Durante cuatro días, juntos hemos buscado caminos seguros al desarrollo de nuestra lengua ante oportunidades de comunicación inusitadas en la historia humana y en un mundo en el que la diversidad de lenguas sustenta la riqueza sin límites del pensamiento y la imaginación.
La exposición de las ideas, la confrontación de los argumentos y la vinculación lograda entre la perspectiva de los claustros académicos con la práctica siempre presionada por la urgencia de actuar de los comunicadores, han sido fructíferas en la identificación de los problemas, el análisis de las opciones más promisorias y el acuerdo de marchar hacia el mismo rumbo.
Toda lengua está por hacerse, toda lengua se encuentra siempre en camino. Su tiempo son todos los tiempos. Reuniones como ésta no pretenden encontrar soluciones de una vez y para siempre; tampoco detener la creatividad de una lengua que, como la vida misma, muere cuando se detiene. Lo que hemos encontrado durante estos días de labor intensa son las formas en las que podemos dar cauce a los problemas y aprovechar la inercia del cambio para que nuestro idioma nos siga permitiendo aprehender, comprender y enriquecer la nueva realidad de una civilización cuyo motor principal es el desarrollo científico y tecnológico.
Lenguaje y medios de comunicación son inseparables a medida que nos humanizamos y avanzamos hacia niveles civilizatorios superiores.
El habla, decía Alfonso Reyes, es un privilegio humano. Mediante el habla, hacemos transmisible y manejable el mundo interior de nuestros sentimientos y nuestros pensamientos.
Toda lengua es una respuesta a los desafíos de la vida, pero las respuestas son tan variadas como las lenguas, pues no existe una solución, una sola lengua, separada de la comunidad que la habla y la escribe. Toda lengua está marcada por su libertad, nadie puede limitarla; nombramos la realidad para hacerla nuestra, la lengua simboliza y conjuga toda una manera de ser y estar en el mundo. Toda palabra nos cambia; las palabras dan vida a nuestro futuro y a nuestros proyectos, a nuestros amores, a nuestros secretos. El lenguaje desborda siempre los límites del instante y convierte a los individuos en un diálogo permanente.
A lo largo de los siglos, el idioma español ha ganado presencia universal. En constante cambio, como todo lo que tiene vida, se alejó del dialecto de Castilla en la medida en que los imperios desaparecieron y surgieron nuevas naciones de habla hispana que engrandecieron con nuevas palabras nuestra lengua, que hoy guarda su unidad y, al mismo tiempo, su riquísima diversidad.
Sin embargo, sólo quien lee y escribe una lengua adquiere los instrumentos para adentrarse en ella. Sólo quien la lee y la escribe puede poner en claro sus ideas, hablarles a los demás y, lo más importante, hablarse a sí mismo. Sólo quien la lee y la escribe se apodera del pasado y de la memoria, puede entrar en contacto con otras culturas y aprender otros idiomas. Y, hoy como ayer, la escuela es el espacio que destinamos para aprender a leer y a escribir nuestra lengua común, el español. La escuela ha sido, es y será el sitio donde se nos revela la esencia del lenguaje, el deslumbramiento de las primeras letras. Y el maestro es todavía el ser que nos enseña a leer, a descifrar la realidad, el garante inicial de nuestra lengua.
Durante el siglo veinte la lengua española ha resucitado todos los días en las campañas de alfabetización de nuestro continente; los libros de texto han sido una lucha persistente por la creatividad del español, una diaria integración de la lengua a nuestra conciencia. Luchar por el futuro de la lengua española significa favorecer a la educación y fortalecer la escuela para que nos ofrezca sus frutos cotidianos: el aprendizaje de las primeras letras, la articulación de la inteligencia mediante su articulación verbal en el idioma español, la conjugación de los valores culturales hispanoamericanos con los de la comunidad internacional.
A finales del siglo veinte, sin embargo, los índices de analfabetismo en hispanoamérica son todavía el desafío más importante para la lengua española. Debemos ser conscientes de que en la escuela y el magisterio se decide su destino. Mientras existan hombres y mujeres que no sepan leer ni escribir nuestra lengua, el proyecto de la cultura hispanoamericana quedará inconcluso y la modernidad será sólo una promesa inalcanzable y vacía.
Los medios de comunicación humana también se han transformado. En las últimas dos décadas, el mundo ha cambiado de rostro y muchos individuos aprendieron un nuevo lenguaje, tomó caminos insospechados el conocimiento, encontró formas imprevistas la comunicación y se inventaron los más increíbles desarrollos de la información y la electrónica. Las redes satelitales han puesto a la televisión técnicamente al alcance de todos y también sus posibilidades educativas aumentaron como nunca antes.
Hoy los medios de comunicación participan activa y destacadamente en la conformación de nuestra lengua y, por lo tanto, son una fuente de educación y de cultura accesible a las grandes masas, aun a las analfabetas. De ahí su enorme responsabilidad y la imperiosa necesidad de hacer compatibles los diversos intereses que en ellos participan con la obligación ineludible de servir al desarrollo humano.
Por eso el interés de este congreso en propiciar una mayor vinculación de todos aquellos que desde la escuela o la academia, y desde los medios impresos o electrónicos, mantienen vivo el español, lo enseñan a los grandes conglomerados y lo desarrollan para las nuevas generaciones. Por eso nuestra lengua es responsabilidad de todos. Como aquí se ha dicho, ya no sirven acusaciones mutuas sino el diálogo, la colaboración y la búsqueda de soluciones adecuadas para todos y formuladas entre todos.
Si a las instituciones educativas les corresponde proporcionar las coordenadas de nuestra lengua, si a los escritores les toca refundar todos los días nuestro lenguaje en la creación de sus obras, a los medios electrónicos les corresponde ahora la función del arca abierta: un sinnúmero de oportunidades técnicas que apenas comienzan a ser exploradas para el mayor fortalecimiento de nuestra lengua común, para el mayor disfrute de la palabra.
Nunca la comunicación entre nuestros países ha sido tan intensa. Nunca como ahora nos encontramos tan unidos por los avances de la era tecnológica, las redes informáticas y los medios masivos de comunicación. Sin embargo, nuestra identidad ha sido construida sobre la diversidad, y esa es nuestra auténtica fuerza contra el fanatismo, la fragmentación y la supresión de la crítica. Nuestro proyecto será, sin duda, consolidar una cultura común de habla española.
A finales del siglo veinte, la libertad de la lengua española es nuestra propia libertad, la defensa de su soberanía es la defensa de nuestra soberanía cultural. La lengua de Cervantes nos ha enseñado el ingenio, el talento y, sobre todo, la generosidad con los otros, y su voz tiene la misma profunda e intensa vibración que en los capítulos de la vida del ingenioso hidalgo.
Este Primer Congreso Internacional de la Lengua Española es, sin duda, el reinicio de nuestra conciencia y nuestra pasión por el idioma español, punto de encuentro de la cultura hispanoamericana. Las tareas que en adelante desarrollemos partirán de la convicción a la que hemos arribado por consenso: que los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestro mundo; que nombramos la realidad para hacerla nuestra; que mientras más rico y matizado sea nuestro lenguaje, mucho más vasta y poderosa será nuestra comprensión de la realidad humana.
No deja de ser relevante que este gran congreso haya tenido lugar en un país en el que millones de mexicanos continúan hablando sus lenguas indígenas. Desde el dolor y las realizaciones de nuestra historia hemos asumido que esa coexistencia es fuente de fortaleza y esperanza; que el aprendizaje del español en las comunidades indígenas sólo puede darse en un ambiente de respeto a la lengua madre de cada pueblo y que la Suave Patria de López Velarde sólo puede construirse desde la participación responsable de las personas y de las comunidades. El español se vuelve así instrumento de aprendizaje y de comunicación para la integración social en la justicia y la libertad.
Mi agradecimiento a todos quienes hicieron posible este Congreso. Mi gratitud al gobierno del Estado y del Municipio de Zacatecas que nos brindaron hospitalidad y espacio para que el diálogo pudiera realizarse. Mi gusto por haber colaborado en este esfuerzo con el Instituto Cervantes.
Muchas gracias.