La historia de La Opinión es interesante, pues es una historia que cuenta lo que ha transcurrido a través de 78 años de existencia del periódico.
Fue fundado por un inmigrante mexicano en 1926; en esa época, en la frontera norte del río Bravo, no había un requerimiento específico de una tarjeta verde para cruzar, era simplemente, pasar, obviamente nadando el río, y de ahí el famoso nombre de «espalda mojada» que muchos de ustedes deben de conocer.
En 1926 el señor Lozano funda La Opinión, de la que, actualmente, se editan 130 000 ejemplares diarios. Una anécdota interesante: estaba yo visitando el periódico Houston Chronicle —un periódico de los más grandes en circulación de EE. UU., con aproximadamente medio millón de ejemplares diarios— y yo orgullosamente estaba tratando de maquinar —si se puede decir de alguna manera— un suplemento dedicado a la juventud estadounidense, donde nos tomáramos libertades, con un lenguaje más fuerte (como Fontanarrosa dijo esta mañana sobre las palabras altisonantes, ahora no sé cuántas palabras utilizó para describirlas), con palabras un poco más fuertes y de arraigo y aceptación por la juventud.
En esa conversación en el Houston Chronicle, me pregunta el director de publicidad: «¿Y cuántos ejemplares circula usted?». Y digo yo: «Ciento treinta mil; somos el diario de mayor circulación en español en EE. UU.». Y me dice: «¿Eso es todo?». Y dio un campanazo, porque me puse a pensar cómo es posible que siendo cuarenta millones de hispanohablantes en EE. UU., de La Opinión, siendo el diario de mayor circulación, únicamente podamos circular ciento treinta mil ejemplares. Es algo que deja mucho en qué pensar. Pero tenemos casi medio millón de lectores porque se pasan de uno a otro, lo cual no es bueno para nosotros cuando se trata de ventas… Pero no puedo hablar de eso, que pertenece a Ventas, yo trabajo en el departamento de Editorial.
Nuestros lectores son inmigrantes mexicanos, en su mayoría, el 87 % de ellos; el 13 % son inmigrantes de otras naciones. Dentro de ellos están: salvadoreños, hondureños, guatemaltecos y una gran cantidad —y poco a poco creciendo— de inmigrantes sudamericanos. Es un dato interesante porque la segunda ciudad donde más salvadoreños viven fuera de la ciudad de San Salvador es la ciudad de Los Ángeles, al grado de que un periódico en El Salvador que se llama La Prensa Gráfica bautizó a los salvadoreños que viven fuera de las fronteras de El Salvador pero en particular en la ciudad de Los Ángeles, como si se creará un Estado, una identidad federativa adicional, como el Departamento Quince. Los Ángeles es la segunda ciudad de los salvadoreños, pero también de los guatemaltecos. Los lectores de La Opinión son un 60 % varones y un 40 % mujeres.
Resulta interesante descubrir por qué el tipo de diario que nosotros estamos produciendo es un diario cambiante; existe una identidad cercana entre lo que conocemos nosotros como parte del lenguaje y de la identidad lingüística de un periódico y el trabajo periodístico. Si bien queremos servir a una comunidad mexicana en su mayoría (actualmente es del 87 %, pero hace 20 años, era de entre el 90 % y el 95 %) hay que entender que hay dos tipos de cosas importantes: por una parte, la identidad lingüística, pero, por otra, también la identidad del lector, quién es el lector y cómo le podemos entregar un periódico que sea legible, agradable, que tenga sustancia y contenido y que se acerque mucho a ellos.
Por un lado, tratamos de cubrir información general de Latinoamérica. Pongo un ejemplo: los periódicos en inglés en EE. UU. tienen una sección dedicada al mundo, que abarca en un periódico de circulación similar a La Opinión cuatro planas tamaño estándar; La Opinión tiene ocho planas tamaño estándar dedicadas al mundo, cuatro de las cuales están dedicadas a Latinoamérica. Entonces existe una entidad muy clara de qué tenemos que hacer para ser rentables ya que a fin de cuentas el periódico es un negocio y nosotros queremos llegar a los lectores.
En una conferencia sobre prensa en EE. UU. con lectores de diarios nos preguntaban: «¿Cuál es la agenda latina?». Y yo dije: «La misma agenda estadounidense; es la misma agenda». Ojalá existiera una, un factor que pudiera posibilitar una agenda latina, sobre todo en lo que concierne a las elecciones, los seguros sociales, la situación de población… porque en 30 años el grupo mayoritario que se va a ver afectado por los cortes presupuestarios, por el sistema del seguro social y las jubilaciones en EE. UU. va a ser el formado por los hispanohablantes, es decir, los latinos. Entonces, ese sí sería un tema que podría formar parte de una agenda latina, como le llaman en EE. UU.
Lo menciono porque considero que La Opinión es un diario múltiple y común como todos los periódicos que circulan en inglés en EE. UU.; la única diferencia es que nosotros publicamos en español y tratamos de buscar un acercamiento con nuestros lectores como lo haría cualquier otro diario para tratar de tener la fuerza y la identidad local de su propio mercado.
Existe evidentemente una unión muy lógica cuando tratamos de estandarizar: la estandarización del lenguaje. Se lleva a cabo en varios niveles y lo mencionó muy bien Alberto Gómez Font cuando hablaba de la lucha que es una sala de redacción cuando hablamos de Hispanoamérica. En La Opinión tenemos argentinos, colombianos, españoles…; tenemos a todo tipo de personas y de diferentes países manteniendo guerras para decidir cómo se va a publicar una cierta palabra. Es una lucha total por tratar de estandarizar y a la vez tratar de darle el mayor impacto a lo que estamos haciendo. Tenemos un entendimiento claro del lector que tenemos y practicamos mucho el periodismo civil.
Cuando hablamos de globalización que es el tema central de esta conferencia, tenemos que pensar en varias cosas: Primero, lo que tenemos en Internet que es un vivo reflejo del periódico La Opinión muy mexicanizado, pero entendemos que la mayor parte de los consumidores que leen nuestra página en Internet (http://laopinion.com/) no se encuentra en el mercado de Los Ángeles. Cuando Internet empiece a crecer, cuando se considere una entidad rentable en término de publicaciones, en ese momento será una manera de estandarizar el lenguaje para que no sea un reflejo vivo del periódico pero sea una entidad informativa que respire minuto a minuto y que pueda tener información actual en cada minuto estandarizada para que pueda ser leída en Bolivia, en España, en Buenos Aires y en todos los países de habla hispana. También tenemos un problema de globalización y de estandarización del lenguaje de Internet y de otros medios de comunicación porque nosotros tenemos ahora tres periódicos en EE. UU. siendo así el bloque más fuerte de periódicos en español, el periódico La Prensa de Nueva York (el semanario más grande en EE. UU.), La Raza en el Estado de Illinois, en Chicago, y desde luego La Opinión. Tenemos entonces que estandarizar el lenguaje en esos tres lugares, pero también identificar las diferencias lingüísticas y la aplicación del conocimiento de sus respectivos mercados. No es lo mismo hablar con un puertorriqueño de Nueva York que hablar del mercado al mexicano de Los Ángeles.
Nos enfrentamos los siguientes retos: hay diarios en español con contenido en inglés que, para mí, es un reto muy serio, una amenaza muy seria al tipo de un trabajo que se hace en un periódico; por otro lado hay diarios que tienen ediciones en inglés pero que pretenden hacer un tiraje en español, y por último, hay muchos periódicos que salen al mercado de manera inmediata: entran al mercado con la idea de ser aceptados pero no piensan, no utilizan el español como el que debería de ser y no respetan el oficio y de esos hay muchísimos en los EE. UU.
Hay una percepción en el mercado anglosajón, de eso voy a platicar, una percepción de que los latinos, los hispanic como los llaman ellos, no leen. Por cierto hay un proceso sobre ideas que se han manejado como hispanic y latin y porque en muchas instancias de los EE. UU. no se sentían satisfechos como el termino hispanic (pues la última parte de la palabra, panic, es ‘pánico’).
Otro aspecto interesante tiene que ser la presión que hay en los medios de comunicación en inglés y también por el Gobierno, de tratar de ganar la educación bilingüe en los EE. UU. Es un tema que no se ha tocado pero es un tema muy grande que afrontamos todos los días como periódico y como seres humanos y como personas que vivimos en los EE. UU. La juventud está creciendo y hablando inglés está manejando un spanglish, posteriormente volveré sobre este tema.
La Opinión no está manejando el inglés de manera constante porque somos un periódico en español. Me horroriza pensar que un día el periódico empiece a publicar contenido en inglés. Hay una política abierta antiinmigrante en los EE. UU. y debe quedar bien claro que a veces no nos sentimos en nuestra propia casa a pasar de que uno lleva ya más de 40 años viviendo ahí y después de 20 años todavía existe esa política de antiimigrante.
Hay dos cosas muy importantes que parecen que nos están dando un poco más de fuerza, que nos ayudan a normalizar el lenguaje, que nos ayudan también a mejorar nuestra estancia en EE. UU. Por una parte, los dieseis mil millones de dólares anuales que los mexicanos están mandando cada año a México como fuente de ingreso, las famosas remesas, como la segunda fuente de ingreso para la nación obviamente después del petróleo y ese peso genera mucho dinero en los EE. UU. y es cuando el hispanohablante empieza a adquirir un poco más de fuerza. Por otra, el voto hispano: 7,7 millones de hispanohablantes votaron en las recientes elecciones. Hay ya hispanos en los puestos de poder, funcionarios de alto poder, como Abel Martínez por en Florida, o Salazar en California.
Para concluir quiero decir que existen recomendaciones. Necesitamos apoyo, porque somos hispanohablantes que no estamos en un predominantemente hispanohablante. Estamos solos y cargamos la bandera seriamente, y sabemos cuál es la responsabilidad. Nos entendemos muy bien, conversamos de la temática, conversamos de las cosas que afrontamos como periodistas y como hispanohablantes dentro de un país que no lo es. Me agrada escuchar la propuesta que sobre la creación de un área centralizada de corrección de análisis del trabajo que hacemos y que por tanto no respetamos. A mí también me mortifica la idea del spanglish. Pero también debemos de entender que hay cosas que ya se empiezan a manejar como lenguaje común; me preocupan dos cosas del spanglish: la primera, es el spanglish clásico que mucha gente reconoce en frases como: «No hay que parquearle la troca» o «no hay que estacionar la camioneta de carga», y la otra que es más preocupante todavía que es cuando las palabras se utilizan para describir algo y se usan tres en inglés cuatro en español y dos en no sé qué; eso sí me preocupa más, incluso que palabras que de alguna manera se pueden incorporar al español que se está manejando en los EE. UU., ese es el mejor de los casos, pero lo es que no se maneje ni uno ni otro para que aquí está el español que se habla en los EE. UU., pero es más preocupante una oración que se maneje mitad en inglés mitad en español y otra parte en no sé que
Bueno, esto es lo que se me ocurrió. Gracias.
Texto adaptado de su transcripción.