Posición ideológica y uso del lenguaje en la prensa mexicanaSilvia Gutiérrez Vidrio
(España)

La prensa escrita es uno de los principales medios de información a través del cual los lectores se forman una opinión sobre los acontecimientos sociales y políticos.

Cada diario sigue una línea editorial que está estrechamente ligada a la ideología que sustenta. Esta ideología se manifiesta fundamentalmente, en el lenguaje utilizado en las editoriales del diario. En este sentido, consideramos necesario y urgente contar con instrumentos de análisis discursivo que nos permitan poder detectar estos juegos lingüísticos que, a veces, pueden pasar inadvertidos.

Relación lenguaje-ideología

La relación entre lenguaje e ideología es un tema de gran importancia e interés para la investigación en ciencias sociales y, en especifico, para el área de la comunicación social. Los resultados de la investigación en torno a dicha relación han resultado fructíferos. Hoy en día, poca gente negaría el carácter ideológico del lenguaje. Los estudios que se han realizado tanto en el campo de la ideología como en el del discurso han llevado a aceptar que el medio donde más específicamente se materializa la ideología es el discurso.

Sin duda, una de las áreas de investigación más interesante  y excitante, pero a la vez muy marcada, desde sus orígenes, por la controversia y la discusión es la de la teoría de las ideologías. Pese a las repetidas profecias sobre su inminente desaparición, las ideologías se resisten a morir. Importantes trabajos post-althusserianos han venido a desmentir todas las previsiones pesimistas acerca de un eventual «agotamiento de la teoría de la ideologíamás» (Véase, Ansart, P., 1983).

De hecho, en las tres últimas décadas hemos presenciado un nuevo interés en la teoría y el análisis de la ideología, tanto dentro como fuera de la tradición marxista. Este renovado interés se debe a varias razones. Una de ellas es el creciente reconocimiento del carácter central del lenguaje en la vida social. La investigación desarrollada por varias tradiciones, desde la filosofía del lenguaje ordinario hasta la hermenéutica, la semiótica, la etnometodología y la pragmática han puesto de relieve el hecho de que el lenguaje no es sólo un sistema de signos que describen al mundo sino, también, un medio a través del cual los individuos actúan e interactúan en el mundo social. Este reconocimiento del lenguaje como un aspecto central de la vida social y política ha propiciado la reorientación de las teorías sobre la ideología.

Tradicionalmente, la teoría se encargaba de analizar las maneras en que las ideas o las significaciones afectan a las actividades a las creencias de los individuos y los grupos que conforman el mundo social. Pero a través de la reflexión sobre el lenguaje y sus relaciones con la ideología se ha reconocido que las ideas, como señala Thompson, «no circulan en el mundo social como las nubes en un cielo de verano, volcando ocasionalmente su contenido con el estallido de un trueno o el resplandor de un relámpago. Las ideas circulan en el mundo social más bien como enunciados, como expresiones, como palabras que se hablan o se escriben» (Thompson, J. B. 1986:517).

De ahí que, desde esta perspectiva, el estudio de la ideología implique en parte, y en cierto sentido, estudiar el lenguaje en el mundo social, la manera en que el lenguaje es usado en la vida social cotidiana y los modos en que los múltiples y variados usos del lenguaje se entrecruzan con el poder, alimentándolo, sosteniéndolo y ejecutándolo.

En otras palabras, al estudiar la ideología se busca poner en evidencia las maneras en que ciertas relaciones de poder son mantenidas y reproducidas en un conjunto interminable de expresiones que movilizan el sentido en el mundo social. Por ello, es necesario reconocer que aunque la ideología se manifiesta de muchas formas (por ciertas prácticas sociales, por ciertas instituciones, por símbolos, etc.), el dominio privilegiado de la ideología, el lugar donde ejerce directamente su función, es el lenguaje.

Desde esta línea de reflexión, otra cuestión que queremos destacar es los modos generales de operación de la ideología y las formas en que éstos se pueden vincular con ciertas estrategias de construcción simbólica. Incluso cuando todavía queda por realizarse una necesaria investigación, más profunda sobre la manera en que la ideología opera en ciertas condiciones sociohistóricas específicas, ciertas modalidades del funcionamiento de la ideología han sido identificadas como un primer avance. Por ejemplo, Thompson menciona cinco: la legitimación, la disimulación, la unificación, la fragmentación y la reificación o cosificación (Thompson, J. B. 1993: 66-73).

Con respecto a la primera, cabe señalar que las relaciones de poder se mantienen si se apoyan en la legitimación. Un sistema de dominación puede ser mantenido, como observa Weber, al ser representado como legítimo, es decir, como un sistema que es justo y digno de apoyo. Esta legitimación se logra apelando a fundamentos racionales, tradicionales o carismáticos, los cuales, valdría la pena añadir, se expresan generalmente por medio del lenguaje.

La ideología también puede operar a través de la disimulación o encubrimiento. Las relaciones de poder que sirven a los intereses de unos a expensas de los demás pueden ser ocultadas, negadas o bloqueadas de varias maneras, por ejemplo: describiendo los procesos o acontecimientos sociales con ciertos términos que pongan de relieve algunos rasgos en detrimento de otros, o al representar o interpretar dichos procesos de tal manera que se disimula o encubre lo que realmente son.

Una tercera modalidad es la unificación. Las relaciones de poder pueden ser establecidas y sostenidas al construir, en el nivel simbólico, una forma de unidad que abarca a todos los individuos de una identidad colectiva, a pesar de las diferencias y divisiones que pueden separarlos. Una estrategia típica de esta modalidad, expresada por medio de formas simbólicas, es la estrategia de la estandarización.

La cuarta modalidad es la fragmentación. Las relaciones de poder pueden ser mantenidas movilizando el sentido de tal forma que fragmente a los grupos y ubique a los individuos y a las facciones en oposición. «Divide y gobierna» es una conocida estrategia de los grupos dominantes, aunque, a menudo, los procesos de fragmentación son menos intencionales de lo que sugiere esta máxima.

Una última modalidad es la reificación. La ideología puede operar al representar un estado de cosas transitorio e histórico como si fuera permanente, natural y atemporal. El restablecer la dimensión de la sociedad «sin historia», como señala Claude Lefort, es una característica clave de la ideología de las sociedades modernas.

Asimismo, otra cuestión que nos interesa resaltar en relación con el análisis discursivo es que, gracias a los aportes de varias disciplinas, se ha dado un redescubrimiento del discurso no sólo como modo o medio de intervención y de acción sino, también, como medio de presión y de violencia simbólica que se ejerce sobre un público, un auditorio o un grupo de destinatarios. De ahí que el poder de intervención del discurso ponga inmediatamente de relieve su importancia política.

Este redescubrimiento del discurso como medio de intervención y de acción ha conllevado la aceptación de que el poder del discurso no solamente depende del poder o de la autoridad de quien lo emite. Parte del poder que tiene el discurso se debe a la fuerza argumentativa que en él existe. De ahí que sea importante y necesario analizar la manera en que el emisor organiza su discurso.

Como señala G. Giménez, la eficacia operativa del discurso no depende sólo del poder o de la autoridad de quien lo enuncia sino, también, del poder inherente al discurso mismo y es ésta eficacia operativa la que pone de relieve su importancia política. El discurso se presenta así como un conjunto de argumentos y pruebas destinados a esquematizar y «teatralizar de una cierta manera el ser y el deber ser políticos ante un público determinado y con vistas a intervenir sobre ese público» (Giménez, G., 1985:1).

Existen diferentes propuestas que pueden ser útiles para el análisis de las producciones discursivas como construcciones lingüísticas y para el examen de sus características ideológicas. Nosotros hemos elegido el análisis argumentativo, ya que las formas del discurso, en tanto construcciones lingüísticas transfrásticas, contienen explicaciones y cadenas de razonamiento que pueden ser reconstruidas y explicitadas de diferentes maneras. Dichas reconstrucciones pueden ayudar a esclarecer las características ideológicas del discurso, sacando a la luz no sólo sus procedimientos de legitimación sino, también, sus estrategias de disimulación.

El análisis de la estructura argumentativa puede esclarecer la función encubridora de la ideología, por ejemplo, sacando a la luz las contradicciones y las inconsistencias, los silencios y los lapsus que caracterizan la textura de un texto.

Para lograr lo anterior, hemos diseñado una propuesta metodológica que retoma las modalidades de operación de la ideología sugeridas por Thompson y la propuesta de análisis argumentativo de Jean-Blaize Grize (1982:221-240). El esquema de Grize contempla el análisis de las operaciones lógico-discursivas que permiten, en primer término, construir en forma orientada determinados objetos, para luego operar discursivamente sobre lo construido con el propósito de intervenir sobre un destinatario. Estas operaciones pueden ser clasificadas en familias. En el esquema de Grize existen cinco tipos de operaciones (Véase Gutiérrez, S., 1991), pero para nuestro análisis solamente retomaremos dos tipos: las operaciones de apropiación y las de proyección valorativa.

Las operaciones de apropiación tienen entre otras funciones, asegurar la credibilidad de la esquematización en la perspectiva de diálogo entre el proponente y su eventual oponente. Implican operaciones que presentan las determinaciones de los objetos como irrefutables, operaciones de toma de distancia, de señalamiento de fuentes y de delimitación del campo de enunciación mediante cuantificadores.

Las operaciones de proyección valorativa tienen que ver con el hecho de que los argumentos son raramente neutros: ciertos operadores los iluminan, los ponen de relieve y les confieren a la vez ciertos valores. Esta asignación de valores se da por medio de enunciados axiológicos o evaluativos.

El corpus

Los textos que se analizan son los editoriales de dos periódicos; La Jornada y el Excélsior, en torno a la aparición y acciones del Ejército Popular Revolucionario (EPR) en la sierra guerrerense. El EPR aparece semanas antes de la fecha de estos dos editoriales, que corresponden al día 10 de agosto de 1996.

Hemos elegido los editoriales porque estos representan la opinión del medio informativo. Por lo general, son redactados por el director del periódico y es donde más claramente podemos identificar la ideología de un diario.

La Jornada es un diario que se ha caracterizado por tener una línea crítica frente a las políticas del gobierno y podría clasificarse de centro-izquierda.

El Excélsior es un diario que hace algunas décadas fue crítico y actualmente se caracteriza por mantener una línea de centro-derecha y por ser menos crítico en relación con las políticas del gobierno.

Del discurso a la ideología

En este apartado presentaremos los resultados del análisis realizado, el cual, cómo anteriormente habíamos mencionado, está orientado a buscar las operaciones de apropiación y las de valoración así como los modus operandi de la ideología.

Iniciaremos con el análisis del editorial del periódico Excélsior titulado «Exhibicionismo del EPR». Dividiremos el análisis en dos partes: en la primera mostraremos por medio de qué tipo de enunciados el diario manifiesta abiertamente su ideología; en la otra, examinaremos cómo esconde o disimula su posición.

Para mostrar como manifiesta su posición o, dicho en otras palabras, cómo legitima su ideología, señalaremos la utilización de las operaciones de proyección valorativa. En el propio título encontramos, de entrada, una valoración al caracterizar de exhibicionistas las acciones del EPR. Este título es repetido al inicio del primer párrafo del texto, «Los integrantes del Ejército Popular Revolucionario siguen actuando con exhibicisionismo», donde volvemos a encontrar el calificativo exhibicionistas. Además, la utilización del verbo 'siguen' marca una presuposición que implica que, para el editorialista, sus acciones anteriores tuvieron la misma naturaleza.

El uso de este tipo de enunciados marca la posición del editorial en relación con el EPR. Por medio de estas valoraciones, el Excélsior descalifica al EPR. Esta misma utilización la encontramos en el enunciado que señala el autollamado Ejército Popular Revolucionario. También por medio de enunciados valorativos cuestiona su legitimidad, al señalar que «Para sustentar estas peticiones no queda acreditada la personalidad de los demandantes».

Igualmente los descalifica y les resta originalidad y razones para estar en armas cuando señala después, por medio de enunciados valorativos, que sus demandas no son novedosas, ya que «esos temas están en boca de todos y son preocupaciones de todos los sectores del pueblo». Aquí también encontramos el mecanismo de la naturalización, al presentar el argumento como algo que todo mundo comparte; en términos de Thompson un modus operandi de la ideología por medio de la unificación.

Otra sección del texto donde encontramos enunciados valorativos es en la que se hace referencia al asesinato en Aguas Blancas. En esta parte, el editorialista manifiesta abiertamente su inconformidad con las acciones que el gobierno llevó a cabo ahí. Por medio de la utilización de argumentos valorativos, que incluyen ciertos adjetivos como «infame asesinato», muestra su repudio a la matanza. También cuando señala que el EPR utilizó como motivo para lanzarse al combate el crimen de Aguas Blancas, señala: «un crimen que, desde luego, no debe quedar impune» e inmediatamente marca su posición en relación con la violencia por medio de otro enunciado valorativo: «aun cuando a base de violencia y con la fuerza de las armas, formando ejércitos, nunca es bueno protestar».

Pasando al tema de la disimulación u ocultamiento de su posición podemos señalar que una forma de ocultar o disimular su ideología y no comprometerse es utilizando argumentos de autoridad. En el texto aparece una manera implícita de decir que los del EPR sólo tratan de llamar la atención y no se les debe tomar en serio, pero no lo afirma el editorialista sino lo pone en boca de alguien más: «Como les dijo Emilio Chuayffet, el secretario de Gobernación, tratan de llamar la atención y no se les debe tomar en serio».

Otra forma de disimular su posición está relacionada con la utilización de ciertas preguntas como ¿Proponen los del EPR alguna solución eficaz? Por medio de está forma de presentar la información el editorialista busca que el lector infiera la respuesta a través de la información que ha presentado; dicha respuesta obviamente «no», pero nunca lo dice abiertamente. Otro ejemplo es la pregunta: ¿Pueden colaborar con las autoridades para remediar estos males?. Aunque se infiere que esa es su posición, no lo dice abiertamente. Además, a esta pregunta le sigue el enunciado: «Deberían hacerlo, en vez de seguir con sus actos exhibicionistas» ; aún cuando las formas verbales de tipo deóntico implican una obligación deben hacer esto, en este caso ésta no es una modalización deóntica pura, ya que el tiempo verbal implica más una sugerencia que una obligación.

Ahora continuaremos con el análisis del editorial de La Jornada la cual tiene como título «Lo esencial es la calma».

También en este editorial encontramos, desde el título, la utilización de enunciados valorativos que marcan o señalan la posición del diario, al emitir su opinión en relación con las acciones tomadas en contra del EPR al solicitar calma y, por lo tanto, cordura.

El editorial se inicia con una definición del estado de Guerrero: «El estado de Guerrero siempre ha sido terreno de conflictos explosivos». Al hacer la descripción del estado, La Jornada marca su posición en relación primeramente, con la legitimidad de los movimientos y segundo con la forma en que han sido abordados los conflictos ahí. Esto lo hace por medio de enunciados valorativos: «fuertes movimientos guerrilleros con vasto apoyo popular y una trágica represión que ha dejado profundas cicatrices en la sociedad mexicana».

Existe otra parte donde también manifiesta abiertamente su posición con respecto al EPR, al señalar, también mediante enunciados valorativos, que cuestionan su representatividad: «la estabilidad social no puede, en ningún caso, ser rehén de algunos que dicen representar a algún segmento de la sociedad pero de quienes a la postre, poco o nada se conoce».

Hay un párrafo donde manifiesta su posición ante el conflicto, al señalar por medio de argumentos valorativos que «es necesario buscar un diálogo que, por difícil que pueda resultar, excluya toda decisión apresurada».

Una manera de disimular su posición es por medio de la utilización de preguntas, algunas de ellas de tipo retórico. En sí , La Jornada sugiere que se debería de seguir una estrategia similar a la utilizada exitosamente con el EZLN. Pero esto no lo hace de una manera abierta sino formulando su opinión en forma de pregunta: «¿Por qué escoger, entonces, frente al problema del llamado EPR una política diferente a la seguida —exitosamente— en Chiapas… cuando se decidió detener la guerra en ese estado para pacificar el país? Como se podrá notar, no dice abiertamente que eso es lo que debería de hacer el gobierno sino busca que el lector lo infiera.

Esta estrategia es utilizada en el resto del párrafo (que constituye casi la mitad de la editorial). No se afirma nada abiertamente, «el resto se debe hacer», pero implícitamente sí. La siguiente pregunta retórica ilustra con más claridad esta posición: «¿No es mejor quitarle el espolón a una bomba de tiempo que hacer estallar viejos odios y conflictos en una zona tan sensible como Guerrero?» Aquí, más que esperar un sí o un no (quien escribe ya lo ha establecido), se prevé una respuesta en pro de la conveniencia de una salida pacífica en Guerrero y se aboga por una solución reconciliadora.

También por medio de una pregunta encontramos una crítica implícita a las acciones del gobierno con respecto al surgimiento del EPR: «¿Por qué entrar en contradicción con las declaraciones oficiales de que la aparición del EPR no era más que una 'pantomima' y anunciar, nada menos, el inicio en la zona de una lucha antiguerriliera que incluye el estudio minucioso del censo local para establecer listas de sospechosos, las cuales inevitablemente serán muy amplias y pueden dar origen a errores y arbitrariedades que constarían muy caros a los guerrerenses y al pais todo?».

Interpretación

En los dos editoriales hay marcadas diferencias en el tratamiento de la información, las cuales reflejan las diferentes posiciones de los periódicos ante el conflicto.

Para el Excélsior, la conflagración toma las dimensiones particulares de un movimiento no legitimado, que no define su identidad, que actúa para exhibirse y no para reivindicar demandas originales.

Este periódico argumenta, además, que tanto el resto del «pueblo» (extraña definición de la heterogeneidad de sectores que habitan el país) como el gobierno se preocupan por igual de las temáticas que toca el EPR dentro de sus reivindicaciones.

Por último, propone que el EPR canalice sus demandas, sí las tiene, a través de las autoridades, única forma de actuar para legitimarse, sin caer en el exhibicionismo.

Por su parte, La Jornada parte de un fenómeno mucho más extenso: Guerrero como un estado propicio para la guerrilla. Además, cuestiona, aunque de manera implícita, las políticas gubernamentales y el tratamiento que le da el gobierno al problema del EPR. La Jornada quiere advertir de los peligros de la militarización y de las dificultades y problemas que acarrearía para México el estallallido de una guerra civil.

Sin legitimar al EPR, e incluso cuestionando su legalidad en términos de, representatividad —pero aceptando que tal vez las inquietudes de la población guerrerense son legítimas—, La Jornada lanza de forma implícita, una crítica al modo de enfrentar el conflicto por parte del gobierno.

La estrategia del Excélsior es presentar al EPR desligado del contexto social, como entidad única del conflicto, sin incluir ni al EZLN ni a las políticas gubernamentales. Además, cuestiona los verdaderos motivos de la aparición del EPR y los deslegitima al citar una fuente del gobierno (el secretario de Gobernación).

En la Jornada se plantea la estrategia de interpelar al lector por medio del uso de las preguntas y de manifestar implícitamente su posición a través del uso de éstas. Además, utiliza argumentos que apelan más a la emotividad: hay que evitar la guerra, la matanza, la lucha contra los campesinos.

Bibliografía

  • Ansart, P., Ideología, contlictos y poder, Premiá, México, 1993.
  • Giménez, G., «Simples apuntes sobre los problemas de la argumentación», mimeo, 1985.
  • Grice, J. B., «Quelques operations de la logique natural» en De la Logique a L´argumentation, Libraire Droz S. A., Ginebra, 1982.
  • Gutiérrez, S., «Análisis argumentativo y esquematización» en Revista Versión, n.º 1, UAM-Xochimilco, México, 1991.
  • Thompson, J. B., «Language and ideology: a framework for anaLysis», en The Sociological Review, Vol. 35, No.3, University of Keele, Inglaterra 1986.
  • Thompson, J. B., Ideología y cultura modema, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México,1993.