Juan Carlos I

Palabras del rey de España Juan Carlos I, rey de España

Nos sentimos muy honrados de asistir a los actos de inauguración del Primer Congreso Internacional de la Lengua Española, en esta hermosa ciudad de Zacatecas.

En la clausura de la Exposición Universal de Sevilla, en 1992, el Dr. Ernesto Zedillo Ponce de León ofreció gentilmente la hospitalidad de México para la celebración de esta reunión científica. Sean, pues, mis primeras palabras de agradecimiento a México, a su Gobierno, a la Secretaría de Educación Pública y al Estado de Zacatecas, por haber acogido con tanta generosidad y simpatía el Congreso «La Lengua Española y los medios de comunicación».

Nos han convocado aquí el amor a la lengua española y la preocupación por su futuro en un campo de tanta importancia para la comunidad hispanohablante.

México, tierra de nuestra historia común, es un privilegiado punto de partida para un compromiso de preocupación y de cuidado del idioma.

Si un gran escritor, Don Ramón María del Valle Inclán, pudo decir «México me abrió los ojos y me hizo poeta», México y esta reunión en la ciudad de Zacatecas deben abrirnos los ojos y, como poetas, convertirnos a todos en artífices cuidadosos del español de hoy y de mañana.

Este es el rumbo que nos han marcado magistralmente nuestros tres escritores: Gabriel García Márquez, Octavio Paz y Camilo José Cela, símbolos de tantos escritores que hoy han elevado nuestra literatura a una nueva Edad de Oro, que representan tierras tan distantes y, a la vez, tan próximas en el ámbito de la lengua española, y que son brillantes modelos de imaginación, de riqueza idiomática y de personalidad creadora.

Españoles y americanos debemos sentirnos unidos y, como ha aconsejado el profesor Rafael Lapesa, «Leernos mutuamente, escucharnos unos a otros, vernos recíprocamente actuar en nuestro ejercicio de la lengua oral, una y múltiple. Hagámosla nuestra toda, sin fronteras ni aduanas. Gocemos la literatura panhispánica haciendo nuestro lo creado por unos y otros».

Los medios de comunicación originan imágenes audaces, innovaciones sintácticas, palabras de nueva creación.

No sólo son ejemplo magnífico de la vitalidad y variedad de la lengua española, sino que aparecen hoy como una de las principales fuentes de renovación del idioma y de extensión veloz de las novedades.

Se convierten, así, en los modelos más próximos para los hispanohablantes. De ahí que, junto con la información veraz, presidida por las ideas de libertad y de justicia, el cuidado de la lengua debe ser una de sus más deseables metas.

Este mismo cuidado debe procurarse en el mundo de la terminología, que debe ser común, y en el de los nuevos avances técnicos de la comunicación, dominio en el que nuestra lengua puede tener un excelente futuro al convertirse en el vínculo de unión de usuarios hispanohablantes, que tienen en estas nuevas técnicas las posibilidades de vencer las dificultades espaciales y crear, a la vez, un nuevo territorio para nuestra lengua.

La lengua española es el gran vínculo de unión de nuestros pueblos, es nuestro mejor bien, y su preservación es responsabilidad de todos los miembros de nuestra comunidad.

Los sistemas educativos, en especial, deben esforzarse para que desde los primeros años de la formación escolar la lengua española, en sus distintas variedades españolas y americanas, sea sentida con el amor debido a su rico pasado y a su prometedor porvenir y que, por encima de las literaturas nacionales, nuestros escritores, de Cervantes a Sor Juana Inés de la Cruz, de Neruda a Borges, de Mutis a Monterroso, sean leídos con el placer y la admiración de su pertenencia a nuestra historia literaria.

Felicito a las instituciones que han hecho posible este Congreso y deseo de todo corazón que la lengua española «creada y acrecentada por el quehacer de todos, enriquecida por los ríos fecundantes de los préstamos y las peculiaridades nacionales», como la describía la pluma señera del mexicano Alfonso Reyes, tenga un futuro brillante, rico y acomodado a las exigencias de las nuevas situaciones técnicas.

En esta hermosa tarea de amar a nuestra lengua y de trabajar por su unidad futura y por su desarrollo cultural, en convivencia con otras lenguas y con otras culturas, os ofrecemos nuestra colaboración más apasionante.

Muchas gracias.