Yo quizás donde tenía que haber estado es en la mesa de televisión, porque mis últimas experiencias profesionales han sido en la televisión, principalmente en los últimos seis años.
He estado hasta ahora haciendo unas series y una Farmacia de guardia, que aquí en México se titula Farmacia de turno; por tanto, mis experiencias van en ese terreno, en el terreno televisivo. Pero, bueno, creo que el guión cinematográfico y el guión televiso pueden tener y, de hecho tienen, los mismos problemas y una misma forma de trabajar en ellos.
No sé quién dijo, hace poco lo leí, que «los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo»; y eso, que realmente es muy bonito, personal, social y generalmente, no lo acepto. Quiero decir que la lengua, nuestra lengua española, te das cuenta de que empieza a no tener…, que hace mucho que ya que no tiene ya límites.
Yo, desde que estoy aquí en Zacatecas y en México, experimento un placer tremendo oyéndoles a ustedes, los mejicanos. Esa música que tienen ustedes al hablar, esas palabras que nos suenan de repente como con mucha más brillantez que las nuestras, tan rotundas; en cambio, tan poéticas las suyas. Es realmente un placer.
Yo recuerdo que, cuando era chaval —en mi adolescencia ya se hablaba de este personaje—, con el actor que más me he reído en mi vida, en mi adolescencia, ha sido con Cantinflas. Para mí ir a ver una película de Cantinflas era uno de los grandes placeres de mi vida; y además de reírme con él, empecé a darme cuenta que había otra lengua, otro español que tenía otras formas de hablar.
Cantinflas rompía el lenguaje y a la vez creaba uno nuevo con su crítica social, con su humor, con su ternura. Entonces me di cuenta que Cantinflas estaba abriendo la lengua española hacia el futuro y, claro, esta misma sensación la hemos tenido todos los españoles cuando hemos empezado, cuando el famoso boom de la literatura latinoamericana, cuando empezaban a llegar las primeras novelas de Vargas Llosa o de García Márquez, de repente nos encontrábamos con una forma de hablar, de construir las frases, unas palabras nuevas, un lenguaje nuevo, y nos dábamos cuenta que el español crecía, que la lengua nuestra era fecunda e iba desarrollándose.
Fíjense ustedes, por ejemplo, el otro día echaba un vistazo a Cien años de soledad y de repente me encontré esta frase, que es como un juego de palabras maravilloso (me parece que está hablando de los gitanos y entonces está como ironizando sobre el mundo de éstos,) y dice: «Pregonando las excelencias de quién iba a saber qué pendejo menjurje de jarraperiñosos genios gerosolimitanos». Yo no sé qué quiere decir, no sé qué quiere decir, pero esto es una música, es un arpegio musical y fíjense lo de «qué pendejo menjurje de jarraperiñosos genios gerosolimitanos». ¿Comprendes? japonés.
Entonces, es precioso, ahí me suena como música, ¿no? qué bonito. Ahí está la vida fecunda de nuestra lengua española. Lázaro Carreter, nuestro presidente de la Real Academia, decía el otro día en una entrevista en El Pais: «La lengua española es como una misma partitura que se puede tocar de distintas maneras en México, en Ecuador, en Colombia o en Andalucía». Claro, y si esto se trasplanta al guión… es una partitura que se toca de distinta forma en distintos países, influidos de alguna manera por la forma de hablar y de comunicarse de los seres humanos de ese país. Entonces con esto ya me remito a los guiones de televisión y, en mi caso, a la experiencia profesional que he tenido a lo largo de estos seis años, con Farmacia de turno o Farmacia de guardia.
¿Qué sucede? Que yo pretendía contar —a través de una farmacia— realmente la historia de una familia española y la historia de la sociedad española actual; pero cuando una familia tiene unos personajes juveniles, esa gente joven habla de distinta manera, han creado un lenguaje propio que puede ser enriquecedor, que es rico, que es nuevo, que no sabemos qué quedará de ello, el tiempo lo dirá, el tiempo es justiciero y pone las cosas en su sitio y a lo mejor de esa jerga juvenil actual quedan cosas y otra vez aparecen. Pero si tú quieres transmitir el lenguaje y tienes que contar la historia de esta gente joven, tienes que hablar, tienes que escuchar cómo hablan, tienes que ser «oidor», oidor de palabras y contar ese lenguaje.
Naturalmente, cuando esa historia, Farmacia de guardia, por poner un ejemplo en este momento y perdonen por la vanidad que esto pueda representar, pero cuando esa serie va a un país latinoamericano y empiezan ustedes a escuchar ese lenguaje, no entienden, se quedan sorprendidos y pueden tener la sensación de romper, no querer saber nada, o intentar comprenderlo o divertirse con él.
El problema, además, del lenguaje juvenil actual, es que es una jerga; realmente los jóvenes crean una jerga para defenderse del mundo de los mayores. Es una jerga que viene del mundo de la… quizás la delincuencia, el sexo; se van creando palabras que las hacen suyas, pero como una barrera para defenderse de los mayores, lógicamente. Pero además hay otro problema en el mundo del lenguaje español —el lenguaje de los jóvenes españoles— que es el «taco». Los españoles somos «tacoparlantes», decimos tacos y los jóvenes mucho más. Y no digamos las chicas, las chicas españolas actuales, jóvenes, son «tacoparlantísimas».
Bueno, aquí en México quiere decir «groserías verbales», ¿no?
Palabrotas, bueno eso, ahí decimos tacos, no solamente nos referimos a los tacos de jamón, sino a los «tacos». O sea, groserías. Las chicas españolas actuales de 15, 16 años dicen groserías, tacos constantemente. Además con una hipocresía, una doble moral, que delante de sus padres no dicen nunca una grosería, ningún taco, y en cambio en su vida comunitaria, con sus compañeros, lo hacen constantemente.
Cuando tú quieres reflejar ese mundo y esa forma de ser de esos seres, de esos jóvenes, tienes que emplear por lo menos algo de esa forma de comunicarse, algo de ese habla. Fíjense ustedes, tengo unos ejemplos de frases que ahora emplea, por ejemplo, la gente joven. Así, para decir de alguna persona, «Ah, qué cara más dura tienes, o qué cínico, que desvergonzado…», dicen: «Tienes un morro que te lo pisas».
Fíjense, ¿no? esto es habitual entre la gente joven. Por ejemplo, decir la frase más elogiosa de alguna persona, por ejemplo, decimos: «García Márquez es un escritor excelente», pues ellos dirían: «García Márquez es un escritor que te cagas», y esto no quiere decir que García Márquez esté haciendo la venganza de Moctezuma; no, no, es que decir de alguien que es «algo que te cagas» es lo más excelso y lo más sublime, ¿no?
Por ejemplo, decir que está borracha una persona tiene, por ejemplo, tres acepciones: «Tiene un cebollón, tiene una bolinga, o tiene un pedo».
Esto es muy normal; si una persona dice algo descabellado o exagerado se dice: «Tú flipas en colores». Para irse a dormir, dicen «me voy al sobre», o otra que a mí me gusta mucho: «me voy a planchar la oreja», lo cual es verdad.
Bueno, esta forma de hablar es la que crea el mundo juvenil. Las dificultades surgen cuando una serie como ésta ya se vende en el extranjero, se vende, lógicamente, a países hispanoparlantes y están viendo la serie y se encuentran con esta jerga que no entienden. Y entonces, lógicamente, los estudios, o quien haya comprado esa serie, se plantea ¿qué hacemos?, ¿la doblamos al español neutro para que no moleste a la gente, o la dejamos tal como está?
Naturalmente, en algunos países se dobla al español neutro e incluso aquí en México, que se está dando ahora por Multivisión, pero también se dio antes, y cada vez que se decía una grosería sonaba un pitido; no sólo groserías, sino otras palabras que no son inteligibles, con lo cual yo comprendo que en un capítulo de Farmacia de guardia en que de repente estén constantemente sólo pitidos, pues no puede ser muy agradable para el espectador ver unos capítulos con pitidos, ¿no?
Éste es un problema, por lo tanto, que habría que ver. Como autor, yo siempre desearía que no se doblaran ni surgieran los pitidos; que la gente, el público, intentara asumir eso, aceptarlo como algo nuevo, como algo que está en ebullición —el lenguaje español— y aceptarlo. Eso sería lo deseable para mí, como autor, y yo comprendo que, en cambio, en aras de la comprensión y la comunicación, se doblen, en algunos casos, o incluso se pongan pitidos.
Es uno de los problemas que tenemos nosotros, el saber que cuando las series nuestras se distribuyen por el mundo van a tener estos problemas, y me refiero también al cine, porque una película como Historias del Cronen, de Moncho Armendáriz, que trata también el mundo de la juventud y está llena de esta jerga, será una película muy difícil de traducir y de doblar, ¿no?
Y nada más, terminar con una frase de Indro Montanelli, que es el gran periodista italiano; hablando de nuestra lengua, dice: «El español es un idioma grandioso y por eso da un halo de grandeza a todo lo que toca».