta el español habría avanzado más que el francés, y el inglés habría crecido en relación a ambas lenguas. Sorprende también la pujanza del alemán. A falta de otras cifras,13 podríamos repartir de esta forma la presencia idiomática en la Internet:

Lengua Porcentaje Puesto
inglés 89,1
francés 3,1
alemán 3,1
español 2
italiano 0,7
otras 214
Tabla 1: Peso de las principales lenguas en Internet a marzo de 1997 (fuente: elaboración propia)

Hasta que no haya un observatorio propio de la Internet en español, no podremos contar con datos fiables sobre nuestra presencia en las redes.15 Pero de estos datos podemos concluir un programa de interés: nuestra lengua ocupa un tercer lugar en la red, a inmensa distancia del primero, el inglés, pero muy cerca de los dos que están en segundo lugar. Conseguir un segundo puesto es algo posible, pero ¿con qué objeto?

El español para la red y una red para el español

Hace pocos meses una periodista preguntaba a un experto sobre la Internet:

  • ¿Qué mueve todo esto, la cultura o el dinero?
  • La cultura es una hélice que produce mucha espuma, pero no hace avanzar el barco (Ruiz de Elvira, 1996).

Yo creo, sin embargo, que la cultura es no ya la hélice, sino la misma ola sobre la que avanza esta corriente. Soler (1997) ha señalado la importancia del tráfico cultural en la red. Es también evidente que los países hispanohablantes somos depositarios de unos elementos culturales que son apreciados por los países más desarrollados. ¿Qué podemos hacer?

Por una parte, podríamos acceder a los recursos que otros han creado (que en muchos casos son recursos de nuestra propia cultura.16 Como escribía hace un año:

Cierto que ésta es una posición más parasitaria que creativa, pero se puede suponer que tendrá efectos indudables de redistribución de recursos, paliará diferencias en el acceso a bienes culturales, y probablemente contribuirá a extender una ideología igualitaria. Por ejemplo: los investigadores situados en la periferia, los que están alejados de los centros de poder científico podrán tener la oportunidad de acceder a los recursos de su comunidad más privilegiada. La educación también puede beneficiarse de las posibilidades del contacto electrónico.

(Millán, 1996a).

El programa, por tanto, es claro: hay que extender y democratizar el acceso a la Internet en todo el ámbito hispanohablante.

Los hispanohablantes, ¿nos limitaremos a ser espectadores pasivos y consumidores en el nuevo mercado (como previene Marcos Marín, 1996)? Como dice Trejo Delarbre:

De la misma manera que en la economía, en las ciberredes somos [los países latinoamericanos] más importadores que exportadores. Ello crea, entre otros, problemas culturales y de soberanía.

(1996:118).

¿Cómo defender nuestra cultura? Luchando por incorporar nuestros contenidos a la Internet, y educar a nuestros ciudadanos en el nuevo medio; pero, ¿durante cuánto tiempo más éste seguirá siendo abierto y gratuito? Ya se empieza a configurar una «segunda Internet» de los países desarrollados, que podría vetar el acceso a los países menos afortunados: el ancho de banda, los servidores, son recursos limitados, y bien podrían decidir limitarlos para su uso interno. Si hacemos el esfuerzo de entrar en las redes, ello podría coincidir con el crepúsculo de la reciprocidad. ¿No sería, entonces, mejor dirigir nuestras inversiones a medios de almacenamiento local, ya fueran libros o CD-ROM?

Probablemente no: incluso como medio de comunicación entre países hispanohablantes, la Internet tiene potencialidades muy beneficiosas. Por poner un ejemplo cercano: la mitad de las referencias bibliográficas utilizadas en esta ponencia están disponibles en la «telaraña», y varias solamente en ella: esa es la tendencia general en muchos campos del saber. Disciplinas muy variadas, no necesariamente técnicas, como la literatura medieval o la historia contemporánea, ya hacen un amplio uso de la red para sus debates internos o sus publicaciones. Las instituciones científicas se están replanteando los medios para contactar con su público, por ejemplo: las revistas electrónicas.17 En un plazo brevísimo —y para muchas disciplinas, ahora mismo— la posibilidad de moverse en el mundo de las redes será equivalente a las destrezas básicas que venía manejando el mundo ilustrado: alfabetización, manejo de fuentes bibliográficas, capacidades de consulta en bibliotecas, etc.

Pero además, ofrecer nosotros mismos nuestra propia cultura en las redes implicará darle la forma que nosotros queramos, y obtener la ventaja de saber quiénes y por qué y para qué acceden a ella.18 Los beneficios para la comunidad internacional de hispanistas pueden ser muy grandes en el nuevo medio (Cruz Piñol, 1996).

Estamos en un momento histórico que puede hacer coincidir una comunidad lingüística y cultural con una comunidad virtual unida por los lazos impalpables de la red. Mi postura es que debemos construirla, no sólo para no quedar privados de los beneficios que podemos obtener, sino para aumentar la comunicación entre nosotros y para asomarnos al mundo de la manera que queramos.

Conclusión: Un programa de acción

Preguntas

¿Nos encontraremos con que Internet se ha convertido en una fuerza unificadora de la lengua española? ¿Y a quién servirá esa unificación? ¿a intereses empresariales o a la voluntad de los hispanohablantes? La introducción de técnicas de traducción automática y la capacidad de difusión ampliada que suponen las redes, ¿irán en detrimento de la unidad y de la calidad de nuestra lengua?

Los hispanohablantes, ¿nos limitaremos a ser espectadores pasivos y consumidores en el nuevo mercado o seremos capaces de desarrollar nuestra propia industria del idioma? ¿O será cierto que la demanda cultural de la red acogerá la oferta de los países hispanohablantes? Pero, en este caso, ¿quién será el beneficiado? Conviene recordar que ha habido otros momentos de gran expansión de la cultura española que reportaron beneficios sobre todo fuera de nuestras fronteras lingüísticas.19

¿Qué hacer?

Como en otros muchos terrenos, el primer paso es tener una información fiable, cuantitativa y cualitativa, sobre qué está pasando. Debería existir un «Observatorio de la presencia del español en Internet». Para ello debería contar con potencia indexadora propia (una suerte de Altavista que apuntara a máquinas con contenido español).20 Tendría que tener en cuenta no sólo páginas WWW, sino también listserv, news, gopher, wais… Habría además que desarrollar una metodología refinada para detectar y analizar las páginas españolas.

Esta indexación puede tener consecuencias muy positivas para el estudio de nuestra lengua. Constituiría un corpus dinámico sobre el estado del español, con variantes de todos los hispanohablantes de la red, con independencia de en qué país estuvieran situados. Además, aportaría información sobre las tendencias y demandas de la información en la red y permitiría ajustar las respuestas.

Y paralelamente a la información, la acción: las principales instituciones privadas y oficiales que están en la cadena de producción de cultura tienen la posibilidad de proyectar su actividad dentro de la red. Las instituciones oficiales que velan por nuestra lengua tienen también un terreno privilegiado de actuación.

Por último, ningún proyecto en la red será completo si nuestros investigadores, estudiantes, periodistas, nuestros hablantes, no tienen una oportunidad real de acceder a ella.

¿Cuál puede ser el resultado del crecimiento de nuestra lengua en el máximo medio de comunicación de la actualidad? Extender fuera de nuestras fronteras idiomáticas nuestra actividad cultural o científica y levantar la imagen de nuestra lengua en el mundo. Los beneficios directos e indirectos de esta presencia pueden ser muchos: si nuestra lengua se hace con un segundo lugar en la red (lo que es perfectamente posible), muchas páginas de otras lenguas tendrían que incorporar una traducción española, del mismo modo que hoy cualquier página con deseos de difusión tiene versión inglesa.21

Ójala el próximo Congreso Internacional de la Lengua Española pueda ver la presentación de muchas de estas realidades.

Referencias

  • En las direcciones de sitios de la WWW prescindo de la parte «http://», que se debe entender al comienzo de cada localizador.

Bibliografía

  • Castro Roig, Xosé (1996), «El español neutro», ponencia presentada en el Congreso Anual de la ATA, 5 de noviembre de 1996, Colorado Springs, EE. UU. En la red como http://xcastro.com/neutro.html
  • Communications (1997), «Asia asserts its independence», en Communications International, Ruislip, G. B., January.
  • Cruz Piñol, Mar (1996), «Hispanistas y telecomunicaciones», Actas del Cuarto Congreso de hispanistas de Asia, Seúl.
  • Electronic Publishing. Strategic Developments for the European Publishing Industry towards the Year 2000 (1996), Andersen Consulting (Alemania) con la asistencia del IENM (Institute for Information Economy and New Media, Austria). Informe encargado por la Comisión de las Comunidades Europeas, DG XIII (en la red como www2.echo.lu/info2000/eu/projects.html).
  • Fundesco (1996), La lengua española en las autopistas de la información. Informe sobre el español en el entorno multimedia, Madrid, Fundesco.
  • Lázaro Carreter, F. (1997), El dardo en la palabra, Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores.
  • Maes, Pattie (1994), «Agents that Reduce Work and Information Overload», en Communications of the ACM, vol. 37, n.º 7, ACM Press (en la red como pattie.www.media.mit.edu/people/pattie/CACM-94/).
  • Marcos Marín, Francisco (1996), «El español en Internet», en Nueva Revista, n.º 44, abril-mayo.
  • Millán, José Antonio (1992), «El dinero de la lengua», en «Babelia», suplemento de El País, 10 de octubre.
  • Millán, José Antonio (1996a) «La cultura en los comunales electrónicos», en El Urogallo, 121, junio.
  • Millán, José Antonio (1996b), «Palabras enredadas», en El país semanal, 20 de octubre.
  • Moll, J. (1994), «El libro español impreso en Europa», en H. Escolar (Dir.), Historia ilustrada del libro español. II: De los incunables al siglo xviii, Madrid, Fundación Germán Sánchez Ruipérez y Ediciones Pirámide.
  • Pennycook, Alastair (1994), The Cultural Politics of English as an International Language, Longman, Essex (G. B.).
  • Pimienta, Daniel (1996), «La place du Français dans l’Internet: situation et perspectives. Ponderation statistique de la langue et la culture Française sur l’Internet», Journé mondiale de la Francophonie, marzo de 1996, versión revisada de mayo del mismo año (en la red como www.funredes.org/funredes/html/francais/francow.htm).
  • Puig, Ferran (1996), «Del papel a on-line: consideraciones técnicas, económicas y organizativas», ponencia en las Jornadas sobre revistas científicas: edición y distribución electrónica, Universidad de Huelva, 18-19 de noviembre.
  • Ruiz de Elvira, M. (1996), «Manuel Tomás Carrasco, experto en redes informáticas», en El País, 20 de noviembre.
  • Soler, Joaquín (1997), «Internet. El español y los cimientos de un cambio global», en Boletín Red Iris, n.º 59, marzo (en la red como www.rediris.es/rediris/boletin/39/enfoque4.html).
  • Trejo Delarbre, R. (1996), La nueva alfombra mágica. Usos y mitos de Internet, la red de redes, Madrid, Fundesco.
  • Web (1996), Madrid, abril.

Localizadores

Notas

  • 1. Agradezco a Xosé Castro, Javier Martínez, Rafael Millán y Joaquín Soler la discusión de muchas de las ideas aquí contenidas, cuya responsabilidad última, por supuesto, es sólo mía. Volver
  • 2. Alguna extensión tiene el uso de Malla, y he visto escrito también Maraña. Obsérvese que una adaptación posible de WWW sería «Máxima Malla Mundial», o MMM, sigla que resulta ser la inversión gráfica de la inglesa [en la presentación pública de la ponencia en Zacatecas, esta modesta propuesta terminológica fue bien acogida: agradezco el apoyo de Horacio Reggini (Argentina) y su inclusión en la Mesa Redonda Plenaria por parte de Rebeca Barriga (México)]. ¿Qué tal todo un espacio hispanohablante de conexiones http://MMM? . Volver
  • 3. No hay que desdeñar en absoluto este factor, que explica el triunfo de determinadas opciones en la prensa escrita. Una ganancia de espacio, incluso en pequeña medida, explica el avance de botica frente a farmacia en la sección «Madrid» de El país a partir de comienzos de 1996. Volver
  • 4. Creo que la forma más precisa es exactamente ésta: «la Internet», siempre con artículo, y en femenino (se sobreentiende red). Volver
  • 5. Según una de las clasificaciones de páginas visitadas más fiable, 100hot (para las direcciones de sitios de la «telaraña», véase al final el apartado «Localizadores»), de los 100 sitios más visitados a comienzos de marzo de 1997, unos cuarenta eran de contenidos directamente relacionados con la Web, con programas o con ordenadores. Volver
  • 6. Ya hay algún paso en esta dirección, como el departamento de Español Urgente de la agencia EFE, y los planes del Centro Virtual Cervantes, del Instituto Cervantes.Volver
  • 7. Sic, por uso de mayúsculas, acentos y todo lo demás.Volver
  • 8. Se trata de la versión española de la portada de la compañía de traducción Globalink, realizada por el propio programa (octubre 1996).Volver
  • 9. A partir de los constituyentes iniciales de knowledge (conocimiento) y software (programación) y la sílaba final de robot. Volver
  • 10. De unos 90 sitios «latinos» de éxito (100hot latino) revisados a principios de marzo de 1997, más de dos tercios estaban situados en servidores de instituciones de países que no tienen el español como lengua oficial. Volver
  • 11. Para el inglés: and en 262 millones de documentos; para el francés, et en 9 millones (posible colisión con el latín, probablemente despreciable); para el italiano che en casi 2 millones y para el español el en 6 millones (hay documentos ingleses con presencia de El Dorado y otra toponimia hispana con el artículo, probablemente también despreciable); para el alemán und en 9 millones de documentos.
  • 12. Otros (Soler, 1997) apuntan también al 2 por ciento «como mínimo» para el español, aunque sin aportar fuente.Volver
  • 13. Ningún dato aportan, a pesar de sus títulos, ni el informe La lengua española en las autopistas de la información (Fundesco, 1996), ni El español en Internet (Marcos Marín, 1996).Volver
  • 14. Atribuiremos al resto de las lenguas un peso similar al del español. Volver
  • 15. Para recorrer el universo de la «telaraña» en español, de momento podemos contar con índices como donde, y buscadores como ozú y olé, pero ninguna indexación sistemática. Volver
  • 16. Por ejemplo, un analizador morfológico de verbos españoles en Canadá: el Comp-jugador. Volver
  • 17. Para la política de creación y difusión de publicaciones científicas en el ámbito hispanohablante, véase Puig (1996). Sic, por uso de mayúsculas, acentos y todo lo demás. Volver
  • 18. La creación de comunidades de usuarios, más que la recuperación directa de capital, es el beneficio real de las actividades en la red (Electronic Publishing, 1996).Volver
  • 19. Sobre todo en los siglos xvi y xvii: «Parece paradójico que en la época de mayor desarrollo de la cultura española, considerando ésta en su sentido más amplio, que conlleva la expansión de su presencia en Europa, la industria editorial española no contribuyera directamente a esta expansión. Son los editores de otros países europeos quienes la llevan a cabo […] Este contrasentido que ofrece la existencia de una producción artística e intelectual apetecida en Europa y la ausencia de una irradiación editorial desde España se explica por la ausencia de una industria editorial fuerte, bien capitalizada, que abarque los principales centros europeos del comercio del libro» (Moll, 1994: 499).Volver
  • 20. No basta con que se trate de un Altavista con interfaz en castellano (ver Altavista castellano), sino de uno que tenga en cuenta los servidores con contenidos castellanos. Hay un principio de acuerdo entre Altavista y TPI (compañía del grupo Telefónica) que podría desembocar en este fin.Volver
  • 21. Igual que la actividad viajera de los hispanohablantes conduce a que los cajeros automáticos de cualquier país presenten menús en español.Volver