La lengua española como lengua de minoríasFernando Serrano Migallón
(México)

Para las cosas de la razón, la lengua es bastante. Así manifiesta Alfonso Reyes su irrevocable confianza en la lengua como transmisora y preservadora del pensamiento y de la inteligencia. La lengua, para Carlos Fuentes, es una patria y una nacionalidad extendida; Rodó y Sarmiento pensaron en la lengua como en un instrumento civilizador y una experiencia compartida.

Cervantes tuvo en la lengua el aparato de la imaginación y el camino óptimo para revolucionar la expresión, con Cervantes no sólo nace la novela, sino surge una nueva forma de ver el mundo, la inteligencia y la imaginación dialogan con la realidad; no es casualidad que sus personajes se saben leídos y actores de una obra literaria, este recurso nacido castellano será retomado por Unamuno en su Niebla e incluso saltará las fronteras del idioma y lo veremos en obras del ingenio universal.

¿Cuál es el misterio de la lengua?, ¿de dónde pueden nacer tantas interpretaciones que, excediendo la analogía, se convierten en auténticas visiones del mundo? Una primera respuesta es la experiencia imperial de la lengua española. A diferencia de las pretensiones políticas imperiales, en los dominios de nuestra lengua no se pone el sol, las naves cruzaban dos océanos llevando y trayendo mercaderías y con ellas las voces originarias de España, al imperio de Roma lo sucede en algún momento el imperio de España, la Cruz se hizo auxiliar del castellano para ampliar el campo de su evangelización, tanto la Corona como la Cruz usaban el latín para expoliar, pero el castellano para convivir.

Sin embargo, cuando la lengua se encarna en cada uno de los rincones a que es llevada, pierde su carácter imperial y se transforma en íntima respiración de cada sitio, hoy nuestra lengua se aleja de ese imperio y se convierte en forma excelente del diálogo.

Puede hablarse infinitamente de la lengua española porque es una vivencia íntima, tanto del individuo que la posee como del grupo humano que la transmite y se perpetúa en ella, la lengua se convierte en cierta válvula de la moral, en la develadora de los mitos profundos de la conciencia, en el garante de la tradición.

Tan arraigada se encuentra en el ser de las personas y los grupos que su movimiento es lento, casi pareciera imposible, no avanza al ritmo de los cambios sociales, menos aún de los políticos. Sin embargo, existe relación directa entre la sociedad y el idioma, éste retrata los hechos profundos de la sociedad en que se desenvuelve, las transformaciones en la morfología, en la pronunciación y en la sintaxis de la lengua se deben, en mucho, a los cambios que la comunidad va mostrando en sus estructuras sociales y en las manifestaciones de su convivencia.

Así, por ejemplo, en donde el español es lengua dominante, como en las Américas o en la propia España, el famoso madrigal de Gutierre de Cetina puede ser entendido sin dificultad.

Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué si me miráis, miráis airados?
[…]

El cambio en la lengua, desde 1550 cuando fue escrito el madrigal, ha sido grande pero conserva formas que nos permiten identificar el verso en castellano. Otras sociedades son más renuentes al cambio social, en ellas el idioma muestra formas distintas de evolución, algunas ya no son comprensibles sino para los miembros del grupo a que pertenece la expresión. En un artículo médico, publicado en octubre de 1976, en Jerusalén, puede leerse lo siguiente.

El korasón es como dizen en lingua semple: «La machina sentrala ke dirije y da vida al puerpo». Hazinuras de korasón ay diversas i la persona ke sufre del korasón es sotometido bacho un rejim espessial sigun el grado de la hazinura.

El texto, escrito en judeo español, o ladino, manifiesta una evolución escasa hacia el castellano usual, digamos mayoritario, sus formas gramaticales son mucho más parecidas a las utilizadas en el Siglo de Oro, el uso de ciertas grafías consonantes, así como la casi total ausencia de acentos ortográficos, responde a la costumbre de escribir en caracteres hebreos, donde los símbolos vocálicos son auxiliares de los consonantes y las grafías consonánticas son también más escasas que en el alfabeto latino.

Ello no quiere decir que los sefardíes del mundo sigan viviendo como lo hicieron sus antepasados del siglo xv, sino que su evolución social se marca con otros hitos y que al ser minoría su apego a la tradición es una dinámica social diferente. Para el exiliado, para el miembro de la minoría, la tradición se convierte en una necesidad, en un seguro contra la asimilación y el olvido de las raíces.

La expansión de la lengua española por el mundo, particularmente en este siglo, ha incrementado el número de hispano-parlantes en el planeta, ello quiere decir que en algunos sitios de nuestra geografía hablar español significa pertenecer a grupos que hablan una lengua minoritaria en sí, dentro de un grupo mayor. Otros, por el contrario, pertenecen a formas locales del español que se encuentran situadas en latitudes diferentes a su origen.

Dentro del primer grupo encontramos a los hispano parlantes que viven en países de otro idioma, por ejemplo los latinoamericanos que habitan en los Estados Unidos, o bien en algunas ciudades de la Europa no española. Dentro del segundo encontramos a quienes hablan formas del castellano ya no usadas por la mayoría de su entorno, como los mencionados sefardíes, o bien a los grupos exiliados dentro de nuestro universo castellano, chilenos y españoles en México, argentinos y uruguayos en España.

En cierta forma, sucede a la lengua lo que a la moneda: puesta en circulación moneda buena, ésta tiende a ser atesorada, mientras que la moneda de menos valor es utilizada para los tratos comerciales. Para la minoría, su propia lengua es motivo de atesoramiento, la lengua extraña es la que se usa para el trato público, para la compraventa y el devenir cotidiano.

Aparentemente, la lengua de uso corriente tiende a adoptar los vicios propios de la convivencia y el desgaste necesario a que conducen las instituciones sociales y las modas, la lengua que permanece resguardada se mantiene más pura, o en términos más precisos, más parecida a sus formas originales. Porque la lengua, más que otros factores, es siempre el símbolo de la identidad cultural y la contraseña de identificación de los miembros de un grupo.

Pero, hay que preguntar, ¿qué es una minoría?, en un primer intento podemos ensayar una definición: «todo grupo que es numéricamente inferior al resto de la población de un Estado y que se halla en una posición no dominante, cuyos miembros poseen características étnicas, religiosas o lingüísticas diferentes a las del resto de la población y que, aunque sea implícitamente, conservan un sentido de solidaridad, dirigido a la preservación de su cultura, tradiciones, religión o lenguaje».

La organización jurídica y política mundial se ha dado a la tarea de garantizar el ejercicio de la lengua como un derecho inherente a las comunidades, pero en el mundo de la cultura, este derecho debe ir acompañado de un ejercicio real del idioma como forma privilegiada para transmitir la herencia cultural y los valores grupales. El fenómeno lingüístico no puede ser regulado, la riqueza de su devenir radica en la intimidad y la libertad con que se realiza, porque se piensa y se escribe en el idioma, se vive entonces en el idioma y de él parten las interpretaciones de la vida, la experiencia histórica nos ha enseñado cómo los intentos por reprimir el uso de una lengua, o bien lograr su exterminio, están condenados al fracaso.

El idioma es una de las formas más férreas en que la minoría defiende su identidad, en torno a ella se agrupan las nociones fundamentales de la visión de la realidad, los recuerdos compartidos y la experiencia vital del grupo; gracias a ella se puede leer la realidad, gracias a ella pueden fincarse las promesas y las esperanzas de permanecer en el futuro.

La lengua española vive hoy, y lo ha hecho durante cientos de años, la experiencia de vivir en mayoría como en minoría, dentro de sus múltiples andanzas ha derivado hacia muchos caminos, la dinámica de cada grupo se entiende dentro del contexto cultural en el que se ha desarrollado y continúa haciéndolo. Al acercarnos a este fenómeno, nos acercamos a unas de las preocupaciones fundamentales de la lengua, su defensa y sus perspectivas.

¿Hacia dónde se dirige el castellano?, la pregunta en sí misma ofrece una respuesta y una reflexión. Nuestra lengua hoy, tiene dirección y sentido, de sus elementos vitales hay que resaltar la persistencia y la perennidad de sus instituciones. Los movimientos migratorios, algunos de ellos ya centenarios, han traído consigo una ampliación dentro de la geografía de la lengua; hoy el castellano es un idioma que dialoga con otros entre los cuales vive, su experiencia como lingua franca en una amplia extensión del planeta, desde el sur de los Estados Unidos, zona que pronto se convertirá en la región más densamente poblada de hispano-parlantes, hasta la Tierra del Fuego, la Península Ibérica y las Filipinas, así como las aisladas comunidades judeoespañolas de la Europa central y oriental y del Próximo Oriente, permiten responder la pregunta de Rubén Darío, que con el tiempo se va tornando lugar común de la cultura. ¿Tantos millones hablarán inglés?, y responderla en el sentido en el que Carlos Fuentes lo ha hecho: No, hablarán español.

La vida de un idioma puede mesurarse tanto por el apego de sus parlantes como por las obras que se producen, en este final de siglo, a diferencia de los tiempos imperiales de Roma, estos dos parámetros se hallan cercanos. No existe, como en el caso del latín, un español vulgar y un español culto, irreconciliables ambos, la voz de la calle ha tomado carta de ciudadanía en la obra literaria, la extensión de la cultura y la difusión de los textos ha hecho posible que cada vez más personas se acerquen a la producción cultural y se beneficien de sus contenidos, este fenómeno será cada vez más amplio y también, con mayor frecuencia, más individuos aprenderán los rudimentos de la lengua y sus manifestaciones artísticas.

Cada grupo ha llevado consigo la capacidad de crear obras estéticas del idioma, su pertenencia a un lugar geográfico y su carta común de hispanoparlantes, ha formado una magnífica dialéctica, dotada de fuertes contenidos humanos y sociales, la comunidad de las pertenencias provoca obras irrepetibles, fruto de su circunstancia pero también de la vocación universalista del español. Si no fuera por este fenómeno no sería posible el enriquecimiento de nuestra lengua con la obra del exilio judeoespañol, digamos de Ibn Gabirol, del propio Don Shem Tov de Carrión, cuyo primer verso conocido es, al mismo tiempo, uno de los primeros conocidos en la lengua castellana:

Quando se seca la rosa, que ya su sazón sale,
queda el agua olorosa, rosada, que más vale…

La particular experiencia del exilio español, que saliera de la tierra a causa de la guerra civil, y que se desenvolvió de manera principal en países de la misma lengua, refleja el dolor de la patria lejana, el goce y el compromiso de la lengua común y la esperanza del retorno a la paz, la piedad y el perdón. Su obra enriquece al idioma en su expresión de origen y en la de las sociedades en que se expresa. Posteriormente, similares situaciones impulsaron a cientos de latinoamericanos a dejar sus tierras nativas para internarse en otros países.

Fueron ellos principalmente quienes contribuyeron a que la literatura hispanoamericana replanteara su lugar en el mundo, con ellos el diálogo entre la lengua de España y la lengua de las Américas tomó un matiz diferente, ya no magisterial, sino de comunicación creativa. La profundidad humana de la lengua, su arraigo en las tradiciones, su función de tabernáculo donde depositar su propia cultura, le hacen decir a León Felipe que, sin la canción —la palabra— no se puede alimentar el fuego —la vida—:

Hermano:
Tuya es la hacienda,
la casa,
el caballo
y la pistola.
Mía es la voz antigua de la tierra.
Tú te quedas con todo
y me dejas desnudo y errante por el mundo…
mas yo te dejo mudo… ¡Mudo!
¿Y cómo vas a recoger el trigo
y a alimentar el fuego
si yo me llevo la canción?

Es particularmente interesante la evolución que nuestra lengua está tomando en el sur de los Estados Unidos. Hoy el español constituye el cuarto grupo lingüístico de la tierra; en los años por venir será nuestro idioma el hablado por la minoría más numerosa de los Estados Unidos, con ello será innegablemente el idioma predominante en todo el continente americano, no soñó tanto Nebrija.

Nos ha correspondido ver gestarse y evolucionar un nuevo grupo cultural, los hispanos de los Estados Unidos, que van construyendo sus propios códigos de expresión artística y literaria, rodeados de una cultura ciertamente diferente de la propia, su diálogo con el inglés y su régimen cultural provocará transformaciones en dos sentidos y en dos idiomas a lo que es necesario estar atento. Este fenómeno requiere la comprensión y el servicio de la inteligencia de los demás hispanoparlantes, para que nuestro diálogo sirva como ayuda a la conservación del idioma y como apertura para evitar el aislamiento.

Nuestra propia lengua es un fruto rico y complejo, nacido de la confluencia de muchos grupos culturales, tal vez la pluralidad sea la noción más importante de su nacimiento, incluso más que en otros grupos lingüísticos originados en la Europa occidental. El castellano tiene sus memorias, las cercanas y las remotas, en tradiciones culturales tan diversas como la árabe y la judía, la africana y la romana, la griega y la hindú, transformaron la lengua durante el largo avatar de los tiempos antiguos, de los reinos cristianos, de la reconquista, de la España católica del Siglo de Oro y de la contrarreforma y de las ideas y sentimientos liberales de ambas riveras del Atlántico.

En esa pluralidad está la riqueza de nuestra lengua, en ese ir y venir de ideas y vocablos. Es probable, también, que ningún otro grupo lingüístico haya vivido el reto de la pluralidad y haya sobrevivido con creces, como lo hemos hecho los hispanoparlantes. De ahí su vocación universalista, de ahí también el esfuerzo que la lengua nos requiere para seguir siendo.

Puede afirmarse que la vida de la lengua dentro de una minoría constituye un microcosmos de la vida de la lengua en general, su expresión coloquial y literaria vive las fases que la lengua ha pasado en su transición durante cientos de años; la conservación del idioma nace, en un primer momento, como parte del movimiento desinteresado, digamos puro, de mantener las ligas sacramentales y religiosas, en cierta forma caben aquí no sólo los rezos sino las palabras de respeto y deferencia dentro de la familia, es aquí donde se efectúan las transmisiones emotivas dentro del núcleo familiar, también debemos aquí pensar, en el período supersticioso de la lengua, donde el grupo social que desea conservar su idioma transmite los códigos con los que se descifran los mitos comunes, el sentido de la pertenencia y la diferencia respecto del grupo mayoritario.

Por último, y es aquí donde el grupo se lanza a la aventura literaria, un estado digamos político, por el cual la forma literaria establece una liga o pacto de servicio entre los hombres y las comunidades. Ya ahí, el grupo humano conserva su tradición pero la expone al devenir del siglo, dialoga con el otro y hace valer sus instituciones. Sería necesario, entonces, que prestáramos mayor atención a la forma en que el castellano va desarrollándose, o se ha conservado, en situaciones de vida minoritaria, primero por cuanto ello nos permitiría entender de mejor manera la forma en que nuestra propia lengua fue evolucionando a lo largo de su vida mítica e histórica, y al mismo tiempo porque ello ayudará a que podamos impulsar la conservación y maduración del idioma en aquellos lugares donde se está viviendo tan peculiar experiencia.

El diálogo de nuestra lengua, cuando se manifiesta como propia de minorías, ha dado a luz nuevas palabras dentro de las lenguas mayoritarias; esto puede considerarse como una manifestación de las potencias de nuestro idioma que, bien mesurado, pone de relieve los frutos del diálogo de las comunidades, por ejemplo el inglés del sur y suroeste de los Estados Unidos, ha tomado una buena suma de palabras castellanas.

En cierto sentido, la invasión que la lengua sufre por la convivencia con un idioma mayoritario puede ser preocupante; sin embargo, no puede olvidarse que siendo la lengua un ente vivo, que crece y se va transformando conforme avanza el tiempo, puede suceder que las palabras que hoy parecen ser una contaminación, sean en el futuro palabras bien aceptadas e incluso necesarias; hasta los puristas más confesos deben aceptar, hoy por hoy, el uso de ciertos anglicismos que hace unos años eran inimaginables, como los vocablos derivados de deportes o de usos científicos y tecnológicos. La única forma de saber en qué resulta este diálogo es esperar a que se sedimenten los usos que podrán ser después ya llamados castellanos y los otros que desaparecerán cuando puedan ser suplidos por palabras más castizas.

El préstamo de escritores y hablantes de la lengua, con su particular manera de utilizar el idioma y escribir el castellano, entre diversas zonas de nuestra geografía, nos ha enriquecido; el diálogo constante con otras lenguas, también. La experiencia de la lengua en minoría es la punta de lanza de este fenómeno, abarca la experiencia individual y la colectiva; por ello, y ante la evidencia del fenómeno, es probable que estemos en presencia de una de las transformaciones más importantes de nuestra lengua desde 1492; éste es el momento de asumir la universalidad del español y de enriquecerlo con la concordia, la comprensión y la apertura.

La lengua es la garantía de la permanencia en el mundo, la única forma en que sigamos perpetuándonos como herederos de una historia compartida; valdría la pena aquí recordar un antiguo verso sefardí, recuperado por Angelina Muñiz Huberman.

A ti lengua santa,
a ti te adoro,
más que toda la plata,
más que todo oro.
Tú sos más linda
de todo lenguaje,
a ti dan las ciencias
todo el avantage.
Con ti nos rogamos
al Dios de la altura,
Padrón del universo
y de la natura.
Si mi pueblo santo
él fue captivado
con ti mi querida
él fue consolado.