El uso del lenguaje en una radio ciudadanaErnesto Lamas
Director de FM La Tribu Argentina (México)

La apertura democrática en la República Argentina implicó una nueva dimensión de la participación social. Las expectativas de cambio se hicieron visibles a partir de una cultura «antiautoritaria».

Contexto histórico

El tránsito del autoritarismo a la democracia, que desbloqueó a la sociedad civil, no creó las condiciones necesarias para que los espacios de comunicación se desarrollaran abiertamente. Los movimientos estaban profundamente identificados con los enemigos depuestos y faltaban, por lo tanto, las condiciones subjetivas para que pudiesen analizar y conducir racionalmente las nuevas realidades. Además, los partidos políticos tenían que compartir el espacio público con un nuevo actor que se había desarrollado fuertemente durante la dictadura: los medios masivos de difusión.

Las organizaciones políticas dejaron de acompañar la efervescente necesidad de participación y con el correr de los años esa representación se fue degradando. Este fue uno de los motivos para el desplazamiento del campo de lo político al campo de la comunicación en su sentido más amplio.

Surgieron —a mediados de la década de los ochenta— espacios de expresión alternativos, desde publicaciones de tirada reducida, pasando por experiencias teatrales, de danza y de música, hasta llegar al fenómeno de la radio. Este movimiento fue protagonizado por jóvenes.

Visto desde un punto de vista histórico, hay una nueva relación entre el público juvenil y el fenómeno radiofónico en la Argentina, que se manifiesta a partir de la crisis de representación política después de la llamada Primavera democrática —1984 a 1987—. Sin embargo, a lo largo de la historia, siempre hubo momentos donde esta vinculación jóvenes-radio tuvo distintas manifestaciones.

En la década de los Cincuenta se produjo un cambio en las programaciones de las radios porteñas. Nació el rock. A partir de este momento comenzó a desarrollarse un tipo de industria cultural específica hasta ese entonces inexistente —y que no ha parado de crecer y diversificarse— que tiene como destinatario-consumidor a un nuevo segmento social particular: los jóvenes.

La difusión del rock se centró en dos pilares:

1) una poderosa industria discográfica, que ya tenía conexiones desde los EE. UU. hacia las zonas fundamentalmente dependientes de América Latina, y 2) las radios.

En este sistema de promoción «sirve la radiofonía para crear ídolos falsos. Esos que venden miles de discos en pocos días y luego desaparecen, toda esa publicidad apunta al mayor consumidor de discos: el joven —de ambos sexos— de entre 12 y 18 años».

A finales de la década de los sesenta se comenzó a utilizar el teléfono como elemento de vinculación entre el oyente y el comunicador.

A partir de 1970 es la audiencia joven la que entra en comunicación telefónica, requiriendo algún tema musical en especial. La atracción de estos programas residió en que acompañaron todo el fenómeno del rock nacional.

Medios, lenguaje y representación social

Del mismo modo en que diferentes movimientos sociales canalizaron inquietudes políticas que los partidos no pudieron articular (derechos humanos, de los jóvenes, de las mujeres), hubo radios que comenzaron a construir y ocupar un nuevo espacio comunicativo.

Dentro del sistema oficial de radiodifusión existieron emisoras que pudieron capitalizar la necesidad de jóvenes comunicadores de expresarse y sentirse representados por los medios, durante el período denominado la Primavera democrática.

En 1985 se fortalece aún más la relación de los jóvenes con el medio radial: surge la FM Rock & Pop. Esta emisora innovó contenidos, estética y estableció un lenguaje empático, afín al público al cual se definía. Este lenguaje nuevo que empieza a circular, incorpora numerosos aspectos que en la radio no estaban por una cuestión de autoritarismo y que tiene que ver con guiños de los jóvenes. Los locutores establecían complicidad todo el tiempo y mandaban mensajes cifrados que sólo ciertos grupos podían entender.

La FM Rock & Pop apareció con una propuesta distinta, con lenguajes nuevos en el sentido de rupturas estilísticas, audacia lingüística, ingreso de nuevas temáticas. Hay una horizontalidad en el lenguaje, se hablaba más o menos como se escuchaba y eso produjo una gran identificación. Pero esta emisora no se desprendió de la antigua estructura de la radio-empresa con fines de lucro.

Durante la primer mitad de la década de los Ochenta se dio un fortalecimiento de la banda de Frecuencia Modulada (FM), primero como difusión de música explotando el segmento entre 20 y 35 años. Después, descubrimiento de los 13-20 a través de la Rock & Pop.

Bajo este paisaje social y comunicacional surgió en Argentina, primero tímidamente, luego con mayor fuerza, una ola de nuevos radiodifusores. A partir de 1986 se comenzó a forjar el fenómeno de las FM de baja potencia, el cual fue similar al de los primeros años de la radio en el país. Nuevamente aparecieron los jóvenes instalando radios. Estas nuevas emisoras, también, se construyeron desde innovaciones tecnológicas. Los jóvenes reciclaron bandejas de discos, caseteras, armaron sus propios transmisores, diseñaron sus propias antenas.

El fenómeno de las radios alternativas tiene múltiples causas: 1) el abaratamiento de los costos tecnológicos y el acceso a una determinada posibilidad de emitir; 2) una nueva conciencia sobre los medios, como un espacio estratégico más que táctico; y 3) el fenómeno de crisis de los sectores de delegación y representación política clásica, como pueden ser los partidos, los sindicatos y las instituciones más reformistas.

La radio aparecía como el medio más creíble, dada la inmediatez con que comunica sus mensajes, la espontaneidad, la simpleza discursiva, la sensación de gratuidad en el consumo por parte del receptor. El 92 por ciento de los hogares en Argentina tiene un aparato receptor de radio.

Los jóvenes siguieron al frente tanto de la dirección como de la programación de estas radios. La mayoría logró la estructura y organización que las convirtió en pequeñas «empresas sin fines de lucro».

Hoy asistimos a un momento particular en la radiodifusión. La audiencia juvenil es el segmento más explotado en la banda de Frecuencia Modulada. Según un estudio realizado por el Bureau Argentino de Radio en 1993, el 96,5 por ciento de los adolescentes escuchan FM, mientras que el 29.5 por ciento escucha Amplitud Modulada (AM). La vinculación de los jóvenes con la AM se mantiene a través del deporte, fundamentalmente con el fútbol. El resto de la programación que prefiere la juventud está en FM: música y determinados contenidos que tienen que ver con algunas experiencias comerciales y el fenómeno de las radios comunitarias.

Las FM comerciales, legales y grandes, han incorporado experiencias tomadas del espacio alternativo, el lenguaje de hoy no es el lenguaje de hace cuatro años. La relación con la juventud, con el oyente, tampoco es la misma. El teléfono se ha convertido en una especie de ritual sumamente explotado.

La utilización del teléfono convirtió la participación de la audiencia (pilar de la comunicación de las radios comunitarias y alternativas) en un simulacro. Estos oyentes pueden hablar pero no pueden tener un programa. A pesar de la posibilidad que se le brinda a los oyentes de participar telefónicamente (a ciertas horas, en ciertas condiciones precisas y tras una selección previa), en términos globales, el mensaje difundido por la radio tradicional sigue siendo vertical y unilateral.

La radio dominante está hecha para funcionar permanentemente, no para ser escuchada. El funcionamiento es continuo y dentro de esta mecánica se inscribe la relación jóvenes-radio.

Lenguaje y Tribus

Los medios oficiales han incorporado el lenguaje y la transgresión de las radios comunitarias y la Rock & Pop. Lo que fue un estilo, una forma de identificación y representación se ha convertido en mercancía de la Industria Cultural.

El mercado les devuelve la imagen de su lenguaje de una manera muy compleja, de muy poca espontaneidad. Los medios de difusión masivos trabajan con una extrema habilidad, no hay inflexión semántica, ni sintáctica del dialecto de las tribus juveniles que no aparezcan rápidamente representada en el interior del mercado.

Los grupos juveniles crearon un universo simbólico de pertenencia que se relaciona con ideales particulares vinculados a la identificación con modas, ya sean políticas y/o culturales: vocabulario, indumentaria, música o lugares de permanencia. Todo esto junto a la lucha por la subsistencia diaria.

Beatriz Sarlo, en su libro Escenas de la vida postmoderna, dice: «la juventud no es una edad sino una estética de la vida cotidiana».

Es así que asistimos a una sociedad que quiere hacerse juvenil, y por lo tanto toma esos elementos de nueva producción semántica. Los jóvenes son rápidamente despojados de sus particularidades lingüísticas porque aparecen las personas de 35 años que las usan, después las de 45 años, y después pasan a una lengua común. Y los jóvenes tienen que volver a diferenciarse de ellas con nuevas invenciones lingüísticas, que el mercado nuevamente toma.

El interés de los medios masivos en los jóvenes avanzó teniendo en cuenta una serie de mitos que se relacionan con su homogeneidad y su participación social o su acentuada apatía. Esta es la tipificación que hacen suya los medios: la producción de mensajes globalizantes.

En La radio, aparato de comunicación (1932), Bertolt Brecht decía «un hombre que tiene algo que decir y no encuentra oyentes, está en una mala situación. Pero todavía está peor los oyentes que no encuentran quien tenga algo que decirles».

Quien está en mejor situación es el que tiene algo para decir, muchos para escuchar y varios de esos muchos con los cuales dialogar. Este es el perfil que mantienen emisoras que nacieron y crecieron a partir de 1986, y que constituyen una nueva forma de hacer radio. Aquella que busca participación y acceso de los oyentes.

Cuestiones de las radios ciudadanas

La estética

La urgencia de intervención social, la efervescencia política de los comienzos, el anhelo de contribuir a la consolidación de una democracia realmente participativa, hizo que muchas radios desdeñaran la problemática del campo estético, llegando incluso a asociarse lo comunitario con lo rudimentario o desprolijo, al tiempo que se privilegiaba la emisión de contenidos y el libre acceso al micrófono. Estos dos últimos puntos parecían contraponerse con la idea de una acción profesional ligada a la producción más específicamente radial del medio, acción sostenida con énfasis por quienes reclamaban una mayor capacitación y profesionalización de los participantes más activos en la gestión radiofónica.

Hoy la preocupación por los aspectos estéticos es planteada en relación directa con la captación de audiencia y la generación de recursos económicos, en una visión signada por la necesidad de competir en el mercado de bienes simbólicos.

Se parte de un hecho básico: el oyente está educado en la recepción de ciertos formatos radiofónicos impuestos por años de exposición a los productos de las grandes emisoras. Debido a esto, al acercarse a una radio comunitaria, encontraba muchas veces un tipo de emisión desprolija, descuidada de las formas, con un estilo de argumentación más próximo a la tradición escrita, alejado de los recursos propios del medio.

A esto habría que sumar las modificaciones producidas en las situaciones de recepción a lo largo de los últimos años. La radio comienza a ocupar el lugar de «acompañante» de otras actividades, se ha abandonado el ritual de escucha que emparentaba a la radio con los tradicionales fogones, todos reunidos alrededor de la caja mágica, con la atención puesta en las voces que de ella emanaban. Hoy la radio es el walkman, está en el coche y en el trabajo, mientras se estudia y se viaja, lo que determina un tipo de escucha fragmentada y desatenta.

Nueva ética

Los protagonistas más involucrados con el proyecto político de las radios comenzaron la construcción de una ética alternativa. Esta nueva ética se construyó en base a la oposición a la ética liberal dominante, donde el formato del medio se elige en función del marketing.

Se propuso poner el mensaje por delante. Apareció una preocupación primaria sobre los contenidos: la «caja» tenía que cerrar para que la radio estuviera en el aire y no al revés.

La radio será un instrumento de construcción política y no un fin en sí misma, aunque mucho más que una simple herramienta. Ser éticos es tener radios para decir cosas que otros medios no dicen.

Una nueva etapa en la construcción de esta nueva ética nos plantea hoy el desafío de construir medios que no caigan en lo fácil, esto es, hablarle sólo a los convencidos, ser un medio al servicio de los sectores que, por ocupar lugares marginados del espacio social, no acceden con facilidad al micrófono de los medios tradicionales.

Una ética que contenga el acceso a la propiedad del medio, una relación horizontal en la toma de decisiones y que busca la participación comunitaria en el diseño del proyecto, con la creación de instancias más allá del aire, como los clubes de oyentes.

En radios comunitarias con miedo a crecer se le habla siempre a los mismos. «Pocos pero buenos, porque piensan como nosotros». Nace el peligro de hacer radio para los propios que hacen la radio, entonces la radio se escucha sólo en el estudio, en el control, en la sala de producción y en las casas de algunos vecinos. La vieja oposición entre calidad y cantidad. Parece más fácil reproducir la calidad (pensar como pensamos) que pensar en cómo seducir a un nuevo público. Estaríamos en una radio donde quienes hacen sus programas se hablan a sí mismos. Si el comentario de ese vecino no halla un nuevo vecino que aprueba esa idea, allí se cortó la cadena. Si esa cadena se corta apenas nace, les estamos hablando a los convencidos y a los que nos miran desde el otro lado del vidrio.

Si no escucha nadie, estarán haciendo la radio para los que pasan frente a los micrófonos, o para los que pagan su espacio, o para el sindicato que pone el dinero, o la agencia de cooperación correspondiente.

Experimentar

No se constituye en experimentación la mera desobediencia a los formatos habituales, y menos aún cuando esto ocurre por desconocimiento.

Se abre la etapa de la consolidación de las experiencias. Se exigen formatos reconocibles, un lugar de enunciación predecible, una locución correcta. Se exigen los elementos del lenguaje radiofónico conjugados cumpliendo con las condiciones básicas de la estética radiofónica.

Noticiarios que suenen a noticiarios y programas de humor bien hechos. Opinión política correctamente argumentada e investigación en serio. Denuncia y crítica con rigurosidad ideológica, sonido de radio, área de cobertura consolidada.

Nos preguntamos: ¿en qué se puede experimentar en la radio? Pensamos en los formatos, en la estética, en el tono de la locución, en la construcción del lugar del entrevistado, en la hipótesis de recepción del público que se construye. Por qué no, la gestión, la cuestión técnica, la forma de relacionarse con la comunidad, las instituciones intermedias y barriales.

Competir

Existe la convicción de que la palabra nos constituye y que no estar en el tejido mediático es no existir. Los grandes sujetos de la historia han entrado en crisis y por lo tanto también entró en crisis su tarea de narrar el mundo, de dar una explicación con sentido de lo que ocurre día a día en nuestras vidas particulares.

Es difícil descubrir agrupamientos sociales de encuentro, constituyentes de identidades colectivas. Los medios de comunicación muchas veces tienen la responsabilidad de construir ese relato del mundo cotidiano, el desafío que se plantea es participar del tejido de un nuevo lienzo de significaciones que estructure la sociedad bajo otras normas.

Esa participación supone una competencia de estos nuevos medios con los medios del sistema. Ser intérpretes de la vida cotidiana de la gente, tratando de ser interpretados por esa misma gente en la devolución de sentido. Esta tensión entre tomar lo establecido y devolver una reelaboración, tendrá que basarse en una alquimia muy cuidadosa, para no reproducir vicios como el exceso de retórica o la pedagogía.

Nuestras radios necesitan ganar popularidad. Distingamos popularidad de masividad. Esta última se vincula con una popularidad efímera, propia del marketing de la novedad. La popularidad a la que las radios comunitarias deben apuntar, es una masividad de lo profundo, de lo que permanece porque se ancla en las raíces de la experiencia social, de la realidad y de los deseos que parten de esa realidad. Serán entonces radios populares cuando tengan audiencia que las reconozca como emisores y receptores legítimos de sus inquietudes y certezas.

Para construir este camino es necesario ser competente: competir con las opciones de comunicación del sistema. Esto obliga a ser eficaces y exitosos. Ser exitosos y creativos en la gestión comercial de una radio o programa y también en la programación de la emisora o en los formatos y contenidos. Esto implica cumplir con las reglas de eficacia del medio radial: sonar como una radio, no como un megáfono, hacer programas que respeten lo básico de los formatos que la audiencia —a la que queremos llegar— ya reconoce como habituales, no predicar verdades previamente digeridas. Construir un nuevo tipo de audiencia, hacer que crezca en número y en participación.

Oyentes propios

Estamos ante el desafío de encontrar o crear una audiencia propia para los medios comunitarios. Abandonando la pequeña experiencia autosuficiente, buscamos ahora la manera de construir un nuevo medio de comunicación/medio para una nueva comunicación, paralelamente a que otros sujetos construyan una experiencia social y política distinta, con los avances, retrocesos y desencuentros propios de estos casos.

Esto significa disputar una porción de la participación en la construcción del relato social, la construcción no sólo de la agenda de temas de su audiencia sino un instrumento que pueda aportar a la conformación de la cosmovisión de los sujetos. Suponemos sujetos insertos en grupos secundarios (trabajo, escuela, sindicato, centro cultural) donde ratifican esa cosmovisión en el intercambio simbólico con otros sujetos. No sirve el medio confesional, donde se desquita el comunicador enfrentado a la «inconsciencia general», donde el público —poco y conocido— se dedica a aplaudir las diatribas de turno.

Agenda y construcción de noticias

Cuando se habla de agenda es usual preguntarse quién construye la agenda de quién. Hablamos de la agenda-building cuando nos referimos a los actores políticos influidos por la opinión publica y los medios de comunicación. Hablamos de la agenda-setting cuando de lo que tratamos es de la influencia de los medios sobre la opinión pública.

Vivimos un tiempo en el cual los referentes del sistema organizacional (familia, escuela, trabajo, religión) ven tambalear su antigua centralidad. Cantidad de teóricos han escrito sobre la mass-mediatización de la vida cotidiana. En este contexto nos interesa mirar los lados del triángulo Sociedad Política-Medios-Sociedad Civil. Vemos en primer lugar que este último término casi ha desaparecido de los análisis. Por eso cuando se habla de «opinión pública» se está en presencia del debilitamiento de uno de los lados de ese triángulo del que hablamos. Se está ante un entramado mediático y por supuesto «de mediación» que nos invita traicioneramente a colocarnos en el lugar de la crítica apocalíptica y decir: los medios construyen la opinión pública. Los políticos presionan sobre los medios controlando (o ya diseñando) su agenda. Por consiguiente, los políticos harían que pensemos sobre los temas que interesan y dónde tienen competencia los políticos.

Ni tanto ni tan poco. La vigencia de ambas agendas (setting y building) nos dibuja una sociedad donde los actores (políticos y civiles) saben que estar en la escena mediática es condición sine qua non de existencia legítima. Sin ignorar la cuestión del poder —al contrario, queriendo oponer una construcción a ese Poder Multimediático— nos preguntamos: ¿pueden estos nuevos medios alterar esta dinámica? Nos atrevemos a decir que sí, en su relativa medida.

Consideramos, junto a Sandro Macassi Lavander, que «las demandas sociales que normalmente se canalizarían por los partidos políticos no encuentran eco. Además, la falta de instituciones civiles no partidizadas con capacidad de interlocución hoy en día hacen especialmente de la radio un canal de interlocución directo con las autoridades.» Las radios comunitarias deben aceptar este desafío: ser impulsores de una nueva agenda-building.

Características comunes

Mencionemos rasgos comunes de las radios comunitarias. Las modalidades participativas y democráticas de trabajo, la ausencia de fines de lucro y los objetivos de naturaleza política, social y cultural.

Una radio comunitaria no se identifica por la potencia de su señal, ni por la frecuencia, la licencia o la propiedad del medio. Tampoco se contrapone a la producción de calidad o a la condición de empresa rentable. Son sus objetivos políticos, el carácter social de la emisora, lo que la define.

Las radios comunitarias también fueron y son espacio de encuentro, expresión y acción de sectores minoritarios que no ocupan puntos centrales del espacio social (homosexuales, cultura underground de cualquier género, desocupados u ocupados marginales). Estos grupos acceden al aire y la intención de comunicar un relato propio, también define la editorial política y la estética de la emisora.

Las programaciones de estas radios se construyen fundamentalmente en base a lo local y lo específico.

Construcción de redes

La autosatisfacción con la pequeña experiencia, puede convertir a las radios en medios funcionales al sistema.

La creación de redes comunicacionales, entre radios, programas, televisiones, cine y vídeo independientes, boletines y periódicos, y redes de agrupamientos contraculturales, entre grupos de rock independiente, fanzines, centros de fomento, cátedras universitarias, es el objetivo político a cumplir para la consolidación de los nuevos medios de comunicación ciudadanos.

Estas redes no podrán quedar en intercambio, producción y emisión de información, sino que deberían ser parte de una construcción política que articule distintas iniciativas comunitarias —alternativas populares—, ciudadanas.

Con la construcción de redes podemos comenzar a visualizar la posibilidad de constitución de un entramado sobre el que se asiente un proyecto alternativo de carácter transformador.

El desafío será no sólo transmitir un discurso contrahegemónico, sino ser protagonistas de una práctica política que cuestione el actual consenso. Ya no alcanzará con que «oyentes enojados con los medios» accedan a las radios, que hagan uso de sus micrófonos. El barrio, el vecino, el representante de la institución intermedia, ocupó un lugar en estos medios nuevos y la experiencia corre el riesgo de agotarse en esa ocupación pactada.

Serán radios comunitarias si contribuyen a generar una nueva comunicación, que llegue al otro y que lo invite a hablar, que transforme el sentido de lo establecido y fósil, que aporte a la construcción de una verdadera sociedad democrática.

Frecuencia modulada La Tribu

Radio creada en 1989 por un grupo de estudiantes de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires. Aprovechando la falta de Ley de radiodifusión, y en condiciones malísimas en la cuestión técnica y financiamiento nulo, FM La Tribu consolida su existencia, ocupando un lugar vacío en el mapa de medios de la ciudad. Jóvenes, idealistas, irreverentes, se mezclan con vecinos, trabajadores, desocupados. Pronto se suman a la radio grupos marginados de los medios oficiales: luchadores de los derechos humanos, organizaciones barriales, jubilados y centros de la mujer.

En 1993 una bomba incendiaria fue arrojada contra las instalaciones de la radio. En esos días La Tribu encabezaba una campaña ciudadana para derogar los edictos policiales, que permitían a ésta una acción represiva sin control.

En 1996 mantuvo según las mediciones de audiencia oficiales, un promedio de 45.000 oyentes.

Transmite las 24 horas, tiene al aire 40 programas. Trabajan en la emisora 30 personas pagadas y más de 200 voluntarios. Es una asociación sin fines de lucro, se sostiene con publicidad, cooperación, eventos y fiestas.

Es miembro fundador de la Federación Argentina de Radios Comunitarias (FARCO) y representante en Argentina de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMARC).

Lenguaje, seriedad y comicidad

La ciudad de Buenos Aires está cruzada por la proliferación de tribus, que representan segmentos de producción y consumo cultural, y que, a veces como refugios, otras como espacios de acción contracultural, aglutinan a un creciente número de jóvenes de 15 a 30 años, de distintos sectores sociales, extracciones de clase y formación.

Una tribu se plantea el primer desafío de aglutinar y expresar a un conjunto de esas tribus. De ser medio ciudadano donde la sociedad civil tenga un acceso democrático y participativo.

Se busca esa identificación de tribus a partir del uso del lenguaje coloquial y la emisión de esos textos con una estética radiofónica.

Esos textos que en otros tiempos podían solo profundizar la tragedia de la que hablaban —política, marginación, injusticias, corrupción— debían contener un grado de comicidad, muchas veces alimentada por el realismo mágico involuntario de los políticos.

El segundo desafío, transformar un relato serio en uno cómico. Como decir más con lo no dicho. Como reutilizar los discursos plagados de furcios (engaños) y verdades ocultas.

Sócrates dice en el final de El banquete que el auténtico poeta trágico es quien consigue también ser cómico.

Desde una radio urbana, joven, creada por uno de esos grupos o tribus (estudiantes universitarios de ciencias de la comunicación en la ciudad de Buenos Aires), y llamada La Tribu, se propone llegar a otras tribus que conviven en la ciudad, expresando su heterogeneidad y diversidad.

El uso de ese lenguaje para decir cosas que superen la comunicación básica de intercambio en las esquinas de los barrios. Emitir un discurso que aglutine y comunique y opine, desde los nuevos usos de la lengua.

FM La tribu se expresa cotidianamente desde sus 40 programas al aire.

A esas horas diarias de información, opinión, música, investigación, experimentación y entrevistas, le agrega sus señales de identificación. Cada media hora se emiten spots que además de recordarle al oyente el nombre y la frecuencia que esta sintonizando, le dicen como piensa la radio.

Lenguaje radiofónico

A continuación la ponencia se presenta con audio pre-grabado. Se escucharán señales de identificación de radio La Tribu, con una breve explicación de objetivos por parte del panelista.

Estas señales cuentan parte de la historia de la emisora. Se distinguen tres etapas.

Decir hasta que quede claro

En esta etapa el énfasis estaba puesto en el contenido de las señales:

La Tribu, en el aire con los pies en la tierra.

Los estudiantes universitarios de Ciencias Sociales se caracterizan, como los nativos de Piscis, por andar con facilidad por los aires. Será por eso que se pudo hacer una radio. Pero, ¿cómo hace un grupo de bohemios para sostener en la vida real un proyecto que tiene que dar señales de vida diariamente? Fue duro pero se hizo. Pie de plomo, que le dicen. Ideales, utopías, convicciones.

La Tribu, una radio no colonizada.

Los nietos de los indios tienen memoria. Y si bien llegaron en los barcos de los siglos posteriores, y nunca vieron un nativo de la América original, no tolerarían que algo así volviera a suceder.

Vengan de donde vengan los colonizadores. Hablar con voz propia, con el lenguaje propio, decir las cosas propias.

La Tribu, el último refugio del Tercer Mundo.

Para los que quieren quitarnos los sueños, los que edifican nuevos muros sobre las ruinas de los antiguos, los que internacionalizan el conflicto pero nacionalizan las riquezas, los que dicen «haz lo que yo digo pero no lo que yo hago».

Aquí hay un lugar donde debatir sin vergüenza. Si la única certeza que tenemos son nuestras dudas, tenemos un punto de acuerdo y un motivo para empezar.

La Tribu, la reserva moral de Occidente.

Comenzaba la Guerra del Golfo. Se había acabado la Guerra Fría pero no la caliente. Como preferimos la radio a la guerra, y ante la cercana posibilidad de que el mundo se transformara en un lugar devastado e inhabitable, decidimos convertirnos en reserva moral.

Si cree usted que las utopías no existen, esta radio no existe.

De golpe un día nos damos cuenta de que la radio había crecido. Lo decía la audiencia, la gente que la hacia y los que simplemente miraban pero aprobaban. Y lo firmaban: 3.000 personas pasaron en una semana por la radio para firmar el repudio al decreto presidencial de mayo de 1991, que pretendía silenciarla.

Era un mensaje hacia los oyentes pero también hacia adentro. Un pequeño respiro y un brindis a la vez. La tribu fue legalizada por la gente.

La Tribu, en el medio de la gente.

La necesidad de expresión no alcanzaba sino sumaba la respuesta del otro: comunicación de ida y vuelta. Feedback. Boomerang. Vos-yo, Yo-vos. Nosotros-ustedes. Ustedes-nosotros. Mediando, acercando voces y personas.

500 años después de la llegada de Colón, los indios te van a conquistar.

Encuentro, choque de culturas, genocidio. Conquístame pero no me colonices.

La venganza será terrible: ahora que tenemos una radio los vamos a seducir sin que se den cuenta. Y, encima, lo van a disfrutar.

La Tribu, crea hábito.

La primera vez es gratis. Después vienen los problemas: que bajá un poco el volumen que estoy mirando la televisión, que apagá la radio que no puedo dormir, que haces todo el día escuchando esa radio. La emisora no se hace responsable por las adicciones que pudiera generar en su audiencia.

La Tribu, radio Fucking.

Un encuestador pregunta a un oyente de radio: ¿qué radio escucha? ¿en qué horario? ¿qué programas prefiere? ¿qué música le gusta? ¿tiene horno a microondas? ¿auto? ¿qué marca?

En la era del marketing, el packaging y el zapping... La Tribu, Radio Fucking.

La Tribu, un atentado cultural en los Noventa.

La violencia simbólica como arma para llamar la atención del otro, para provocar, para alterar, para transformar la cultura y con ella la vida, en sus aristas más visibles y por eso más desapercibidas: las que delinean la vida cotidiana. Para ponerle un poco de alegría, cuestionamiento, solidaridad, compromiso, improvisación, temperatura. Para hacer que la vida sea más caliente.

Cosas dichas y vueltas a decir

Segunda etapa en la que los discursos de los funcionarios y personajes de la vida política del país son principales protagonistas de la estética de identificación de La Tribu:

Los diez mil pesos del ministro.

Cavallo y sus necesidades salariales.

Las contradicciones del presidente.

Menem y la inflación. Como contrapartida de esto…

Nuevas Tecnologías y Equilibrio: Contenido-Estética.

En la etapa actual se pretende la búsqueda por consagrar unión entre los contenidos que nos identifican y las nuevas posibilidades que brinda la tecnología digital: Modernizar el sonido, hacer que la tecnología también grite. Por el software también pueden correr ideas no tan soft: «Hostias radio».

Si Dios no existiera, habría que inventarlo. Para justificar una guerra santa, una radio provocativa o cualquier sueño que intente superar las dimensiones estrechas de la vida cotidana.

Riña o guerra de gallos.

Los seres humanos nos divertimos con poco, manejamos los hilos de la naturaleza. Pero el barbudo de arriba se ríe de nosotros.

Gallos alterados psicológicamente.

Los turistas son la amenaza más grande para la cultura. Una cultura de cartón que se consume ante el menor toque de calor.

La política en la era de Bruto.

La historia de la civilización occidental es la historia del refinamiento de la brutalidad.

Los Aztecas y el complejo de Edipo.

¿Cómo hicieron unos pocos miles de españoles para dominar a millones de indios? Averigüen cuántas tribus distintas existían en México antes de la conquista? ¿Y cómo se llevaban con los aztecas?

Mayas, cara y señal.

Lo esencial es invisible a los ojos. Pero no a los oídos. Por eso hacemos radio. La radio es, antes que palabras, un hecho físico.

Teléfono celular, cara y señal.

Si no te gusta tu cara ni tu señal, puedes hacer que te reconozcan por tu teléfono celular. Los hay de colores, más caros, más baratos, de juguete. En ellos lo esencial es que no sean invisibles a los ojos.

Izquierda y derecha.

¿Quién es el dueño del diccionario? En la lengua de El Quijote las connotaciones son casi denotativas, un insulto prácticamente.