Radio y transformaciónDolores Castro
(México)

¿Quién puede referirse a la radio sin entusiasmo? Medio de comunicación ideal que tiene aún la palabra, en toda su dimensión de sonido y de sentido, como uno de los ingredientes principales para fraguar su mensaje.

No se ha determinado aún en dónde empieza el pensamiento y termina la palabra.Vida, pensamiento y palabra están íntimamente relacionados, como afirma Fernando Pessoa: «pensar es vivir y sentir no es más que el alimento del pensar». En la radio, pensar, sentir y vivir, se manifiestan con: palabras, efectos de sonido y música, en amalgama, y articulación, tan importante  para dar vida al mensaje y hacerlo cautivador, revivificador.

En nuestro mundo contemporáneo no hay muchas oportunidades para reflexionar; a veces parecería, aun en los momentos en que el trabajo permite una pausa, que buscáramos el aturdimiento más que la reflexión. Todavía la radio, como el libro, pueden realizar el milagro de llegar a nuestra conciencia mediante la palabra, porque la palabra tiene raíces de convivencia humana fundamental que no pueden ser borradas y se extienden durante siglos en una especie de red salvadora que no nos permite dejar de pertenecer al género humano.

Hombre, simbolización y palabra, íntimamente unidos en la historia de la cultura, perviven en la radio. El lenguaje de los primeros hombres y el de hoy, mediante la magia de este invento sigue siendo la palabra pronunciada, la expresión oral, el habla, que se dice con todo su sabor, la que se escucha y es capaz de provocar en quien la oye pensamientos y emoción, evocación e interpretación.

Desde que existieron los primeros aparatos de radio en México, empezamos a escucharlo; y asistimos a la inauguración y la transformación de este medio, que fue registrando paso a paso realidades, preferencias, a la vez que reflejaba la historia y la vida de nuestro país. Registró modismos, nacionalismo, regionalismos, en la música viva, posteriormente en la música grabada. Creó modas, difundió transformaciones en el habla, informó, recreó, en una corriente de comunicación fluida y cambiante, y aún específica, especializada.

¿Qué ha sido la radio?: ¿Información, recreación?, ¿una forma de evasión, o de masificación?, ¿una vía de formación, o de comunicación social? ¿Qué envía?: ¿mensajes verticales?; ¿podría dialogarse mediante la radio?, ¿podría educar?

La radio ha sido un medio de información y recreación, pero también una forma de evasión, de masificación y enajenación más que vía de comunicación social, y se han enviado más mensajes verticales a través de la radio que horizontales. No se ha insistido suficientemente en dialogar con el auditorio y retroalimentar la comunicación, no se ha tomado en cuenta la formación y la educación de un auditorio que se ha multiplicado en progresión geométrica a través de los años.

Indudablemente, todo esto debería realizarse sin olvidar cuáles son las condiciones del lenguaje propio de la radio, sus ventajas y desventajas; no se han aprovechado sus condiciones ventajosas para servir a una población que aumentó con tal magnitud como la podemos constatar en los últimos años.

Si la palabra adquiere importancia fundamental en una comunicación precisa del mensaje, ¿qué ocurre cuando en la radio debe articularse con los efectos de sonido, las pausas, la música, en un mensaje que no puede volverse a releer, ni a escuchar?; ¿pierde calidad la palabra?, ¿pierde fuerza?

En un buen programa de radio la palabra se engarza y brilla destacándose mediante los demás elementos del mensaje radiofónico: la palabra en una canción, la palabra en una noticia, en funciones diferentes, cumple con el objetivo de comunicar en la misma lengua, y de acuerdo con la experiencia vital del grupo al que se dirige.

En México hay diferentes niveles de habla: el norte y el sur reciben influencias distintas, el inglés de nuestros vecinos norteamericanos, el sur con el antecedente del mosaico de culturas y lenguas indígenas, que incorporan modos distintos de percibir el mundo, y palabras de otra lengua, para nombrar flora, o fauna, o geografía, que se entretejen con la lengua española: si algún indígena maya no sabe lo que quiere decir durazno, por ejemplo, ya que no conoce el fruto, aunque sea bilingüe, un habitante de Chihuahua no sabrá lo que significa hipil, que es una parte del traje regional de Yucatán.

En el lenguaje de la radio, que es desde luego lenguaje de divulgación, se dirá hipil, pero de algún modo se explicará qué es, y al hacerlo se estará enriqueciendo la experiencia de ser mexicano. Distinto problema es el de insertar palabras del inglés en el discurso, porque la norma culta establece que si existe la palabra en español debe emplearse ésta en vez del extranjerismo.

El verdadero problema se da, sin embargo, no tanto en los vocablos como en los giros, porque si la norma de la lengua tiende a ser fija, el habla en cambio tiene gran poder de transformación. En la literatura podemos constatarlo desde el Cantar del Cid hasta el Romancero y el Cancionero castellanos, y nos cercioraremos de que las palabras, aun escritas, cambian, a pesar de que para escribir se siga la norma culta; en el habla el cambio es casi vertiginoso. Se incorporan giros y palabras en los diferentes niveles de la lengua en la misma medida que la vida, (y las condiciones de vida cambian). ¿Cómo refrenar estos cambios? Se puede nadar contra corriente, pero también es posible ahogarse.

Los niveles del habla en México son diferentes: campesinos, de acuerdo con las principales regiones; citadinos de las principales capitales en nuestra república, habitantes del D. F., y aun con muchas subdivisiones según la clase social o la edad, e incluso según la cultura. Sólo por referirnos a España e Hispanoamérica, encontramos en nuestros países diferencias de lenguas, no solamente de habla. Y si cada lengua es una puerta que se abre hacia otra dimensión, cuando se ha cruzado la puerta y se vuelve al nivel del español, algo se ha quedado de la experiencia, en el ir y venir: palabras, giros, tonos en el habla.

Precisamente para que la comunicación sea posible, es necesario que la norma culta nos oriente en este mar del habla, puesto que si el habla es vivacidad, relampagueo en el ingenio que transforma, en la experiencia de vivir cada época o cada etapa de la existencia, y saborear las palabras en lo que éstas tienen de música de la sensibilidad y de herramienta de la inteligencia; en la norma culta encontraremos la templanza para cambiar sin desbarrancarnos en la incomunicación. Todo esto se aprende mientras se hace radio.

El guionista, uno de los componentes del equipo que hace posible la comunicación radiofónica, sabe bien todos estos requisitos de la lengua y del habla, de la norma culta y las modalidades del lenguaje de divulgación, ya sea para informar, en noticiarios, o en reportajes y charlas radiofónicas, o bien para expresar en dramatizaciones su mensaje. Aun los comentaristas tienen el guión al calce, porque sí es de gran responsabilidad lo que un periodista o un escritor comunican, (ya que escribir es testimoniar).

Para quien emplea el medio de la radio la responsabilidad se multiplica ante un auditorio cada vez más numeroso que escucha a través de un aparato que puede acompañarlo en su auto, haciéndole menos terrible el tránsito por la ciudad, o bien mientras cocina, o en el campo cuando el radio de transistores acompaña en la siembra o en la cosecha. En resumen: en el trabajo o en el ocio, en soledad o en compañía, la radio.

Entre nuestras experiencias, los mexicanos recordamos una consola de radio en la sala de la casa. La entronización del radio fue definitiva, allá en la década de los 30. El señor de la casa encendía la radio, y elegía la emisora favorita entre dos, pues durante mucho tiempo sólo existieron la XEW y la XEB del Buen Tono. Los domingos, el teatro radiofónico nos estremecía en las voces de Abraham Galán y Pura Córdova, las comedias de Arniches, de los Álvarez Quintero, y más tarde algunas de García Lorca, (a veces con pronunciación a la española).

Por radio escuchamos también la música que venía por los caminos del sur y de la husteca, los sones, los boleros, la música popular del norte, los corridos. Así cantantes y compositores adquirieron fama, en este medio aún sin competencia con la televisión, medio que todavía pretendía ser radio para todos, radio para ti.

Se conocía poco sobre la naturaleza del medio en esa época, y muchos años nos separan de ella, en el transcurso de estos años ha surgido toda una teoría de la comunicación, con sus correspondientes ciencias y técnicas, los géneros de la radio se han multiplicado, así como los temas que interesan al público. Actualmente se transmiten programas de divulgación de la cibernética, o de computación o Internet, y se destinan a la educación Radio Universidad, la emisora de la Buena Música en México, y especialmente Radio Educación. Cada una se dirige a un auditorio que tiene intereses particulares.

Sin embargo, siguen planteándose las mismas preguntas: ¿radio sólo para un sector de la población?, ¿radio para un grupo selecto?, ¿radio para una mayoría de población que no lee ni escribe y necesita urgentemente educación?

La radio debe sufrir una transformación. Es verdad que existen hoy numerosas emisoras que tienen programas variados, ya sea de comentaristas, o noticias, o con música grabada, y hasta alguna que se dedica a dirigir la vialidad, y desde luego es útil.

Episodio memorable para la radio en México fue su inestimable servicio en el terremoto del año 1985. En ese momento la inmediatez del mensaje radiofónico fue aprovechado para que en esta enorme ciudad de México supiéramos lo que ocurría más allá de nuestra percepción inmediata. Fue un medio de comunicación para advertir los peligros después del terremoto y para localizar personas perdidas o dar información al resto de la república de lo que ocurría en la capital.

Aunque es verdad que mucho se ha avanzado desde la década de los 30 en que se generalizó el uso del radio, aún nos planteamos las preguntas siguientes:

¿Radio para quiénes? y ¿radio para qué? ¿Cómo hacer radio?, ¿cómo comunicarse actualmente con millones y millones de hispanoamericanos tercermundistas en forma adecuada? y ¿cómo convertir la comunicación de masas en comunicación social?

Reiteramos la afirmación: radio para todos, comunicación que sea capaz de seguir transformando el mundo, y lo convierta en más humano, más habitable no para los pocos, no para pequeños grupos sino para todos. Radio que contemple los principales problemas de nuestro estar en este mundo, y permanecer en una sociedad donde participemos todos: hombres y mujeres, pobres y ricos, aspirantes todos y cada uno a una vida mejor. Radio para la libertad, aunque esta palabra haya perdido su verdadera significación, radio para la concordia y la democracia; no radio para comunicación masiva, radio para comunicación social.

En pocas palabras, radio educativa, que no sólo se transmita mediante una difusora de la Secretaría de Educación Pública, sino que esté presente en la programación de las diferentes emisoras de radio, sean de frecuencia modulada o no.

Entre los requerimientos de la radio, la educación artística debe estar presente.

Para iluminar nuestro mundo con la gracia, la creatividad y la ironía,con el ingenio y el genio, características del arte que se han de incorporar en la creación de los programas. Mediante la educación a través del arte se lograría «humanizar el querer de la gente» tal como la concebían los antiguos sabios y maestros mexicanos.

Arte, cultura, educación, términos tan mencionados en proyectos y discursos, y tan próximos y vinculados entre sí, ( semánticamente tan empobrecidos por interpretaciones inadecuadas), deben puntualizarse para su empleo en la radio: para los antropólogos, cultura es todo aquello que el hombre realiza; otra definición de cultura más limitada y aristocrática considera sólo los frutos de las diferentes disciplinas de estudio. Mario Kaplán, autor de una de las obras más completas sobre este medio, en su libro Producción de Programas de Radio, no solamente nos ilustra sobre producción también se refiere problema del destinatario de los mensajes, así como del propósito transformador, cultural y educativo de la radio.

Inicia su libro explicando por qué evitó el título de Producción de programas de radio educativos y culturales en virtud de que educativos podría evocar, al profesor, que con voz engolada instalado ante el micrófono enseñara a un invisible alumno, lo que quizá éste no necesitaba (por experiencia sabemos que muchos programas educativos son así). Y en cuanto a lo cultural, para muchos significa un divorcio de la vida real, una marginación por una parte; y por otra, aristocracia de los conocimientos.

Para Kaplán es necesario partir de una serie de redefiniciones que permitirían hacer posible «que se identifique cultura con la vida, más que con el museo. Cultura no es coto cerrado de especialistas. Cultura es lo que sirve al hombre, lo que le sirve a la comunidad para su propia construcción social y humana, cultura es conciencia para comprender mejor el propio mundo».

De acuerdo con Kaplán, la educación radiofónica se define en un sentido amplio como todas las emisiones que procuran «la transmisión de valores, la promoción humana, el desarrollo integral del hombre en su comunidad; las que se proponen elevar el nivel de conciencia, estimular la reflexión y convertir a cada hombre en agente activo de la transformación de su medio natural, económico y social».

Así la educación radiofónica, no sólo se realizarían a través de emisoras especializadas, y con programas estáticos, poco atractivos, sino a través de radioteatros, foros populares, programas periodísticos y musicales, y muchos otros formatos que la creatividad intuya. Paul D. Boyd, citado por Kaplán, opina: «la radio, el medio de mayor penetración en nuestros países, aparece como la solución más idónea para impulsar la educación y la cultura populares». Como lo señala un estudio de la UNESCO, «la radio, única técnica de comunicación avanzada que se ha incorporado realmente al Tercer Mundo, que se ha expandido y culturizado ampliamente. Con la miniaturización y la transistorización, que permiten costos muy bajos, la radio está llamada a revelarse cada día más como un instrumento bien adaptado a las culturas fundadas en la transmisión oral y en los valores escritos». (Paul D. Boyd trabajó en el PNUD, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo ).

De acuerdo con las cifras que anota Kaplán, el 61 por ciento de la población en América latina escucha radio, y en este porcentaje están los sectores más humildes, y más carentes, más necesitados de educación. En su libro se plantean también las siguientes opciones:

Si se opta por una radio educativa, el siguiente problema es qué tipo de educación se elige: el tradicional, de maestro que todo lo sabe y lo comunica a un alumno, o a un auditorio que sólo debe recibir y acatar; o bien otra forma, aparentemente más avanzada, que pretende dar al alumno toda la información sobre la tecnología más nueva, para que se incorpore a una economía de mejores perspectivas; una tercera opción sería la educación problematizadora.

Juan Díaz Bordena —citado por Kaplán— argumenta: «la comunicación y la educación tienen por objeto ayudar a la persona a problematizar su realidad tanto física como social. En ella se busca estimular la inteligencia del hombre, para que ella crezca en el sentido de hacer más compleja su estructura y más rápido y flexible su funcionamiento». En ella el sujeto «aprende a aprender» y razona por su cuenta pues según este autor «lo que el adulto carente de educación necesita no es sólo tantos conocimientos, sino instrumentos para pensar».

Educación que cultivaría más la inteligencia que la memoria. En un constante ejercicio de inteligencia y voluntad, una educación liberadora que devuelva al hombre su propia humanidad. Señala Bordenave finalmente que «el mayor triunfo de este tipo de educación es la toma de conciencia de la propia dignidad, del propio valor como persona, de la libertad esencial que el hombre tiene para realizarse plenamente como tal en su entrega libre a los demás hombres».

De aquí es necesario partir, de una radio educativa y cultural, de una radio de transformación, y sin entrar de lleno en el tema de la producción, sí podríamos enumerar algunos de los problemas que entraña ésta dirigidos más específicamente a lo fundamental para nosotros, la palabra.

Es el nivel del habla la base del lenguaje radiofónico, y precisamente la clave de la importancia educativa de la radio reside en que si todos hablamos, pocos escriben, desde el principio de la escrituras hasta nuestros días. En nuestro Tercer Mundo es fácilmente verificable.

Por otra, parte el origen de la literatura, aunque así se crea, no está sólo en la escritura, puesto que el cantar y el narrar no se inicia con las letras, sino con el espíritu de quien quiso atrapar la realidad, y de quienes quisieron seguir atrapándola a través de la tradición oral. La Ilíada, la Odisea, y la misma Biblia empezaron a comunicarse oralmente. Posteriormente hubo quienes le dieron la forma definitiva, pero estaban ahí, en esa corriente que de boca a oído pudo iluminar a los oyentes.

Es verdad que de los balbuceos a la narración o la canción hay una diferencia considerable. Del hablar al escribir hay no sólo un espacio de tiempo, sino el esfuerzo de muchísimas generaciones para conservar los testimonios de vida, y para preservar la misma comunicación en su forma más precisa, y también en la más intensa y emotiva.

Del hablar al escribir, la modulación de la voz se pierde, y el suspiro, el llanto, el asombro que sólo en las más destacados testimonios literarios permanecen. La radio, como las rosas, tiene una precaria permanencia en el aire, pero suele ser como ellas, inolvidable su mensaje, siempre que se convierta en un testimonio de significación y belleza.

La radio puede hacernos presentes una serie de florecimientos, ya que si no nos trasmite el mensaje corporal de los actores, como en televisión, por ejemplo, sí puede acentuar la presencia viva de lo que se expresa mediante el auxilio de los efectos de sonido y la música.

En la radio no hay escritura, pero sí tienen sus mensajes puntuación, acentuada por medio de los puentes musicales, y la música de fondo auxilia en los clímax o sitúa dentro de un marco referencial.

En radio, como en poesía, empleamos imágenes, metáforas y todos los elementos sugerentes, intensos, emotivos. Nuestro lenguaje debe fluir sin tropiezos, debe encontrar la palabra precisa. El mensaje debe ser configurado, y dentro de su estructura encerrar lo más significativo y sugerente, para que se cumpla la función de hacer pensar, y de profundizar en la sensibilidad de quienes escuchan.

Como en la prosa literaria, la primordial función consistirá en trasmitir el pensamiento en forma lógica y clara, sin olvidar la función divulgadora, importante, como en el periódico, ya que cualquier clase de público ha de recibir el mensaje.

Sabemos que entre la norma culta y el habla hay un espacio poblado de reproches: ¿por qué no escribimos todos, y tenemos acceso a la educación, al trabajo, a una economía redituable, a la cultura aristocratizante? ¿Por qué se ha de marginar por causa del habla?, ¿por qué del habla se llevan a la escritura giros que denotan un nivel social indeseable en las empresas, en la universidad misma?

La radio es oral, la radio por tanto transmite su mensaje de comunicación hablando: precisamente por esto puede ser el medio de equilibrio, la que enriquezca el vocabulario, la que evite las incorrecciones, la que divulgue la norma culta, sin solemnidades ni rigidez.

Por arte de la música y de la palabra evocadora, el mensaje radiofónico se revitaliza, y sin solemnidad y rigidez llega directamente a cumplir su función transformadora, cultural y educativa.

Entre las grabaciones de radio educativa, existe una en la que profesores y padres de familia forman un jurado. Se presenta el culpable, un muchacho campesino que ha dejado la escuela. En el curso del programa, que se desenvuelve como si asistiéramos a la misma sala, en la que se escuchan rumores, etc., se proyectan todos los problemas que un muchacho de este nivel tiene para estudiar: la maestra no atiende en la misma forma al hijo del doctor, personaje principal del pueblo, que al acusado. Desdeña los giros incorrectos del niño campesino, pero no los corrige, y en poco tiempo, el programa dura acaso una hora, conocemos la marginación que sufre de la manera más triste: marginación por la cultura, por la educación, por la palabra.

El habla es como el río que conduce a la mar de la literatura, río y mar son correspondientes, ya decía Gabriela Mistral que «poeta que no se sumerge en el habla para salir renovado como escritor, pierde la mitad de su fuerza».

La realidad es poderosa. También la imaginación que tiende un puente entre la realidad y la ficción para conducir desde lo que es a lo que podría ser, a lo que debe ser. Si olvidamos la realidad caemos en la locura, si olvidamos la ficción nuestro mundo empobrecido no será objeto de nuestra preferencia.

La radio se mueve entre la realidad y la ficción (no olvidemos que lo contrario de ficción no significa verdad, sino realidad informe).

Lengua y habla, realidad y sueño, palabras revitalizadoras para un mensaje de radio que eduque, transforme, inserte de manera más firme sus mensajes sin clausurar la riqueza de las diferencias culturales, son en concreto propuestas para una radio que sirva a la comunidad, y a cada uno de los que la integran.