Manuel Martín Serrano

La gesta y la parábola en la comunicación públicaManuel Martín Serrano
Catedrático de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid

Los MCM organizan la visión de la realidad en ámbitos cuidadosamente separados a nivel narrativo, que he denominado mundos. Los dos más importantes corresponden a: el primero, al ámbito del acontecer sociopolítico, y el segundo, al ámbito de los aconteceres que afectan a la vida cotidiana del común de los mortales.

Cada mundo se describe con el recurso a relatos que tienen estructuras narrativas distintas. Las narraciones resultantes son tan diferentes que sólo pueden explicarse como el resultado de prácticas mediadoras diversas.

Diferencias existentes en las estrategias mediadoras

El relato del acontecer sociopolítico está constituido, en la casi totalidad de los casos, según la estructura narrativa de la gesta. Este diseño no es el mismo que se encuentra en los relatos referidos a aconteceres del mundo cotidiano, donde predomina, con frecuencia equivalente, el modelo narrativo de la parábola. Estas diferencias estructurales se explican porque, en cada ocasión, el Mediador maneja tensiones sociales de distinta naturaleza:

a) El problema recurrente del que se ocupa el relato sociopolítico es la fragilidad de las instituciones humanas. Esa vulnerabilidad compromete la permanencia de los modos de organización social. El objetivo mediador de la comunicación sociopolítica es que la acción social se canalice y se regule a través de las organizaciones institucionales.

La tensión entre orden institucional y cambio histórico fue siempre asunto de la gesta. Por eso he propuesto que se considere a todos los relatos de gesta, incluyendo entre ellos a las narraciones sociopolíticas, como productos mediadores entre la división social y la acción social (cfr. La producción social de comunicación, op. cit.). Dicho uso explica que la principal función social que se le puede encontrar a la narración sociopolítica sea contribuir a legitimar las instituciones mediadoras.1 Esta interpretación se basa en la comprobación de que el funcionamiento de las instituciones mediadoras es, precisamente, el principal tema del que se ocupan los MCM en los relatos sociopolíticos.

b) En el relato del acontecer cotidiano la cuestión que se reitera es la debilidad de la naturaleza humana, que contradice la preservación del orden moral. El objetivo mediador de la comunicación sobre la cotidianeidad es modelar los impulsos y los deseos para que se acomoden a las normas éticas.

La parábola, desde sus orígenes preliterarios, se ocupaba ya de este conflicto entre los instintos naturales y las normas sociales. Los relatos que se refieren a la cotidianeidad también medían entre las necesidades de los sujetos particulares y las constricciones sociales. Por eso cabe interpretar que su principal función social consiste en asegurar, la permanencia de las representaciones sociales consolidadas. Para llegar a dicha conclusión he tenido en cuenta que en los relatos sobre la cotidianeidad, a las normas evocadas para ajustar los deseos, se les atribuye el reconocimiento del que goza toda representación consolidada.

  Mundo del acontecer sociopolítico Mundo de la cotidianeidad
Niveles mediados Acción social/instituciones Impulsos/normas
Estructura narrativa De gesta De parábola

Las diferencias existentes entre los niveles mediados requieren de estrategias mediadoras distintas para describir la imagen de cada uno de esos mundos. Las respectivas imágenes se producen y reproducen mediante el recurso a estructuras narrativas muy distintas.

Las próximas líneas aclaran los usos comunicativos a los que se destinan cada uno de estos relatos.

El uso mediador de los relatos de gesta en la narración sociopolítica

La narración sociopolítica tiene que recurrir a la eficacia integradora del ritual para conseguir una visión consensuada de la acción social.

Se trata de lograr que los sujetos sociales, trascendiendo los lazos primarios, apliquen sus energías y canalicen sus intereses por los cauces de las relaciones institucionalizadas. La mediación en el campo sociopolítico aparece como un esfuerzo penoso y permanente por rehacer a Leviatán, misión que siempre se le ha confiado a la comunicación institucional.

La gesta sociopolítica se utiliza en los MCM sobre todo para introducir, a través de la narración, un modelo para la práctica de la lectura o de la teleaudiencia. Lo importante, desde el punto de vista de las funciones mediadoras, es que el lector o el televidente asista a la comunicación cada día, a través del medio compartido, en el lugar y la hora establecidos. Y que se realice el ceremonial de la lectura o de la audiencia con los gestos correctos: grave-despreocupado; distante-atento. Para que los celebrantes participen del rito comunicativo lo que el oficiante dice en su narración no es tan importante como el modo en el que lo dice. Ni lo que el oyente o vidente entiende es tan trascendente como el modo en el que oye o mira. Por eso tiene tanta relevancia en el relato sociopolítico el actor a quien compete que el ceremonial expresivo esté bien dicho o bien hecho: es decir, el profesional que confiere a cada noticia su espacio o su tiempo, su maquetado o su ritmo correctos.

Tales ceremoniales narrativos ya vienen marcados por las características que diferencían el tratamiento expresivo de cada programa o sección (artículo de fondo, crónica, noticias internacionales, etc.). Esta intervención mediadora que supedita «el contenido» a «la forma» no pretende otra cosa que proporcionar confortación, es decir, el sentimiento de fusión con la comunidad que experimenta cada lector u oyente por su participación en los actos del rito.

La mayoría de los receptores, que son miembros de sociedades muy complejas, ya no pueden sentirse corresponsables por el logro ni por la frustración de unos personajes que actúan en el opaco mundo de la política; un ámbito que afecta a todo ciudadano, pero que incluye a pocos. En consecuencia, los personajes políticos no aparecen en los relatos de los MCM para que el receptor se proyecte en ellos,3 ya que sistemáticamente se les caracteriza como seres distantes.

El fracaso o el triunfo de los personajes políticos sirven por igual para marcar la permanencia y la primacía de las instituciones a las que representan. Es consustancial con la narración del quehacer político la reiteración equilibrada de triunfos y de fracasos. De hecho, lo propio de toda gesta es su carácter no concluso, o el carácter provisional que tiene el desenlace, que hace posible el renacimiento ritual de Leviatán y la eficaz participación del Receptor en la celebración. Por eso la narración suele estar abierta.

Así, el relato sociopolítico se ocupa principalmente de las crisis que afectan a las organizaciones. De cada cabeza que se le corte al dragón de la crisis política del momento, le nacen otras dos. El Héroe de hoy y quien mañana tomará su relevo es seguro que tendrán que volver a cabalgar en los aparatos institucionales para regresar a la boca de la cueva de la historia, abocados a enfrentarse nuevamente con el chorro de fuego de la desorganización social.

El uso mediador de los relatos de parábola en la narración de la cotidianeidad

El principal objetivo de la narración sobre la cotidianeidad es orientar la interacción hacia la satisfacción de metas socialmente aceptables. Por eso la narración de la cotidianeidad tiene que apoyarse en el mito, para lograr una representación compartida del comportamiento privado. Adoptan la forma de la parábola y ponen el énfasis en el contenido mítico de la narración, porque la eficacia mediadora consiste en influir directamente sobre las creencias y no sobre las interacciones. Es la variedad del relato en la que está más patente su función de ejemplo.

Se comprende que el mediador no precise estimular a las interacciones allí donde predominan las relaciones primarias (afectivas, amorosas, amistosas, vecinales, entre otras). En estos relatos de la cotidianeidad esas modalidades de relación se evalúan positivamente y además se exigen para que cada miembro del grupo se ocupe en conservarlo. Pero pueden presentarse como un exceso, que se desanima y desvaloriza cuando las interacciones cargadas de afectividad se anudan y reanudan entre los miembros del grupo más de lo estrictamente necesario.

En la descripción del mundo cotidiano, las interacciones con los más próximos aparecen sutilmente instrumentadas. Están destinadas a satisfacer objetivos socialmente necesarios (producir, reproducir, consumir, entre otros). Si el sujeto, en la prosecución de estos objetivos, además logra placer, contento, realización y felicidad, será algo que recibe por añadidura. El relato de la cotidianeidad es una parábola precisamente porque concibe la interacción primaria al servicio de necesidades que trascienden al sujeto y a sus próximos.

En la parábola de los MCM la eficacia mediadora no está confiada ni a la competencia de quien relata ni a la manera en la que se relata, sino que se funda en la fidelidad de lo que se relata a un modelo mítico. El mediador cuida de que no se altere la conexión que se desea establecer entre las situaciones, los comportamientos y sus consecuencias para los sujetos. Una vez preservada esa visión normativa de la acción social, la narración puede ser larga o corta y tan libre como guste el narrador. Por eso los relatos de la cotidianeidad no suelen subrayar el papel que juega el relator; pero en cambio, con frecuencia, existe mención de quienes pueden controlar, de una u otra forma, las desviaciones en las conductas: desde la Divinidad al Agente del orden, pasando por el Padre, el Maestro o el Amo.

Por su naturaleza de ejemplo, la parábola de la cotidianeidad habitualmente es un relato cerrado en el que cada trama concluye con su desenlace. La conclusión implica inequívocamente una sanción social.

El triunfo o el fracaso, el premio o el castigo, vienen a ilustrar las consecuencias de las acciones y de las pasiones.

Diferencias en la construcción de los temas

He demostrado que los relatos sociopolíticos y los de la cotidianeidad tienen formas narrativas diferentes porque se proponen objetivos mediadores distintos:4

a) La mayor parte de los temas de la comunicación sociopolítica varían en torno al conflicto y al consenso que concierne al funcionamiento de las instituciones. El relato ilustra, de varias formas y con numerosos casos, el criterio de que la disensión que se genera en la interacción política, cuando no puede ser eliminada, al menos puede ser recuperada para que dinamice la acción social. Esta función constructiva que se les atribuye a los conflictos institucionalizados se apoya en una presuposición que el Mediador ni explicita ni justifica: ninguna tensión social podrá comprometer el orden establecido en tanto que las discrepancias se canalicen a través de las organizaciones formales y se ritualicen de acuerdo con regulaciones formales.

b) Por lo que respecta a los temas de la comunicación sobre la cotidianeidad, también existe un punto de vista previo, identificable en la mayoría de los relatos. El criterio a priori del que parten los Mediadores puede formularse así: «la armonía social no puede apoyarse exclusivamente ni en los lazos naturales (biológicos) ni en los afectivos (de afinidad) que unen a los sujetos». Estos vínculos, por sí solos, se presentan como frágiles e insuficientes, porque las relaciones sujeto-sujeto están preñadas, por naturaleza, de conflictos no ritualizados y por lo tanto destructivos de la cohesión comunitaria.

Las interacciones que anuda la cotidianeidad se describen como fuente de un tipo de tensiones que ni pueden ser erradicadas ni recuperadas para hacer de ellas una fuerza socialmente utilizable; al menos en tanto que sean los propios litigantes quienes manejen la disensión. Los factores que alimentan los enfrentamientos personales se conciben como constitutivos de la naturaleza humana: remiten en los relatos a necesidades e intereses primarios, como el hambre, el instinto sexual, el instinto de supervivencia, el deseo de otro y de lo del otro, la ostentación y el ansia de dominio.

El relato se propone la tarea mediadora de encauzar el potencial destructivo de esos impulsos hacia las vidas privadas. Muestra que los efectos de las disensiones cotidianas deben incidir, y que de hecho inciden, sólo en perjuicio de los propios sujetos. Se aduce, a veces explícitamente, que de esta forma no se verán comprometidos, en los enfrentamientos particulares, ni los grupos de pertenencia ni los de referencia y que el sistema normativo podrá ser preservado. Pero en ningún caso el relato propone que los conflictos privados puedan ser eliminados.

Estos dos criterios, aunque tan distintos, lejos de ser contradictorios son complementarios. Ambos derivan de la misma concepción de la naturaleza del hombre y de la función de la sociedad. «Los MCM responden a la creencia de que las relaciones humanas serán más justas, o, al menos, menos violentas cuanto más se alejen del estado de naturaleza». El mundo se tiene por más seguro cuando las interacciones se canalizan por cauces administrativos, formas configurantes y legitimadoras en las sociedades burocráticas de todo intercambio social, incluido el conflicto.

En el correcto significado histórico del término, los MCM transmiten un programa anti-iluminista. La mediación comunicativa se utiliza precisamente para lo contrario de lo que esperaban de ella los Ilustrados. Cuando los Mediadores, con el capitalismo industrial, lograron por fin conquistar el poder que confiere la producción y difusión de información, hacía tiempo que habían perdido la fe en la posibilidad de armonizar las necesidades del sujeto con las exigencias del orden social. En el sustrato ideológico de los MCM pervive el fatalismo de Malthus y se ha borrado la ingenuidad de Rousseau.5

La comunicación de masas aparece, a la luz de esta investigación, como una forma de mediación que, en última instancia, se propone violentar las relaciones primarias para que no interfieran en las relaciones controladas por las instituciones del poder. La manifestación agresiva de esta concepción de la vida social ya se conocía en las desembozadas amenazas que profería la propaganda política de los Estados totalitarios modernos, cuando hacía equivalentes «privado» y «subversivo». Pero la violencia sobre las relaciones cotidianas también puede ejercerse, como aquí se muestra, recurriendo a formas confortadoras de presión. Hay que descubrir esa coacción que no aterra, pero que sin embargo también es terrorista, en la estructura, aparentemente obvia y por lo tanto inofensiva, que tienen los relatos de los MCM en los Estados democráticos.

Los estímulos para la producción de comunicación

Aunque uno y otros relatos tienen su razón de ser en la existencia de desajustes que afectan o pueden afectar a la comunidad, responden, en cada caso, a crisis cuyos factores desencadenantes penetran en la organización social por entradas distintas:

a) En los relatos sociopolíticos es desestabilizador el cambio del entorno (natural, social, cultural); aunque raramente la narración sugiera que esa transformación sea innecesaria o evitable.

b) En los relatos de la cotidianeidad es desestabilizador el cambio de las creencias y de los conocimientos (tradicionales, científicos, educativos, laborales); aunque en pocas ocasiones la narración proponga una fidelidad a ultranza a las convicciones que ya no tienen una aplicación social.

En síntesis, los relatos del acontecer sociopolítico están abiertos a la observación de las consecuencias sociales que tienen las prácticas. Los relatos de la cotidianeidad están atentos a la comprobación de los afectos sociales que tienen las actitudes.

Las distintas estrategias que existen en la selección de aconteceres de referencia para los temas sociopolíticos y para los de la vida cotidiana adquieren un sentido a la vista de estos análisis:

a) El proceso desencadenante de la mediación en el caso de la comunicación política viene en pos, generalmente, del incidente, del problema, del malestar; emergencias que están sucediendo o que pueden presentarse y que, por su propia naturaleza imprevisible, todavía no han sido reguladas por las instituciones; o que en el peor de los casos no se ajustan a las regulaciones institucionales existentes. La emergencia se menciona para que pueda ser detectada. Pero, sobre todo, para justificar la razón de ser de los aparatos institucionales. Por eso, en el relato suele existir referencia, explícita o implícita, a los mecanismos por los que la crisis podrá ser superada, vencida o al menos controlada.6

La emergencia es un objeto comunicativo urgente, pero no puede ser presentado como permanente. Precisamente la mediación comunicativa existe, entre otras cosas, para ilustrar que todo quebranto de la organización política es pasajero. Por lo general, el mero juego con los tiempos o con los espacios expresivos es suficiente recurso narrativo para recomponer la imagen del orden establecido. Un emergente que pasa a ser informado en algún rincón perdido de una página anterior del periódico, por esa sola razón queda clasificado como un incidente resuelto o que ha perdido su virulencia.7

De todas maneras, en cuestión de horas, o todo lo más de días, el culto al presentismo sacrificará en el altar de la actualidad toda referencia a un avatar sociopolítico que ofrezca resistencia a la ritualización comunicativa: no porque sea desestabilizador, sino por el simple hecho de durar demasiado. Ésta es, tal vez, la explicación última que tiene la maníaca obsesión por la actualidad: que existe en los MCM: despejar el espacio expresivo del medio para que cada día tenga entrada, en el relato del acontecer sociopolítico, un quebranto nuevo.

Los agentes que son objeto de atención preferente en la narración sociopolítica proceden de quienes, por su función institucional, tienen a su cargo la acción o la representación de las organizaciones formales: actores tales como los políticos, los funcionarios, los propios profesionales de la comunicación. Puesto que el suceso político se concibe como aquello que avería las maquinarias administrativas y de gobierno, los personajes de estos relatos están descritos con las aptitudes de un bricoleur. «El pulso firme», «la mirada vigilante» se les presenta a la espera de que algo se descomponga en la organización, con su juego de piezas de recambio preparadas.

La justificación social que les otorga el relato sólo contadas veces depende de que les tenga por capaces de diseñar proyectos políticos correctos o de transformar la sociedad con su gestión de gobierno. Casi siempre la legitimación de los agentes institucionales en los MCM se funda en la capacidad que se les reconozca para someter cualquier imprevisto a control; aunque para que todo siga funcionando, su intervención se reduzca a colocar un parche. Al hombre público se le presenta en los relatos sociopolíticos como un personaje subjetivamente no implicado en la maquinaria instititucional.

Porque la frialdad es un rasgo que conviene al técnico de conservación cuya misión es dejar que trabaje sin interferencias la maquinaria tecnológica cuyo funcionamiento vigila. No se le exige ni se le toleraría que ame los aparatos de poder, sino que los mantenga. Por eso en el mundo sociopolítico sólo es tenido por pertinente, e incluso por decoroso, referirse al desempeño funcional de los agentes. La frialdad con que los personajes públicos afrontan su trabajo político y el desapego que muestran hacia los otros partícipes no refleja obviamente un rasgo de personalidad de los agentes, sino una concepción que tiene el mediador de los sujetos que intervienen en los aparatos institucionales.

La ataraxia emotiva se le atribuye al agente que desempeña un papel público para que sea tenido por competente. La narración transmuta en dureza emotiva de un actor la resistencia al cambio de esa organización que en él se personaliza o se representa.

b) En el caso de la comunicación a propósito de la cotidianeidad, la mediación se pone en marcha cuando surge el enfrentamiento, la incomunicación, el no entendimiento en el interior de un grupo o entre miembros de distintos grupos que estén funcionalmente llamados a la cooperación. Algún conflicto interpersonal, que se toma de un acontecer real o ficticio, es la materia que provee de los temas en los que se especializan estos relatos. El tratamiento comunicativo del desacuerdo muestra cómo los colectivos amenazados por la discordia movilizan a todos o bien a algunos de sus componentes, en aras de su propia continuidad.

El conflicto endogrupal sirve como banco de pruebas para someter a examen la asignación de tareas, derechos y obligaciones y habitualmente para volver a legitimar los usos ya establecidos. La mediación cognitiva, en esta clase de relatos, opera no tanto para apaciguar el conflicto —salvo que amenace con la destrucción de un grupo esencial para la reproducción de la colectividad— como para ofrecerle un teatro en el que las discrepancias no afecten al funcionamiento del Sistema social general. En ocasiones el mediador también propone salidas institucionales para las tensiones interpersonales, habitualmente confiadas a la intervención de alguna organización más amplia que el grupo primario. Cuando trata de la cotidianeidad, el relato casi siempre se cierra con la indicación de las consecuencias privadas y públicas del desacuerdo.

La ocasión de formular una moraleja no es la principal razón de ser de esta clase de narración referida a la cotidianeidad. En el texto, o en el contexto, se presenta como inevitable la reproducción de otro enfrentamiento entre los mismos u otros actores que mantengan relaciones muy estrechas. Como la mediación del acontecer cotidiano está orientada al manejo cognitivo de las discrepancias privadas, los agentes, que son sus objetos de referencia prioritarios, se encuentran entre quienes, por su actitud, contradicen los fines que debe compartir el grupo o disienten sobre el modo en que funciona y está organizado.

Los personajes principales se describen existencialmente implicados en una u otra de las orientaciones para el grupo sobre las que disputa y, por lo tanto, emotivamente condicionados en sus evaluaciones y en sus relaciones. De esa forma la quiebra del grupo se atribuye a los sentimientos incorrectos que generan las discrepancias, más bien que a las causas concretas que originan la discrepancia. Por eso la narración se centra en el análisis de cómo maneja el Actor, comunicativa y afectivamente, las tensiones que le oponen a los otros.

Marcos axiológicos

El «mundo» del acontecer socipolítico raramente se reúne en un mismo relato con el de la acción cotidiana (salvo que sea para mostrar su mutua incapacidad para unirse en un mismo mundo). El mundo político no puede disolverse en el mundo cotidiano ni viceversa, porque el Mediador propone una moralidad diferente para comportarse en cada uno de ellos:

a) Para el comportamiento en los asuntos públicos y para el propio funcionamiento de las instituciones públicas rige en la narración la moral liberal-burocrática que implantó la revolución burguesa. Recuérdese que en el ámbito sociopolítico se proponen juicios de valor universales, válidos para todos y en cada ocasión en las que aparezca la misma situación; tiene prioridad el interés de la comunidad sobre el de los sujetos individuales; y se espera de cada sujeto el que sea capaz de separar sus responsabilidades de sus afectos.

b) Las normas opuestas son, precisamente, las que pautan la narración a propósito de la cotidianeidad. Existe en estos relatos una evaluación diferente de los comportamientos según el caso y la persona; valoración que no tiene por qué ser la misma que se aplique en una nueva ocasión, si los sujetos son otros o si aun siendo los mismos han cambiado las circunstancias. Otra manifestación de esa inversión axiológica se presenta cuando el interés privado se describe como un fin legítimo y prioritario, criterio que rige en el mundo de la vida cotidiana, excepto cuando el particularismo comprometa la continuidad del grupo.

Las diferencias que existen entre los controles que se mencionan en cada tipo de relatos son igualmente coherentes:

a) Para asegurar el respeto de los principios normativos que regulan el comportamiento político, las amenazas que penden sobre quien confunda los criterios son la presión social, el ostracismo y la retirada del papel público. Si fracasa el Agente político en el desempeño de sus funciones, se le permitirá exculparse, puesto que el quebranto dimana del fatum y no de la imperfección humana; pero en ningún caso que haga recaer la inculpación sobre las instituciones o las organizaciones.

b) La presión afectiva, el rechazo con el que le corresponderán los más próximos, es el riesgo que afronta el Personaje que equivoca los principios del comportamiento cotidiano. Si fracasa el Agente del acontecer cotidiano se le permitirá echar la culpa a los demás, porque en tanto se preserve la asignación del fracaso a los errores particulares, poco importa, desde el punto de vista de la mediación, que sea presentado como culpable uno u otro sujeto individual.

El mundo sociopolítico y el mundo cotidiano: diferencias específicas

— En la selección de objetos de referencia: (procedentes del Plano del Acontecer)

  MUNDO SOCIOPOLÍTICO MUNDO COTIDIANO
Naturaleza de los aconteceres Mayoritariamente temporales. Mayoritariamente de ciclo corto. Mayoritariamente atemporales. Mayoritariamente de ciclo largo.
Vigencia Lo urgente. Lo vigente.
Ámbitos (espacios) Institucionalizados. Públicos o privados.
Marcos temporales Anclaje temporal en tiempo datable.
Presentismo prospectivo y retrospectivo.
Anclaje temporal en tiempo narrativo.
Presentismo anclado en el presente.
Naturaleza de la acción social Conflictos intergrupales. Conflictos intragrupales.
Sujetos de la acción social Actores representativos de funciones institucionales; las propias instituciones. Tendencia a limitar el número de Agentes.
Muy escasa presencia de controladores.
Actores representativos de grupos primarios. Incremento del número de Agentes.
Frecuente mención de controladores.
Rasgos de los Actores Atención a rasgos morales de los Actores.
Ataraxia emotiva.
Atención a rasgos físicos.
Compromiso emotivo.
Análisis de la interacción Preferencia por el desempeño funcional del sujeto (políticas correctas). Preferencia por la relación social de los sujetos (sentimientos correctos).

— En la selección de valores de referencia: (procedentes del Plano de los Principia)

  MUNDO SOCIOPOLÍTICO MUNDO COTIDIANO
Pautas (normas de rango superior) Neutrales, universales y orientadas a preservar los intereses colectivos. Afectivas, particularistas, orientadas a preservar intereses particulares.
Conflicto normativo predominante Altruismo/egoísmo. Principio de placer/principio de realidad.
Presentación de objetivos Pocas veces expresos. Definidos por la función: concretos, limitados. Generalmente explícitos. Indefinidos, ilimitados.
Objetivos dominantes Papel público.
Control del entorno social (poder sobre los otros).
Búsqueda de placer y amor.
Adaptación al entorno social, flexibilidad, sumisión (aceptación por los otros).
Controles legitimados Presión social (ostracismo-aceptación); presión moral (reconvención, apoyo, alabanza). Presión afectiva (entrega o retirada de amor).
Tratamiento del fracaso Impunitivo (se niega que existan culpables y culpas). Extrapunitivo (se culpa a los demás).

— En la construcción de temas:

Génesis de los temas La crisis del ecosistema social El elemento variante es lo acontecido (datos de referencia del acontecer). La crisis de las normas y creencias El elemento variante son los principios (datos de referencia concernientes a los valores).
Punto de vista específico Ilustrar el consenso como un logro de las formas de organización institucionalizadas Ilustrar el conflicto como un riesgo de las interacciones primarias

—En las mediaciones:

  MUNDO SOCIOPOLÍTICO MUNDO COTIDIANO
Principal función mediadora Reproducción de las instituciones que median entre la división social y la acción social. Reproducción de las representaciones compartidas que median entre las necesidades y las constricciones sociales.
Recurso mediador predominante Medición ritualizadora (estructural). Mediación mitificadora (cognitiva).
Participación del mediador Muy relevante. Pocas veces explícita y con escasa relevancia.
Rolificación de los Actores Roles aislados relativamente frecuentes. Se prima mucho más la pertenencia a grupos; apenas hay roles aislados.
Estructura narrativa De gesta. De parábola.
Cerramiento Predominio de relatos abiertos (inconcluidos). Predominio de relatos cerrados (con desenlace).
Transferencias Del universo a la acción social por el de la comunicación social. Del universo de la interacción ejecutiva por el de la expresiva.

Equivalencias en el tratamiento del acontecer sociopolítico y existencial

  • El consenso es el valor supremo (funciones reproductivas).
  • Se prima la solidaridad.
  • Criterios de diferenciación entre ámbitos del acontecer (mundos), fundados en la división social, división técnica y sus consecuentes diferencias en los modos de vida.
  • La división funcional de los Personajes en los relatos reproduce la división sexual y técnica de los Agentes.
  • Preferencia por los Personajes individualizados más que por los genéricos.
  • La constancia de las funciones narrativas en los relatos puede dar cuenta, sin transformarse, de las variaciones en las funciones sociales de los Agentes.
  • El rol atribuido al Personaje determina los atributos personales y sociales con los que se les caracteriza (rolificación).
  • El rol y no el Personaje es la unidad de la acción social.
  • Las tensiones intragrupales (colectivas) tienden a aislarse como tensiones interpersonales (privadas).
  • La solidaridad se construye como la consecuencia de la adhesión de los miembros de un grupo a un líder y/o como la pertenencia a una organización que goza de sanción social positiva.
  • Presentación etnocéntrica y cronocéntrica del acontecer (preferencia por lo que concierne al grupo ahora).
  • Más referencias al logro que al fracaso de los Agentes.
  • Las interacciones privadas entre los Actores no son la materia de las interacciones públicas.
  • Predominio de la pauta de merecimiento (a cada cual según sus capacidades).
  • Predominio de interacciones positivas.
  • Separación de los universos de la acción, del control y de la comunicación.
  • Igual interés por las manifestaciones de la violencia en ambas clases de aconteceres.
  • Liderazgo/dependencia, actividad/pasividad son estructuras narrativas y no históricas.
  • Consenso/conflicto son estructuras que se pliegan a los aconteceres.

Sustitución de los Mediadores personales por los institucionales

Antes de que existiese la forma de producción capitalista de comunicación era pertinente analizar la función mediadora examinando las creencias y los fines que se proponían quienes eran autores de los relatos. Es obvio que los productos comunicativos de los MCM siguen teniendo su origen en la ideación de sujetos concretos. Pero ese análisis tiene ya escasa relevancia, si de lo que se trata es de evaluar los efectos mediadores que en la sociedad capitalista se encomiendan a la comunicación pública. El valor mediador de cualquier narración concreta se reduce frente a la eficacia mediadora del conjunto de la producción de los MCM.8

La actual forma de producción de comunicación pública no tiene un lugar para el Mediador que quisiese asumir la función de Pigmalión. Es la comunicación institucional trabajo de oficiantes, conocedores del orden y del ritmo con que deben desgranarse las oraciones y las imágenes. Sujetos a las prácticas mediadoras que son la Regla del oficio, se comprende por qué, tan frecuentemente, los periodistas gustan de comparar su función con un sacerdocio. Tal vez sin darse cuenta de que lo que les asemeja a los oficiantes sagrados es la necesidad subjetiva de creer en la eficacia y en la necesidad del rito, en la verdad y pertinencia del mito. Convicciones que pueden desfallecer alguna vez en todo profesional consciente.

Notas

  • 1. Son Mediadores institucionales los propios MCM, pero también la burocracia, las fuerzas del orden y en general todos aquellos aparatos que tienen a su cargo la tarea de ajustar las prácticas sociales a las organizaciones que las regulan. Volver
  • 2. Las representaciones consolidadas en cada cultura son visiones del mundo en las que se legítiman los valores, las peculiaridades históricas, políticas, culturales y materiales de la comunidad. Volver
  • 3. En las campañas políticas es posible e incluso frecuente que se les presente a los líderes como ·«un padre», «un hermano», «un amigo», para estimular una identificación proyectiva del electorado. Pero estos relatos propagandísticos pasan a ser narraciones del mundo de la cotidianeidad, aunque sirven para fines electorales. Volver
  • 4. La especialización de cada uno de ellos en tensiones sociales de diverso origen cambia los objetos de referencia y los valores de referencia que el Mediador selecciona para construir los respectivos temas. El tratamiento comunicativo de cada «mundo» transmite y justifica unos mensajes específicos. Si se prefiere, la mediación se guía en cada ámbito de referencia por un punto de vista característico. Cfr. el concepto de «tema» en La producción social de comunicación, op. cit. p. 151. Volver
  • 5. En otra obra he descrito los fundamentos socipolíticos de esta visión gladiatoria de la existencia humana y de esta concepción de las instituciones sociales como meras instancias de control. Cfr. Los métodos actuales de las ciencias sociales (op. cit.). Para un estudio de las transformaciones que sufren las utopías del capitalismo revolucionario, confróntese La mediación social (op. cit.) y Comte, el padre negado (op. cit.). Volver
  • 6. Como el quebranto es la materia prima que permite constituir los temas y gracias a las crisis que genera, el Mediador puede justificar la razón de ser de los aparatos institucionales, esta clase de relatos no son elaborados sin el apoyo referencial en alguna emergencia. El acontecer sociopolítico, generalmente interpretado por los MCM como un ámbito relativo exclusivamente a los intereses que enfrenta a grupos distintos, es pródigo en problemas; pero si en el transcurso de la acción política algún día no se encontrase el incidente lo bastante relevante, no por ello se va a dejar de fundar la narración en la emergencia; el Relator presentará a la acción política misma como matríz del quebranto. Un estudio de este proceso de producción de la noticia de actualidad, como aquella que proporciona el pretexto de un quebranto, en La mediación social, Madrid, Akal.Volver
  • 7. Cfr. esta observación en el libro Los usos de la comunicación social (CIS, Madrid). Volver
  • 8. La función mediadora en las sociedades complejas es una actividad regulada por instituciones que producen comunicación de masas. En el seno de la organización que elabora los productos comunicativos a veces será posible que tal o cual autor genere un relato en el que se reconozca su libertad personal y su creatividad individual. Pero incorporada su obra al espacio del papel o al tiempo de la Radio y de la Televisión como otro de los productos incluidos en la oferta informativa del medio, la originalidad del productor se transforma en mera variedad de los productos.
    *Un análisis sistemático y detallado de este tema se ofrece en el libro del autor La producción social de comunicación. Alianza Editorial, Madrid. México. Volver