La lengua, como instrumento de comunicación del ser humano, evoluciona para responder a las necesidades de sus usuarios. Desde las primeras investigaciones científicas sobre el lenguaje, este axioma ha constituído uno de los principales motivos de análisis y estudio.
La lingüística histórico-comparatista defendía el cambio lingüístico como hecho consustancial e inherente al idioma, de tal manera que no consideraba necesario profundizar, ni siquiera analizar, acerca del origen y causas fundamentales que lo provocaba; sencillamente describía el cambio, lo comparaba con el acontecido en otras lenguas del mismo origen, y lo clasificaba de acuerdo con las leyes fonéticas que lo regían.
El desarrollo posterior de la teoría lingüística con el estructuralismo diacrónico condujo a los eruditos a ocuparse del cambio lingüístico, de manera que de la pura descripción normativa se pasara a determinar las razones fundamentales que regían el cómo y porqué del cambio; tal y como lo especificaba muy claramente E. Coseriu (1978:152),
El problema histórico del cambio no es el de establecer cómo empezó (cómo puede haber empezado) un determinado modo lingüístico, sino el de establecer cómo se constituyó y cómo pudo constituirse como tradición, es decir, de qué manera y en qué condiciones culturales y funcionales se insertó y pudo insertarse en un sistema de modos ya tradicionales.
Junto a los factores puramente comunicativos que ya hemos aducido, debemos considerar los externos y los internos, que condicionan la evolución de cada lengua particularmente y contribuyen a explicar, en cierta medida, las causas básicas y fundamentales de lo que a finales de los años setenta el profesor Marcos Marín (1979:78) denominaba los momentos cruciales de la evolución lingüística o «instantes en los cuales ha habido una intención de reforma o una preocupación por la puesta al día».
El objetivo que nos hemos planteado en esta comunicación es describir la situación particular de cambio en que se encuentra la lengua española en nuestra Península. Asistimos en estos momentos de finales de siglo a un aumento paradógico de la riqueza léxica en el estrato más joven de la población, representado principalmente en una serie, supuestamente nueva, de vocablos cuyo uso se populariza con gran pujanza hacia capas progresivamente más extensas y profundas de la sociedad. Si nos acercamos a estos términos, sin embargo, observamos que este enriquecimiento resulta en cierta medida falso, pues el nuevo oleaje de palabras se constituye, prescindiendo del grueso de nuestro acervo léxico, en vocabulario casi exclusivo del hablante-joven, con la suficiente elasticidad para adaptarse con similar significado a una extensísima, y en ocasiones contrapuesta, gama de circunstancias y ambientes, hasta hacerse prácticamente omnipresente en el tiempo y el espacio.
Como estudiosos de la lengua española nos preocupa que el empobrecimiento pueda dañar o perjudicar en profundidad e indiscriminadamente los pilares en los que aquella se encuentra fundamentada. Respondiendo a esta inquietud, decidimos seleccionar un conjunto de términos de máxima difusión entre los jóvenes españoles y examinar su reflejo en la prensa escrita, para presentarlos en este I Congreso Internacional de Lengua Española, que se celebra a este lado del Atlántico, América, con la que nos une aún entre otros lazos éste de máxima importancia de la lengua, con la esperanza de despertar entre los profesionales de la lengua y sus usuarios conciencia y sensibilidades que nos acerquen a esta nueva aventura de la lengua por las fértiles tierras de nuestra población más joven.
Antes de continuar me gustaría añadir que de manera alguna pretendo defender la estabilidad actual como definitiva de la lengua española; en primer lugar iría contra mi propia especialización de historiadora de la lengua, ¿cómo podría estudiar la lengua históricamente si ésta no cambia?
Por otro lado, desde un punto de vista de vista general y filosófico podríamos afirmar con cierto rigor que no observamos nada, ni en el hombre y su cultura, ni en el más extenso campo de todo el orden natural de las cosas, que nos permita por un momento establecer en materia alguna la condición de la inmutabilidad; de modo que hacemos nuestras las palabras de J. A. Pascual (1995:168) cuando advierte:
Nos guste cambiar o no, parece mejor, en efecto, preparar la adaptación de nuestras lenguas […] Las diferencias esenciales entre las lenguas y la gozosa libertad de su uso no se pervierten porque desaparezca el acento circunflejo en francés ni se ordene la «ll» en español igual que se ordenan las dos «eles» en las restantes lenguas.
Si bien el cambio lingüístico se produce de una manera espontánea en la estructura del idioma, su difusión y aceptación por la comunidad de hablantes es un proceso generalmente lento. De toda la estructura que reconocemos varía con cierta regularidad, parece ser el léxico el que emplea y acepta mayoritariamente todos los medios conocidos de innovación, según ya señalaba M. Seco (1977); por su parte, S. Ullmann (1976:218) considera que de todos los elementos lingüísticos apresados en el flujo lingüístico del cambio, el significado es probablemente el menos resistente.
Un intento de caracterización del lenguaje o léxico juvenil y su reflejo en el lenguaje periodístico, excedería con mucho los límites de una comunicación, necesitaríamos además, para que el resultado fuera mínimamente aceptable, disponer de un corpus textual suficientemente representativo (J. A.Pascual 1995:149). En este artículo, a un nivel más limitado, con medios más reducidos de tiempo y espacio, decidimos seleccionar una serie de vocablos de máxima difusión en el léxico juvenil para confrontar su difusión en la prensa escrita ; acerca de este punto hemos hallado en nuestras consultas bibliográficas unos breves comentarios. Revisamos el Manual del español urgente de la Agencia EFE (1992:43) que advierte:
En la última parte de este Manual se ofrece una relación de palabras y giros […] No figuran ni figurarán sólo neologismos, sino advertencias acerca de la mala utilización de voces y construcciones patrimoniales y de sus deformaciones.
Si acudimos a las contribuciones y monografías redactadas por Filólogos y Lingüístas, en ellas se evidencian fundamentalmente los problemas planteados por los préstamos y extranjerismos lingüísticos; nada se adjunta en principio sobre el léxico juvenil. Verbigracia, M. Casado Velarde (1995: 161) afirma en el apartado dedicado a aspectos léxico-semánticos:
en este epígrafe me referiré brevemente al neologismo semántico y a los procedimientos más característicos de formación léxica en la lengua funcional que aquí se considera.
Por su parte, M. V. Romero (1994: 46 y ss.) advierte del peligro y la dificultad de sancionar como incorrección o neologismo usos léxicos que con el tiempo podemos encontrarlos en el Diccionario académico; ello no obstante, tratará sólo de las voces extranjeras, tecnicismos y lo que denomina, siguiendo la nomenclatura propuesta por el profesor Llorente Maldonado, seudocultismos. En el mes de marzo de 1990 tuvo lugar en Sos del Rey Católico (Aragón) un curso sobre El lenguaje en los medios de comunicación en el que se presentaron diversas ponencias sobre Ortografía (Martín Zorraquino:1990), Sintaxis (Aldea Rueda: 1990), Léxico (Casado Velarde: 1990), etc.; en él, el profesor M. Seco (1990:140) advertía:
Se ha hablado mucho, no ya en los últimos tiempos, sino en los penúltimos y en los antepenúltimos, del constante deterioro que sufre la lengua a mano de los medios de comunicación. Si se hubieran cumplido algunos de los negros vaticinios que vengo oyendo yleyendo desde hace muchos años, la lengua española estaría ya muerta y enterrada.
Debemos mencionar, en este punto de nuestra intervención, que contamos con algún trabajo meritorio sobre el argot como el redactado por V. León (1980:7) y del que ya se desprendía la oportunidad de un diccionario que registre el inventario completo de la lengua hablada y escrita «al margen de su perdurabilidad»; porque como muy acertadamenta apunta M. Casado Velarde (1990:55): «el que una palabra no esté registrada en el Diccionario académico no significa que su uso no sea perfectamente lícito; aunque puede ocurrir que, efectivamente, no lo sea. El Diccionario común de la Academia, desde luego, hoy por hoy, no nos saca de muchas dudas».
En este sentido debemos mencionar dos hechos importantes para nuestro propósito; el primer lugar la aparición en 1989 del Diccionario manual de la Real Academia Española que incorpora vocablos y expresiones frecuentes en el lenguaje informal de la juventud, y la edición en fechas muy recientes del Diccionario Santillana de la lengua española el cual, en palabras de su director, el profesor J. Gutiérrez Cuadrado (Salamanca 1996:V):
comparte con otros diccionarios generales de lengua la informacón enciclopédica habitual, pero, sobre todo, pretende […] ayudar a los usuarios para queincorporen activamente a su léxico las palabras consultadas y las empleen con seguridad en la vida cotidiana, tanto oralmente como por escrito.
A efectos del objetivo que aquí nos ocupa, hemos elegido un corpus integrado por una gama muy amplia de artículos periodísticos que cubren desde el informativo y de opinión, pasando por el reportaje deportivo, hasta colaboraciones literarias, etc.; utilizando como base de trabajo el periódico El Mundo correspondiente al primer semestre de 1995, aunque no en su forma de papel tradicional sino en su modalidad informatizada de disco compacto Cd-rom. Asímismo se integran también los diarios El País y La Vanguardia a través de la red informática Internet.
Decidimos elegir la siguiente lista principal de términos para su presentación, la explicación de su significado y su utilización en el lenguaje periodístico, los cuales enumeramos a continuación: alucinar, flipar, cachondo, pasota, pijo, mogollón, macarr, mangui, talego.
Advertimos que los sintagmas seleccionados y citados en líneas anteriores figuran con regularidad y gran difusión en el El Mundo, diario éste que se autotitula «del siglo xxi» y se precia de ser independiente, dinámico e innovador. Todos ellos se registran no sólo en su forma simple sino que, algunos de ellos forman numerosos compuestos por sufijación básicamente. De los diarios El País y La Vanguardia no hemos logrado obtener en nuestro cotejo ninguno de los ejemplos citados.
Se ha seguido el orden de agrupar en primer lugar los términos relacionados con el sexo y que cobran, de acuerdo con la intencionalidad del hablante, un matiz o carácter insultante. Así con el apelativo cachondo,a, nominan a la persona graciosa y bromista (Salamanca 1996:1 s. v. 1.) figura unas dieciseis veces; el aumentativo cachondones una sola:
Presidente habemus… Duró demasiado, pero fue gracioso. Mucho más que en las elecciones anteriores, en las que, después de todo, competían un humorista (Alfonso Ussía) y un cachondo mental (Ramón Mendoza).
(20/II/1995:37. Deportes)
¿Quién le ha hecho reír más en el cine? Cierta taquillera cachonda. Lloró viendo…Casablanca, de Michael Curtiz, (y lloro todavía).
( 28/I/1995:47. Francisco Umbral).
El pronominal cachondearse, «hacer burla una persona de otra», y cachondeo, «acción y efecto de burlarse», resulta harto frecuente.
Hemos contabilizado veintiún casos del compuesto chorrada(s), «dicho(s) o hecho(s) fuera de lugar; tontería».2 El sustantivo siempre se emplea en femenino y se ha formado sobre uno de los significados del sintagma no contable, chorra, que ha adquirido el valor de «suerte o tontería»:
Se ve que Aznar está pisando la dudosa luz del día del penúltimo escalón del poder, porque en su boca empiezan a aflorar chorradas. Las chorradas son las cornadas que da el poder en este largo San Isidro postelectoral.
(03/VI/1995: 5, Antonio Burgos).
Tierno Galván dijo de Umbral que era una personalidad mágica. Vaya chorrada. Francisco Umbral ese largo, lechuzo y sordo es un genio.
(21/I/1995: 4. Raul del Pozo).
Macarra, siempre también femenino, hay dieciocho ejemplos y todos definen al hombre que actúa, habla y viste con vulgaridad o mal gusto; el que se comporta con insolencia, (Salamanca 1996), sin embargo no lo incluye el DRAE.
DICCIÓN DE MACARRA. Todas éstas y un sinnúmero más de alteraciones delictivas del idioma serían más tolerables si no se vieran acompañadas a veces por una dicción más propia de un macarra del extrarradio que de un profesional de la locución. (18/II/1995: 93: Perversión del lenguaje. Las transmisiones de fútbol, principal foco. Carlos Toro).
Toda España es Torremejía, el pueblo de la citada novela, y González va a presidir la cosa europea, en junio, subido en un pollino andaluz o en una mula blanca,que ya quedan pocas, y a ser posible vestido de 'macarra',que hace más típico.
(23/II/1995 : 92. Francisco Umbral).
El sustantivo pijo(s), a(s), «persona(s) que da(n) demasiada importancia a su aspecto exterior», figura unas diecinueve ocasiones tanto en femenino como en masculino; forma por otro lado numerosos derivados tales como pijada, pijerío, pijotez y otros muchos que define el Diccionario de Salamanca. No acierta el DRAE al considerar exclusivamente la acepción «cosa insignificante, nadería»:
No hace falta más que repasar las ideas y las acciones de los insumisos pacifistas. Compárenseles con un 'pijo', un despistado, un chico que mira al éxito o un colgado. Es tan obvio que parece mentira que no se haya dado cuenta el ministro o no se lo hayan contado sus asesores.
(13/I/1995: 4. Javier Sadaba).
Nunca, hasta ese momento, había visto tanta concentración de «pijos» sevillanos por metro cuadrado. No es por nada, pero he empezado a sospechar que se reproducen por generación espontánea.
(18/III/1995: 81 Carmen Rigalt. Informe para pijos) (Boda infanta Elena - Jaime Marichalar).
A este respecto debemos advertir que el sentido primitivo y etimológico, pene, miembro viril, resulta poco frecuente; sin embargo, con el valor y significado que hemos analizado es altamente productivo. Ya Moliner (1984) califica de adjetivo vulgar pijotero, -a aplicado a una persona que molesta o fastidia. Es más que frecuente o común escuchar entre los jóvenes los compuestos pijerío referido a un grupo de pijos, pijez, aplicado al carácter, pijotada, tontería, bobada y pijotería, dicho o acción molesta y tonta (Santillana, 1996).
El Diccionario de la Academia (1995) incluye en su tercera acepción el sustantivo mamón como un insulto vulgar sin significado preciso, y efectivamente, los jóvenes emplean este adjetivo como un insulto, con el matiz humorístico (Santillana, 1996), que reflejan estas citas:
—Pues sí. Quería preguntarle por qué es usted tan mamón, vamos a ver. Que yo de tonto no tengo un pelo y usted es un mamón.
—Vamos a ver. Es mejor que cuando hable conmigo no me llame mamón.
(02/III/1995: 30. Juan Madrid).
—De sabios es cambiar de opinión… no ha pasado tanto tiempo desde que reiteradamente los jalearon poniéndonos de paso verdes a los que no éramos ni tan sabios ni tan mamones.
(20/I/1995: 3. Antonio Gala).
Otro grupo de palabras proceden de voces ya existentes que extienden su significado y adquieren básicamente un matiz peyorativo; se trata de un proceso de creación lingüística motivado por el deseo de renovación léxica, fundamentada por la búsqueda de mayor expresividad e intensificación del sentido: el proceso es continuo, pues el objetivo de los jóvenes es la búsqueda de formas culturales e incluso vitales nuevas; es por ello que:
un rasgo característico del lenguaje… es la rapidez con que las expresiones envejecen y se abandonan por otras nuevas […] no faltan las que hacen fortuna.
(León 1980:18).
Comentamos en primer lugar, por su extensión y difusión, el verbo pasar, no intervenir o preocuparse por una persona, cosa o asunto,que a su vez es el lema base de los compuestos pasota —nunca en masculino— y pasotismo:3
—No te pases, anda. Y no seas guarro, que lo tiras todo al suelo.
—Anda esta, desde que vas de verde chumbera no hay quien te aguante. Pasa de mí. Ni que esto fuera el palacio de Bakunhan.
(14/VI/95:45, Campus).
¿Qué fue de la movida, del Rock-ole, el anarquismo y el pasotismo, la oposición a la OTAN y la protesta visceral contra las centrales nucleares?.
Víctor H. es vigilante de un aparcamiento. Tiene 35 años…."Aunque con las 100 000 pesetas que cobro poca vida se puede hacer". Sigue siendo un pasota. Dice que está hasta las narices de F. Gómez.
(10/V/95: 43. Campus).
El desánimo y la incompetencia fue un patrimonio exclusivo de los individuos que vistieron ayer la camiseta… El pasotismo lo invade todo.
(16/II/95: 30. Deportes).
Piedrahita añade que la televisión pública «está secuestrada por los gobernantes… mucho se utiliza para seguir por los derroteros morales por sus clases económicas y fuerzas políticas interesadas en hacer de los ciudadanos unos pasotas.
(6/II/95:15. Nacional).
Para expresar ciertas sensaciones muy positivas y excepcionales, asímismo como perpejidad y desconcierto, los vocablos que mejor expresan este efecto son alucinar y flipar, ambos ofrecen grandes posibilidades creativas en el sentido de que forman numerosos compuestos. El primero amplia su significado a partir del verbo etimológico latino ALUCINARI (DCECH, 1980); flipar resulta una nueva expresión de la que hemos localizado datos muy exiguos; lo define Santillana (1996):
Coloquial. Gustar una cosa mucho a [una persona]. 2. Jergal. Estar una persona bajo los efectos de una droga.; flipado,a. 1 (estar) coloquial. Asombrado o impresionado
Y León (1980):
cautivar, gustar mucho, entusiasmar // fliparse «Drogarse».
Recoge además flipado, flipante, flipe.
Los ejemplos de la prensa son entre otros los que aducimos a continuación:
La gente viene y va, se queda un rato flipando con el 'Circo', un circo romano entre edificios clásicos de una ciudad que tiene la luz y el mar de Málaga.
(26/II/95: 68. Opinión).
(Referido a Ruiz Gallardón) Adora a Frank Sinatra, apabulla con sus conocimientos sobre música clásica y flipa con sonidos dispares como los que produce Silvio Rodríguez o Antonio Vega.
(29/V/95:33. Elecciones).
Fueron 325 segundos flipantes. El viejo Yannakis contagiaba con su rabia desatada a todos sus compañeros.
(22/V/95:80. Deportes).
En ocasiones, los sustantivos con valor intensificativo en curso resultan poco expresivos por lo que se emplean variantes como ¡guay!, interjección que indicaba lamento, utilizada desde el siglo xiii y que pronto quedó anticuada y relegada al lenguaje poético (DCECH, s.v.). De guay no tengo ejemplos.
Mogollón, originariamente, «de gorra, de balde gratuito», definida por Corominas como voz de carácter jergal, vale ahora para indicar cantidad de cosas o personas.
Durante esta folclórica semana no he visto en las imágenes del televisor exceso de tenebrosos capirotes… ni de pintorescas procesiones. He visto mogollón de películas y algún bonito documental.
(17/IV/1995: 77, Carlos Boyero).
La gran hipocresía nacional está dando su mejor espectáculo. Nadie les ha votado y están ahí, mandando en España, Madrid lo primero, con mogollón de votos.
(08/VI/1995: 92. Francisco Umbral).
Otro valor que hemos registrado en el vocablo es el de «alboroto, jaleo», como bien anota el Diccionario Salamanca y lo reflejan las citas siguientes:
Javi, aunque tan triste, coñazo y carnosito, alegraba mucho las noches…Es como cuando, en los thrillers, se le da libertad al acusado para que él solo nos lleve tras la pista del mogollón. Javi Rosa nos es mucho más útil en la calle que en Can Brians.
(15/II/1995:80, Francisco Umbral).
El viajero de los pies sucios porque imaginar que el antiguo concejal zaragozano anduvo paseando por el mogollón de Ruanda parece demasiado fuerte.
(05/III/1995: 49, Jesús Torbado).
En realidad, sería inacabable la lista de vocablos y ejemplos con los que podríamos continuar esta comunicación. Ciertos acontecimientos, que podríamos llamar políticos y económicos, y que abocaron y terminaron con el encarcelamiento de ciertos personajes conocidos, difundieron por la prensa peninsular expresiones que hacía ya tiempo utilizaban los jóvenes, así se comenzó a hablar del mangui o ladrón, que había sido encerrado en el talego, trullo o trena «cárcel», donde hizo muchos colegas o «amigos».
Y vuelvo, para finalizar con mi participación, a la idea que expuse al comenzar mi disertación; si ya en la década de los sesenta Ramón Menéndez Pidal señalaba la importancia de registrar en los diccionarios la variante hablada de la lengua (1961) y Rafael Lapesa (1960:31-36) advertía:
Nuestro Diccionario [histórico] pretende registrar el vocabulario de todas las épocas y de todos los niveles, desde el señorial y culto hasta el de la plebe […] Para el vulgarismo actual cabe, además, el recurso de los estudios lingüísticos y de los vocabularios publicados. En cuanto al argot propiamente dicho […] debemos incuirlo en el Diccionario Histórico.
Me he propuesto presentar una muestra léxica muy actual de ese crisol de enriquecimiento y creación de la lengua que es el rincón popular, concretamente el ámbito de las nuevas generaciones y su reflejo en la prensa diaria. Puede ser este Primer Congreso de Lengua Española el que inicie y anime a filólogos, estudiosos del lenguaje y periodistas a unir nuestros esfuerzos, para elaborar instrumentos comunes que ayuden al fortalecimiento y expansión de la lengua española.