El pasado mes de marzo escribió Francisco Rico, el académico y gran especialista en el Quijote —responsable de la fijación del texto y de las notas en la edición del IV Centenario de la obra de Cervantes presentada ayer en este Congreso— escribió, digo, una columna, nota al pie, en Babelia, el suplemento cultural del diario El País. Se trataba de un elogio de la lengua francesa, a la que veía solidamente construida sobre sus escritores y sus maestros de escuela. Creo que es un atinado diagnóstico sobre dónde debemos poner nuestro trabajo para su cultivo y mejora. Y en todo caso, su nota me da un autorizado pie para hablarles de los dos ejes de la tarea editorial que venimos realizando en el Grupo Santillana, en lo que tienen de contribución al cultivo de nuestra lengua. Pues, en efecto, nuestras dos especialidades principales son las ediciones para la enseñanza y la edición literaria. Las primeras las publicamos con la marca Santillana y la segunda con el sello Alfaguara.
El modo de operar actualmente la edición, la industria cultural más antigua y más próxima a la lengua, la que recoge y trabaja con su modalidad más permanente, el lenguaje escrito, nos ofrece rasgos de evidente interés sobre la transmisión de nuestra lengua entre los lectores y estudiantes. Quizá por ello los organizadores del Congreso han querido que aportemos nuestras experiencias al programar esta sesión, dedicada a la edición, como ya lo hicieran en la anterior convocatoria de Valladolid.
El primer rasgo que hemos de señalar es que nuestras ediciones, escolares y literarias, operan prácticamente en el conjunto de los países que compartimos la lengua castellana. No se trata solamente de que tengan lectores o clientes, en términos comerciales, en todos ellos. No. Hablamos de editar, de crear libros para la educación nacional de cada país o de editar la narrativa de los creadores locales en la lengua común. Apoyándonos en una organización firmemente asentada en torno a una veintena de países, que mantiene vivo el compromiso con la educación y con la literatura que se hace en cada uno de ellos, ofrece el servicio de sus ediciones a profesores y lectores.
Bajo el sello o marca Santillana nuestros catálogos para la enseñanza tienen hoy 7000 títulos vivos. Para todas las materias de los diversos currículos nacionales y para todos los niveles educativos, desde el parvulario, kinder o inicial, al final de la secundaria, bachillerato, polimodal o preparatoria, por decirlo en algunas de las diversas denominaciones y fórmulas nacionales. A lo largo de los cuarenta años que venimos operando, esta cifra podría multiplicarse fácilmente por diez… Bien, pues mirando en particular a los títulos de nuestros catálogos dedicados a nuestra lengua —libros de texto, libros de lectura y literatura, materiales de trabajo y guías para los profesores— vemos que son exactamente la mitad, 3500, lo que pone de manifiesto el peso e importancia que se concede al cultivo de la lengua. Muchos y diversos, desde luego, pues las autoridades educativas de cada país marcan sus propias pautas pedagógicas, sus programas, a los que estas publicaciones deben responder, además de atender a las diversidades léxicas y a las distintas formas, hábitos, e incluso modas pedagógicas. Todo ello explica esta pluralidad de respuestas para ayudar a alcanzar, eso sí, unos objetivos compartidos: el conocimiento y el dominio de la lengua propia, su uso eficaz en la vida práctica y el aprendizaje de sus modelos literarios.
La diversidad de nuestros catálogos no excluye sin embargo, un trabajo compartido. Mantenemos entre nuestros equipos editoriales una reflexión viva y un intercambio de experiencias, con un proceso de búsqueda de las mejores soluciones, abierto a la investigación y a las experiencias que realizan los profesores más activos e inquietos. De forma que esa corriente, abierta y alimentada desde toda nuestra organización, permite dotar a nuestras ediciones de un sello e identidad, por debajo de sus diferencias, que de alguna manera es garantía para miles de profesores de propuestas contrastadas y, a la vez, actualizadas e innovadoras.
La línea de progresión que siguen los libros de lengua, implica, en primer lugar, una coherencia y sistemática en su desarrollo a lo largo de los distintos niveles y cursos de la enseñanza. Y lógicamente la búsqueda de una adecuada respuesta a estos tres aspectos principales. El primero es la selección de textos, es decir, sobre qué lengua vamos a hacer el cultivo del idioma por parte de los estudiantes, qué modelos se ofrecen para las distintas edades, para lograr la evolución y su dominio progresivo. El segundo es el conocimiento de la estructura del idioma, primero de forma implícita, solamente a través del uso correcto y progresivamente consolidado, expresado en pocos, claros y fundamentados conocimientos gramaticales. Y en tercer lugar, qué propuestas de ejercicios y actividades con el idioma se programan y ofrecen a profesores y alumnos, de forma que sean numerosas, atractivas y bien secuenciadas.
No trato de hacerles un bosquejo de didáctica de la lengua, sino apuntar por dónde discurre la edición de estos materiales en busca de buenos modelos y coherencia en el aprendizaje. Y como las magnitudes también ayudan a describir una realidad, les doy algunas estimaciones. En nuestros libros y materiales para la enseñanza de la lengua española se ofrecen por encima de 20 000 textos, desde relatos populares a textos literarios, y el número de ejercicios y actividades propuestos pasan de 130 000.
Los historiadores de la educación acuden a menudo a los textos escolares para, a través de ellos, caracterizar determinados rasgos de la educación que se impartía en una época. Tal vez para conocer con más precisión el cultivo que se está haciendo de nuestra lengua en los sistemas educativos se podría acudir a estos materiales, más próximos a la realidad que otros documentos e indicadores, y quizá más relevante para extraer conclusiones y buscar mejoras. Con mucho gusto colaboraríamos, por supuesto, en un empeño de esa naturaleza, venga del mundo académico o de las administraciones públicas.
La edición literaria es la otra columna de nuestra especialización editorial. Editamos literatura y somos especialistas en la narrativa que actualmente se escribe en español, pues hemos tomado la opción de editar localmente en los 16 países en los que desarrollamos esta especialidad y, a la vez, circular entre ellos las obras por las que haya suficiente receptividad e interés.
Vamos a cerrar el presente año publicando 227 obras inéditas de escritores latinoamericanos y españoles, incluyendo también la correspondiente literatura infantil-juvenil. En el fondo vivo de Alfaguara tenemos en la actualidad unos 900 títulos, una parte de ellos trasladada también al formato de bolsillo que publicamos en el sello Punto de Lectura. Habitualmente publican sus novedades con nosotros unos 350 autores que escriben en español.
Desde esta perspectiva puedo decirles que la literatura de calidad no es necesariamente minoritaria. A luchar contra ese tópico y la parte de verdad que encierra, dedicamos nuestros esfuerzos y, aunque las cifras pueden y deben mejorar, pues hay muchos lectores potenciales a los que por diversas razones no llegan los libros, el impacto de la buena literatura es significativo, incluso en las cifras. Este año vamos a imprimir seis millones y medio de ejemplares y esperamos vender cinco millones doscientos mil, sólo de autores que escriben en español.